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MEZCLA DE DULCE Y AMARGO

Lucía Escabias

Abrir el grifo y que salga agua.  Apretar el interruptor y que haya luz.  Una ducha de agua caliente.  Un vaso de agua fría.  Una dieta variada.  Ropa y zapatos para varios días.  Ibuprofeno para el dolor de cabeza.  Unas gafas de sol para que no deslumbre.  O gafas para ver.  Un cepillo de dientes.  Poder estudiar una carrera.  Decidir con quién casarte y no hacerlo con aquel que se te impone.  Decidir cuándo tener hijos.  Una asistencia de calidad si me corto,  si  me rompo un hueso,  o  si me desangro en un parto complicado. La tranquilidad de vivir sin preocuparse del mañana.

Vienes aquí, conoces a esta gente,  cono-ces  su cultura y sus condiciones de vida,  su  forma de vivir  (o más bien ``sobre-vivir´´)  y  mentalmente haces una lista interna de todo aquello que das por hecho tener en tu día a día,  y  que no quieres que se te olvide agradecer nunca más.

Y a la vez,  te  sorprendes del contraste de ver como pese a la falta de recursos y falta de  ‘’todas esas cosas’’ que nosotros sí tenemos a nuestro alcance inmediato,  se  levantan y viven cada día trabajando,  sacando  adelante a sus familias,  sor-teando  todo aquello que se les pone por delante y, además, con una sonrisa.  Menuda lección.

Desde que estudié la carrera de medicina he tenido ganas de aportar mi granito de arena como médica participando en cooperación internacional.  Hace tiempo descubrí el trabajo de Yakaar África por parte de compañeros así que cuando me llamaron para ofrecerme esta oportunidad fue un SÍ en mayúsculas.  Ya había realizado otros voluntariados y trabajado en condiciones complicadas en otro país,  pero  el revuelo emocional que me ha generado País Bassari es algo que no me esperaba, removiendo todo internamente.

Ha sido un trabajo incesante,  agotador  física y mentalmente por las largas horas de trabajo y gran carga asistencial…  pero sobre todo cansado emocionalmente.  Con el aje-treo de los días la gestión emocional queda a un lado,  acumulándose  hasta que vuelves,  descansas  y enton-ces  ¡PUM!  Te inunda.  Y te das cuenta de que estás aquí físicamente pero tu corazón sigue allí.  Y de alguna forma sabes que una parte de ti se ha quedado con la gente, entre el calor, el polvo, los tambores y los ‘’Yarama’’.

Es muy difícil resumir en unas palabras todo el aluvión de sensaciones,  emociones, ideas y reflexiones vividas en estos 22 días de misión  (que se sienten más como un año).  Tan difícil…  no sé cómo empezar ni como terminar de contarlo,  pero  empiezas a soltar ideas y frases incon-gruentes… que a su vez resu-men en sí mismas la in-congruencia de cuando, pese a la gran carga de trabajo,  dilemas  morales,  choque  cultural y dificultades técnicas, sumado  a la ausencia de las necesidades básica te sientes feliz,  cuidada  y acom-pañada por las gentes de los pueblos,  el  equipo local de traductores y voluntarios de la ONG,  tratándote  y cuidándote con lo mejor que tienen.

Es fuerte ver como gente que no tiene ‘’nada’’ te lo ofrece todo. Y te das cuenta que en ese todo no entra lo material,  sino  esas cosas más genuinas y delicadas,  más  fáciles de pasar por alto pero que lo son todo:  una sonrisa por las mañanas,  un  baile antes de trabajar,  un  abrazo cuando todo cuesta.  Un poquito de agua fría,  un  caramelo, un poco de música de fondo.

No sé si algo de todo lo escrito hasta ahora tiene sentido,  para  mí a su manera lo tiene.  Lo siento así.

Mezcla de dulce y amargo,  cansancio  y energía,  tristeza  y felicidad,  contradicción  y frustración, pero agradecimiento infinito y tranquilidad en el estar.

Quiero acabar dando las gracias a todas las personas que han hecho estos días tan especiales y tan llevables.  Los que han trabajado incansablemente a nuestro lado dándolo todo,  a  todo el equipo de voluntarios y estudiantes de Yakaar África,  que  hace que esto haya sido posible y que trabajan sin parar para aportar su granito de arena en este gris e intenso mundo, pero también lleno de luz y amor por la vida.

 Amu raga: sin miedo a nada. 

ME VOY, PERO NO ME VOY, PORQUE, AUNQUE ME VOY, DE CORAZÓN ME QUEDO

Mar Cinjordis

Este es mi segundo año consecutivo realizando un voluntariado como enferme-ra, y por segunda vez con Yakaar África.

Empezaré agradeciendo a todos los componentes de esta ONG, desde los organizadores/coordinadores pasando por los traductores, cocineras, conductores, socios, colaboradores, compañeros/as de profesión y toda la gente que hace posible este maravilloso proyecto. Y sobre todo al pueblo senegalés por tratarnos desde el minuto uno como si fuéramos familia; su generosidad y hospitalidad es admirable. Infinitas gracias por dejarme ser partícipe .

Si el año pasado mi escrito se titulaba ¨Enseñanzas de vida¨ donde relataba como viví la misión y todo lo que me enseñaron los senegaleses, este año se podría llamar reencuentros y mirada desde el amor y no el enamoramiento.

También se podría llamar enseñanzas de vida parte dos, porque las del año pasado sin darme cuenta me calaron tan hondo que las he integrado en mi modo de ver la vida:

Que tus ganas sean más grandes que tus miedos, vivir desde la sencillez y el agradecimiento, la buena actitud y que la vida no es fácil, pero es bella.

Momentos que me han dejado huella esta misión: muchos. Algunos duros para mi cuerpo y mente, sobre todo los mentales. Los físicos, a excepción de la anemia con la que viajé, que este año en algún momento me hacía estar más cansada, el resto es muy llevable.

La impotencia en ocasiones de no poder ayudar más, bien porque no tiene solución algunos casos o bien porque por sus creencias o costum-bres no consideran que nuestra ayuda fuera a solu-cionar el problema... algún día se hizo muy duro y frustrante.

Haciendo balance si os soy sincera, gana en la balanza los buenos instantes...

A resaltar el reencuentro con el magnetismo del lugar y su gente, con los cálidos atardeceres, con los fabulosos compañeros tanto senegale-ses como españoles, conocer al hijo de Arouna y su campamento, la música y fiestas improvisadas en Taco-Mayo, disfrutar y envolverte por los abrazos y risas de los niños...

La casualidad de poder parti-cipar en la fiesta de un bautizo en Nenefessa y disfrutar de bailar y verlos bailar. La noche que Jose María nos trajo helado y galletas de chocolate, nos cuida como si fuéramos sus hijos/as...

El reencuentro con algunos pacientes y niños, que se fundan en un abrazo y te digan que se acuerdan de ti.

La bendición de los líderes religiosos de Thiabedji coincidiendo con el fin de las consultas en el lugar... y tantos, tantos... 

En lo que refiere a la parte técnica, destacaré de este año y como novedad respecto al año pasado, la gran oportunidad de impartir talleres de salud bucodental y lavado de manos en los colegios. Agradecer la colaboración de Diao con la traducción y el apoyo, y a Alfredo y Cristina por hacerme pasar de los momentos más bonitos de la misión y sobre todo a esos escolares ... No os podéis imaginar el brillo y alegría que transmitían esos niños escuchando nuestras explicaciones, y regalándonos sonrisas, atención, canciones y aplausos.

