[3.9] -"A ti, dios de los pies que vuelan, te llamo yo porque el dolor dentro de mi pecho es muy grande, [3.10] pues mi amado hermano murió luchando contra un meriño, el cual le arrancó la vida. [3.11] Mis dos hermanos y yo hemos servido siempre a los que no mueren y los solicitamos, para que reparen [3.12] esta deshonra para nosotros."
Así, el joven dios le aceptó la solicitud y se dirigió hacia el Plerco. [4.13] Y, volando a través de las estrellas, llegó hasta el quesne[1] más alto del castillo de cristal, [4.14] en cuyas paredes se dibujaba entero el reflejo del agua del mar de sangre[2] [4.15] y, contra cuyo techo, la luz de Azur[3] chocaba, produciendo así, en multitud, de incontables colores, [4.16] grandes destellos de flamas, entre las nubes más blancas del cielo. [5.17] Y, habiendo resonado con furia el anuncio de su llegada a través de las habitaciones del castillo, [5.18] de esta forma, se abrieron lentamente las enormes puertas de cristal, sin ruido, [5.19] porque las paredes lo veneraban mucho, y, con la luz de las estrellas atravesándolas, [5.20] en el medio de la sala, Estigo lo esperaba entonces, cubierto por un hermoso manto de oro. [6.21] Sus ojos se fijaron en él y Roco, habiéndolo reverenciado, le habló diciendo:
[6.22] -Padre, he venido hasta ti ahora con un (mensaje) urgente de un mortal, Oconlumpico de Ifármeler. [6.23] Tu protección él solicita desesperadamente, porque el hermano murió, asaltado brutalmente por un meriño. [6.24] Por esto, Oconlumpico, con el pecho repleto de dolor, te suplica por intervención- [7.25] Pero esto no le interesó a Estigo, porque la pena del hombre le es tan normal [7.26] como el recorrido de cada día de Azur; sin embargo, su voz resonó en las montañas y dijo:
[7.27] -¿Un meriño asesinó a un simbaíno? La furia de los mortales me parece que no acaba nunca [7.28] ¿Qué esperas de mí, Roco? No es mía la tarea de reestablecer la concordia del mortal- [8.29] Roco, con la cabeza hacia los pies de Gadaquénaz[4], le dijo:
-Entiendo tus pías palabras, [8.30] pero es tarea de los que no mueren mantener el orden; y Oconlumpico [8.31] resolvió enfrentar (su) destino y muchos hombres están bajo su control [8.32] y la rabia puede traerles muchas penas a los que habitan en Meriña- [9.33] Y Estigo, entonces, después de unos largos momentos silenciosos, le dijo a Roco con calma:
[9.34] -Así será entonces. Defenderé a Oconlumpico de la hoja filosa y de la locura, [9.35] pero que no espere compasión de mí, porque la sombra que busca [9.36] será más oscura que la que imagina y, si su deseo de sangre lo dirige, esto será un peso que él soportará.
[10.37] Y Roco recibió el mensaje, sabiendo que lo único que podía alejar a un hombre perdido en furia de la muerte [10.38] era la protección de Estigo y, habiendo salido del castillo, descendió hasta Párabas, [10.39] buscando entonces a Oconlumpico. Y lo encontró en la playa del Zambo, a sus soldados, [10.40] guiando y, acercándose a él, el joven de los pies que vuelan le dijo:
[11.41] -Hombre fuerte, me he movido a entre las estrellas para traerte así la respuesta de Gadaquénaz. [11.42] Tu dolor ha sido escuchado, pero debes entender que lo que buscas no será fácil. [11.43] En verdad, la sombra que te persigue, alimentada por tu rabia, [11.44] no será tan ligera como la que te imaginas. Estigo te defenderá de la hoja afilada y de la locura. [12.45] Pero no esperes su compasión, porque él busca que tú no les causes penas a los de Meriña. [12.46] El Tarcan[5] y la justicia, los dioses protegen, sin embargo, el dolor que el asesinato de mano de un mortal [12.47] provoca a otro mortal, ninguno de ellos sana.
