BIOGRAFIAS DE LOS MUNDIALISTAS A CIEGAS DEL 2007
Copa Mundial de Ajedrez a Ciegas
Bilbao, 16 al 20 de octubre de 2007
Topálov, el búlgaro de Salamanca
Sencillo, modesto y muy simpático; justo la antítesis del retirado Gari Kaspárov. Muy luchador y
disciplinado para entrenarse cada día, y esforzado en mantener su buena imagen. Así es Véselin
Topálov (Bulgaria, 1975), el búlgaro de Salamanca, campeón del mundo en 2005, y actual
número dos del escalafón.
“Nunca olvidaré lo que me ocurrió a los 8 años, en Ruse, mi ciudad
natal. Tras ganarme una partida, uno de los mejores jugadores de la
zona me echó una bronca tremenda, me tiró de las orejas y casi me
pega porque yo había jugado demasiado rápido, sin pensar. Un año
más tarde volví a enfrentarme a él en el mismo torneo, y le gané”,
recuerda sobre su infancia en Bulgaria.
Topálov admite que es imposible estar entre los diez mejores
ajedrecistas del mundo sin unas dotes innatas: “Si lo ponemos en
números redondos, un 60% de mi éxito se debe al esfuerzo, y un
40% al talento”. La parte del esfuerzo comenzó en noviembre de
1992, con una aventura que implicó mucho frío y cansancio. Tras
ser campeón del mundo sub 14 en 1990, en Puerto Rico, Topálov
comprendió que debía jugar en España, el país más activo en organización de torneos
internacionales, y se lo comentó a quien hoy es su representante, entrenador y segundo padre,
Silvio Danáilov. Ya fuera por inspiración, insensatez o ambas, los dos recorrieron 4.000
kilómetros por Hungría, Alemania y Francia en un viejo Citroen, que sólo Danáilov podía
conducir, hasta el torneo de Elgoibar (Guipúzcoa). Siguieron 25.000 kilómetros de torneos por
España. Topálov asombró en todos ellos, y pasó de ser el 1.500º del mundo a uno de los diez
mejores. Silvio se enamoró de Mari Carmen, una profesora de Lumbrales (Salamanca), que hoy
es la madre de sus hijos, de modo que los dos búlgaros se hicieron salmantinos adoptivos.
Topálov, triunfador hace un año en Bilbao, está convencido de las virtudes pedagógicas del
deporte mental, cada vez más introducido en los colegios de todo el mundo: “Aprendes a ser
paciente, disciplinado, responsable, a saber perder sin echarle la culpa a nadie, a tomar
decisiones lógicas… y, por supuesto, a pensar antes de actuar, como me enseñó aquel paisano
de Ruse cuando yo tenía 8 años”.
Judit Polgar, la gran dama
La biografía de Judit Polgar (Hungría, 1976) empieza mucho antes de
que ella naciera. Sus padres, Clara y Lazslo, ambos pedagogos,
sostenían que los genios no nacen, sino que se hacen; que los sistemas
educativos al uso eran manifiestamente mejorables; y que existía una
clara discriminación de la mujer desde la infancia; además, eran
aficionados al ajedrez.Decidieron llevar la teoría a la práctica: sus tres
hijas no irían nunca al colegio, "porque eso sería perder el tiempo",
excepto para los exámenes; iban a ser educadas en casa por ellos
mismos, con el ajedrez como asignatura importante.
Una parte de su método consistía en que Lazslo se encerraba en una
habitación con Susan, la hija mayor, lo que provocaba celos positivos en
las pequeñas, Sofía y Judit: "Si queréis entrar ahí, tenéis que aprender a jugar al ajedrez", les decía
Clara. Para minimizar el riesgo de que las tres niñas fueran insociables, los Polgar abrieron las
puertas de su casa de par en par a los ajedrecistas de la ciudad, que acudían a menudo para jugar
con sus hijas.
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Esa actitud fue tal vez decisiva para que el experimento fuera positivo. Años después, cuando las
tres húngaras saltaron a la fama, podían dar la imagen de ser tres monstruitos cuya única destreza
era visible en un tablero de 64 casillas. Pero, al conocerlas, la realidad no era así: las tres parecían
totalmente normales, amables, sonrientes, bromistas y más bien extrovertidas. "También podían
haber sido genios de la música o las matemáticas, pero elegimos el ajedrez porque es una
amalgama perfecta de arte, ciencia y deporte", explicaba Lazslo.
La revolución de las hermanas Polgar comenzó en la Olimpiada de ajedrez de Salónica (Grecia), en
1988. El día de la inauguración los periodistas levantaron las cejas al ver que tres de las cuatro
componentes del equipo húngaro femenino tenían el mismo apellido, y dieron un brinco al
comprobar sus edades: 19, 14 y 12 años. La sorpresa se convirtió en asombro al analizar sus
partidas: las tres jugaban de maravilla, lo que se tradujo en un hecho histórico: Hungría ganó la
medalla de oro, superando a las insuperables soviéticas, cuyos triunfos se habían convertido en
monótonos.