Confío en que al año que viene podamos dar a más número de personas y más tipo de talleres. Y que les haya servido de ayuda tanto o más que a mí... porque como dicen:  ¨que el arte de enseñar es aprender dos veces¨, a mí me ha servido para vencer mi miedo a hablar en público y es más para incluso disfrutarlo y descubrir que me encanta.

Como ya comentamos en nuestro artículo grupal, creemos que hacer talleres de educación para la salud y prevención son fundamentales a medio y largo plazo, y nos parecería muy interesante e importante que ya formaran parte de las misiones sanitarias haciendo de refuerzo de los ya impartidos y realizando nuevos.

Para finalizar y poniendo, aún más si cabe, sentimiento al escrito, desarrollaré a lo que me refiero vivir la experiencia desde el amor y no desde el enamoramiento.

Me considero una persona PAS, persona altamente sensible. Y al sentir la vida y las emociones así, en ocasiones se me hace difícil que no imposible, disculpa Jose María por la demora, ¡¡santa paciencia tienes!!, plasmarlas por escrito.

En esta misión, he abierto el campo de visión más allá de los ojos del turista o de los ojos del enamorado/a, ojos que ven la realidad algo distorsionada por el subidón de serotonina (hormona de la felicidad) de las primeras veces o qué sé yo... pero este año he tenido una visión desde el amor, pero más completa y real.

Especial mención aquí, a Ambrosio y Demba, y admiración profunda de como transmiten la situación de su tierra y su gente, nos han enseñado mucho y adentrado más en la situación que vive su país.

La pregunta que rondaba por mi cabeza una y otra vez... qué diferente puede ser tu vida y tus oportunidades de nacer en una parte del mundo a otra.

Con esta reflexión quiero que seamos conscientes de lo afortunados que somos de tener todo lo que tenemos, que abando-nemos la queja y nos convenzamos de que lo que aportemos no va a cambiar el mundo, ni mucho menos... pero sí una pequeña parte de él y por diminuta que sea ... "mucha gente pequeña, en lugares pequeños haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo ...o al menos intentarlo"

Pienso que es mejor vivir desde la esperanza, ya que la esperanza es pasión por lo posible, por crear mejores realidades y oportunidades .

Pensar en las diferencias de nuestro entorno y cultura, y lo bonito que sería equilibrar ambas y ayudarnos entre todos. Esto es lo que poco a poco va consiguiendo con pequeños pasos, pero con grandes logros la ONG de Yakaar África. 

Por suerte, el amor no tiene fronteras y transforma todo lo que toca, mientras siga habiendo amor seguirán existiendo buenas personas que dedican parte de su energía a los demás. Y si la humanidad fuera consciente de que la energía que empleamos y damos se intercambia y se transforma, no se pierde, viviríamos en mundo no sé si mejor, pero por lo menos más justo y equilibrado.

Afortunada de encontrarme en el camino con gente que esto es capaz de verlo.

Maravillada por la frase con la que este año se despidió un amigo, y compartiendo su mismo sentimiento para finalizar diré: "Me voy, pero no me voy. Me voy, pero no me ausento. Porque, aunque me voy, de corazón me quedo" . Un trocito de mi corazón ya estará siempre en País Bassari .

Si para mí y mi realidad, hasta ahora pensaba que una de las formas de vida más bonitas del mundo era ser enfermera, ahora sé que aún es más bella, si cabe, siendo voluntaria.

UNA EXPERIENCA INOLVIDABLE

María Aguilar

Mi aventura con Yakaar África comenzó en sep-tiembre cuando tuve la oportunidad de unirme a una misión sanitaria destinada en Pais Bassari. Ya conocía la organización por compa-ñeros de trabajo y amigos que habían participado en años anteriores, los cuales hablaban maravillas tanto de la experiencia a nivel personal como profesional, por lo que no dudé en unirme al equipo. 

Desde la primera reunión me di cuenta que contábamos con un equipo muy especial, que debido a su experiencia en años anteriores, con sus consejos nos ayudó a preparar el material que íbamos a necesitar y a nosotros mismos para esta experiencia.

El primer reto que me encontré fue la barrera idiomática y la diferencia cultural. Desde el primer día cuando conocimos al resto del equipo en el aeropuerto me sorprendió la calidez y la hospitalidad. Por ello me gustaría enormemente agradecer la labor de los compañeros locales que nos estuvieron acompañando a lo largo de la misión y nos ayudaban tanto en la traducción como en la comprensión de la cultura local, facilitando la conexión con la gente que nos encontrábamos en el camino. También gracias a ellos, aprendí a comuni-carme con algunas palabras básicas.

Otro de los retos más difíciles en el viaje ha sido la atención médica, ya que nos enfrentamos a la falta de recursos, el acceso limitado a la atención médica especia-lizada y las condiciones de vida difíciles  que contribuían a una carga de enfermedad más alta de lo que estaba acostum-brada. La realidad de tener que tomar decisiones difíciles debido a la escasez de suministros y equipos médicos me llevó a replantearme mi enfoque hacia la medicina y la importancia de la adaptabilidad y la creatividad en situaciones de recursos limitados.

Además de los retos encontrados en el camino, me gustaría destacar la labor de la organización en Senegal. Una vez allí pudimos conocer algunos de los proyectos como la ayuda al acceso para la formación profesional en diferentes ámbitos como el desarrollo de una agricultura sostenible y de una atención sanitaria eficiente con los medios disponibles, contribu-yendo con una mejora de la situación social actual a largo plazo.

En conclusión, considero esta experiencia muy enriquecedora personal y profesionalmente, contribuyendo a fortalecer mi compromiso con la medicina humanitaria.

ÁLBUM DE FOTOS DE LA MISION SANITARIA

Nieves Azuara

Y SÍ, VOLVERÉ

Nieves Azuara

Es 8 de enero y estoy en el aeropuerto de Madrid, con Cristina y Alfredo, rodeados de cajas de material sanitario para facturar.

Empieza una nueva misión sanitaria de la mano de Yakaar África. Es mi primera vez con ellos y lo afrontó con muchas ganas, con esperanza, con incertidumbre...

Conozco al resto del equipo antes de embarcar en el avión, ¿trabajaremos bien juntos? ¿Cómo será todo?

Senegal era, para mí, un país deseado como destino turístico, ahora lo conoceré un poco desde otra perspectiva.

Nos vamos al País Bassari, la región más pobre de Senegal, al sur-este del país, muy alejada de la capital y los centros turísticos. Es una región remota, rural, con escaso desarrollo económico, sin apenas infra-estructuras y habitada por distintas etnias, cada una con su bagaje cultural.

La población vive en comunidades dispersas y a veces, de difícil acceso por la falta de carreteras, tan solo hay caminos de tierra

La asistencia sanitaria es muy precaria, deben pagar por ella y por los medica-mentos. Algunos poblados tienen centro de salud, en ellos hay enfermero/a y matrona, pero no médico. Hay falta de material.

La misión sanitaria pretende ayudar a mejorar alguno de estos problemas.

