[1.1] Por el amor con el que el señor de Tóraba, la más querida por Dios, [1.2] vengo a cantarles hoy sobre la vida de Arquídeo, el más Santo entre los de Simbay, [1.3] quien, desde ese santo día en el que la Santa Madre quiso mostrarse a él, realizó la empresa del Padre del Cielo, [1.4] el cual quiso que viva doscientos cuarenta (años), para que realizase todas las cosas que debía hacer [2.5] y que se extendiese así mismo sobre la descendencia la tarea, dándole la gloria en el martirio por la Fe, [2.6] en los dos cuerpos de sus dos hijos, Prapso y Oconadascía, quienes fueron [2.7] a Anoque, para verse entonces con los cristianos, que eran de toda Meriña. [2.8] Los dos hermanos llegaron hasta la orilla de Meriña, en la nave de Foquídar y ciento veinte leldonios. [3.9] De allí se dirigieron a la corte de Arjítaz, un rey que había aceptado la Fe de Cristo. [3.10] Arquideo se la enseñó, pero el rey la había rechazado, pues había pensado que era un polizón de Udmucrata, [3.11] y lo mandó matar, pero antes envió a sus sirvientes a prender fuego la nave. [3.12] Entonces, Arquideo le pidió una última oportunidad para mostrarle el poder de su Señor. [4.13] Le dijo que, si sus dioses eran tan poderosos, les pidiese que prendieran fuego ellos nave. [4.14] Pero si estos no le respondían, él le pediría a su dios que encendiera el carro, [4.15] en el cual sus verdugos lo iban a llevar. El rey aceptó [4.16] y le pidió a su dios, Ruspeno, que lanzase fuego sobre la nave del Santo. [5.17] Pero la nave no ardió. Pidió de nuevo que le diese fuego, pero esta se mantuvo intacta. [5.18] Entonces, Arquideo, como Elías, se dirigió al Señor del Cielo [5.19] y le pidió que, si amaba a los de Simbay, tanto como amó a su pueblo en Canaán, [5.20] encendiese fuego la carreta de madera en la que sus captores lo iban a llevar. [6.21] Entonces una gota de fuego cayó sobre el suelo del vehículo, que fue devorado por el fuego. [6.22] Arjítaz vio el poder del de Israel y, a partir de ese momento, le sirvió.
[6.23] Habiendo llegado a la entrada de la morada del rey, la Santa envió al heraldo [6.24] para avisar de su llegada. Pero, cuando entró al espolfio[1], un soldado zarqueano se lanzó sobre él, [7.25] clavándole entonces un erfio[2] en el cuello. Se había percatado la ilustre de que su protegido tardaba mucho [7.26] cuando entonces llegó a ella un hombre alto, de piel clara y cabello corto [7.27] y le dijo: "Mi señora, hija del hombre más ilustre, Srumpubo es quien le habla a usted; [7.28] soy un caballero de los pueblos que están a los pies de las Darmélers, que (están) junto al río Bifos[3]; [8.29] sirvo a Dingúsit, el cual lucha con los zarqueanos". Y los llevó hasta él, [8.30] entonces en el trono y con el rey cautivo. Allí Dingúsit les dijo en eso: [8.31] "Que Etaste os reciba a vosotros; yo soy Dingúsit de Liscriya y sirvo a la persona [8.32] más grande de todos de Zarquea". Entonces, Oconadascía le dijo: [9.33] "Mi buen señor, que el Santo Padre te salve; nosotros no somos de este reino, [9.34] sino que hemos venido de la tierra de los simbaínos, para vernos con el hombre que tú has apresado impíamente [9.35] y te solicito el precio de liberación". Y él. "Si sois simbaínos, entonces sois enemigos de mi señor; [9.36] yo no espero ninguna paga de vosotros, porque mucho más me incumbe que mi general me sea favorable" [10.37] y dicho esto, mandó a los soldados que los matasen, pero Prapso en seguida [10.38] hizo chocar su rusca[4] contra las cabezas de los soldados, matándolos en el momento. [10.39] Por esto, Dingúsit le dijo a Srumpubo "La fuerza de este hombre no parece de hombre; [10.40] llama al dios al que nos dijiste que invocaste desde el Bifos, porque un dios puede enfrentar a un dios". [11.41] Cuando Srumpubo estaba en su tierra, había aprendido a invocar algún dios de los ríos, [11.42] que se alzaba por encima de los árboles, moldeándose su carne con las aguas del río. [11.43] Según lo dicho, un día invocó a este dios en las aguas del Bifos, [11.44] para atacar a seiscientos hombres, a los cuales mató, tragándolos en las aguas. [12.45] Srumpubo invocó al dios desde el Egreya, el cual se alzó sobre el techo del castillo de Arjítaz. [12.46] Al verlo, el pecho de Prapso se llenó entonces de temor y le dijo a su hermana: [12.47] "Querida mía, durante mi vida he visto muchas batallas y mi rusca ha chocado contra hombres, [12.48] pero yo nunca he visto una bestia como esta; quizás sea Parble, el cual, cuando supiese de los simbaínos que a los dioses falsos [13.49] abandonamos entonces, haya enfurecido. El Padre del Cielo [13.50] es el único con poder y mi pecho me dice que es algún espíritu impío[5] de Baal". [13.51] Y, mientras decía esto Prapso, del agua se asomaron entonces dos grandes cabezas de serpiente. [13.52] Entonces dijo el joven cristiano: “Como he dicho, este no es un dios hecho de aguas; [14.53] es ciertamente el Leviatán vistiendo las aguas". Y, dicho esto, su rusca [14.54] alzó alto y con ella cortó rápidamente las dos cabezas del espíritu impío, [14.55] que, dolido, volvió entonces al fondo del río. Y Oconadastía a Srumpubo: [14.56] "Oh, cruel; has enseñado a tu gente que un dios te era favorable y con eso has atizado tu orgullo, [15.57] ofreciéndole en tributo ejércitos de hombres a este falso dios; pero siempre mentiste, pues el que te era favorable entonces [15.58] era un espíritu impío y ningún sirviente del Enemigo enfrentar a un hombre [15.59] puede si a su favor está el Señor de Israel".
