Meditación Semanal

"Mi Parroquia Espiritual"


Catequesis sobre 

la Divina Voluntad


Padre Pablo Martín Sanguiao

"La Asunción de María

es la fiesta de la Divina Voluntad"


Segunda meditación
Agosto 15, 2023

+ ¡Ave María!  

Queridos hermanos, el eterno Proyecto Divino, que empezó con la Inmaculada Concepción de  María, se ha completado con su Asunción al Cielo, pero su misión de Madre terminará sólo con  el triunfo de la Divina Voluntad en sus hijos. +



Queridos hermanos, la fiesta de la Asunción de la Stma. Virgen debería llamarse fiesta de la Divina  Voluntad, finalmente triunfante y realizada en una pura Criatura. Desde entonces no se ha repetido, en  espera de su triunfo: que la Mujer vestida de Sol tenga la corona de sus hijos, vestidos también ellos de Sol, el Sol del Querer Divino; un día, al final de la historia, con sus cuerpos vestidos de luz, pero desde  ahora vestidos en cada acto de la vida. 

“…¿Quieres saber cuál fue el prodigio más grande que hicimos en esta criatura tan santa y el más grande heroismo que nadie, nadie podrá jamás igualar, de esta maravillosa criatura? Que con nuestra  Voluntad empezó su vida, la continuó y la llevó a su cumplimiento, así que se puede decir que la cumplió  desde que empezó y la empezó ya en su cumplimiento”, dice Jesús a Luisa Piccarreta (volumen 17°,  8.12.1924), porque venimos de Dios y al final de un breve camino (el tiempo de la prueba) debemos volver a Dios: así ha hecho nuestra Madre. 

En las apariciones de Tre Fontane, en Roma (en 1947, tres años antes de la proclamación del dogma  de la Asunción), la Virgen de la Revelación dijo: Mi cuerpo no podía morir y no murió, no podía  corromperse y no se corrompió, porque soy Inmaculada. Y en un éxtasis de amor divino fui llevada al  Cielo por Jesús, mi Hijo, el Verbo, y por los Angeles, y así fui llevada al trono de la misericordia divina”

Y el Señor dice a Luisa: “En toda la historia del mundo sólo dos han vivido de Voluntad Divina sin haber hecho nunca la suya: la Reina Soberana y Yo. Y la distancia, la diferencia entre nosotros y las  demás criaturas es infinita, tanto que ni siquiera nuestros cuerpos quedaron en la tierra; habían servido de morada al «Fiat» Divino, el cual se sentía inseparable de nuestros cuerpos, y por eso reclamó y con su fuerza imperante arrebató nuestros cuerpos junto con nuestras almas a su Patria  Celestial. ¿Y por qué todo eso? Todo el motivo es porque nuestra voluntad humana nunca tuvo un acto  de vida, sino que todo el dominio y la libertad de obrar fue sólo de mi Divina Voluntad. Su potencia es infinita, su amor es insuperable.” (Vol. 25°, 31.3.1929) 

San Pablo dice en la 1ª Tes. 5,23: “El Dios de la paz os santifique hasta la perfección, y todo lo que es vuestro: espíritu, alma y cuerpo, se conserve irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. 

«¿Hay diferencia –leemos en los escritos de la mística italiana María Valtorta– entre la separación del alma del cuerpo por muerte real, y la momentánea separación del espíritu del cuerpo y del alma  vivificante por éxtasi o rapto contemplativo? La separación del alma del cuerpo provoca la verdadera  muerte, mientras que la contemplación estática, o sea, la temporal evasión del espíritu fuera de las barreras de los sentidos y de la materia –y añado yo, como le sucedía a Luisa en lo que ella llama “su habitual estado”– no provoca la muerte. Y eso es porque el alma no se separa totalmente del cuerpo,  sino sólo con su parte mejor, que se sumerge en los abismos de la contemplación» (Poema del Hombre Dios, vol. X, p. 354).  

Por tanto hay que decir que María Stma. no murió: “¿Yo morí? –se pregunta la Virgen–. Sí, si se quiere considerar muerte el separarse el espíritu del cuerpo. No, si por muerte se entiende la separación del alma que mantiene vivo el cuerpo, la corrupción de la materia que el alma ya no vivifica y el spasmo  de la muerte. ¿Cómo morí? O mejor dicho: ¿cómo pasé de la tierra al Cielo, primero con la parte  inmortal, el espíritu, y luego con la parte material? Como era justo en Aquella que no conoció mancha  de culpa” (ibid., p. 347).  

La piadosa mística María Valtorta refiere estas palabras de Jesús: «Una tradición dice que en la tumba  de María, abierta por Tomás, se hallaron sólo flores. Pura leyenda. Ningún sepulcro contuvo el cadaver de María, porque nunca hubo un cadaver de María, según el concepto humano, puesto que María no murió como muere todo lo que tiene vida. (…) El cuerpo de María volvió a unirse a su espíritu, después  de la espera en el lecho fúnebre. Todo es posible para Dios. Yo he salido del Sepulcro sin más ayuda que mi poder. María vino a Mí, a Dios, al Cielo, sin conocer un sepulcro con su horror de putrefacción y lobreguez. Es uno de los más gloriosos milagros de Dios. No único, en verdad, si se recuerda a Henoc y Elías, que siendo amados por el Señor, fueron arrebatados de la tierra sin conocer la muerte,  y llevados a otra parte, a un lugar conocido sólo por Dios y por los bienaventurados habitantes de los Cielos. Eran justos, pero siempre una nada respecto a mi Madre, inferior en santidad sólo a Dios. Por  eso no hay reliquias del cuerpo y del sepulcro de María. Porque María no tuvo sepulcro y su cuerpo fue llevado al Cielo(Poema, vol. X, p. 350-351).  