Proporcionamos atención sanitaria en varios centros de salud de distintas poblaciones. “Nuestras consultas” están muy concurridas, hay personas que permanecen horas allí para que les podamos atender

Problemas de salud que en ”nuestro mundo” tendrían fácil solución, aquí evolucionan y se convierten en casos más graves. Hay una enorme incidencia de anemia, malnutrición, deshidratación, hernias, problemas oculares…y heridas, muchas heridas, algunas de ellas terribles y muy evolucionadas. Además, muchos casos de tiña, parasitosis...

Se hacen numerosas derivaciones al hospital y se “dejan” algunos casos para otros compañeros que llegarán después (cataratas para oftalmología...)

Además de la asistencia sanitaria directa, se hacen charlas en los colegios sobre lavado de manos y cuidado de la boca, con reparto de cepillos y pasta de dientes

Hay muchísimo trabajo, con calor, polvo, a veces sin luz cuando ya baja el sol, sin embargo, no faltan las risas, los bailes, el juego con los niños…y la gazelle fría al llegar al campamento

Qué importante es “hacer equipo” , más en estas circunstancias. He tenido la suerte de compartir esta experiencia con compañeros empáticos, solidarios y comprometidos, con los que no importaba trabajar mucho porque había apoyo mutuo. Hemos llorado, reído, bailado y disfrutado del agradecimiento de la gente.

En este maravilloso equipo están, por supuesto, los estudiantes de enfermería becados por Yakaar África, otra de sus importantes aportaciones al país, que nos han ayudado cada día, y los traductores, sin su trabajo esto no sería posible, como no hubiera sido posible hacer un baile cada mañana antes de empezar el trabajo.

En todo este tiempo también ha habido frustración, impotencia y duda

¿Qué pasa cuando nos vayamos? ¿Todo seguirá igual? ¿Sirve de algo hacer esto si no hay continuidad?

Cristina me preguntó una noche, ¿cómo lo llevas? Ahora que ya lo conoces, ¿volverías? Y yo lo dudé.

No se puede llegar a todo, no se puede solucionar todo. Ponemos un grano de arena y junto con otros granos que ponen otros al final se hará una montaña. Después de todo “un viaje de mil millas siempre empieza con un solo paso”.

Y si, VOLVERÉ

Y VOLVER, VOLVER …

Cristina Relaño y Alfredo Rodríguez Plaza

Empezamos de nuevo otra misión sanitaria. Si, repetimos los dos, ¿por qué será?

Si la del año pasado fue un reto, esperábamos que ésta fuese más fácil de organizar ya que contábamos con la experiencia de anterior. Pero no fue así, ya que la entrega de medicamentos y material se retrasó mucho y nos llegó a casa en plenas navidades. Otra incidencia es que no podíamos “tocar” las cajas ya que estaban precin-tadas. El equipaje para llevar a Senegal era de 19 cajas y maletas con un total de 400 kg. Un lío, no sólo por almacenarlo en algún sitio (nuestra casa) sino por trasladarlo al aeropuerto de Madrid y embarcarlo en el avión. Salíamos desde Madrid nosotros dos y Nieves. Es decir 3 personas para acarrear 19 bultos. Gracias a nuestro hermano y sus dos coches “ranchera” pudimos llegar a Barajas en hora. Ya en el aeropuerto pusimos todos los bultos en 6 carritos y empe-zamos a hacer viajes para poderlos facturar. Revisando los papeles nos dimos cuenta de que la documentación de exportación de los medica-mentos nos la habíamos dejado en casa.

Tocó correr en taxi a las 6 de la mañana de vuelta a casa a recogerla y volver al aeropuerto. La ayuda que nos ha dado IBERIA ha sido fundamental para poder transportarlo todo sin ningún problema. Una vez facturados todos los bultos empezamos a respirar ya más tranquilos.

En la zona de embarque ya nos reunimos con el resto del equipo. Unos repetidores y otros nuevos. Aunque no nos conociéramos de antes podemos asegurar que hemos formado un grupo estupendo, trabajando en equipo codo con codo durante todos los días.

Compartiendo buenos y malos momentos, risas y lloros y la tremenda subida a Iwol.

La experiencia ha sido igual de intensa o más que la anterior. Aunque ya sabes dónde vas no deja de impactar la realidad de la vida senegalesa. Lo más tedioso, el viaje de ida y vuelta al País Bassari, aunque siempre hay que sacar la parte positiva y quedarte con que sirve para conocer a las personas con las que vas a compartir tantos días. El encuentro con Ambrosio, Mor y Arouna en el aeropuerto y llegar a Dindefelo y reencon-trarnos con Alpha, Diao, Seydou fue como volver a ver a viejos amigos.

Hemos tenido la suerte de poder conocer a Demba, ya que el año pasado no pudo estar con nosotros. Un placer conocer a una persona tan implicada con su gente y su país y su afán de mejorarlo.

El cumpleaños de Alfredo coincidió con nuestra estancia en Afia. Fue imposible conseguir una tarta, pero Alfa del campamento de Tako Mayo hizo una tortilla grande donde pusimos una vela. Disfrutamos de una verdadera fiesta africana con tambores, música y bailes típicos. No falto el vino ni el champagne. Un cumpleaños distinto y exótico.

No poder dormir bien por la noche y escuchar la radio hizo que Alfredo hablase en directo en un programa de radio en la cadena COPE. Les llamó mucho la atención que un jubilado estuviese en lo más profundo de Senegal en una misión sanitaria y quisieron saber más. Total, que a las 2 de la madrugada estábamos a la luz de una linterna contando nuestra vivencia y hablando de los proyectos de Yakaar África.

https://www.cope.es/programas/poniendo-las-calles/noticias/que-llevo-jubilado-madrid-ser-voluntario-una-zona-remota-senegal-sientes-rey-20240126_3112014

La impresión es que esta misión ha sido más dura que la anterior, ¿Por qué? No sabemos, pero hemos terminado más cansados. ¿Será la edad? Pero no importa porque queremos repetir, aunque vayamos subiendo en años. Hemos vuelto cansados, pero igual de satisfechos por el trabajo realizado y nos traemos mucho más de lo que hemos llevado.

NO SE QUIEN HIZO MÁS BIEN, SI YO A ELLOS O ELLOS A MÍ

Irene Rojas

Desde antes de entrar a la carrera de medicina, sabía que quería realizar voluntariado, por eso, cuanto Yakaar África me ofreció la posibilidad de ir a País Bassari con ellos para pasar consulta en varios poblados a los que no llega la asistencia sanitaria, para mí fue una alegría.

Cuando se lo conté a mis allegados, todos me decían que seguramente sería una experiencia inolvidable pero lo que no me imaginaba es que mi estancia allí calaría tan profundo y me cambiaría la vida.

Cuando llegas a un país que contrasta tanto con tu forma de vida habitual, empiezas a valorar cosas tan simples como poder elegir que comer cada día, que salga agua de la ducha, poder tirar de la cadena del WC…

Conforme pasan los días, todas esas cosas que te faltan del “primer mundo”, dejan de tener relevancia e incluso te sientes afortunado porque aun estando allí tienes más “lujos” que las personas a las que atiendes.

Poder asistir y ofrecer atención sanitaria gratuita a los senegaleses ha sido algo enriquecedor y gratificante pero también frustrante y doloroso. Recibir a personas con enfermedades que requieren atención sanitaria continuada, compleja y multi-disciplinar y saber que no puedes hacer mucho por ayudarlos me hacía sentir impotente. Sin embargo, trataba de pensar en el bien que podía hacer por una gran parte de la población que acudía en busca de nuestra ayuda.

