CLAVES DE UN BUEN ENTRENADOR

Particularidades de la personalidad

 

Son especialmente importantes el optimismo del entrenador, su jovialidad que no tiene nada que ver con la edad que tenga, y sobre todo la seguridad fehaciente en los futuros éxitos de sus pupilos. El entrenador pesimista, que critica de manera brusca se equivoca profundamente si piensa que esta motivándolo para el buen trabajo.

El Entusiasmo: Para el entrenador su afición al ajedrez, la lealtad a su profesión, su deseo constante de superación y perfeccionamiento son factores sumamente positivos en el proceso de entrenamiento al alto nivel de logros ajedrecísticos, es imposible ser aficionado o profesional con poca documentación e información. Hay que amar de modo sincero y verdadero la profesión, entonces el entrenador podrá motivar natural y libremente a los ajedrecistas para el estudio, sencillamente poniendo de manifiesto su cultura ajedrecística, su imaginación en la fabricación de ideas y métodos de entrenamiento, así como entusiasmo y fe ciega en ellas. Generalmente los entrenadores que preparan a deportistas que destacan, se distinguen por una pasión dosificada, una dedicación intensa que constituye uno de los rasgos fundamentales de su carácter, y que se refleja en su actitud hacia el oficio.

La habilidad de ser flexible y multifacético en la comunicación con los alumnos, o sea, ser tutor, consejero, amigo mayor, suave a veces, riguroso otras, de acuerdo a la situación, muy exigente durante el entrenamiento, pero accesible y tratable en la vida, es una de las cualidades indispensable para el entrenador de ajedrez .

El resultado del ajedrecista depende de la maestría del entrenador mientras que el éxito de la vida profesional del entrenador depende del resultado de sus jugadores. La comprensión de lo expresado debe determinar el profundo respeto mutuo. Desgraciadamente esa relación noble es infringida a menudo por los entrenadores que llegan tristemente a humillar u ofender a sus pupilos. Asimismo el entrenador no debe permitir que lo hagan los deportistas en sus contactos personales, especialmente en su presencia, las frases ofensivas que dirija un entrenador a su atleta, humillan ante todo su propia dignidad pedagógica y lógicamente la resultante para la motivación a menudo es negativa, su afán y la habilidad para ser ejemplo es la manifestación de la fuerza de voluntad, organización, exactitud, concentración y orientación hacia sus objetivos determinados.

El entrenador no puede permitirse a si mismo la tardanza, incluso como una rara excepción si siente dificultades y aburrimiento, debe soportarlo, sin dejar entre ver su debilidad.

¿Cómo después obligarlos a hacer lo que no somos capaces?

La fe sincera y profunda en el alumno, en sus posibilidades dará seguridad al propio jugador, la actitud exigente y respetuosa hacia todos los ajedrecístas en igual medida, lógicamente, el entrenador experimenta mayor o menor simpatía para con algunos de ellos (o tal vez, la antipatía); pero no tiene derecho a mostrarlo. Las distintas exigencias ante los alumnos y a veces sencillamente el fondo emocional distinto de los contactos puede violar el sistema equilibrado de las motivaciones especialmente, en los períodos de entrenamiento saturados de carga.

La motivación es aquella faceta del trabajo del entrenador en la cual se revela de manera brillante de su maestría, no en vano se denomina entrenador de alto nivel aquel quien sabe obligar a los discípulos a entrenarse en el límite máximo de sus posibilidades durante un tiempo prolongado y mientras tanto conserva buenas relaciones con ellos, y saca de ellos lo mejor.

El Optimismo: El entrenador desempeña el papel positivo en todos los casos en la vida ajedrecística, el entrenador cansado, que se irrita, que está descontento con todo, quien molesta con pequeñeces al alumno no puede motivar para la dura actividad que es el entrenamiento ajedrecístico.

 

En definitiva el buen entrenador es el que consigue que sus alumnos lleguen a amar el ajedrez y amar el entrenamiento mismo.