JAQUE A LAS MATES

                                                            JAQUE  A  LAS  MATES.

            Supongo que intentaste resolver el estudio. Si lo conseguiste, esas sensaciones serán tuyas para siempre, si no, habrás convertido a Fritz en el mejor amigo del Hombre.

            Hoy toca vuelta al cole. Es muy frecuente la relación entre el ajedrez y las matemáticas. Ejemplos sobran al respecto. Igual que entre el ajedrez y los matemáticos. Sin embargo, como toda ley que se precie, tiene sus excepciones. La propiedad conmutativa es una de ellas.

            De todos es sabido que determinadas operaciones matemáticas (la suma o la multiplicación) presentan dicha propiedad. Aquella cantinela que decíamos de: el orden de los factores no altera el producto. Pues en ajedrez, nada más lejos de la realidad.

           En cierta ocasión le preguntaron a Lasker, el segundo campeón mundial de ajedrez, cual era la principal diferencia entre un maestro y un buen aficionado. Él respondió sin dudarlo que el maestro elegía con frecuencia el orden exacto de una secuencia de jugadas, mientras que el  buen aficionado no. Yo me considero un buen aficionado y desde luego no creo que esa sea la principal diferencia entre mi juegoy el de un maestro. La diferencia esta en todo. Sin embargo, no le faltaba razón a Lasker, porque con frecuencia desperdiciamos oportunidades preciosas de imponernos a nuestros adversarios (cuando son de nuestro nivel) por no ser precisos.

            Dicho de otro modo, los buenos aficionados en ocasiones valoramos razonablemente bien la posición, así como el plan a ejecutar. Pero equivocamos el modo de ejecutarlo. Por tanto, parece aconsejable plantearse siempre, en una secuencia táctica, invertir el orden de jugadas y valorar las distintas posiciones. A veces, alterar el orden de las mismas ofrece resultados espectaculares.  Pondré dos ejemplos:

            Observa el siguiente diagrama. Es obvio que las blancas, que juegan, tienen la poderosa amenaza de coronar el peón de d6 con ataque de mate. ¿Qué deberían jugar?  Cualquier aficionado, entre los que me incluyo, perderíamos pie por jugar 1. Te8+ y nos plantearíamos dicha jugada como un jugadón, porque a 1. …, Cxe8; habíamos calculado responder con: 2. d7+ coronando y ganando. Pero, a 1. Te8+, las negras respondieron 1. …, Rb7! a lo que siguió  2. d7  Tg2+  3. Rh1  Cf5 y se amenaza Cg3++,  por lo que las blancas sólo pueden aspirar al perpetuo mediante  4. Tb8+  Ra8   5. Ta8+ etc. 

            Sin embargo, si se altera el orden de las jugadas sin dejarse deslumbrar por el jaque en octava la partida se gana fácilmente:  1. d7+  Rc7   2. Te8 amenazando coronar con jaque, hecho que fuerza la derrota negra. Simplemente alterando el orden de jugadas evidentes la diferencia ha sido de medio punto.

            Sin embargo, no todos están de acuerdo con la afirmación de Lasker. Granda por ejemplo, considera que la principal diferencia entre los aficionados y los maestros está más bien en que estos se plantean jugadas candidatas que al aficionado se le pasan por algo. Es algo así como seguir pensando cuando ha encontrado una solución.

            Observa ahora diagrama del segundo ejemplo. En él, las blancas amenazan un ataque de mate en h7 o f7. Las negras juegan y deben, por lo tanto, ser expeditivas. Existe una continuación que explota el tema de la dama blanca desprotegida en f5.

            La secuencia (yo mismo fui víctima de la idea que acabo de exponer) que calculé fue: 1. …, Dxf1+   2. Rxf1  Td1+   3. Re2  Cg3+   4. Rxd1  Cxf5 y me pareció que se habían acabado las amenazas. Sin embargo, con esa línea no se gana material y la partida no está ganada, ni mucho menos. Existe otra línea más sutil que explota la misma idea:  1. …,   Dxf1+   2.  Rxf1   Cd2+   3. Rg1   Te1+   4. Rh2   Cf1+  5. Rg1  Cg3+   6. Rh2  Cxf5.  Ahora las negras tienen una torre limpia de ventaja.  La verdad es que los aficionados con mayor frecuencia de la que deberíamos dejamos de pensar cuando encontramos una solución y eso nos priva, muchas veces, de mejorar resultados. Ambos tienen razón.