Senegal me ha enseñado que es un país guerrero y luchador, lleno de personas fuertes capaces de vivir el día a día con enfermedades graves y limitan-tes. Supervivientes. Pero sobre todo, los senegaleses me han enseñado que se puede no tener nada material pero un gran corazón que les impulsa a ayudarse los unos a los otros.

Parte de mí, se quedó con ellos. Porque no se quien hizo más bien, si yo a ellos o ellos a mí.

REEENCUENTRO, RECUERDOS Y MEJOR ORGANIZACIÓN

Sara Mengot

Por segundo año consecutivo he tenido la oportunidad de participar en la misión sanitaria de País Bassari con la ONG Yakaar África. Ya han pasado 12 días desde que volvimos a nuestras ciudades y todavía sigo reflexionando sobre todo lo que hemos experimentado.

Mi percepción sobre lo vivido ha sido muy diferente a la que tuve el año pasado: reencuentros, recuerdos, mejor organi-zación y gestión de los recursos (se notaba la experiencia de muchos de nosotros ya que el seguimiento de pacientes y la organización del material ha sido mucho más eficiente y sencilla). Los puntos más positivos a destacar han sido que en el hospital regional estaban contratados tres de los enfermeros que el año pasado pudieron hacer prácticas con nosotros por lo que ha sido muy fácil el seguimiento de los pacientes derivados.

Entre ellos Alfa Yaya, al que solo podemos agradecer su disponibilidad y disposición absolutas. Además, Eli, una enfermera española, se ha quedado tres meses realizando seguimiento a muchos de los pacientes que hemos visto.

Hemos aprendido de los errores cometidos el año pasado a la hora de identificar pacientes y, el hecho de haber pasado consulta en un pueblo más (Nenefessa, sumado a Dindefelo, Afia, Thiabedji y Bandafassi), ha supuesto mucho más esfuerzo y que nos hayamos sentido más productivos y realizados.

Este año también he sentido que, como equipo, estábamos muy compenetrados y que todos teníamos el mismo objetivo: ayudar al mayor número de personas posible y siempre haciendo todo lo que está en nuestras manos.

He vuelto a valorar el imprescindible trabajo de los traductores, ya que la comuni-cación es esencial para poder educar, detectar problemas de salud y solucionarlos.

Considero, una vez más, que esta experiencia ha supuesto para mí un gran crecimiento personal y he podido aprender mucho sobre la sociedad e incluso la política del país. Gracias a Demba, el cual este año ha estado mucho más presente, he podido indagar sobre la motivación y la filosofía de todos los que componen la ONG. Podría decirse que, después de un primer contacto en 2023, este año ha sido como encajar las piezas de un puzle y aclarar toda la información recogida el año pasado.

Este año también hemos compartido enseñanzas con seis enfermeros y enfermeras que se están formando gracias a Yakaar África. Hemos perci-bido sus ganas de aprender y su esfuerzo. Ha sido una tarea muy gratificante y les desea-mos que puedan ganarse la vida trabajando por su pueblo.

Como en nuestra primera misión, nos hemos enfrentado a casos complicados de abordar y situaciones difíciles de asumir, pero también hemos tratado a pacientes como Penda, una niña que nos acompañó varios días y que se curó de una infección grave gracias al antibiótico y las curas.

Los momentos anecdóticos de esta misión que sé que recordaré siempre y me llevo en el corazón han sido: las charlas de Alpha de Taco Mayo y su capacidad para montar una fiesta con música y danza en minutos, la entrevista de Alfredo en La Cope explicando su experiencia en la misión, mis conversaciones con Demba (perdón por repetirme pero es que han sido un regalo), los logros de Lucía aprendiendo las costumbres senegalesas, el haber visto un hipopótamo, las fiestas con Dj bailando con todo el vecindario…

Lo pendiente de mí que estuvo Mar cuando pasé una terrible noche de intoxicación alimentaria, las coreografías cada día a primera hora, las noches en las que José María trajo galletas de chocolate y helado, conocer a Ibou (el hijo de Arouna), pasear por Dindefelo con Omar y Boubacar (los sobrinos de Diao) y cuando subimos juntas a unas rocas con vistas increíbles engañadas por Alpha.

Para finalizar, necesito agradecer a los que nos han cuidado durante toda la aventura haciéndonos sentir como en casa: Ambrosio, Mor, Hassanatou y Marèeme; eslabones imprescindibles para que la misión se lleve a cabo y, en concreto, a José María por hacer realidad todos los proyectos.

Y a mi equipo: Alfredo, Cris, Nieves, María, Lucía, Irene, mi amiguita Mar, ha sido un placer trabajar con vosotros, no os voy a olvidar nunca.

ÚLTIMOS DÍAS EN SENEGAL

José María Piñero

SONDEOS MÉNDEZ

Hoy me toca cambiar de actividad, después de 8 intensos días acompañando a la misión sanitaria, hoy me tengo que dedicar a recibir al equipo de sondeos Méndez y preparar la campaña de sondeos que vamos a empezar inmediatamente.

Muy de mañana nos recoge Doba al técnico agrícola, Ibrahima, y a mí y nos vamos a ver cómo están las condiciones para empezar los sondeos en Barafoute y Thiobo.

En Barafoute no parece haber problemas, el acceso desde la carretera es bastante bueno y el camino es ancho. Para acceder a la huerta desde el camino hay que pasar dos empalizadas que se utilizan solo en la época del hivernage, así que les decimos a algunos del poblado que van a apareciendo si podrán quitarlas y rápidamente acuden más de diez jóvenes a ponerse a la faena. En pocos minutos tenemos el camino despejado para llegar a la esquina de la huerta donde queremos instalar el pozo.

En Thiobo el camino es mucho más estrecho pero el acceso a la huerta es bastante bueno. Luego, por la tarde, ya con los técnicos de Méndez, nos damos cuenta que llegar allí con la máquina montada en una góndola de 22 metros no va a ser tan fácil como pensamos.

En Thiobo nos reciben en casa de Marcel y su mujer que es la presidenta de la asociación de mujeres. Están visiblemente contentos con nuestra presencia y la posibilidad de que les hagamos un pozo y nos obsequian con cacahuetes.

Nos quedando esperando a Méndez y su equipo en un restaurante de Mako y la espera se hace interminable. Han reventado 4 ruedas de la góndola y sufrido avería en uno de los camiones. Menos mal que el equipo viene preparado para todo y son capaces de repararlo. También sufren el acoso de la gendarmería que al ver trasladarse un equipo de 9 personas con 6 vehículos les paran inexorablemente para tratar de sacar su tajada. También a eso el equipo Méndez está acostumbrado, pero no deja de ser un incordio.

Total, que más de 4 horas tardamos en ver aparecer a Méndez y su equipo en el restaurante de Mako, menos mal que teníamos los cacahuetes.

Por la tarde después de comer nos acercamos con Méndez y su equipo a las dos huertas que habíamos visitado por la mañana. Curiosamente el punto más conflictivo es uno en el que no habíamos reparado en nuestra vista matinal: la entrada desde la carretera al ancho camino. En dicho punto hay un pequeño desnivel, lo necesario para que una de las ruedas de la gran góndola quede en el vacío y pueda volcar. Sobre la marcha Ibrahima encarga un camión con tierra para el día siguiente, de modo que podamos empezar los trabajos.