[12.48] Oconlumpico, lo que le dijo el dios, no entendió, pero, aun así, lo aceptó. [13.49] Entonces él llamó a su hueste, la cual subió al barco, y se dirigieron hacia Meriña. [13.50] Entre los ipotcodos[6] estaba Duto, el cual había sido engendrado por Ercazia, de Balimpolo. [13.51] Se sumó a la hueste porque había tenido conocimiento de la muerte de su padre por la voz de Oconlumpico. [13.52] Y dejó a la madre con Tigia, para que la protegiese mientras (él) no estaba en Ifármeler. [14.53] Asimismo, también estaba, entonces, entre los ipotcodos de Oconlumpico, su hijo, Cirda, [14.54] quien fue rey de Ifármeler cuando su padre le entregó el trono, pues el hermano, [14.55] Penagadro, era más joven que él y demasiado joven, además, para (ser) rey. [14.56] Fue general el mismo día que fue rey y combatió junto a Balimpolo. [15.57] Dentro de las aguas del Zambo estaba, entonces, la funesta bestia que mató el de Zundea[7], [15.58] la hecha de la sangre de Galas[8], la cual hundía la cabeza en ellas, pero, cuando un barco [15.59] se le acercaba, la levantaba alto hacia el cielo, cubriendo la luz de Azur. [15.60] La tripulación de Oconlumpico llegó, entonces, al lugar en el que estaba ella, sin saberlo ellos. [16.61] En las aguas oscuras de la superficie se dibujaba la luz de Coraya[9], con un brillo frío. [16.62] Las olas golpeaban con poca fuerza el casco de madera del barco. [16.63] De repente, la gran sombra de Zorrelea surgió de las profundidades, con un ladrido filoso. [16.64] Esta se alzaba, como una montaña viviente, azotando las olas con su horrible brazo. [17.65] Por el áspero y brillante conjunto de escamas que cubrían su cuerpo, [17.66] fluían rápidamente las aguas que había levantado su cabeza, cayendo hasta el mar. [17.67] Y, viendo entonces esto, Oconlumpico se aferró a la rusca[10] y la tripulación, hasta sus armas, [17.68] corrieron velozmente, pero los más valientes tuvieron miedo a la imagen imponente de Zorrelea. [18.69] Cirda fue el primero que atacó, arrojando el dumo[11] directamente hacia los ojos. [18.70] Pero Zorrelea era demasiado rápida para él e inclinó su cabeza al momento, [18.71] por lo que el dumo rebotó contra el cenaque[12] de escamas, lo cual sonó como el bronce viejo, [18.72] y (ella) lanzó un brazo al barco, derribando tres mástiles, (cayendo) tres hombres al agua. [19.73] Entonces, Duto observó lo ocurrido desde la popa y le gritó [19.74] a la tripulación que atacasen su lado izquierdo, señalando, de esta forma, un hueco en las escamas. [19.75] Ellos aceptaron lo que les ordenó y lanzaron las flechas a ese lugar. [19.76] Estas hirieron su carne y, a través de la herida, a la bestia le salió sangre tan negra como una pupila. [20.77] Entonces Oconlumpico empuñó su rusca y la clavó en el brazo que había colisionado contra el barco. [20.78] Fue la última vez que la empuñó, pues la bestia, hasta el fondo del mar, con el arma en la carne, [20.79] escapará y, allí, el arma permanecerá sujetada por la carne que latía contra la hoja, la cual la lastimaba, [20.80] hasta que la bestia del Zambo ataque igualmente a Dínaz y a su tripulación un día. [21.81] El de Zundea se lanzó así sobre el brazo de la bestia y, tomando la rusca de Oconlumpico, [21.82] sacándola de la carne, trepó por su brazo, llegando hasta el cenaque de escamas [21.83] y comenzó a arrancarle con el arma las que le cubrían el cuello, [21.84] lanzándolas dentro de las aguas y clavándolas de nuevo, inmediatamente después, dentro de las carnes de la bestia. [22.85] Entonces, gritando, dijo "¡Flechas!" y los arqueros, [22.86] incontables