Desde que todos los reyes quirdos cristianos abandonaron el pacto con los robecos[1] hasta hoy, se han movido durante ese tiempo la vida de cinco reyes de Égmar. Y, a través de ese tiempo, los reyes de Yágrionc y Asiómor han recibido la fe del Señor del Cielo, por lo que solo los de Egone y los de Amno siguen sirviendo a los falsos dioses. Ecdioriebo de Ixáquiad fue el primer rey quirdo que se hizo cristiano, quien fue amigo de la robeca Miquiayalíobe y quien nombró al primer obispo quirdo, Agároc el viejo, quien recorrió muchas tierras y escribió las fábulas que en esos lugares escuchó o leyó, ya sea porque quiso hacer lo que hizo Lumpicurgo o porque le gustaba escucharlas. Sus escritos fueron traídos de regreso a este lugar, a Ixáquiad, por petición de nuestro rey Guiyatqueyo, y están guardados en esta abadía.
EN GÓGOR
Cuando iba hacia Egone, el obispo se quedó unos días en la corte de Unmelerzerma de Gógor, quien lo recibió con su amor dentro de las leyes de sociedad entre los robecos y los quirdos. En ese lugar vio Agároc que el rey y sus cortesanos se sentaban todos en una mesa mientras sus sirvientas encendían un pequeño fuego dentro de una caja de metal, que estaba junto a una pequeña estatua de su diosa Arza. Mientras ocurría esto, las madres bailaban con sus bebés en los brazos, cantándoles una canción. Entonces, Unmelerzerma le contó a Agároc que una hija de noble, Algaparquia, quien iba al bosque que está en la entrada de Egone, llevando en una caja con miel, plata y lirio para dársela a su diosa Dalia. En ese lugar estaban con unos animales que los robecos llaman "los caballeros de fuego"[2], cuyo cuerpo era el de una hormiga y cuya cabeza era la del hueso de la cabeza de los hombres. Estos habitaban dentro de las flores y salieron de estas porque escucharon el llamado de la joven. Entonces, esta dejó la caja sobre un pétalo y los pequeños caballeros entraron en ella, pero vieron que no había llevado la plata, pues, antes de salir ella, su madre, quien amaba la plata, la había robado. Entonces estos, con furia en los pechos, se subieron sobre la joven y, clavando las mandíbulas en la carne de la noble, le inyectaron su veneno de fuego, que le quemó el cuerpo desde su interior, convirtiéndola en cenizas, que cayeron sobre la tierra. Pero la diosa sabía que ella no la había traicionado y, con el pecho lleno de compasión, hizo nacer de sus cenizas un pino alto, el más alto de todo el bosque, de corteza clara como los pétalos del lirio. A este van los robecos que adoran a esta diosa y dejan sus ofrendas, para que las reciban los pequeños caballeros rojos.
EN EGONE
Cuando Agároc se fue de Gógor, se dirigió directamente a la corte de Cayébiar, el más sabio, quien, junto con su corte, servía a falsos dioses. En ese lugar se quedó por tres noches, pero, antes de irse, decidió bajar a los campos, para ver a los labradores, que servían a un dios llamado Cacima[3], al que le ofrecían la primer cría macho de sus vacas, para que les diese cosechas abundantes. En ese lugar, los labradores jóvenes se reunían en los bosques en grupos de dos mujeres y dos hombres y pasaban en ese lugar tres días. Dice sobre esto el viejo[4]:
Cuando enviaban a los jóvenes dentro de los bosques, seleccionaban a dos varones y a dos mujeres, con la edad para tener hijos. Los hombres llevaban una concha de cangrejo[5] colgando de los muslos, porque querían que Cacima les diese la capacidad de dar hijos, como la lluvia; y las mujeres llevaban el vientre con barro y raíces colgando de la cintura, porque querían que Cacima les diese la capacidad de tener hijos, como la tierra. Y dentro del bosque se unían entre ellos, o enterraban semillas y bellotas, pero no mataban animal, ni arrancaban flor de la tierra ni fruto de los árboles, pues así cómo ellos daban y no quitaban, esperaban que Cacima les diese hijos y que no les quitase hijos.