En el camino a Thiobo también hay problemas, al ser tan estrecho las curvas resultan un poco problemáticas. Gracias a Dios, no hay ningún árbol de gran porte en los laterales y podemos convertir dos curvas en una recta. Marcel se pone rápidamente a nuestra disposición y nos promete que mañana se ponen a la faena de eliminar todos los obstáculos para que la góndola pueda pasar.

Seguimos al día siguiente identificando nuevos puntos para realizar los sondeos. El siguiente es Baraboye que presenta nuevas dificultades, pero parece que no insuperables. Será necesario bajar la máquina de sondeos de la góndola y llevarla por sus propios medios al lugar cercano a la parcela.

Finalmente visitamos Hamady Hery Ndilicongo y aquí sí que ya es imposible llegar con la máquina: las pendientes son muy elevadas y el camino es muy estrecho. Damos la vuelta por Bandafassi para ir a Kedougou a hacer compras, entre ellas algunas ruedas de repuesto para la góndola que ya se ha quedado sin ellas.

Cuando volvemos a Barafoute, acaba de llegar el camión con la tierra y van a empezar a acondicionar la entrada desde la carretera al camino. Así que después de un ajetreado día se consigue pasar la máquina hasta Barafoute y todo queda preparado para el día siguiente.

Una vez arreglado el camino pasan las máquinas y podemos empezar a trabajar. La espera es angustiosa y después de todo un día de trabajo se ha conseguido bajar 50 metros, pero sólo se ha atravesado la capa de agua superficial. Es necesario pasar la capa dura del basalto para intentar llegar a las calizas que son las que deben almacenar el agua.

Todo el pueblo asiste al espectáculo y se vuelca con el equipo de trabajo, trayendo la comida y el té.

El trabajo continúa hasta llegar a los 85 metros. Sale un poquito más de agua y tenemos que parar porque a partir de aquí ya es muy difícil que consigamos encontrar mucha más agua. Con el agua que tenemos piensan los técnicos que puede ser suficiente, aunque sea un poco justita al final de la época seca.

Una vez terminado el trabajo en Barafoute, la máquina de sondeos baja a Thiobo. Desde el primer momento el sondeo va mucho mejor. A poco más de 32 metros ya hay agua suficiente. Van a seguir por lo menos hasta 50 metros para asegurar que el pozo no se seque al final de la estación seca.

LANDIENI Y ANDIEL

Hoy me toca cambiar de registro. Despedimos con pena a la misión sanitaria y recibimos a dos nuevos grupos más Ousmane. El primer grupo es el de los ingenieros agrícolas de Valencia que vienen a intentar optimizar nuestra gestión de las huertas de Yakaar en los distintos poblados de la zona del País Bassari.

El segundo grupo lo forman Patricia y Adriana ingenieras de caminos que viene a hacer el tradicional proyecto de abaste-cimiento, saneamiento y residuos de Thiabedji, que es el poblado elegido para esta ocasión.

Como llegan muy tarde dejamos para el día siguiente, el traslado de Ousmane a su poblado de Landieni y así aprovechamos para enseñárselo a los recién llegados. No hay que esperar para que nos veamos rodeados por toda la familia de Ousmane en pleno y procedemos a pasar la tradicional visita del poblado.

De Landieni pasamos a Andiel. Nos acompañan los hermanos de Ousmane, pero él cuando el camino se inclina no le queda más remedio que dejarnos para que podamos seguir nosotros la visita sin que nos retrase en la subida.

NI que decir tiene que Andiel está tan bonito como siempre y pasamos un buen momento recorriendo sus calles con un montón de niños que nos acompañan y comprando en el mercadillo tradicional que ponen sus mujeres en la entrada.

Ya por la tarde pasamos a recoger a Ousmane en su poblado porque mañana empiezan las clases en el liceo y tiene que estar preparado. Le hemos buscado casa en Bandafassi con Hassanatou, que siempre le ha considerado un hijo más y previamente hemos visitado al director del liceo para asegurarnos que Ousmane va a ser bien acogidos.

A la llegada al poblado para dejar a Ousmane nos encontramos a las mujeres en la escuela. Al parece están dando clases de pular, su lengua materna. Me parece una iniciativa interesante para una lengua que hasta hace poco era solo hablada y que muy recientemente ha adoptado una forma gráfica.

Por la mañana acompaño a Ousmane al liceo donde es muy bien acogido por el director que rápidamente le introduce en sus nuevas clases. Ousmane parece perfec-tamente integrado en el liceo y, sobre todo, en el poblado de Bandafassi donde todos los días vienen los amigos a buscarle para salir a jugar con él.

THIABEDJI Y BARABOYE

Me voy de viaje con Patricia y Adriana para ver los proyectos de Thiabedji y Baraboye. En Thiabedji nos paramos en el depósito que abastece a una parte de la población. A este depósito le compramos en su día una bomba solar de modo que pudiera subir el agua desde el pozo. Al parecer la bomba no funciona bien y solo consigue subir el agua al poblado, pero no tiene fuerza para subirla al depósito. Trataremos de ver con las ingenieras si podemos encontrar alguna solución.

Visitamos también la huerta local, que está muy reducida al no contar con una alambrada que la proteja. De Thiabedji pasamos a Baraboye donde pretendemos hacer unas letrinas con ayuda de un albañil y de los jóvenes de la localidad.

Por el camino vemos la huerta a la que vamos a dotar de un pozo construido también por Méndez y nos da la impresión de que está alejada del poblado. Así que, al llegar a Baraboye, contactamos con todas las fuerzas vivas del poblado para asegurarnos de que el lugar escogido para la huerta es el adecuado y que todo el mundo está de acuerdo en hacerla allí.

A través de Moussa, el agente de salud para el que recientemente hemos construido el puesto, contactamos con el jefe del poblado e improvisamos una reunión en el centro del poblado para tratar el tema. Después de hablar del asunto durante un buen rato, nosotros exponemos la situación y la necesidad de que nos den seguridad de que el emplazamiento de la huerta es el adecuado y que la asociación de las mujeres está dispuesta a trabajar en el mismo. Ese parece ser el resultado de la reunión y todo el mundo declara estar de acuerdo y contento con que se haga el pozo en la huerta.

Como etapa final de nuestro día, vamos a Barafoute para ver como siguen los sondeos de Méndez. Ha habido un problema y se ha roto la cabeza perforadora de la máquina de sondeos en Thiobo y Méndez y una parte del equipo se ha tenido que volver a su base de Sindia para ver si pueden conseguir traer un pescador para recuperarla.

En Barafoute, sin embargo, el trabajo sigue con el montaje de los paneles y de la bomba solar y con la fabricación de los aljibes para el almacenamiento del agua del riego. La rotura de la máquina de sondeos es un grave contratiempo y nos va a retrasar los trabajos por lo menos una semana.

BOUBACAR

Mi último trabajo en Senegal consiste en traer a España a Boubacar Keita un primo de Ousmane con la misma dolencia que él: una tetralogía de Fallot.

Aparte de esta dolencia presenta una irritación en un ojo que me preocupa. Parece ser que la arrastra desde hace bastante tiempo y no tiene muy buena pinta. Esperemos que ya en España le puedan arreglar las dos cosas.

Nos pegamos como de costumbre la gran paliza para saliendo a las 5 de la mañana de Bandafassi llegar a España prácticamente 24 horas después. A pesar de la paliza todo sucede sin sobresaltos. Solo Boubacar experimenta un mareo de última hora y el último trayecto en coche lo pasa vomitando. Gracias a Dios se recupera en la espera para poder tomar el avión y llegamos a España sin problemas.

