Meditación Semanal

"Mi Parroquia Espiritual"


Catequesis sobre 

la Divina Voluntad


Padre Pablo Martín Sanguiao

Conocer y vivir en la Divina Voluntad

Febrero 8, 2024

+ ¡Ave María!  

Queridos hermanos, vivir en la Divina Voluntad es formar una cosa sola con Jesús, hacer  nuestro todo lo que es suyo para darlo a todas las criaturas, y darle la correspondencia divina de parte de cada criatura. + 



Queridos hermanos, el Señor le habla a Luisa de su Querer Divino y le dice:  

que a nadie hasta ahora he manifestado. Hojea cuantos libros quieras y verás que en ninguno  encontrarás lo que a ti te he dicho sobre mi Voluntad” (12.9.1913). “Mi Voluntad es el portento de los portentos, es el secreto para hallar la luz, la santidad, las riquezas; es el secreto de todos los bienes,  no conocido íntimamente y por eso no apreciado ni amado como se merece” (8.3.1914). Vivir en el  Querer Divino “es la Santidad no conocida todavía y que haré conocer, que pondrá el último  ornamento, el más bello y más fúlgido de todas las demás santidades” (8.4.1918).  

“A menudo te hablo no sólo de mi Voluntad, sino del vivir en mi Querer, porque habiendolo cautivado  quiero que conozcas lo que vale y el modo como se vive en mio Querer, para que puedas hacer conmigo vida común e inseparable y pueda revelarte los secretos de mi Querer” (25.4.1918). 

Es fácil decir “vivir en la Divina Voluntad”, pero luego se interpreta como decir ciertas oraciones o  leer los Escritos de Luisa, o cumplir ejercicios de piedad como pueden ser “las Horas de la Pasión” o los famosos “giros o paseos”. Y no se va más allá de hacer esas cosas buenas. ¿Pero cuál es la diferencia?  ¿Cuál es la novedad de este Don? ¿En qué consiste realmente?  

Sólo en la medida que el vivir en la Divina Voluntad va siendo nuestra vida, se va comprendiendo en  la fe su realidad y su alcance infinito, y se constata lo diverso que es de sólo hacer lo que Dios quiere.  Se parte del conocimiento, de la lectura con deseo y atención, junto con Jesús; se madura por necesidad sólo en la oración, en la profunda conversación con El, y se comprende a medida que se vive, igual que se conoce el Evangelio a medida que va modelando nuestra vida. 

Jesús ha dicho: “mis palabras son espíritu y vida”. Jesús no habla para darnos noticias o erudición o  una bella doctrina, sino para darnos vida, ¡su Vida! Por eso el Evangelio antes tuvo que ser vida en los Apóstoles y en los discípulos, y después fue escrito. Los Apóstoles transmitieron el Evangelio y el don de la Redención porque había tranformado su vida. De igual manera, el Señor nos da el gran anuncio de su Reino por medio de Luisa, escrito en su alma antes de que ella lo escribiese en sus cuadernos. Por  tanto, si hablamos de la Divina Voluntad, ha de ser en nosotros vida que transforme nuestra vida. No basta leer los Escritos de Luisa o conocerlos de memoria, sino que debemos copiarlos en cada página de nuestra vida, en nosotros mismos. Y ella nos dice en su “Llamado”:  

“Ahora una palabra a todos los que leais estos escritos: os ruego, os suplico que acepteis con amor  lo que Jesús quiere daros, o sea, su Voluntad. Pero para daros la suya, quiere la vuestra, si no, no  podrá reinar. ¡Si supiérais con cuánto amor mi Jesús quiere daros el don más grande que existe en el  Cielo y en la tierra, que es su Voluntad! Oh, cuántas lágrimas amargas derrama, porque os ve que,  viviendo con vuestro querer os arrastrais por el suelo, enfermizos, miserables. No sois siquiera capaces  de mantener un buen propósito, ¿y sabeis por qué? Porque su Querer no reina en vosotros. ¡Oh, cómo  llora y suspira Jesús por vuestra situación, y con sollozos os ruega que hagais que reine su Querer en  vosotros! Quiere cambiar vuestra suerte: que de enfermos seais sanos, de pobres ricos, de débiles  fuertes, de volubles inmutables, de esclavos reyes. No son grandes penitencias lo que quiere, ni largas  oraciones u otras cosas, sino que su Querer reine y que vuestra voluntad no vuelva a tener vida. ¡Ah,  sí, hacedle caso!” 

El mayor deseo de Jesús es poder darnos su Voluntad, pero para eso es necesario que también nosotros le demos la nuestra; que por tanto la nuestra no tenga vida propia, sino la vida de la Divina Voluntad.  Jesús, Dios y Hombre verdadero, tiene dos voluntades, una Divina y una humana, unidas en un solo  Querer que es Divino, por lo que todassus acciones humanastienen valor, eficacia y dimensiones divinas.  La misma “fusión” de las dos voluntades tiene lugar en la Santa Misa, en la que las palabras de la  Consagración son de Jesús y a la vez del sacerdote, y juntos realizan el Milagro de la Eucaristía. El nos quiere dar su Voluntad, pero nosotros debemos recibirla. Y nos dice en qué consiste y lo que debemos hacer para recibir el Don de su Querer: 

“Quiero tanto que las criaturas tomen mi Voluntad; es lo que más me importa, lo que más deseo.  Todas las demás cosas no me interesan así, aun las más santas, y cuando consigo que el alma viva de mi Voluntad me siento triunfante, porque en eso está el bien más grande que puede haber en el Cielo y en la tierra” (23.03.1910). 