puntas filosas, lanzaron velozmente hacia la carne de la bestia, [22.87] la cual, inerte y muerta entonces, cayó hasta el fondo del gran Mar Zambo. [22.88] Así, Zorrelea murió entonces, por la mano de Dínaz. No murió por la de Oconlumpico. [23.89] Entonces, con un ladrido que hizo vibrar el conjunto de maderas, del cual estaba hecho el suelo del barco, [23.90] la bestia agitó las aguas, provocando un remolino que arrastró la nave hacia las profundidades. [23.91] En ese momento, Cirda, viendo el peligro junto a él, fue hasta la proa [23.92] y, clavando el dumo en la madera, alzó sus dos manos, alto, hacia el cielo y rogó a Estigo. [24.93] Este, escuchándolo y recordando lo que le prometió a Oconlumpico, hizo el arma [24.94] más larga, la cual se clavó en el suelo del mar, fijando el barco en el sitio. [24.95] Entonces, Zorrelea ladró por última vez, moviendo su enorme cola, [24.96] provocando olas que llevaron velozmente la nave hasta Pinfu. [25.97] Finalmente, en una mañana azul, vieron la playa, la cual se alzaba sobre las olas frente a ellos, [25.98] como un refugio prometido. El oleaje empujó el barco hasta la orilla y la tripulación [25.99] descendió de él, pisando por primera vez esa tierra lejana de forasteros, [25.100] siendo recibida por un ciervo de la esposa del rey, el cual la condujo hasta su palacio. [26.101] Allí, Ezureria los recibió entonces en un gran salón, adornado con velos, los cuales, batallas [26.102] viejas y hazañas de los de Simbay, relataba. Comieron [26.103] en una mesa de madera y, mientras la comida fluía de esta forma por la garganta y las voces conversaban, [26.104] a Oconlumpico y a la tripulación les narró, Ezureria, una historia que hirió al pueblo.
[27.105] -Escuchad, guerreros- dijo-. Os contaré la historia de mi hijo, Paleno. [27.106] Él fue un joven gallardo que se dirigió hasta Lunda, pues había escuchado que allí habitaba una bestia divina que le dará fama. [27.107] Y era la última hija de Stigo y Bosfi[13], [27.108] la cual atemorizaba con furia y devoraba a los esfómires. [28.109] Estos son conocidos por su impiedad, no hablan la lengua de los simbaínos [28.110] ni adoran a los dioses. Son desconocedores de la justicia divina, [28.111] por lo que su mera existencia podría traer desesperación y caos y, [28.112] a pesar de que los esfómires no podían entender su habla, vio entonces lo que ella les hacía. [29.113] A pesar de que verdaderamente intentó proteger a aquellos, el trabajo fue vano, [29.114] porque Gargias no cayó entonces. Los heraldos me dijeron que la bestia lo devoró, pero mi pecho [29.115] dolido y fatigado, ciertamente, lleva dentro, con amor, la esperanza de que él todavía vive- [29.116] Habiendo oído esto Oconlumpico, con su pecho conmovido, le dijo entonces:
[30.117] -¡Oh, buena mujer! Lo que has dicho llenó mi pecho de compasión por el dolor, [30.118] pues verdaderamente te entiendo, porque una daga delia[14] le arrebató el alma a mi amado hermano. [30.119] Por esto, iré hasta Lunda para buscar a tu hijo y, si los dioses lo protegen [30.120] y si lo mantienen vivo, lo traeré a tu corte, para que tus brazos lo abracen.
[31.121] Entonces, Ezureria ordenó a una de sus huestes acompañarlos; ciento veinte úscumos[15] que habitaban en Pinfu [31.122] la componían y era dirigida por el general Mer, el más fuerte entre ellos, el cual nació en Abirda. [31.123] Ellos les dieron dos caballos. Oramegro tenía por nombre el que llevó a Oconlumpico, [31.124] el cual era el hermano de Resquera, el cual llevó entonces a Mer, porque también era el más fuerte.