En Madrid nos encontramos con Carles Cuadrada médico de Barcelona que es que ha conseguido que a Boubacar le traten en el Hospital Vall d’Hebron de dicha ciudad. Esperamos que todo salga bien.

DIARIO DE UN VIAJE A SENEGAL

Laura Freixas

29 DE DICIEMBRE. MADRID-DAKAR-JOAL-FADIOUTH-KAOLACK

Senegal es un país que me resulta simpático. Lo conocí en los 80, con mi novio de entonces, cuando fuimos a visitar a su mejor amigo, que como alternativa al servicio militar (en Francia daban esa posibilidad: o mili o cooperación), estaba dando clases de matemáticas en Louga, al norte del país. Ese viaje me hizo leer a novelistas senegaleses: Mariama Bâ, Ken Bugul... y luego he seguido: Mariama Ndoye, Marie N'Diaye, Abdoulaye Sedji, Laurence Gavron, Fatou Diome... Me han familiarizado con temas como las sectas islámicas, el poder de los jefes religiosos, la superstición y la brujería, la solidaridad familiar -y su otra cara, la opresión-, los conflictos ligados a la poligamia, y sobre todo, el gran dilema: quedarse en el país, trabajando en y para Senegal, o arriesgar la vida por el sueño de hacer fortuna en una idealizada Europa.

O sea que aquí estamos, en el aeropuerto de Barajas, a punto de empezar un viaje de una semana que nos llevará, de la mano de Yakaar Africa (su coordinador, Papa Demba Dieng, será nuestro guía), a Joal-Fadiouth, Kaolack, Tambacounda, Dindefelo, Ziguinchor...

Aterrizamos a mediodía. Nos esperan Yabal, el chófer, y Demba, de quien tanto hemos oído hablar a nuestro amigo José María Piñero.

Vamos directamente a visitar Joal, un pueblo de pescadores, musulmán, unido por un puente de madera a Fadiouth, una aldea que es católica y que en marea alta es isla. Una isla surgida por la acumulación de conchas que la población ha ido tirando (después de comerse su contenido, si he entendido bien) durante milenios... El suelo es de conchas, las casas, de conchas mezcladas con barro o cemento. No falta la plaza con un baobab. En las calles, imágenes de santos o vírgenes, de tamaño natural, metidas en extraños "escaparates".

Lo mejor de Fadiouth es su cementerio. Es un islote (al que se accede por un puente o bien en piragua) formado por un montón de conchas, con algunos baobabs, y la particularidad de tener una parte católica y otra musulmana. Un sitio extraño y maravilloso.

Después subimos otra vez al coche y llegamos de noche a Kaolack, capital mundial del cacahuete, donde dormiremos en un hotel muy correcto (que aquí, por contraste, parece de lujo).

30 DE DICIEMBRE. KAOLACK-TAMBACOUNDA-MAKO

Volvemos a subir al coche, donde pasaremos muchas horas: las distancias son grandes, no hay trenes (había algunos, cuando estuve aquí en los 80 cogimos el que llevaba de Dakar a Bamako, la capital de Mali; pero fueron cayendo en desuso), y en muchas carreteras avanzamos muy despacio, sea por la cantidad de camiones o porque son de tierra.

Vemos un país llano, polvoriento, poco poblado, y muy, muy pobre (aunque más rico -y democrático, laico, estable y pacífico- que los de alrededor, motivo por el cual recibe inmigrantes de Guinea, Burkina Faso y otros países cercanos). Casas de 15 o 20 metros cuadrados, sin nada más que cuatro paredes y un techo; tenderetes hechos con unos troncos a modo de pilares, tejado de uralita, telas en vez de paredes, y en medio, una mesa vieja a modo de mostrador.

Mujeres llevando bebés a la espalda y barreños en la cabeza. Carretas tiradas por caballos o asnos, cabras y cebús en la calle, camiones o autobuses cargados hasta lo inverosímil....

Tras una parada para comer junto al mara-villoso río Gambia, llegamos a Mako, donde nos alojaremos en un campamento eco-solidario, también junto al río. No hay electricidad, más que de 19 a 23h, ni más clientes que nosotros. Nos instalamos en una de las nueve chozas; las paredes son de barro, hay mosquitera, y algo así como un “cuarto de baño”, con un cercado hecho de ramas a modo de paredes, sin techo ni agua corriente (la “ducha” es agua de un bidón). Sólo se oyen gallos y otros pájaros. ¡Qué paz…! Visitamos el pueblo, luego cenamos, y dormimos diez horas de un tirón.

En esta zona, nos explica Demba, hay oro. La gente o va al río con una especie de colador fino buscando pepitas en el agua, o hace agujeros para sacar tierra y venderla. Quienes la compran la filtran buscando pepi-tas, que suelen ser minúsculas (pero 1 gr = 35 €). Hablamos con unos chicos que son de Burkina Faso y han venido aquí buscando oro.

A la mañana siguiente, Demba ha adivinado la presencia de un hipopótamo en el río. Sólo se le ve el lomo. Pasamos media hora en completo silencio, sin perderlo de vista. Se desplaza un poco, pero no saca la cabeza. Al final, seguimos nuestro viaje. De todos modos, ha sido un momento precioso, mirando el río y oyendo los pájaros...

31 DE DICIEMBRE. MAKO-DINDEFELO-KÉDOUGOU -BANDAFASSI

Llegamos a la aldea de Dindefelo, al pie del macizo del Fouta Djallon (son las únicas montañas de Senegal; al otro lado está Guinea Conakry). Visitamos su mercado (¡qué animación y qué colorido en los mercados; no me canso de curiosear, de mirarlos, de hacer fotos…) y su famosa cascada, a media hora a pie por el bosque. Vemos muchas termiteras, algunas más altas que yo.

Me sorprende ver, por primera vez en estos días, ¡un cajero automático! … Que no funciona, claro. Es una carcasa vacía, cubierta por una estera y a cuya sombra descansa una cabra…

Antes de irnos, visitamos el huerto creado con apoyo financiero de Yakaar y que cultivan las mujeres del pueblo. Un grupo de niños se está bañando ruidosa y alegremente en la alberca.

Llegamos al hotel en Kédougou. Después de tanto coche, qué bien va descansar y bañarse en la piscina....

Por la noche, paseamos por la ciudad. Calles sin asfaltar, mal iluminadas, gente que pasea, animación… Demba nos lleva a visitar a un estudiante becado por Yakaar, que nos recibe en su casa, junto con su familia.

La pobreza es extrema: cruzando un patio lleno de chatarra, entramos en la casa; en la sala, no hay más que un catre y un par de sillas de plástico, un hornillo en un rincón, y una iluminación escasísima… Pero qué acogedora es la familia (compuesta por mucha más gente que los preceptivos padres con dos hijos de la familia media europea), qué bien nos reciben, cómo pasan de mano en mano los bebés… Y me parece admirable que alguien consiga estudiar cualquier cosa en un lugar como este, con tan poca luz y tanta gente alrededor.

