A todos los reyes de los quirdos, os habla Agároc[1], obispo de Ixátquiad, quien, cumpliendo la misión que el Señor le ha confiado, relatará lo que el más santo de los simbaínos, Lumpicurgo de Targaza, aprendió recorriendo las tierras más remotas del continente, el cual llaman Parzégar. La misión, pues, que Lumpicurgo eligió fue conocer a todos los ídolos que los simbaínos adoraban, para llevar el Mensaje de Cristo. Y cuando llegó a todos los pueblos de los simbaínos, el santo no dio por terminada allí su misión, sino que, recorriendo bosques, praderas y montañas, escuchó las historias de los pueblos con los que se encontraba, que hablaban de ídolos feroces y de animales violentos[2].
BELÉGORES
Lumpicurgo emprendió un viaje por las tierras heladas, donde habitan los zarqueanos, buscando llevar la verdadera fe más allá de las murallas de Quipto, en la cual residían todos los cristianos zarqueanos. Y en la ciudad simbaína de Estigia, junto a la ribera del río Errabidia, se encontró con unos paganos, quienes decían que habían vagado por Zarquea durante años, como Israel en el desierto, hasta que su ídolo les mostrara el lugar donde pudieran comer y dormir, lejos de los zarqueanos y de las fieras salvajes[3]. Pero el Enemigo[4] envió allí contra los simbaínos bestias crueles y peligrosas, cuyas cabezas eran como las de los búhos, y plumas como las de los búhos cubrían sus cuerpos, que eran como los de simios, y de cuyas espaldas brotaban alas hermosas como las de águilas. Los paganos las llamaban "belégores", pues creían que eran hermanas de las criaturas que custodiaban el bosque de las almas[5]. Estos animales vagaban alrededor de la aldea mientras los hombres y mujeres dormían, y se llevaban a los niños que estaban despiertos[6].
EL PEZ CON ESCAMAS DE DIAMANTE
Cuando Lumpicurgo llegó a las tierras de los merinios, entró en Anoque, donde vivían los merinios cristianos desde que San Arquideo había llevado la verdadera fe al rey Arjítaz, quien amaba a los ídolos de los merinios, pero el Santo le mostró la gracia del Señor. Y aún reinaba la casa de Arjítaz, pues el rey de Anoque era Uzugebe, quien lo recibió en su corte y lo llevó hasta la iglesia para escuchar misa. Y, después de la celebración sacra, el rey le contó acerca de las bestias que Dios había enviado para cuidarlos. Estas eran grandes peces[7] que habitaban bajo las aguas de Tauquino y llegaban a Anoque a través de las aguas del río Egrea. Las bestias eran grandes como osos, cuidaban de los marines y solían aconsejar a los jóvenes inexpertos. Sus ojos eran de oro, y sus escamas, de diamante, cortaban las aguas cuando chocaban contra sus cuerpos mientras nadaban. Con el movimiento de sus colas levantaban grandes olas, y con otro movimiento las calmaban. No comían criatura alguna del mar, de la tierra ni del cielo, sino que se alimentaban del amor que los hombres sentían por el Señor. Cuando Lumpicurgo se preparaba para emprender un viaje hacia Agó[8], todas las naves del rey estaban en el mar; así que el Santo condujo a un grupo de cien jóvenes merinios para que lo acompañaran y ayudaran en el camino. Llamó a una de esas bestias a la orilla del río y ella le respondió diciendo:
-Hombre piadoso, que Dios te bendiga a ti y a tu compañía. Tu obra en las tierras de los merinios es muy conocida. Y Lumpicurgo le dijo:
-Buena criatura, que el Señor esté contigo en tu tarea de ayudar a los hombres. Te he llamado porque mi viaje debe continuar fuera del continente, hacia la tierra flotante que yace sobre las aguas del Drélder[9]. Te ruego que nos lleves en tu lomo. Entonces la bestia respondió:
—Tus palabras son buenas, pero mi cuerpo fue hecho por las manos del Señor y no puedo llevar a aquellos que pecan contra Él. Y si hay malos deseos en vuestros corazones, descenderéis a las aguas del mar y vuestros cuerpos allí se hundirán. Y Lumpicurgo le dijo:
-Entiendo tus palabras, pero aparta toda preocupación, porque he ofrecido toda mi vida al Señor y no pecaré, ni con mis manos ni con mis pensamientos.
Y habiendo aceptado la petición, la bestia llamó a cien de sus hermanos, que vinieron hasta la orilla. El Santo y sus compañeros subieron a sus lomos. Pero antes de que la isla emergiera de las aguas, los jóvenes comenzaron a imaginar mujeres hermosas y riquezas que encontrarían allí y permitieron que sus deseos entraran en sus corazones. Así que los peces que los transportaban descendieron al agua y allí ochenta jóvenes merinios, que habían aceptado la fe de Cristo, fueron sumergidos y murieron.
LOS HOMBRES VEGETALES
Entonces Lumpicurgo llegó con veinte merinios a la isla y, dejando la costa atrás, entraron en el bosque. Allí vieron cabezas de hombres, con piel hecha de hojas, en la tierra, rodeadas de arbustos, vástagos y tallos de los que brotaron. Los hombres de la isla las habían sembrado en la tierra, plantando semillas mágicas para que de ellas crecieran fuertes guerreros que los defendieran de los invasores. Y diez de estos ya habían madurado y surgido de la tierra, desnudos, con cuerpos verdes, y atacaron al Santo y a los merinios. Estos fueron asesinados por los hombres verdes, pero el Santo los mató a todos, quedando solo en el bosque. Y, adentrándose en la isla, encontró un grupo de hombres, cuya piel era del color de los tallos, y habló con ellos sobre el Señor. Ellos, conmovidos por las bellas palabras de Lumpicurgo y por la forma en que su voz las hacía danzar, alzaron las manos al cielo y aceptaron la fe del Señor. Entonces el Santo tomó agua del mar y, uno por uno, los bautizó a todos[10], llamándolos pueblo de los zarcunos, que en la lengua de los simbaínos significa "Los que están en el bosque".
