Meditación Semanal
"Mi Parroquia Espiritual"
Catequesis sobre
la Divina Voluntad
Padre Pablo Martín Sanguiao
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la Divina Voluntad
Padre Pablo Martín Sanguiao
¿Cómo ve el Señor a su Iglesia?
26 de Septiembre 2024
+ ¡Ave Maria!
Queridos hermanos, ahora hay quien quiere transformar la Santa Iglesia según las modas del mundo. Pero yo creo la Iglesia, una, santa, católica y apostólica. Así la ha hecho Jesucristo. Y añado: “perseguida y sin dinero”.
Queridos hermanos, estamos viendo la cada vez mayor confusión y división que hay en el mundo y dolorosa mente en la Santa Iglesia. Da la impresión de que tantos tienen de la Iglesia una idea cada vez más extraña respecto a como ha sido durante veinte siglos. Lo demuestra por ejemplo toda una terminología, un particular vocabulario “eclesialés”… Así que debemos tener una clara conciencia de lo que es la Iglesia, y de cómo el Señor la ve.
¿Qué cosa es la Iglesia? Cuando se habla de la Iglesia, como cuando hablamos de una persona, casi siempre se piensa a su aspecto externo, a su lado humano, y no se considera su realidad espiritual y sobrenatural. Como la Iglesia no existiría sin Cristo, así Cristo no podría estar sin su Cuerpo Místico, que es la Iglesia. Por eso, como dijo en su proceso Santa Juana de Arco, “Jesucristo y la Iglesia son una sola cosa”. Porque la Iglesia es también su Esposa, es “la Casa de Dios, que es la Iglesia de Dios vivo, columna y sostén de la Verdad” (1a Tim 3,15). Es la Familia de Dios, es el Pueblo de Dios, es la Sociedad establecida por Dios, es la verdadera, única y auténtica humanidad querida por Dios, “que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1a Tim 2,4), por lo cual “la Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano” (Concilio Vaticano II, “Lumen Gentium”, 1).
La Iglesia es, en su estructura visible, el lugar y el medio por medio del cual nos llega la Redención, y en su realidad sobrenatural es el fruto de la Redención, o sea, la salvación eterna. La Iglesia es, en este mundo, la preparación a la venida del Reino de Dios, que la Iglesia invoca y espera, y al mismo tiempo será el cumplimiento del Reino de Dios. La Iglesia es por tanto un organismo vivo que crece hacia su plenitud. El Hijo de Dios, al encarnarse, trajo de nuevo al mundo el Reino de Dios: lo trajo como una pequeña semilla de luz, lo sembró en la tierra purísima de la Stma. Virgen su Madre, lo regó con su Sangre y con las lágrimas de María, lo fecundó con el Sol del Espíritu Santo en Pentecostés y nació la plantita. Al principio era apenas una hierbecita insignificante; pero empezó a crecer y produjo ramas y hojas y flores (que representan las virtudes de los Santos), en espera del tiempo de los frutos, el tiempo en que se ha de cumplir el Reino de la Divina Voluntad, en la tierra como en el Cielo.
¿Cómo es la Iglesia? En el Credo decimos: “Creo en la Iglesia, una, santa, católica y apostólica”. La Iglesia fundada por Nuestro Señor es una sola. “Tú eres Pedro y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia”, dijo Jesús a Pedro (Mt 16,18). No dijo: “sobre este montón de piedras edificaré mis iglesias”. Dios es uno solo y por eso quiere la unidad (Jn 17,21), pero en la Verdad. Ahora algunos pretenden “diluir” la Iglesia Católica en algo más grande y amplio, donde no sólo entren “los hermanos separados” (separados, no como hermanos, por lo que han conservado en común con la Iglesia, sino por lo que no han conservado), sino todos los demás: hebreos, musulmanes, induistas, budistas, etc., homogeneizados en una sola religión mundial sin dogmas, “del hombre que se hace Dios”. ¿De dónde viene eso? De rechazar a Jesucristo como el único Mediador entre Dios y los hombres. O sea, de rechazarlo como el verdadero Hijo de Dios hecho Hombre: “El Padre y Yo somos una sola cosa”. La Iglesia es santa, a pesar de tantos miembros suyos pecadores en este mundo. Santa por su origen, del Corazón de Cristo traspasado en la Cruz; santa por la vida divina y el Espíritu Santo que la anima y guía; santa por la Verdad y la doctrina que profesa, santa por los medios de salvación y santificación (Sacramentos) de que dispone. La Iglesia es católica, que significa universal, porque tiene como patrimonio toda la Verdad y todo el Bien, y tiene como fin abrazar toda la humanidad y el mundo entero. Y es apostólica, porque su patrimonio de Verdad y de Gracia lo ha recibido de los Apóstoles, de su testimonio: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y tocado con nuestras manos, o sea, el Verbo de la vida (porque la vida se ha manifestado, nosotros la hemos visto y testificamos y os anunciamos la vida eterna, que estaba en el Padre y se nos ha manifestado), lo que hemos visto y oido os lo anunciamos a vosotros, a fín de que viváis también en comunión con nosotros. Nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo” (1aJn 1,1-3). Ese testimonio recibido es nuestro testimonio apostólico y misionero.