Después, vamos con Demba a Bandafassi, un pueblo en el que Yakaar tiene algo así como su sede central. Hay una fiesta: unas cuantas docenas de personas están reunidas en la plaza. Cantan: un grupo entona una melodía, otro grupo responde, baten palmas… Algunos chicos que están en proceso de "iniciación" (algo de lo que nos hablan en muchos sitios, pero sin decirnos en qué consiste, porque es secreto) danzan danzas tradicionales, disfrazados con hojas y ramas; algunas mujeres bailan también. El ambiente es de muy buen humor (aquí y por lo que llevamos de viaje, diría que en todas partes). Alain y yo somos los únicos blancos.

Volvemos a Kédougou y nos acostamos antes de medianoche, que mañana toca madrugar.

1 DE ENERO. KÉDOUGOU- PAÍS BEDIK-TAMBA-COUNDA

La visita de hoy es lo más fascinante, para mí, de lo que llevamos visto en Senegal: una aldea bedik. Los bedik son una pequeña etnia (3.000 personas en total, según he leído) que en el siglo XIX se fue a la montaña huyendo de los musul-manes que querían convertirles. Luego, en la década de 1960, se hicieron católicos (a la entrada del pueblo hay una iglesia-choza; la construyó un misionero francés que vivió en el pueblo durante 17 años), sin dejar de ser polígamos y animistas.

Por lo visto (eso me cuentan), el cura les decía que mientras fueran a misa los domingos, no había ningún problema en que continuaran con sus tradiciones. Por ejemplo, nos explican que una determinada piedra es sagrada, y que solo tienen derecho a sentarse en ella los miembros de una determinada familia.

La aldea, a la que se llega a pie trepando por unas peñas, es como de postal: un grupo de chozas circulares, con tejado cónico de paja, sobre un fondo de montañas azuladas, y un cocotero altísimo… Tiene 260 habitantes, divididos en 3 familias o clanes, cada uno con una función hereditaria: una, organizar las fiestas, otra, conservar las tradiciones, otra, dirigir la comunidad. El jefe del poblado, miembro de este tercer clan, que se llama Jean-Pierre (los católicos llevan nombres de pila europeos) y sabe francés nos explica cómo viven.

Vemos a mujeres machacando maíz, vemos el interior de la choza de Jean-Pierre (tiene unos 3 metros de diámetro y en ella viven tres personas) y los catres de caña, con una estera encima, en los que duermen cuando hace mucho calor, vemos un puchero sobre el fuego entre piedras, vemos el mercado...

Es una imagen de África que me deja enamorada, por más que seguro que no es tan idílica como parece (y no me refiero solo a la pobreza). Destinada, sin duda, a desaparecer más pronto que tarde (se está proyectando una carretera)...

Dormimos en Tambacounda, en un hotel de la misma cadena que los anteriores. Disfrutamos de la piscina.

2 DE ENERO. TAMBACOUNDA-ZIGUINCHOR

Emprendemos la última etapa de nuestro viaje: la Casamance, una región con mucha personalidad (hubo incluso un movimiento independentista), muy lejos de Dakar (está del otro lado de Gambia), y con un gran potencial turístico, por sus playas, aunque poco explotado.

Nos alojamos en un hotel muy bonito, el mejor del viaje hasta ahora, en Ziguinchor. Allí nos reunimos con los estudiantes becados por Yakaar para formarse en ingeniería agrícola: cuatro chicas y un chico, todos con un aspecto serio y estudioso, y un estudiante algo mayor, ex becario de Yakaar, que es su coordinador. Qué bien pensado me parece este sistema por el que los becarios de Yakaar siguen vinculados, cuando terminan los estudios, con los nuevos becarios, y les hacen de mentores. Nos contaron que estaban preocupados por las novatadas que les esperaban al iniciar las clases al día siguiente.

3 DE ENERO. ZIGUINCHOR-CAGNOUT-CARABANE- OUSSOUYE

Visitamos un parvulario financiado por Yakaar, en Cagnout. Tienen pocos medios, pero qué ambiente tan cálido y cordial, cómo sonríen las maestras, que llevan a los más pequeños en brazos o a la espalda. El momento en que una de ellas toca un tam-tam y los niños dan saltos y gritan y ríen se me queda grabado.

Al ir a la playa a embarcarnos en una piragua para visitar la isla de Carabane, nos encontramos con un coche que lleva, en la baca, un ataúd atado con cuerdas; lo bajan y lo meten en una piragua…

Tras un trayecto de veinte minutos en una piragua a motor, llegamos a Carabane. Playas de arena blanca y fina (pero con basura tirada en algunos sitios, como es frecuente en el país; una de las muchísimas cosas que hace Yakaar en Senegal es poner contenedores), cocoteros, un hotel (la antigua misión católica) austero y bastante decrépito, aldeas soñolientas, mujeres llevando cubos o sacos en la cabeza, silencio, calor, y como siempre, hospitalidad, buen trato y sonrisas. Demba, que pasó aquí algunos años de su adolescencia, conoce y saluda a todo el mundo. Visitamos una maternidad, muy modesta, a cuya financiación contribuye Yakaar.

Dormimos en un campamento, en forma de cabaña tradicional de Casamance (en torno a un patio, con impluvium), aunque más grande y moderna, en Oussouye. Un poco cansada de comer lo mismo todos los días (pollo yassa con arroz, para comer y para cenar; tengo la limitación de que no como pescado), le pido permiso a la que parece la dueña para meterme con ella en la cocina a ver si me puedo cocinar otra cosa. Me lo da, muy risueña (qué acogedora es aquí la gente) y me hago una ensalada de lentejas.

4 DE ENERO. OUSSOUYE-KABROUSSE (CAP SKIRRING)

Hoy tenemos un programa bastante insólito: visitar al “rey de Oussouye”. Unos veinte europeos (un grupo de alemanes y nosotros) nos internamos en el bosque hasta un claro, sombreado por grandes árboles y rodeado de un muro bajo, donde el “rey” concede audiencias. 

El "rey de Oussouye" es una figura tradicional de la región. Le eligen, cuando muere el anterior (el cargo es vitalicio), los jefes de familia (creo) de los 17 pueblos de alrededor (el territorio sobre el que tendrá mando en plaza), de entre los varones de una familia determinada, y el escogido no puede rehusar. Representa la religión animista, actúa como juez de paz, vive en el “bosque sagrado” (que a primera vista es un bosque como cualquier otro), no puede salir del territorio que está a su cargo (17 pueblos) ni usar nada que sea moderno (coche, teléfono...).

Acepta visitas de turistas y hacerse fotos con ellos (le dejamos una pequeña donación). Viste siempre de rojo (y es el único que puede hacerlo; un chico del grupo alemán llevaba una camiseta roja y le obligaron a cambiarse). Este fue elegido en el año 2000. Tiene 72 años, 3 esposas, 17 hijos... A mí me sorprendió, en un país donde todo el mundo parece tan feliz, su aspecto triste y cansado. Como nos permitían hacerle preguntas (aunque normalmente no las contestaba él, sino un ayudante), yo le pregunté si habría rehusado ejercer esa función en caso de haber podido. Para mi sorpresa, contestó él y reconoció que sí. Supongo que habría preferido seguir haciendo lo que hacía entonces: camarero en el Club Med. Menos honores, pero más libertad…

Visitamos también una emisora de radio local financiada por Yakaar (ya habíamos visitado una, en Bandafassi; les habíamos llevado ordenadores usados, donados por socios de Yakaar).

