Meditación Semanal
"Mi Parroquia Espiritual"
Catequesis sobre
la Divina Voluntad
Padre Pablo Martín Sanguiao
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Catequesis sobre
la Divina Voluntad
Padre Pablo Martín Sanguiao
El anuncio del Reino en los escritos de Luisa Piccarreta
Octubre 9, 2025
+¡Ave María! Queridos hermanos, conforme al deseo de tantos de uds., los próximos temas ‒mientras el Señor nos lo conceda‒ serán sobre el contenido y los elementos esenciales de los Escritos de Luisa Piccarreta. Eso no es como leer sus Escritos, pero ayudará a tener una idea suficiente y clara de su extraordinario mensaje. +
Queridos hermanos, sus escritos no añaden ni una página a la Revelación pública, sino que con la luz de las verdades de la Divina Voluntad le dan pleno cumplimiento llevandonos al orden, a nuestro puesto y a la finalidad para la que Dios nos ha creado. Por tanto veamos el puesto y la finalidad de sus escritos de Cielo.
La Revelación pública se ha completado con la última palabra del Apocalipsis, pero el mismo Jesús dijo en la última Cena: “Muchas cosas tengo todavía que deciros, pero por el momento no sois capaces de comprenderlas. Pero cuando venga el Espíritu de la Verdad, El os conducirá a la Verdad por entero, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá todo lo que habrá oido y os anunciará las cosas futuras.” (Jn 16,12-13)
“La Verdad por entero” es infinita, es el mismo Jesús: jamás terminará de revelarse a nosotros. El Espíritu Santo “no hablará por su cuenta”, o sea, no hará otra revelación, sino que “dirá” todo lo que ya ha sido revelado. “Y anunciará las cosas futuras”: no es ya un profetizar, sino proclamar en el futuro cosas que habrían sido dichas y compartidas más adelante por Dios.
El mismo San Juan (primera Carta, 3,2) dice: “Carísimos, desde ahora ya somos hijos de Dios, pero lo que serémos aún no ha sido revelado. Lo que sabemos es que cuando El se manifieste, serémos semejantes a El, porque lo verémos tal como El es”. Estas palabras dicen que hay una cosa todavía no revelada, que para el Apostol era futura. Tiene que ver con nosotros (“lo que seremos”) y será cuando el Señor “se manifieste”, o sea, en su Parusía o futura Venida gloriosa como Rey. La Revelación permanece abierta, no por lo que Dios ha querido manifestar y comunicar al hombre, sino por lo que el hombre es capaz de comprender y recibir. Así se comprende la relación entre las auténticas “revelaciones privadas” con la “Revelación pública”, la relación entre cuanto Jesús manifiesta y comunica en los Escritos de Luisa con lo que nos da en el Evangelio y en la Sagrada Escritura.
La Biblia empieza diciendo “En el Principio”, pero no termina diciendo “fin”, sino “¡Sí, vendré pronto! Amén. ¡Ven, Señor, Jesús!” (Apoc 22,20). Eso significa que la Revelación pública es completa (no es posible añadir ni quitar nada), pero no ha terminado, ni terminará jamás eternamente.
Añadamos que el Libro es sin duda completo, pero se necesita también la Luz para poderlo leer. Y una cosa es la luz de las estrellas y de la luna (poco se puede leer) y otra es la luz del Sol cuando llega el día
Por último el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 66) dice: “La Economía cristiana, en cuanto es la Alianza nueva y definitiva, no pasará jamás y no hay que esperar ninguna nueva Revelación pública antes de la manifestación gloriosa de nuestro Señor Jesucristo. Sin embargo, aunque la Revelación es completa, no está completamente comprendida; tocará a la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido a lo largo de los siglos”. ¡Estas palabras, lejos de ser un “stop” a cuanto el Señor manifiesta en los Escritos de Luisa, son como el “semáforo verde” a su manifestación gloriosa!