Quiero tenerte siempre en mi Querer... Quiero sentir tu corazón palpitante en el Mío con el mismo amor y dolor; quiero sentir tu querer en el Mío y que, multiplicandose en todos, me dé con un solo acto  la reparación por todos y el amor de todos; y mi Querer en el tuyo, para que, haciendo mía tu pobre humanidad, la eleve ante la Majestad del Padre como víctima continua” (04.07.1917). 

“Por eso te hablo a menudo del vivir en mi Querer, que hasta ahora no lo he manifestado a nedie.  Todo lo más han conocido la sombra de mi Voluntad, la gracia y la dulzura que contiene hacerla; pero  penetrar en Ella, abrazar su inmensidad, multiplicarse conmigo y penetrar en todo –aun estando en la  tierra–, en el Cielo y en los corazones, eso aún no se conoce, tanto que a no pocos les parecerá extraño  y el que no tenga abierta la mente a la luz de la Verdad no comprenderá nada” (29.01.1919). 

“Quiero que la criatura entre en mi Voluntad y de un modo divino venga a besar mis actos,  sustituyendose a todo, como hice Yo. Por eso, venga, venga; la suspiro, la deseo tanto que me lleno de  gozo cuando veo que la criatura entra en este ambiente divino y que, multiplicandose conmigo, se multiplica en todos y ama, repara, sustituye por todos y por cada uno de un modo divino. Las cosas humanas ya no las reconozco en ella, sino que todas son cosas mías. Mi Amor surge y se multiplica,  las reparaciones se multiplican infinitamente, las sustituciones son divinas...” (13.02.1919). Luisa nos enseña la tarea propia del vivir en la Divina Voluntad: 

“...Mientras oraba mi intención era entrar en el Querer Divino; y en él, haciendo mío todo lo que en  él existe y del que nada falta, pasado, presente y futuro, y haciendome corona de todos, en nombre de todos presentaba ante la Divina Majestad mi homenaje, mi amor, mi reparación, etc.” (05.01.1921). 

“¿Te parece poco –le dice Jesús – que mi Voluntad Santa, Inmensa, Eterna, descienda en una criatura  y que, poniendo juntas mi Voluntad con la suya, la absorba en Mí y me haga vida de todo lo que hace la criatura, hasta de las cosas más pequeñas? De manera que su palpitar, su palabra, su pensamiento,  su movimiento, su respiración, son del Dios viviente en la criatura; esconde en sí Cielo y tierra y aparentemente se ve una criatura. Gracia más grande, prodigio más portentoso, santidad más heroica  no podría darte, que mi FIAT” (06.06.1921). 

“Es una voz que forma su eco en todo y dice: ¡Amor, gloria, adoración a mi Creador! Por eso, el  alma que vive en mi Voluntad es el eco de mi voz, la repetidora de mi Vida, la perfecta gloria de mi Creación” (28.03.1922). 

Jesús habla de “tomar” la Divina Voluntad, de “entrar” o “penetrar” en Ella, de “abrazarla”, de  “multiplicarnos” en Ella, ecc. Naturalmente, son cosas espirituales que sólo se pueden hacer mediante la  fe, con la sencillez con la que por ejemplo apretamos un botón para encender una luz. Hace falta la  sencillez de un niño y en nosotros ha de ser natural, como es abrir los ojos para ver la luz. 

Qué cosa es vivir en la Divina Voluntad, Jesús lo ha dicho en su oración al Padre en su última Cena:  “Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío” (Jn. 17,10), o como dice Luisa: “A quien todo da todo se le  da”.  

En efecto, para vivir en la Divina Voluntad, primero Jesús tiene que tomar posesión efectiva de todo  lo que es nuestro (de lo que somos, de lo que tenemos, de lo que hacemos), debe ser no sólo espectador,  sino también el Protagonista de todo en nosotros, de nuestra vida (“Ven, Divina Voluntad, a pensar en  mi mente… etc.”), de manera que podamos decir: 

“Ya no soy yo el que vive, sino Cristo vive en mí” (Gál.  2,20); pero después El quiere poder decir lo mismo. Eso es la novedad, lo específico de la espiritualidad de Luisa: hace falta que también nosotros tomemos realmente posesión y hagamos nuestro todo lo que es de Jesús, todo lo que El hace y su Vida, haciendo todo con El, como El y en El. Si no es así, no se puede decir “vivir en la Divina Voluntad”.  

En una palabra, vivir en la Divina Voluntad es formar una cosa sola con Jesús por gracia, hacer  nuestro todo lo que es suyo para darlo a todas las criaturas, sustituir lo que hace cada criatura con el obrar divino de Jesús y de esa forma darle una correspondencia divina de parte de cada criatura. O bien, dicho  de otra forma, dar con Jesús todo el Amor del Padre a las criaturas, y darle al Padre todo lo que las criaturas Le deben (adoración, gloria y alabanza, acción de gracias, reparación, amor de un modo  universal). La espiritualidad de Luisa no es una vida, una tarea o una misión personal, sino como la de Jesús y de María, es universal, abraza todo y a todos.