Muy interesante la conver-sación con los tres chicos y una chica que trabajan allí como voluntarios. Les preguntamos por las lenguas que usan, por los temas que tratan… Nos cuentan que se dirigen a los jóvenes para intentar alejarles de la violencia (y recordando el infausto papel de cierta radio ruandesa en el genocidio, cuánto se agradece que haya otras que trabajan por la paz…), o que intentan fomentar la autonomía económica de las mujeres, o que hablan de cómo mantener la concordia en las familias polígamas, algo, nos explican, especialmente difícil cuando en vez de tener cada esposa una vivienda para ella y sus hijos (aunque sea una choza; el marido duerme por turnos en cada una de ellas), tienen que compartir casa.

Dormimos en un hotel excelente, que da a la larga playa de Cap Skirring, de arena fina, en la frontera con Guinea Bissau. Hay algunos turistas, muy pocos, en tumbonas; hay también senegaleses: mujeres que recogen conchas para la construcción, y hombres que armados con un curioso aparato (básicamente, un tubo) sacan navajas (me refiero al marisco) de la arena. También hay algunas vacas, que no sé muy bien qué hacen en la playa (no veo que se pongan crema solar ni que se bañen).

5 DE ENERO. KABROUSSE-DAKAR-MADRID

En el trayecto de vuelta (cogemos un avión desde Cap Skirring a Dakar, y de ahí ya regresamos a España), reflexiono sobre las preguntas que me hacía a la ida: la emigración, el papel de la familia…

Por qué tantos senegaleses quieren emigrar no es ningún misterio: la extrema pobreza. Lo sabía en teoría, pero las horas de viaje en coche por las zonas menos turísticas del país me lo han mostrado en imágenes. Ciudades enteras sin ninguna calle asfaltada, salvo la carretera que hace las veces de calle principal. Polvo, basura, viejos neumáticos tirados en cualquier sitio. Mercados en los que vendedoras y mercancía están en el suelo…

Pero también está la otra cara: la gente que, con o sin ayuda o de la cooperación internacional, crea cooperativas agrícolas, dispensarios, escuelas, emisoras de radio… Parecen ejemplificar el mensaje de En un lugar del Atlántico, la novela de Fatou Diome en la que una senegalesa residente en Francia intenta convencer a su hermano de que no emigre: no solo porque Europa no es el Eldorado que él y sus amigos ingenuamente creen, sino por amor a Senegal.

Un amor que es fácil de entender. Porque el país no solo es bellísimo, con sus baobabs, termiteras, cocoteros, el color rojizo de la tierra, los vivos estampados de las ropas…, sino porque me ha parecido percibir una calidez humana, un buen ambiente… que no he visto en otros sitios y no sé muy bien a qué atribuir. Quizá por ser, como decía más arriba, un país tan pacífico (no hay conflictos religiosos, por ejemplo, a pesar de tener tres religiones: musulmana, católica, animista). O por tener una vida colectiva que alegra y reconforta. Son muy pobres, pero se tienen unos a otros.

Ese sistema social implica que la vida de cada persona está, en su mayor parte, predeterminada.

En algunos lugares, como también dije, cada familia tiene asignada, desde tiempos inmemoriales, un determinado oficio o tarea… Se conservan tradiciones como la del “rey de Oussouye”, cuya autoridad no tiene sanción oficial, pero es reconocida y acatada por todos. Aunque, claro está, la forma principal de organización comunitaria es la familia. Que no solo asigna automáticamente unas tareas a las mujeres -como en todas partes-, sino que es todavía más precisa: la esposa se ocupa de la casa, pero cuando tiene una nuera, ésta toma el relevo y la suegra se deja servir; en el caso (muy frecuente) de poligamia, cada esposa tiene un “turno”, es decir, unos días a la semana en que duerme con el marido y se encarga de cocinar para todos…

La cara menos amable de todo eso es, naturalmente, el sacrificio del individuo. Lo vi en el caso del rey de Oussouye. También en las novelas de Fatou Diome o Mariama Bâ se percibe la tristeza por las limitaciones a la libertad, concretamente la de las mujeres, que por muchas razones (dependencia económica, tradición, presiones familiares…) se ven abocadas a aceptar el matrimonio concertado o la poligamia, y que se arriesgan a sufrir un doloroso ostracismo si, por ejemplo, se quedan embarazadas fuera del matrimonio.

La colectividad arropa, protege, consuela… pero también oprime y asfixia. Fatou Diome hace una observación muy perspicaz cuando dice que quienes emigran no solo buscan prosperidad, sino anonimato. Qué duda cabe que la libertad es algo muy apreciable, que además fomenta el progreso, la creatividad… pero también nos puede dejar muy solos.

“Como decía nuestro presidente Leopold Senghor, no debemos abandonar nuestra cultura y abrazar la occidental, sino coger lo mejor de las dos,”, nos repetía Demba. Parece difícil, pero habrá que intentarlo…

¿HABREMOS SIDO ÚTILES?

Alain Cuenca

El diario de viaje escrito por Laura Freixas deja claro que nuestro periplo pretendía ser, ante todo, unas bonitas vacaciones, pero sazonadas con visitas a proyectos apoyados por Yakaar. Queríamos conocer de primera mano algunas de las actividades que desde hace casi 15 años financiamos modestamente con nuestra aportación mensual a la asociación. Y hemos aprendido algunas cosas. 

La primera es que los proyectos en los que participamos nacen de la escucha, de preguntar a la población. Una vez identificados los lideres locales, son ellos quienes proponen, impulsan y sostienen aquellas actividades que Yakaar apoya. Demba desempeña así un papel crucial en la vida de nuestra asociación.

Tras una semana de convivencia con él, hemos comprendido que su manera de trabajar consiste en saber escuchar a la gente, identificar sus necesidades y a partir de ahí, impulsar los diferentes proyectos que se realizan.

La segunda es que muchos de los proyectos son pequeños -pero no por ello menos ambiciosos-, de ámbito local y gestionados por sus propios promotores.

La vocación de Yakaar es retirarse económicamente de ellos una vez se consolidan. Quizá no se consiga siempre, pero el hecho de que Yakaar no financie la totalidad de los gastos introduce una corresponsabilidad de los gestores y constituye un importante incentivo para el éxito.

Me dirán, con razón, que si leyera cada mes este Boletín que tan concienzudamente prepara José María Piñero hubiera sabido todo esto. Pero no es lo mismo que te lo cuenten que conocer in situ a las personas que trabajan allí: la calidez con la que te reciben, su sonrisa, su gratitud revelan que nuestra asociación es muy bien valorada allá donde ha intervenido. Un ejemplo de ello son los estudiantes becados por Yakaar, con quien compartimos un refresco en Ziguinchor, un tanto tímidos, pero muy conscientes de la oportunidad que tenían de completar una formación superior especializada. Tres chicas y un chico, en cierto modo tutelados por un ex-becario. 

Quien, por cierto, gracias a su esfuerzo y formación, ha sido capaz de crear su propia aventura empresarial en la agricultura y sigue colaborando con Yakaar.

Evidentemente, Yakaar no va a sacar por si sola a Senegal de su situación de extrema pobreza, nuestra misión no es invertir en ferrocarriles, autopistas o universidades. Pero si la labor que lidera Papa Demba Dieng permite que muchos jóvenes de familias pobres se den cuenta que su futuro está en sus manos, y prefieren dedicarse a mejorar su vida y su país en lugar de arriesgarla en un cayuco camino de Europa, habremos sido útiles.