Meditación Semanal
"Mi Parroquia Espiritual"
Catequesis sobre
la Divina Voluntad
Padre Pablo Martín Sanguiao
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Catequesis sobre
la Divina Voluntad
Padre Pablo Martín Sanguiao
El Reino de Dios en nosotros
Agosto 29, 2024+ ¡Ave María!
Queridos hermanos, ¿qué finalidad tiene nuestra vida? Poseer la Vida de Jesús, todo lo que El ha vivido y hacerlo nuestro para vivirlo con El y en El, es revestirnos de El, de su Stma. Humanidad, como antes El se ha revestido de nosotros. Eso es su Reino, el cumplimiento de su Voluntad. +
Queridos hermanos, después de celebrar el triunfo de la Divina Voluntad en nuestra Madre Celestial, la Stma. Virgen Reina, debemos preparar su triunfo y su Reino en nosotros. Todo empieza por conocer, querer y acoger la Verdad en nosotros. Todo viene de Dios y todo ha de volver a Dios.
Y sin embargo nada puede existir fuera de Dios: todos estamos como criaturas en la Divina Voluntad y eso no depende de nosotros; estar en Ella como hijos sí que depende de nosotros. Pero para ser hijos de Dios hay que estar incorporados al Hijo, el cual ha dicho: “nadie va al Padre si no es por Mí” (Jn 14,6), porque nadie viene del Padre Creador si no es por medio de El. Por Cristo, con El y en El. Y El ha dicho: “Cuando venga el Espíritu Consolador que Yo os enviaré de parte del Padre, el espíritu de la Verdad que procede del Padre, El dará testimonio de Mí, y también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el Principio” (Jn 15,27).
Desde el principio de su vida en el tiempo y desde la eternidad, o sea, desde el Corazón del Padre Divino y, por lo tanto, ya en el Corazón mismo de su Madre Santísima.
Desde su Encarnación, el Señor nos concibió con El, como cosa suya que le pertenece, como miembros de su Cuerpo Místico, y en su propia Vida formó la vida de cada uno de nosotros como debería de haber sido, mientras que se hizo cargo e hizo suya esa vida nuestra, como cada uno la ha reducido (por eso mismo, su Pasión redentora empezó apenas se encarnó).
Así que desde el Bautismo estamos ya, por Gracia, en su Humanidad: el Padre le mira a El y nos ve a nosotros y por eso nos ama. En su Humanidad debemos estar vivos, porque los que no están en Gracia (o sea, muertos) le hacen sentir y sufrir la muerte de ellos. Pero no basta: ¡debemos estar despiertos! Ya es hora de despertar del sueño, como dice San Pablo (Rom 13,11): eso es lo que significa “ENTRAR EN SU HUMANIDAD”. Tomar conciencia de Quién es El y de lo que somos nosotros, ser conscientes de que le pertenecemos y de que nuestra vida es la Suya y que su finalidad es llevarnos al Corazón del Padre.
¿Y cómo se entra en la Humanidad de Nuestro Señor para que la Divina Voluntad sea nuestra vida? Con la fe, con el deseo y la sencillez con la que, por ejemplo, apretamos un botón para encender la luz (sin complicarnos la vida, sin problemas). El Señor es infinitamente simple: le basta con que le digamos con sinceridad “sí, lo quiero, sí, hágase en mí”, “¡Fiat!”
Como dijo San Juan Bautista (hoy es la fiesta de su supremo testimonio o martirio): “El debe crecer y yo he de disminuir” (Jn 3,30). Y partiendo de esto, al comienzo de cada día digamos con la Stma. Virgen: “Hágase en mí según tu Palabra” y con Jesús: “Héme aquí, oh Padre, que vengo para hacer tu Voluntad”. O sea, “para hacerla contigo, para que tu Voluntad sea vida en mí, para que sea Realidad cumplida en mí…”
Y así podemos decirle ‒con las palabras de Luisa o con palabras nuestras‒ “Señor, que tu Voluntad sea la vida de todo en mí y dé vida a tus pensamientos en mi mente, a tu palpitar en mi corazón, a tu respiración en la mía, a tu mirada en mis ojos y me haga ver todo como lo ves Tú; a tu escuchar en mi oido, a tus palabras en mi boca, a tus obras en mis manos y a tus pasos en mis pies, a tus sentimientos, a tus alegrías y tus penas en mi alma”, etc.