El Reino de la Divina Volontà está anunciado en la vida y en los Escritos de Luisa. Son el Anuncio del Reino de la Divina Voluntad, muestran la Vía para llegar a él, las Verdades que lo alimentan en nosotros y la Vida a la que nos llama para vivirla con Dios. Jesús cuando vino a la tierra apenas habló de la Divina Voluntad, porque antes debía preparar a las criaturas, y se reservó manifestarla por medio de Luisa. Es su derecho incontestable, y dice:
“…Tú debes saber que Yo, al venir a la tierra, vine a manifestar mi doctrina celestial, a hacer conocer mi Humanidad, mi Patria y el orden que la criatura debía tener para llegar al Cielo, en una palabra, el Evangelio; pero de mi Voluntad casi nada o poquísimo dije, casi le pasé por encima, haciendo entender que lo que más me importaba era la Voluntad de mi Padre. De su valor, de su altura y grandeza, de los grandes bienes que la criatura recibe con vivir en mi Querer, casi nada dije, porque la criatura, siendo demasiado niña en las cosas celestiales, no habría entendido nada; sólo le enseñé a pedir: «Fiat Voluntas tua, sicut in Cœlo et in terra», para que se preparase a conocer esta Voluntad mía para amarla y hacerla, y así recibir los bienes que contiene. Ahora bien, lo que entonces debía hacer, las enseñanzas que a todos debía dar sobre mi Voluntad, te las he dado a ti; así que darlas a conocer no es sino suplir lo que Yo debía de haber hecho estando en la tierra, como cumplimiento de mi Venida.” (Vol. 13°, 2.6.1921)
Todo lo que Jesús dijo, presente en los Evangelios, es en vista de su Reino, como preparativos a su venida y como disposiciones para acogerlo. Así en las mismas parábolas y en otras enseñanzas, Jesús habla de los “signos” que habrían avisado del aproximarse el cumplimiento de su Reino, de las dificultades y oposiciones que habría encontrado y, en particular, de la necesidad de que nos interesemos, lo deseemos y se lo pidamos al Padre.
A María, en la Anunciación, el Angel dijo que el Hijo “reinará sobre la casa de Jacob y su Reino no tendrá fin”. A Pilato Jesús le aclara que su Reino no es como los reinos de este mundo, confirmando que El es Rey: para eso ha nacido, para eso ha venido al mundo (Jn 18,33-37). Y a los Apóstoles ha hablado del Reino de Dios, en los cuarenta días que estuvo con ellos, resucitado, antes de su Ascensión al Cielo.
Sin embargo la enseñanza de Jesús en el Evangelio no ha ido más allá. El explica el por qué a Luisa: “… ¿De qué te extrañas, que en vez de manifestar antes los frutos de mi Querer, los he manifestado a ti después de tantos siglos? Si el árbol no se había formado todavía, ¿cómo podía hacer conocer los frutos? Todas las cosas son así. Si se debe hacer un rey, no se corona al rey si primero no se forma el reino, el ejército, los ministros, el palacio; por último se le corona. Y si se quisiera coronarlo sin formar el reino, el ejército, etcétera, sería un rey de burla. Ahora, mi Voluntad había de ser corona de todo y cumplimiento de mi Gloria por parte de la criatura, porque sólo en mi Voluntad puedo decir «todo he cumplido», y Yo, viendo cumplido en ella todo lo que quiero, no sólo le hago conocer los frutos, sino que la alimento y la hago llegar a tal altura que supere a todos …” (Vol. 15°, 28.11.1922)
“Hija mía, cuando Yo vine a la tierra todas las criaturas eran analfabetas de las cosas del Cielo, y si Yo hubiese querido hablar del «Fiat» y del verdadero vivir en El, habrían sido incapaces de comprenderlo, si no conocían la vía para venir a Mí. La mayor parte eran cojos, ciegos, enfermos; tuve que bajarme en los despojos de mi Humanidad que cubría aquel «Fiat» que quería darles, hermanarme con ellos, unirme con todos, para poder enseñar las primeras nociones, el a, be, ce del «Fiat» Supremo, y todo lo que Yo enseñé, hice y sufrí, no fue más que preparar la vía, el reino y el dominio a mi Voluntad. Eso es lo normal en nuestras obras, hacer las cosas menores como preparación para las cosas mayores” (Vol. 19°, 28.3.1926)
“…Todo debía estar lleno de los conocimientos acerca de mi Voluntad, y si no es así, significa que el Reino de mi Voluntad no es conocido, por lo tanto no es poseido. ¿Me sabrías tal vez decir tú algún Santo que haya dicho que poseía este Reino y la unidad de la luz del Querer Supremo? Desde luego que no.