Los labradores también temían a los perros sin casa, porque decían que son ladrones y asesinos que huían de sus pueblos hacia los llanos detrás de las montañas, en donde estaba Sia[6], quien les enseñaba a hacer magia. Entonces estos se convertían en perros para volver a sus pueblos, robar y atacar a los hijos de las personas que los condenaron.
EN EYÁMOC
Saliendo de Egone, Agároc pasó por Égmar y fue hacia Ayámoc. En ese lugar los hombres no pasaban por los bosques de noche, porque en ese lugar vivían unos demonios, cuyas cabezas llegaban hasta las rodillas de los hombres. Por esto ellos los llamaban los enanos[7]. Pero eran rápidos como lagartos y trepaban por los árboles o se unían a las cortezas y se movían a través de ellas, buscando llegar hasta los caballeros que pasaban por los bosques y robar sus cosas. Pero en los bosques de Ayámoc habitaban más de esos a los que las personas temían. Y sobre estos se dice que una joven niña que vivía en su ciudad, Eyamádag, solía pasear con el padre por las praderas, hasta que un día se alejó de él, siguiendo a un caballo negro. Según Agároc:
Los yesguiáquires[8] eran demonios sin cuerpo, pero con un porte hermoso. Corrían por las praderas, desviando de su camino a los hombres y las mujeres que deambulasen por ese lugar y los llevaba hacia las aguas. No podían ser tocados ni alcanzados y, cuando llegaban a los ríos, cabalgaban sobre la superficie, como el vapor, y quienes los seguían, adormecidos por su belleza, se hundían en las aguas y se ahogaban.
Estos hijos de satanás se llevaban a los niños cuando los padres no los veían y uno de ellos se llevó a Eyamádag. Pero dicen los de Ayámoc que la niña no llegó a las aguas, porque, cuando pasaron por un bosque, una joya la distrajo más que el demonio; algunos dicen que era un collar, otros creen que era una gargantilla; otros creen que eran pendientes. Y la niña se dirigió a ella y la tomó. Pero esta había sido robada por uno de esos enanos, cuyo pecho, viéndola, se llenó de rabia y envió a los hermanos a perseguirla. Y esta corrió, pero una raíz de árbol, que se alzaba sobre la tierra, hizo que se tropezara; entonces los enanos la alcanzaron y la mataron, para recuperar su botín. Entonces la vio su dios Porso y, llenándose su corazón de compasión, la convirtió en una flor amarilla, con pétalos largos, la cual nosotros llamamos eyamádag[9].
En Ayámoc, Agároc también se encontró con un pagano, cuyo nombre era Yesguéyam, quien, a cambio de que el viejo le hablase de Cristo, le habló de los dioses que protegían a los de Aýamoc. Esto escribió de esta forma:
Entonces Yesguéyam me llevó a su casa y me compartió pan, pescado y leche y escuchó con gusto el Evangelio de Jesucristo, Nuestro Señor, y, como paga, me relató la vida de Guiyanqueyo. Antes de que hubiese hombres y animales, Espaya[10] y Yonc[11] se amaron y engendraron dos hijas, Eyam[12] y Yérpat[13]; y Yásquir[14] y Yonc se amaron y engendraron dos hijos, Baptas[15] y Máquil[16]. Y los cuatro deambularon a través del cielo, hasta que Eyam y Baptas se amaron y engendraron a las estrellas del cielo. Y Yérpat y Máquil se amaron también y engendraron a los animales y los ríos y Ciaroci y Oce fueron sus primeros hijos. Pero Baptas también amó a Yérpat y engendraron juntos a La muerte y a la vejez. Entonces Eyam supo de la traición de su hermana y la exilió del cielo a la tierra. Pero esto no agradó a Baptas, por lo que se alejó de su hermana. Y la traición de Yérpat tampoco agradó a Máquil, por lo que se dispuso a matarla cada vez que la viese. Pero Yonc se apiadó de ella y la protege de Máquil, quien lo embiste los días y las noches buscando alcanzar a Yérpat. Y Adaguéyam fue la hija de Guiyanqueyo, que llevaba tributo a Yérpat en el bosque cerca del lugar en donde duerme Ciaroci. Pero agradó a Yasidúrliop, uno de los hijos de los dioses, que era un perro cuya cabeza estaba al nivel de la copa de los árboles, y, tomándola, la llevó a una cueva escondida en el bosque. Y la diosa se enojó porque no recibió su tributo y, cuando el padre de la niña fue para buscarla a la montaña, le lanzó fuegos, que mataron a los acompañantes. Entonces Guiyanqueyo pidió auxilio a Máquil y este atacó a Yérpat. Y Ciaroci, para proteger al hijo, lanzó el agua del río contra Máquil pero esta mojó a los de Ayámoc, que devinieron en piedras sobre la tierra. Y parte de las aguas mojó las manos de Guiyanqueyo, que devinieron en piedra. Y Máquil lanzó olas grandes contra el bosque, por lo que Ciaroci alzó los suelos de este hacia el cielo, alejando al padre de la cueva en donde estaba la hija.