El desea que hagamos nuestras sus palabras que dijo al Padre: “todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío” (Jn 17,10), es decir, “yo soy todo tuyo y Tú eres todo mío”. Una relación de recíproca total pertenencia. Sólo así, con Jesús, El en nosotros y nosotros en El, podemos tomar parte activa en todo lo que El hace, “vivir en la Divina Voluntad”… Recordemos: primero es “ser”, luego viene el “tener” o tomar posesión, y por último “obrar”.
¿Pero cuál es la finalidad de nuestra vida? Es tomar posesión de su Vida, de cada cosa que El ha vivido y hacerla nuestra para vivirla con El y en El, es revestirnos de El, de su Stma. Humanidad, como antes El se ha revestido de nosotros, de nuestra pobre humanidad. Eso es su Reino, el cumplimiento de su Voluntad. De manera que “entrar en su Humanidad” eslo mismo que “fundirnos en El”, para poder “entrar” o “fundirnos en la Voluntad de Dios”. Es sustituir en cada cosa nuestra voluntad con la Voluntad Divina para que sea nuestra, y por tanto es un “Fiat” no ya humano, de sóla aceptación de lo que Dios quiere, sino decir con El su mismo “Fiat” Omnipotente y Eterno, que sea nuestro, que no sea sólo una respuesta pasiva, como quien dice “o.k., está bien”, sino una partecipación activa y consciente, cada vez más consciente, en todo lo que hace el “Fiat” o Querer Divino, en todas sus Obras, en el Acto eterno de su Vida…
El Señor nos invita como a Luisa a actuar como El en su Querer: “Ven en mi Voluntad, para hacer lo que hago Yo” (25.07.1917). “Ahora, queriendo que estés conmigo en mi Querer, quiero tu acto continuo” (28.12.1917). Y así todo lo que hacemos y forma nuestra vida ha de ser lo que Jesús hace y su Vida, que El quiere repetir en nosotros: “Hija mía, no te aflijas tanto, ánimo, Yo estoy contigo; más aún, estoy precisamente en tí, continuando mi vida. (…) ¿Crees tú que eres tú? En absoluto. Soy Yo, soy Yo que repito mi Vida en tí. Siento ansiedad de ser amado por ti, no con amor de criatura, sino con mi mismo Amor. Por eso te transformo, quiero que estés en mi Querer, porque quiero hallar en ti quien me suple a Mí y a todas las criaturas. Quiero que seas como un órgano que se presta a todos los sonidos que quiero hacer” (25.12.1918).
Todo lo cual no es algo reservado tan sólo a Luisa. Jesús está esperando que las criaturas vengan a vivir en su Querer y que repitan en su Voluntad lo que El ha hecho:
“El primer eslabón que une al verdadero vivir en mi Querer fue mi Humanidad. Mi Humanidad, identificada con mi Divinidad, nadaba en el Querer Eterno e iba buscando todos los actos de las criaturas para hacerlos suyos y darle al Padre de parte de las criaturas una gloria divina, y llevar a todos los actos de las creaturas el valor, el amor, el beso del Querer Eterno. En este ambiente del Querer Eterno Yo veía todos los actos de las criaturas, posibles pero no hechos, y los mismos actos buenos mal hechos, y Yo hacía los que no habían sido hechos y los mal hechos. Ahora, esos actos no hechos, hechos sólo por Mí, están suspendidos en mi Querer, y espero a las criaturas que vengan a vivir en mi Querer y repitan en mi Voluntad lo que hice Yo” (29.01.1919).
Es fácil decir “vivir en la Divina Voluntad”, pero luego, de hecho, se reduce a una devoción, a una serie de prácticas de piedad, a vivir de acuerdo con la Divina Voluntad. ¿Pero en qué consiste de verdad, prácticamente? Tan sólo en la medida que es una vida que se vive, se va comprendiendo su realidad y su alcance infinito, y se constata lo muy diferente que es hacer nosotros la Voluntad de Dios o vivir estando a sus órdenes, “de acuerdo con Ella”. Para comprender de alguna forma la espiritualidad de Luisa hay que empezar a vivirla, así como el Evangelio se conoce sólo en la medida que se vive.