Yo mismo poco dije; si hubiera querido hablar de forma más detenida del Reino de mi Voluntad y de quererlo formar en el hombre como lo poseía Adán inocente, siendo el punto más alto, el más inmediato a Dios y que más se aproxima a la semejanza divina, estando todavía fresca la caída de Adán, se habrían desanimado todos y dandome la espalda habrían dicho: «Si Adán inocente no se fió ni tuvo la constancia de vivir en la santidad de ese Reino, tanto que cayó él mismo y todas las generaciones en las miserias, en las pasiones y en males irreparables, ¿cómo podemos nosotros, culpables, vivir en un Reino tan santo? Bello, sí, pero podemos decir que no es para nosotros». No sólo, sino que siendo mi Voluntad lo más alto, hacían falta los caminos, los medios de transporte, las escaleras, las vestiduras decentes, los alimentos idóneos, para poder vivir en este Reino. Por tanto mi venida a la tierra sirvió para formar todo eso, así que cada cosa que dije, mis obras, penas, plegarias, ejemplos, sacramentos instituidos, eran vías que formé, medios de transporte para que llegaran enseguida, escaleras por donde subir. Se puede decir que les dí la vestidura de mi Humanidad con la púrpura de mi Sangre, para hacerles estar decentemente vestidos en este Reino tan santo de mi Querer, que la Increada Sabiduría estableció darlo en la Creación como herencia del hombre. Así que, si poco hablé de él, es porque cuando Yo hablo es en el tiempo y circunstancia en que sea necesario y útil el bien que contiene mi palabra. Así que en vez de hablar hice mis obras y me reservé hablarte a ti sobre el Reino de mi Voluntad. Ahora, ¿cómo podían poseerlo, si no tenían un pleno conocimiento?” (Vol. 19°, 1.7.1926)
“Hija mia, ves por tanto la necesidad por la que al venir a la tierra no dí el Reino de mi Querer ni lo hice conocer. Quise hacer nueva prueba de la criatura, quise darle cosas menores de las que le dí en la Creación, remedios y bienes para curarla, porque, al crearlo, el hombre no estaba enfermo, sino sano y santo y por tanto podía muy bien vivir en el Reino de mi Querer; pero con salirse del Querer Supremo cayó enfermo, y Yo vine a la tierra como médico celestial, para ver si aceptaba los remedios, las medicinas para su enfermedad, y después de haber hecho esta prueba, le habría dado la sorpresa de manifestarle el Reino de mi Voluntad, que en mi Humanidad le tenía preparado.
Se engañan los que piensan que nuestra suma Bondad y Sabiduría infinita habrían dejado al hombre en los solos bienes de la Redención, sin elevarlo de nuevo al primer estado en que lo creamos. Entonces nuestra Creación habría estado sin su finalidad y por tanto sin su pleno efecto, lo que no puede ser en las obras de un Dios. Todo lo más harémos pasar y girar los siglos, dando una vez una sorpresa, otra vez otra; una vez entregandole un bien pequeño y otra vez otro más grande… Ahora, si hubiera querido manifestar el Reino de mi Voluntad cuando vine a la tierra, o antes que los bienes de la Redención fuesen reconocidos y en gran parte poseídos por las criaturas, mis Santos más grandes se habrían asustado. Todos habrían pensado y dicho: «Adán, que era inocente y santo, no supo vivir ni perseverar en este Reino de luz interminable y de santidad divina; ¿cómo vamos a poder nosotros?»” (Vol. 19°, 18.7.1926)
Los Escritos de Luisa son testimonio de su vida interior y de la misión para la que fue llamada por Dios, así como del entero Proyecto Divino, del cumplimiento y triunfo de su Reino, de la Divina Voluntad como vida de la Stma. Trinidad, vida a la que es llamada la criatura. Los Escritos de Luisa no describen solamente un itinerario de vida espiritual, sino que son la promulgación del Decreto eterno de Dios, que anuncia el cumplimiento de su Reino: el Reino de su Voluntad.
Pero Luisa, antes de recibir de un modo sistemático las verdades sobre la Divina Voluntad como Vida, tuvo que recorrer –guiada por Jesús– el camino de todos los Santos, el camino de las virtudes, tomando parte en la obra de la Redención como víctima desde los 16 años. Y al cabo de otros 30 años –cuando ya tenía 46– Jesús empezó a hablarle de su Voluntad y del vivir en Ella. Los diez primeros volúmenes son como una fila de aviones en la pista, preparados para despegar, que corren cada vez más veloces, pero todavía por tierra (¡como los coches y las bicicletas!), pero luego, con el Volumen 11° es como si despegaran y empezaran a subir hacia el Cielo…
No es posible separar su espiritualidad de su doctrina, que ni la una ni la otra son suyas, sino de Jesús, y sólo después han sido suyas. Ella ha escrito sólo lo que ha vivido. Su vida interior es exactamente la Vida de la Divina Voluntad, que en ella ha formado su Reino. Detenerse en la consideración de las diferentes y múltiples virtudes que en ella resplandecen, sería perder de vista que éstas son como las hojas o las flores de la planta que es la Divina Voluntad. Su fruto es el Reino. Por eso el Anuncio del Reino está en la vida de Luisa y por tanto en sus Escritos.