EN TAMARGABIRN
Entonces el viejo obispo cruzó las aguas del Yet, esperando alcanzar la otra orilla, sobre la que lo esperaba Ócdior de Ixáquiad, que había ido a la isla para llevar la buena noticia de Jesucristo. Así lo relata Agároc:
El buen Ócdior nos recibió a mí y a la tripulación de mi nave y nos hospedó en su casa. En ese lugar nos habló de los que vivían en la isla. Dijo que había dos tribus. Una gentil, a la que él llamaba zigmeyescs[17], y otra violenta, a la que él llamaba parcásadas[18]. Dijo que él había llegado a una ciudad, Miatquetgie[19], que decía, en la lengua de los de la isla, "el pecho del bosque[20]", porque la isla entera parecía un bosque por los altos árboles en cada una de sus partes. Las personas en ese lugar conocían a varios dioses, a los que llamaban tzezas[21], cuyas capacidades ellos reconocían, pero no los adoraban y no sabían el nombre de ninguno, sino que hablaban con ellos cuando necesitaban su ayuda y les daban frutos y animales a cambio de favores. En ese lugar lo recibieron una zigmeyesc y el hijo en su casa. La mujer se llamaba Gnodan[22] y el joven se llamaba Gabzozabtzets[23]. Estos solían recitar una historia un día esta y un día el otro. A la noche, cuando el joven iba a la casa después de cazar y la mujer cocinaba la carne que este trajese, esta empezaba a relatar una historia. En el día que sigue a este, cuando el joven iba a la casa después de cazar, este proseguía relatando la misma historia, desde el punto en el que la madre había dejado de contar. En el día que sigue a este, cuando el joven iba a la casa después de cazar, la madre nuevamente tomaba la voz de la historia. Entonces, un día el joven fue a la casa con otro que cazaba con él y dijo que sabían una historia que escuchó de los parcásadas. Empezó diciendo que esta hablaba de un joven, cuyo nombre era Zazlecema[24], que se dirigió al bosque buscando el cuerpo del padre, que había muerto en ese lugar después de enfrentar a los zigmeyescs. Y lo encontró dentro de una cueva de piedra, cuya profundidad se extendía lejos. Pero en ese lugar había un charco dejado por las aguas de la lluvia, de las cuales se levantó uno de esos demonios yolmioniobe[25], hijos de Leviatán, que los parcásadas llamaron diosa, a la que llamaban Egmenazi[26]. Esta no le permitía llevárselo, enfurecida[27] con el joven, pues el cuerpo del padre había sido dejado como ofrenda de batalla. Pero el joven se negó dejárselo al demonio y este expandió su cuerpo de aguas hasta tocar todas las paredes de la cueva, buscando devorar al parcásada, el cual, por el miedo, le pidió ayuda a su dios Carz[28], quien le llenó los pulmones de aire, para que pudiese nadar en búsqueda de la salida. Pero una gran piedra había cubierto por completo la entrada, por lo que tuvo que nadar a través de las entrañas del demonio, por el interior de la gruta. En ese lugar se encontró con una primera bóveda, de la que salían pequeños riachuelos que llegaban a toda la cueva[29]. En ese lugar vio una tortuga del tamaño de una vaca, que lo llevó hacia la siguiente bóveda. Cuando llegaron a esta, los pulmones de Zazlecema se rompieron y abrieron su pecho, haciendo hendiduras por las que empezaron a entrar las aguas; y sus dedos, por la presión del agua, se ablandaron hasta que sus huesos desaparecieron. Entonces unos peces se acercaron a la tortuga y la devoraron[30] y quisieron alcanzar al joven, pero este llegó a la entrada de la última bóveda, en ese lugar su piel se partió en pedazos y la carne de su espalda se desprendió por la presión del agua. Entonces su dios convirtió la carne de la espalda, sus manos y sus pies en aletas, su piel quebrada en escamas y las hendiduras de su pecho en branquias. Y, haciendo que su tamaño fuese pequeño, lo convirtió en pez[31], por lo que pudo pasar por un agujero en una de las paredes de la cueva, que llevaba a un pequeño río, que llevaba a las aguas del Yer.