Entonces dijo Srumpubo a Dingúsit: “Mi señor, [15.60] este hombre ha enviado a Ulmúnufu[6] de regreso hasta el fondo del río; un dios fuerte [16.61] y altivo es, por lo que si, o bien, un dios más poderoso le es favorable a este hombre, [16.62] o si es un dios poderoso, no podemos hacerle nada". Entonces Dingúsit le dijo a Prapso: “Tú, dios grande, [16.63] somos nosotros espectadores de tu poder; si tu voluntad es tomar este reino, [16.64] entonces no te detendremos, porque lo que los hombres hacemos no está en el mismo nivel que lo que los dioses [17.65] hacen." Y Prapso a él: “Hermano, el poder no es mío; yo solo soy un hombre, [17.66] el cual sirve al Padre de los hombres”. Entonces, al escuchar que él era un hombre, [17.67] mandó arrestarlo a cinco hombres y, atándolo ellos con cadenas de hierro, [17.68] lo subieron a una carreta, que prendieron fuego, y Dingúsit le dijo: “Si eres un hombre, [17.69] no podrás zafarte de las ataduras; si eres un dios, te librarás solo”. Prapso, la cabeza, [17.70] alzó y dijo al Señor: "Padre amado, hacerme pasar por un dios, como lo que dicen estos, [17.71] es un insulto a tu nombre; mostrándoles que mi carne es mortal, me entrego a tu misericordia”. [17.72] Y, habiendo dicho esto, el fuego lo devoró. Entonces Dingúsit se dirigió a Oconadastía [18.73] y le dijo: "Este que vino contigo era un hombre; ¿pero la fuerza, con la que venció al dios hecho de aguas, [18.74] de dónde le vino?". Y la Santa le dijo: “Hombre impío; ese ningún dios [19.75] era, sino uno de los siervos del Enemigo, y quien la fuerza, a mi hermano amado, [19.76] le dio entonces fue El Padre del Cielo, el dios verdadero". Pero no le creyó [20.77] el zarqueano y le dijo: "Allí hay otra carreta; si tu dios es tan poderoso, [20.78] dile que le prenda fuego". Entonces la hija de Arquideo alzó las manos al cielo y dijo: [20.79] "Oh, padre de todos nosotros, si como amaste entonces a mi padre en esta tierra, [20.80] si tanto como amaste a tu pueblo en Canaán, amas a los de Simbay, [21.81] te pido que lances fuego sobre esta carreta, ante los ojos paganos". [21.82] Entonces una gota de fuego cayó sobre el suelo del vehículo, que fue devorado por el fuego. [21.83] Esto lo vieron Dingúsit y Srumpubo, pero, creyendo [21.84] que el Padre era un dios falso como cualquier otro a los que ellos adoran, mandó igualmente apresar a la Santa [22.85] y, atándola con cadenas de hierro, la subieron a una carreta de madera, que prendieron fuego [22.86] y este la devoró. Así el Señor, que la descendencia de Arquídeo, entre todos los simbaínos, [22.87] fuese la más santa, quiso entonces. Y quiso que su Palabra llegase hasta, de los meriños, [22.88] los oídos, como también hasta los oídos de los zarqueanos de Quiptó.
[1] spólpφi, es un recibidor, propio de las casas simbaínas. El autor llama a esta habitación con este nombre para referirse a un recibidor, pero esta no constituye una habitación en las moradas meríñicas.
[2] érfi, de la misma forma, el erfio es un arma de origen vermárico, pero autor utiliza esta palabra para referirse a la daga zarqueana.
[3] Bêiφos, nombre simbaíno del río Fefo.
[4] ryská, espada semilarga de batalla, portada por los ruscos y los cenaquerios.
[5] ztérpas gâydas, es la expresión con la que los simbaínos cristianos se referían a los demonios.
[6] Oyllmýnyφys, versión simbaínica del nombre de la deidad fefonia Olmonofu (Öλmönöфǔ fef.), equivalente a la Eshmeneviu fojeana (Œǧmœnœviy foj.) y a la Anmenafi quenotzia (Ąñmąęnąφi qnz.); las tres provenientes de la deidad vermárica peninsular *ɐʝ̞mɐənɐpʰ(j)ʊ̈, cuyo nombre significa literalmente “cuerpo de agua”, del proto-vermárico *g(o)r-a y *(a)tʃ(a)-p(a)l(ek)-avju. Estas deidades se manifestaban como cuerpos de aguas, como cuenta Srumpubo; de esta forma estas culturas explicaban los maremotos, las tormentas y las olas. No obstante, los simbaínos no la conocen (en este verso, de hecho, concuerda con el verbo balagdýry en masculino, y no con femenino, balagdáry, a pesar de que es una deidad femenina y de que está hablando Srúmpubu, pero los simbaínos no lo saben) debido a este relato, los cristianos de Dutoria comenzaron a usar la palabra "Ulmúnufu" como un epíteto del Leviatán, así como el nombre de un demonio en los relatos quirdos y simbaínos dutorianos, que se caracterizaba por presentarse a misioneros y caballeros como un cuerpo de agua que se levantaba sobre los ríos y mares.