¿Qué se necesita para pertenecer a la Iglesia? Para pertenecer a la que Jesucristo ha fundado llamandola “ mi Iglesia” (Mt 16,18) es necesario compartir toda su Fe, es decir, acoger a Jesucristo como el único verdadero Dios y verdadero Hombre, que nos ha redimido. Acogida o Fe necesaria para todos en la medida en que a cada uno le es dada la posibilidad de conocer este Anuncio o “Buena nueva” (Evangelio).
El objeto o contenido de su Fe la Iglesia lo expresa en el Credo. Por eso Jesús dijo antes de su Ascensión: “Id y enseñad a todas las gentes (no dijo “dialogad”. El diálogo es sobre otras cosas), bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto Yo os he mandado” (Mt 28,19-20). “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura: el que creyere y fuere bautizado se salvará, mas el que no creyere se condenará” (Mc 16,15-16). Por eso, “fuera de la Iglesia no hay salvación”.
En su vida y en sus Escritos Luisa habla de la Santa Iglesia. Intento resumir, indicando sólo los capítulos. Veamos simplemente la Iglesia a través de los ojos y de las páginas de Luisa.
Característica de los verdaderos hijos de Dios son: el amor a la Cruz, a la Gloria de Dios y a la Iglesia (08.02.1905). No me detengo en la vocación de Luisa como Víctima en favor de sus hermanos y sus vínculos de dependencia y de amor a la Iglesia.
En la Santa Iglesia está representado todo el Cielo. No obstante lo cual en la Iglesia hay miembros sanos y luminosos y miembros infectados y tenebrosos (02.05.1899). La Iglesia debe conocer a los que le pertenecen: no necesita consultar los registros de Bautismo, sino ver quien cultiva la propia vida cristiana con los Sacramentos, en particular con la Confesión y la Eucaristía (14.03.1900). La Iglesia Católica posee todos los medios necesarios para salvar a los hombres, medios que los protestantes no tienen (09.02.1903). Ella, instruida por Jesucristo, le hace eco y en casi todas las circunstancias, al dar los Sacramentos, etc., da su bendición (28.11.1920).
La Iglesia nunca tendrá fin, será siempre lo que su Fundador ha querido, lo que es la Iglesia. Puede y debe crecer, pero nunca será otra cosa. Todo lo más podrá lavarse en su propia sangre, pero eso la hará más bella y gloriosa (23.02.1903). Luisa la ve como una mujer majestuosa y venerable, pero oprimida y enferma (24 y 25.10.1903). Con esa misma imagen, más adelante, Luisa describe el estado doloroso en que yace la Iglesia. Ella debe ayudar a Jesús a ponerla en seguridad y a sanarla. La Iglesia ha de ser purificada en sus miembros; la persecución servirá a eliminar los miembros corrompidos y a purificar y mejorar a los buenos (06.09.1924).
Luisa ya lo había dicho antes: el estado tristísimo de degradación en que yace la Iglesia acabará en una tremenda purificación en la sangre y después vendrá su más grande triunfo y la paz (01.11.1899). El Señor permitirá la profanación de las iglesias y el abominio de la desolación en el Lugar Santo, a causa de los pecados de los sacerdotes, por haber sido ellos los primeros en profanar el Templo y los Templos vivientes, como son las almas y la misma Eucaristía (20.10.1906).