EN EL ASENTAMIENTO ÍLMESCO
Luego de esto, Agároc se fue de la isla y llegó a una población a la que Agároc llamaba "ílmescos"[32], en donde las mujeres llevaban a los hijos en bolsas, las cuales llamaban "daryadion"[33]. En ese lugar una mujer llamada Aguiocgeyan[34] lo recibió en su hogar. Y Agároc le preguntó por qué llevaban a los bebés en esa bolsa y esta le contó que dos jóvenes llamados Quiériom[35] y Nemutarguemio[36] fueron al bosque para cazar ciervos y en ese lugar vieron a la diosa Zarlecebemio[37], bañándose en las Maquile Yedáber[38] y acercándose a esta, se unieron en el barro de la orilla con Quiériom, pero Nemutarguemio rechazó hacerlo. Entonces, el dios Diorécnam[39], enfurecido porque un hombre vejó a su hija, lo convirtió en cerdo, pero indultó al que no se había unido a ella y lo envió a su tribu, llevando al hermano, para que dijese a los demás jóvenes que, si hacían lo mismo que este, serían convertidos de la misma forma en animales. Pero estos no le creyeron y otro de ellos, llamado Egioniárem[40], fue al bosque y en ese lugar vio a la diosa secándose bajo las rocas y, acercándose a esta, se unieron. Entonces, el dios enfurecido lo convirtió en tortuga y lo envió a su tribu para que dijese a los demás jóvenes que, si hacían lo mismo que él, serían convertidos de la misma forma en animales. Pero Egioniárem no llegó hasta la tribu antes de que otro joven, llamado Yogárliorn[41], llevando al hermano en brazos, fuese hacia el bosque, pero Diorécnam lo vio y ordenó a los árboles que lo cazaran y lo devoraran. La diosa recogió al bebé y lo apretó entre sus brazos, pero el niño se asfixió y murió. Dijo Aguiocgeyan que por esto las madres llevaban a los hijos en esas bolsas, para evitar que se los llevase la diosa[42]. Entonces Agároc le dijo "Entiendo lo que dices y tu miedo a esos dioses; pero sabe que hay un Dios más poderoso y que os cuidará a ti y al hijo". Entonces la mujer se arrodilló en el suelo y, tomando al hijo en los brazos, fuera de esa bolsa, lo alzó entregándoselo al Señor. Entonces fue la primera mujer cristiana en aquellas tierras.
[1] robaik, término con el que los quirdos se referían a los simbaínos.
[2] droñgélax, seres mitológicos con cuerpo de hormiga y cabeza de cráneo humano. Servían a la diosa y castigaban a los que buscaban engañar a la diosa.
[3] Kakeima, dios quirdo de la cosecha y la fertilidad.
[4] El autor habla en un dialecto de la época posterior a la ruptura de la alianza con los simbaínos, mientras que Agároc habla en un dialecto clásico, aún pagano.
[5] el cual representaban a la lluvia.
[6] Sяin, diosa quirda de los magos, los médicos y los sacerdotes.
[7] kalpiain, los calpis, calpios o calpians.
[8] εsgяskir, "piel de sombra".
[9] eяmadaga, "ojos de sol", es el nombre que los quirdos le dan al girasol.
[10] Diossa-luz.
[11] Dios-tierra.
[12] Diosa-sol.
[13] Diosa-fuego.
[14] Diosa-obscuridad.
[15] Dios-luna.
[16] Dios-océano.
[17] zeigmoiεsg, "piel de corteza", término con el que los quirdos se referían a los mequédaraf.
[18] parkasadaain, "(la gente) sobre caballos", término con el que los quirdos se referían a los quenotzios.
[19] Mяtkezgε, la forma en la que los quirdos transliteraron el nombre de Mjatqevgø.