La Sagrada Escritura nos enseña que la muerte entró en el mundo como consecuencia del pecado. Si Jesús murió porque quiso –ofreciendo su vida con libre voluntad (Jn. 10,17-18), por nuestra Redención– ¿por qué no había de imitarlo María también en esto? Entonces, ¿María murió? Sí, cuando estaba en pie ante la Cruz. La muerte del Redentor la hizo toda suya, como hizo suya toda la vida su Hijo. ¿Y el final de su vida terrena? Fue pasar “a la otra orilla”, fue tránsito, dormición, seguida por su Asunción al Cielo  al tercer día, en Alma y Cuerpo glorificado.  

Pero volviendo a esta Fiesta, Jesús habla de su verdadero contenido. Le dice a Luisa (Vol. 18°,  15.8.1925): 

“Hija mía, el verdadero nombre de esta fiesta debería ser la fiesta de la Divina Voluntad. Fue la  voluntad humana la que cerró el Cielo, rompió las relaciones con su Creador, hizo que vinieran las miserias, el dolor, y acabó con las fiestas que la criatura debía gozar en el Cielo. Pues bien, esta  criatura, Reina de todos, con hacer siempre y en todo la Voluntad del Eterno –es más, se puede decir que su vida fue sólo la Voluntad Divina– abrió el Cielo, se vinculó con el Eterno e hizo volver al Cielo  las fiestas con la criatura. Cada acto que hacía en la Voluntad Suprema era una fiesta que empezaba  en el Cielo, eran soles que formaba para adornar esa fiesta, eran músicas que enviaba para alegrar la  Jerusalén Celestial, así que la verdadera causa de esta fiesta es la Voluntad Eterna operante y realizada en mi Madre Celestial, que hizo tales prodigios en Ella, que asombró a Cielos y tierra, se  unió al Eterno con vínculos indisolubles de amor y raptó al Verbo hasta en su seno. Los mismos Angeles, extasiados, repetían entre ellos: «¿De dónde tanta gloria, tanto honor, tanta grandeza y prodigios nunca vistos en esta excelsa Criatura? Y sin embargo viene del esilio». Y atónitos reconocían la Voluntad de su Creador como Vida obrando en Ella, y sobrecogidos decían: «¡Santa, Santa, Santa!  Honor y gloria a la Voluntad de nuestro Soberano Señor, y gloria y tres veces Santa Aquella que ha  hecho actuar a esta Suprema Voluntad». Así que es mi Voluntad la que más que todo fue y es festejada  el día de la Asunción al Cielo de mi Madre Stma. 

Fue sólo mi Voluntad la que la hizo subir tan alto, que la distinguió entre todos; todo lo demás  habría sido como nada, si no hubiera poseido el prodigio de mi Querer. Fue mi Voluntad la que le dió la Fecundidad Divina y la hizo Madre del Verbo, fue mi Voluntad la que le hizo ver y abrazar a todas las criaturas juntas, haciendose Madre de todos y amando a todos con un amor de Maternidad Divina,  y haciendola Reina de todos le hacía imperar y reinar. Por tanto, ese día mi Voluntad recibió los primeros honores, la gloria y el fruto abundante de su obra en la Creación, y empezó su Fiesta que nunca interrumpe para glorificación de lo que hace en mi Madre querida. Y si bien el Cielo fue abierto  por Mí, y muchos Santos ya estaban en él cuando la Reina Celestial fue llevada al Cielo, sin embargo la causa primaria era precisamente Ella, que había cumplido en todo la Suprema Voluntad, y por eso esperaron a quien tanto la había honrado y que contenía el verdadero prodigio de la Stma. Voluntad,  para hacer la primera fiesta al Supremo Querer. Oh, cómo todo el Cielo magnificaba, bendecía,  alababa la Eterna Voluntad, cuando vió entrar en el Paraíso a esta sublime Reina, en medio de la corte  celestial, toda radiante en el Sol Eterno del Querer Supremo. La veían toda transfigurada por la  potencia del ‘Fiat’ Supremo; no había habido en Ella ni siquiera un latido que no tuviera impreso este ‘Fiat’, y atónitos la miraban y le decían: «Sube, sube más alto; es justo que quien tanto ha glorificado  el ‘Fiat’ Supremo, por medio del cual estamos nosotros en la Patria Celestial, tenga el trono más alto  y sea nuestra Reina». Y el honor más grande que recibió mi Madre fue ver glorificada la Divina  Voluntad.”  

Con la Asunción de María se ha completado el eterno Proyecto Divino, que comenzó con la creación de su alma Inmaculada y toda Santa. Por Ella ha podido cumplirse la Encarnación del Verbo, su Hijo, y la Redención de sus hijos. Pero el pleno triunfo de su Corazón Inmaculado, el pieno triunfo de la Divina  Voluntad se ha de completar con el mismo triunfo de sus hijos, de su Descendencia.