Luisa es plenamente consciente del estado real en que ya entonces se hallaba la Iglesia, la cual se ve ahora como moribunda, pero cuando levantará la Cruz resurgirá, valiente y resplandeciente, confundiendo y poniendo en fuga a sus enemigos (02.09.1901). Resurgirá más bella y gloriosa después de su Pasión (23.02.1903). Luisa la ve entonces como una niña inocente y bellísima. Por tanto, la Mamá y Reina la llama a que trabaje con Ella en el jardín de la Iglesia, que está casi vacío; lo que es humano ha de ser arrancado y sustituido con todo lo que es de la Stma. Virgen, su Madre, que es divino (02.08.1925)… Dejemos por ahora qué cosa se debe entender por “lo que es humano, que ha de ser arrancado y sustituido con lo que es Divino”.
La Divina Voluntad es gérmen, medio y corona de toda virtud y de la Iglesia (28.11.1922). Por eso la Iglesia, fiel ejecutora y depositaria de las enseñanzas de Jesús, dice siempre el Padrenuestro (02.05.1923), pidiendo en él que la Divina Voluntad se haga en la tierra como se hace en el Cielo.
Luisa dice: “Todos los hijos de la Iglesia son miembros del Cuerpo Místico, cuya cabeza es Jesucristo”. Entonces se pregunta: “¿Cuál será el puesto que ocuparán las almas que tienen como vida la Voluntad de Dios, en este Cuerpo Místico?” (11.01.1922). Quienes vivan en la Voluntad de Dios serán los que completarán la formación del Cuerpo Místico y, como la piel, lo cubrirán de belleza y de gloria, obteniendo finalmente el Reino que pedimos en el Padrenuestro. De ahí la importancia de que esos miembros se formen en la Iglesia mediante las verdades manifestadas por el Señor acerca de su Querer Divino:
“Estos escritos serán para mi Iglesia como un nuevo Sol que surgirá en medio de ella, que los hombres, atraídos por su luz refulgente, se aplicarán para transformarse en esta luz y salir espiritualizados y divinizados, por lo cual, renovandose la Iglesia, transformarán la faz de la tierra”.
“Tú verás desde el Cielo el gran bien, cuando la Iglesia reciba este alimento celestial, que, fortificandola, la hará resucitar en su pleno triunfo” (10.02.1924).
Son enseñanzas que no sustituyen −lo afirma el Señor claramente− lo que El hizo y dijo estando en la tierra. No pueden sustituir el Evangelio ni los Sacramentos que El instituyó, pero sirven para comprenderlos cada vez más en la plenitud de la Luz y a vivirlos en la plenitud de su fruto. En efecto, El dice:
“Los mismos Apóstoles y toda la Iglesia no han añadido nada más a lo que Yo dije e hice cuando estuve en la tierra. Ningún otro evangelio ha hecho y ningún altro sacramento ha instituido, sino que gira siempre en torno a todo lo que Yo hice y dije… Es verdad que la Iglesia ha comentado el Evangelio, que ha escrito tanto sobre todo lo que Yo hice y dije, pero nunca se ha alejado de mi fuente, del origen de mis enseñanzas… Así será de mi Voluntad. Pondré en ti el fondo de la ley eterna de mi Querer, lo que es necesario para hacer que se comprenda, las enseñanzas que hacen falta. Y si la Iglesia se extenderá en las explicaciones y comentarios, no se separará nunca del origen, de la fuente puesta por Mí; y si alguien querrá separarse quedará sin luz y a oscuras, y se verá obligado, si querrá la luz, a volver a la fuente, a mis enseñanzas”. (24.02.1924). El Señor nos está diciendo, como dijo entonces: «Todavía por poco tiempo la luz está con vosotros. Caminad mientras tenéis la luz, para que no os sorprendan las tinieblas; el que camina en tinieblas no sabe adónde va. Mientras tenéis la luz creed en la luz, para ser hijos de la luz» (Jn 12,35-36). Y San Pablo: “Eso haréis, conscientes del momento: ya es hora de despertaros del sueño, porque nuestra salvación está ahora más cercana que cuando creímos. La noche va muy avanzada, y ya se acerca el Día. Despojémonos pues de las obras de las tinieblas y vistamos las armas de la luz. Comportémonos santamente, como en pleno día” (Rom 13,11-13).