Dice Jesús: “Quiero tanto que las criaturas tomen mi Voluntad; es lo que más me importa, es mi mayor deseo. Todas las demás cosas no me interesan como eso, aun las cosas más santas, y cuando consigo que el alma viva de mi Voluntad me siento triunfante, porque eso contiene el bien más grande que puede haber en el Cielo y en la tierra” (23.03.1910).
“Quiero que estés siempre en mi Querer... Quiero sentir tu corazón palpitante en el Mío con mi mismo amor y dolor; quiero sentir tu querer en el Mío, para que, multiplicándose en todos, Me dé con un solo acto las reparaciones de todos y el amor de todos; y mi Querer en el tuyo, para que, haciendo mía tu pobre humanidad, la eleve ante la Majestad del Padre como víctima continuamente” (04.07.1917).
“He aquí por qué te hablo a menudo del vivir en mi Querer, que hasta ahora no he manifestado a nadie. Todo lo más han conocido la sombra de mi Voluntad, la gracia y la dulzura que contiene el hacerla; pero penetrar en ella, abrazar su inmensidad, multiplicarse conmigo y penetrar en todo –aun estando en la tierra–, en el Cielo y en los corazones, ésto no es conocido todavía, tanto que a no pocos les parecerá extraño y quien no tiene abierta la mente a la luz de la Verdad no comprenderá nada” (29.01.1919).
“Venga tu Reino”, pedimos siempre en el Padre Nuestro. Y no se sabe bien qué cosa es el Reino, ni adonde ha de venir, ni de qué manera. “El Reino de Dios no viene de un modo que llame la atención, y nadie dirá: ‘Aquí está’ o ‘Allá está’, porque el Reino de Dios está entre vosotros” (Lc 17, 20-21), es decir, el Reino de Dios ya estaba presente y perfecto en Jesús y en María y, como en ellos, así deberá estar presente en nosotros. Somos llevados a pensar que, en todo caso, el Reino de Dios será una nueva situación de bienestar, como dice san Pablo: “El Reino de Dios no es cuestión de comida o bebida, sino de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rom 14,17). Sin duda, estas cosas son consecuencia de otra cosa.
Está claro que un reino no se forma con una sola persona, un reino está formado por muchas cosas concretas, no se improvisa. Y se ha de formar en nosotros, en cada uno de nosotros, con nuestra colaboración activa. Hacen falta tantos ladrillos para construir una casa..., tantas casas para formar una ciudad..., tantas ciudades para formar un reino... Por lo tanto, el Reino de Dios ha de abarcar todo lo que existe, todas las obras de Dios, la Creación, la Redención, la Santificación y todas las criaturas, con todo lo que forma su ser y su vida… Todo lo cual se debe formar de alguna manera en cada uno de nosotros, de una forma estable. Es evidente que esta es una realidad espiritual que ha de ser creada en nuestro espíritu, es una “nueva Creación” (Gál 6,15)… La primera Creación, Dios la hizo Él solo, pero “la nueva Creación” quiere hacerla junto con nosotros, porque ha de ser en nosotros.
Este es el verdadero fin, el verdadero motivo de ir “girando” o recorriendo todas las obras de Dios para hacerlas nuestras, para darle una respuesta de amor por todos y en todos, por todo y en todo. Sólo así puede formarse en nosotros el Reino de Dios, sólo así puede venir. Y cuando esté formado en nosotros suficientemente, entonces vendrá también el Rey de este Reino. Porque son dos cosas distintas la venida del Rey, de Cristo Rey, y la venida de su Reino. Primero debe formarse el Reino y luego Él vendrá a tomar posesión de lo que le pertenece... Mientras tanto, Él ya está aquí con nosotros y en nosotros para prepararlo, para hacerlo, en la medida que lo deseamos y lo asimilamos con el conocimiento y que en la oración se haga vida.