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Del Centro a la periferia… y de la periferia al centro ¿Cuándo?
Hace más de 30 años, los inventores del CIDE decidieron buscar en los márgenes de lo marginal, la posibilidad de construir comunidades científicas regionales tratando de probar la hipótesis de si es posible formar el capital humano en cualquier lugar si se tiene claras las formas de proceder para tal efecto. Y se fueron por la vereda a descubrir y a encontrar, llegaron hasta el desierto de Zacatecas y descubrieron que muchos niños tenían que faltar uno o dos días a clases cada semana para conseguir carne para alimentarse, luego descubrieron que la carne que proveían era de las ratas de campo que podían cazar y que ese lujo sólo podían dárselo las familias una o dos veces a la semana, el resto de los días tenían que comer sopa de pasta hervida con agua y utilizando la mano en forma de cuchara para llevársela a la boca.
Pensaron que ya habían llegado al borde de lo marginal y empezaron a formar enfermeras en esa realidad. Unos años después el mismo equipo liderado por el Dr. Arenas y el DR Bojalil elaboraron un documento que trataba sobre “La formación de comunidades científicas regionales para resolver los problemas del trópico seco mexicano” y se lanzaron a descubrir otro ámbito de la marginalidad y el desierto de cerebros en que estaba convertida toda la periferia de nuestro país, así formaron la primera comunidad científica regional en Tecomán.
Hace diez años cuando llegamos a Surutato, Badiraguato, Sinaloa, en el corazón del “triángulo dorado” pensamos que estábamos en las fronteras de la marginalidad y nos decidimos a trabajar ahí, (en esta misma patología, que se hizo evidente, cuando comentamos con la comadre Chonita García que si nos corrían de Surutato, nos iríamos a Santa Rita, una comunidad que está a 20 kilómetros de Surutato, rumbo a la Sierra de Chihuahua) muy pronto, cuando nos enteramos que uno de los estudiantes del CEJUS y alfabetizador del CONAFE recibió un premio estatal como reconocimiento a su actividad realizada en una comunidad a la que sólo se puede acceder a lomo de bestia o bien caminando o después de un viaje de cuatro horas en una cuatrimotor de doble tracción, nos dimos cuenta que la marginalidad tenía otras fronteras.
Hace seis años se incorporaron al CIDE un grupo de compañeros que administran un Centro de Educación Juvenil (CEJ) en una comunidad serrana a la que nombraban como San José de las Delicias, en el municipio de Sinaloa, en el estado del mismo nombre, escuchábamos sus relatos como algo lejano y el mismo nombre de esa comunidad, se dejaba oír como esos nombres de lugares que piensas que nunca ni por un error vas a visitar, a pesar de que en las palabras de los compañeros de san José se denotaba el orgullo de ser habitantes de ese lugar, ya que hasta en el “Nickname” (en su correo electrónico) podíamos leer el nombre de la comunidad, por ejemplo uno de ellos tiene como dirección algo así como martinsanjose@hotmail.com si mal no recuerdo. Estos compañeros relataban las peripecias que tenían que pasar para llegar desde esa comunidad hasta Surutato y el tiempo que hacían para recorrer esos recovecos a manera de caminos. El Dr. Arenas señalaba la pertinencia que tendría el poder facilitar a estos compañeros vehículos apropiados para este tipo de travesías, por ejemplo las cuatrimotos o ATVs.
Hace un año estos compañeros enviaron a su hijo (egresado de ese bachillerato) y a otros egresados del CEJ a que estudien su licenciatura con nosotros en el CEJUS, Surutato y en este ciclo escolar, estos chicos hacen extensiva la invitación a una veintena de jóvenes egresados de el mismo CEJ, durante el anterior ciclo escolar y a otros que ya habían egresado en ciclos de más atrás. Ahora hay una veintena de jóvenes, señoras y señores jóvenes que tienen la esperanza de salir del círculo vicioso en que el sistema de olvido del Estado los ha sometido. Si hace 10 años al llegar a Surutato habíamos pensado que estábamos en las fronteras de lo marginal y de la marginación, al llegar a San José de las Delicias, sentimos que volvemos a empezar, pero en una dimensión más marginada.
En esta región, donde desde hace años se libran batallas entre familias y entre grupos controlados por caciques para la comercialización de los enervantes que ahí se producen, se encuentra una zona de conflicto bélico que ha dejado poblaciones enteras prácticamente sin habitantes, y desde luego que son abundantes los consabidos “daños colaterales” como lo señalan los fascistas que hacen esas guerras, es decir: niños huérfanos y mujeres viudas, y rostros en los que se aprecia por un lado el orgullo sinaloense de ser ellos mismos y mantenerse, pero por el otro la esperanza de encontrar otras formas de sobrevivir y trascender. En un lugar en el que el bachillerato es atendido por tres asesores que atienden a más tres docenas de estudiantes de los tres grados de preparatoria y que trabajan en tres pequeñas palapas (Cobertizos de palma) de cuatro metros de diámetro, una por cada grado, tienen además otra palapa de mayores dimensiones que es utilizada como auditorio o bien para las sesiones de trabajo multigrado y una de sala elaborada de adobes de unos cuatro metros por lado, construcciones hechas en su totalidad con las manos de los mismos estudiantes.
En este lugar y en estas condiciones hemos desarrollado ya tres reuniones de socialización y no me había atrevido a invitarlos a ustedes a participar de esta aventura académica de alta adrenalina porque esperaba que fueran los mismos miembros del grupo quienes definieran si encontraba las condiciones para seguir trabajando hacia su consolidación. Ahora que veo la posibilidad de continuar con este grupo, someto a la consideración de ustedes, la posibilidad de que en la medida de sus posibilidades, puedan sacrificar un fin de semana al año para atender la reunión de socialización mensual de un grupo que en su mayoría quieren ser Ingenieros en producción animal o ingenieros en producción vegetal.
Se trata de un servicio social que puede llevar la esperanza a jóvenes egresados de bachillerato cuya única opción hasta este momento es la que retrata la recientemente estrenada película de “El infierno”. Tal vez pensarás que se trata de continuar con una patología de buscar la orilla de lo marginal, como lo expresó el Dr. Arenas en una reunión que desarrollamos al interior de un Centro de Readaptación Social ¿A quien se le ocurren estas ideas patológicas? O como inicié mi discurso: seguimos en el mismo camino de ir del centro a la periferia y ¿Cuándo veremos el regreso de la periferia al centro? Pues bien hasta hoy solo dos compañeros han tomado ese camino (de la periferia al centro) ¿o es que ya todos vamos en esa dirección?
Salud y éxitos
Joel