[20] tяi i tamarar ire. si bien la isla presenta un bioma de jungla, Ócdior la confundiría con un bosque porque en Dutoria no había junglas y no existe una palabra quirda para "jungla". El propio nombre de la isla, Tamargabirn, "cubierta de bosque", constituye una paradoja, ya que en esta no existía ningún bosque, pero estaba totalmente cubierta de jungla.
[21] жeθə, son deidades no personales ni personificadas. No tienen nombres ni atributos específicos, sino que son una especie de númenes a los cuales los mequérdaf recurrían solo cuando necesitaban algún favor.
[22] Ñodən (mq.). "cielo".
[23] Gəvfohhavжeџ (mq.). "piernas fuertes".
[24] Zatzlekoemaan, probablemente Fəџleqemə, del quenotzio, Pφəџlękęmə, "(el que) enfrenta las aguas".
[25] Del simbaíno oyllmýnyφys. Ver nota 6 de Los Dolparmos.
[26] Ąñmąęnąφi, diosa quenotzia del agua.
[27] Una de las diferencias entre, quirdo que hablaba Agároc, aún pagano, y el quirdo que hablaba el autor de este comentario es la ausencia de simbainismos y de estructuras y frases propias de los simbaínos, fruto de la influencia que estos ejercieron sobre los quirdos hasta la disolución de la alianza. En esta cita se puede ver cómo Agároc no utiliza la frase "su pecho se llenó de", que era propia de los simbaínos, quienes creían que las emociones y los pensamientos inundaban los pechos, que era el lugar en donde, para ellos, se alojaban el alma y la mente.
[28] Kąrǰ, el dios quenotzio de la vida y la naturaleza. Este provenía de la deidad proto-vermárico peninsular *(p)ʰɒ̈rʰ (Vərh en fojiano y Фör en fefonio), que a su vez provenía del dios quirdo Porso. El pueblo vermárico que llegó a Dutoria tuvo contacto con los quirdos. Esto se puede ver en la gran cantidad de préstamos quirdos que poseen estas lenguas (como kęџnįrę, "dios", del proto-vermárico peninsular, *k[ə]d(j)ʊ̈(r), este del quirdo, gdër). Ahora, si bien los quirdos seguían teniendo contacto con los fojianos, no era el caso de los fefonios, que se habían movilizado hacia el oriente, y no conocían a los quenotzios, que descendían de un grupo de vermáricos peninsulares que habían cruzado a la isla.
[29] Esta primera bóveda representa el corazón de la diosa, con sus arterias. Los pueblos vermáricos veían a sus deidades como los cuerpos naturales personificados y vivos, como es el caso de Pleus y Párabas, que son el cielo y la tierra, pero no personificaciones con la potestad de estos, sino que sus cuerpos constituyen el firmamento y el suelo. Otro ejemplo es el Ocón simbaíno, que en un tiempo fue una entidad viva. Los vermáricos insulares veían a los cuerpos acuosos como divinidades encarnadas en las aguas.
[30] Esta bóveda representa el estómago.
[31] Este mito presenta un paralelismo inverso al mito simbaíno, según el cual la humanidad descendía de los graimas, una raza de hombres peces (Paladastía 21.81-84). Esto sugiere que la idea de la relación originaria entre el hombre y los peces podría ser de origen proto-vermárico.
[32] eilmeskin, "lengua de vaca".
[33] darjadjutn, bolsa con la que las mujeres ílmescas llevaban a sus hijos.
[34] Agukgaijakn, "white hare" in ilmesc.
[35] Qoirjom, "perro fuerte" en ílmesco.
[36] Nemutargjemu, "el que conduce a los hombres".
[37] Djarljekebaimu, diosa ílmesca de los bosques y los ríos.
[38] Makilain Εdaber es, "Las Aguas de Sangre", río que llegaba hasta el asentamiento ílmesco.
[39] Dureknam, dios ílmesco del cielo.
[40] Egunjarem, "pie de piedra" en ílmesco.
[41] Ugarllurm, "cabello de tierra" en ílmesco.
[42] La diosa representa al bosque y al río, por lo que este mito trataba de explicar la pérdida de los jóvenes ílmescos que se iban al bosque y no volvían, así como el peligro de dejar que los niños pequeños se bañen solos en el río.