MAQUÍLLORZ
Ixátquiad era una ciudad hermosa, cuyos muros de piedra se alzaban sobre las copas de los árboles más altos, cuando Lumpicurgo llegó a ella. Y fue recibido por el rey Ecdioriebo, quien en aquellos días amaba a los falsos dioses de los paganos quirdos. Y Lumpicurgo le habló de Cristo, del Señor y de los santos del Señor. Pero el rey no permitió que esas palabras entraran en sus oídos. Y sus pensamientos no estaban allí, sino en el mar Sebro, donde habitaba una criatura que los paganos quirdos llamaban Maquíllorz, cuya cabeza, brazos y pecho eran como los de un hombre, pero no tenía piernas; en el lugar donde las piernas se unirían al cuerpo, había una parte posterior de un pez y de sus caderas salían cuatro alas blancas[11]. Esta bestia dormía en las aguas y atacaba a los navegantes, pero a veces salía y se alzaba por el aire, volando, y atacaba a los ciudadanos de Ixátquiad. Entonces Lumpicurgo se acercó a la orilla del Sebro y llamó a la bestia. Ella sacó la parte humana de su cuerpo sobre las aguas y le dijo:
-Hombre santo, conozco tus pensamientos; estoy aquí para matar a todos los hombres de esta tierra, para que no difundas las palabras del Dios de Israel. Y Lumpicurgo respondió:
-Espíritu maligno, sé que el Enemigo te ha enviado. Pero Dios ha venido a los simbaínos para salvarlos y enviarlos a todas las tierras, para que salven a otros pueblos. Por eso, por la sangre del Cordero, enviado por el Señor para la salvación de los hombres, te ordeno que te alejes de Dutoria, que no nades más por las aguas que la tocan, ni vueles sobre las tierras que la cubren.
Entonces la bestia, sometida por el poder del Señor, se alejó y nunca más fue vista cerca de ningún pueblo de los quirdos. Y Ecdioriebo cayó de rodillas sobre la tierra, alzando las manos al cielo y recibió la verdadera fe del Señor. Y Lumpicurgo, tomando aguas del Sebro, las levantó al cielo, rogando al Señor que las bendijera y allí bautizó al rey y a todos los de Ixátquiad[12].
[1] Aunque el firmante de esta epístola sea Agaroc, lo más probable es que sea de una época posterior, pues este no vivió lo suficiente para ver a toda Quirdea cristianizada y es muy poco probable que enviase una misiva así a reyes paganos.
[2] Si bien hay evidencia de que los simbaínos llegaron a conocer y hasta a encontrarse con los pueblos de las orillas del Cerpiecde y el Atrórectler (prueba de ello son los etnónimos simbaínicos como "darlaparmo" o "zarcuno"), no hay testimonios o pruebas de que en la época de Lumpicurgo conociesen más pueblos de la región que los zarqueanos, los meriños, los quirdos y los fojeanos.
[3] Según el narrador, los simbaínos vagaron por años a través de Zarquea, hasta que Estigo les mostró el lugar en donde asentarse. Por esto, pusieron a su aldea el nombre de Estigia: "La (aldea) de Estigo".
[4] Con Imimicus se refiere al Diablo.
[5] Se refiere a los altárgores (ver la Epístola de Esfiodo §17). El nombre de los belégores proviene de la combinación de altargórs y béles ("nieve").
[6] Estas criaturas se comportan similar a un bomakuri (ver El bomakuri de los bosques), por lo que puede ser el resultado de un sincretismo con los zarqueanos.
[7] La nercerescira en realidad tenía forma de serpiente en la mitología meriña. Pero los meriños cristianos la identificaban con un pez para evitar relacionarla con el Demonio, buscando un animal más acorde con lo considerado bueno para el cristianismo, pues era una bestia benigna en la mitología y los cristianos la sincretizaron considerándola enviada por Dios.
[8] De Agós, versión simbaína del nombre de la isla Ugoye.
[9] En latín, Droelder, del simbaíno, Drêildars (del hiaccuón, Troleidoler). Era el nombre con el que los simbaínos conocían al Mar Atrórectler.
[10] No hay registros de que los zarcunos fuesen cristianos ni de que Lumpicurgo hubiese estado en Ugoye.
[11] Maquíllorz (Makillork en quirdo) era el dios que gobernaba y cuidaba de todos los seres vivos. Por eso tiene un cuerpo humano (que representaba a los seres terrestres), una cola de pez (que representaba a los seres acuáticos) y alas (que representaba a los seres aéreos).
[12] Es muy poco probable que Lumpicurgo fuese hasta Quirdea y menos que evangelizase a Ecdioriebo, pues en ese entonces él los consideraba una amenaza (ver la introducción a la Paladastía). Lo más probable es que la evangelización del rey y de Ixátquiad haya sido obra de Miquiayalíobe de Tóraba, esposa del rey Tirseco (ver la introducción a la Epístola de Esfiodo y la introducción al Comentario a las Crónicas de Agároc).