[32.125] Después de veinticuatro días, llegaron hasta la pradera que estaba junto a las murallas de Lunda. [32.126] La muralla que miraba hacia lo de Démura[16] estaba derrumbada y las calles de la ciudad, vacías. [32.127] Entonces, Mutuda, el cual era el hijo de Mer, y Duto entraron con cuidado a la ciudad, [32.128] recorriendo las calles, y sobre una de estas (estaba) el cenaque de Paleno, [33.129] el cual Mutuda reconoció. En él había muchos agujeros con forma de diente, pero en el sector que, el abdomen y la espalda, [33.130] cubría, únicamente, sin embargo, el que cubría el pecho y el cuello (estaba) entero. [33.131] Mutuda supo que Gargias no era la que había devorado a Paleno, pues era más alta que los hombres, [33.132] sino los esfómires, ya que su cabeza estaba a la altura del abdomen de los hombres. [34.133] Estos, entonces, salieron de sus hogares y atacaron al simbaíno y al meriño, [34.134] destruyendo sus cenaques con sus dientes y devorando la carne. [34.135] De esta forma, en Meriña murieron entonces Balimpolo y su hijo, en una tierra que no era de los simbaínos, [34.136] por el filo asesino de aquellos a los que los dioses del Plerco no protegen. [35.137] Entonces, Oconlumpico, Cirda y Mer subían una montaña, buscando a Gargias. [35.138] Así, el ifarmelerro vio en el lomo de Resquera una herida con forma de esg[17], [35.139] la cual era la forma que el ipoto[18] de Balimpolo provocaba, entonces, a sus enemigos, [35.140] pues él atacaba llevando el arma hacia abajo a la derecha y, luego, hacia abajo a la izquierda, [36.141] por lo que, de esta manera, reconoció en el compañero de camino al asesino de su amado hermano [36.142] y esto, de odio y desesperación, le llenó el viejo pecho. [36.143] Entonces Mer se movía delante del grupo, sin mirar hacia atrás, por donde Cirda se movía cerca, [36.144] yendo lejos de la tripulación, cerca del peñasco más alto, cuya sombra los cubría a los tres. [37.145] Oconlumpico, quien entonces los seguía a ambos, vio un trozo flojo del peñasco, cuya sombra [37.146] cubría a Mer y al caballo, pero, encambio, no a él, ni a Cirda ni a Oramegro. [37.147] Oconlumpico, sin pensar, disparó entonces una flecha, directamente hacia la base del peñasco, [37.148] con la fuerza suficiente para hacer que el trozo se desprendiese y cayese entero sobre Mer. [38.149] Pero el peñasco en realidad era demasiado débil y se desplomó entero, cayendo sobre los tres. [38.150] Mas la fuerza de Mer y Resquera era suficiente y sostuvieron el trozo sobre ellos y sobre Cirda. [38.151] Oramegro, percibiendo en ese momento el peligro para su hermano, velozmente, [38.152] corrió hacia él y el ifarmelerro cayó bajo el trozo que tocó el suelo.
[1] késne, atalaya de fortines de origen vermárico.
[2] Esta expresión hacía referencia al cielo, ya que los simbaínos creían que este era un mar constituído por la sangre de Pleus, el dios-cielo. Ver la Paladastía 16.63-64.
[3] Dios del sol.
[4] Gadaγénax, "Padre de los hombres", es eun epíteto de Estigo.
[5] Tárkans, el orden cósmico de origen vermárico.
[6] ipaýtkayζ, soldado que llevaba el ipoto, un arma de batalla que consistía en una cuña de metal cortante, sujeta a una larga cuerda. Era utilizada para derribar a los enemigos a caballo.
[7] Ver la Epístola de Esfíodo §14.
[8] Ibid §8.
[9] Diosa de la luna.
[10] ryská, espada semilarga simbaína.
[11] dýmω, lanza de caza simbaína.
[12] fzηnákaï, armadura simbaína de pecho.
[13] Cf. Paladastía 54.214-216.
[14] La palabra daílios era el término con el que los simbaínos se referían a los meriños.
[15] ýskyms (del meriño, uskum), soldado meriño.
[16] Diosa vólter del este (cf. Epístola de Esfíodo §16). La expresión “lo de Démura” refiere a este punto cardinal.
[17] Letra del alfabeto simbaínico, la cual corresponde al fonema [a:] (ver “graphemes” en el apartado de la lengua simbaína).
[18] ipaýtω, arma de batalla consistente en una cuña de metal cortante, sujeta a una larga cuerda, la cual era utilizada para derribar a los enemigos a caballo.