Susan fue años más tarde campeona del mundo femenina, y hoy se dedica a promover el ajedrez
en EEUU. Sofía, tras batir a grandes maestros masculinos en torneos de primera fila, decidió no ser
jugadora profesional, y hoy vive en Israel. La más impresionante como ajedrecista es Judit: ninguna
otra mujer en la historia se ha metido entre los diez mejores del mundo. Interrumpió su carrera
deportiva para ser madre: Oliver nació el 10 de agosto de 2004; Hanna, el 6 de julio de 2006. Pero
ha vuelto con fuerza, y nadie discute su presencia en la élite. Además, su simpatía y su estilo
creativo y agresivo son muy apreciados por los aficionados, como se ha visto en Bilbao durante sus
visitas anteriores.
Carlsen, un genio ejemplar
Magnus Carlsen (Noruega, 1990) recomienda a los padres de niños prodigio: “Que les apoyen,
pero sin presionar. El mío me enseñó a jugar al ajedrez a los cinco años, pero no me interesó, y
me dejó en paz”. Hoy, a los 16 años, este asombroso noruego se perfila como campeón del
mundo en un próximo futuro. A los dos ya resolvía rompecabezas difíciles; y a los cinco
recordaba las capitales, banderas, superficies y habitantes de todos los países.
A los ocho años Magnus se mostró celoso de que una de sus
tres hermanas jugase al ajedrez, y ahí comenzó una carrera
solo comparable en precocidad con las Fischer y Kaspárov.
Carlsen fue el gran maestro más joven del mundo a los 13; y
este año ha sido segundo en Linares y acaba de ganar el
torneo de Biel (Suiza). Duerme hasta once horas diarias, sigue
con pasión al Real Madrid y España es el país que mejor
conoce. Cuando no viaja acude a una escuela especial para
talentos deportivos. Tiene una peculiar opinión del dinero: “No
sé qué hacer con él. Gasto mucho menos de lo que gano”.
Contrariamente a lo ocurrido con otros prodigios del ajedrez,
Magnus fue al colegio normalmente hasta que, de pronto, se
convirtió en una estrella del tablero y empezó a viajar con mucha frecuencia. Además, practicaba
los saltos de esquí, jugaba al fútbol y subía asiduamente al monte con sus padres, además de
seguir los programas de debate y las series sobre vikingos en televisión.
Su primer año redondo fue 2004. Para lograr el título de gran maestro hay que acumular tres
resultados muy brillantes, pero Carlsen consiguió cuatro en cuatro meses, en los torneos de Wijk
aan Zee (Holanda), Moscú, Dubai (Emiratos Árabes Unidos) y Copenhague. Además, dio una
exhibición de simultáneas a ciegas contra cinco de los mejores jugadores juveniles de Noruega
(cuatro victorias y un empate) y jugó en Islandia, donde ganó al excampeón del mundo Kárpov e
hizo tablas con Kaspárov tras desperdiciar una posición ganadora.
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Cuando, a finales de octubre de 2004, llegó a Calviá para disputar las últimas rondas de la
Olimpiada de Ajedrez, a más de uno le costó entender que ese chaval no era un aficionado
precoz sino el mejor jugador de Noruega. Pero su gran explosión ha llegado en 2007 con un
asombroso segundo puesto en el Torneo de Linares a los 16 años, sólo superado por el indio
Viswanathan Anand, número uno del mundo.
Como suele ocurrir a su edad, Magnus habla lo imprescindible con desconocidos, pero a veces
suelta alguna perla a los periodistas. Por ejemplo, tras jugar las dos partidas contra Kaspárov en
Islandia, a los 13 años: “Estoy contento de la primera, a pesar de que pude ganarla. Pero en la
segunda [que perdió], jugué como un niño”.
Kariakin, un fenómeno en alza
Siempre ha habido niños prodigio en el ajedrez, como en la
música y en las matemáticas. Pero son cada vez más jóvenes, por
el uso de computadoras en el entrenamiento. El ucranio Serguéi
Kariakin (Ucrania, 1990) fue a los 12 el gran maestro más joven de
la historia.
A los cinco, Serguéi ya sabía jugar al ajedrez; le había enseñado
su padre a petición del niño, impresionado por un reportaje que vio
en la televisión ucrania. Pero no sabía escribir, así que no podía
apuntar las jugadas. Por esa razón, los participantes del torneo de
Simferópol (península de Crimea) de 1995 tuvieron que reunirse
para votar si permitían jugar al prodigioso Kariakin. Fue admitido y
celebró su primera victoria saliendo de la sala con volteretas
acrobáticas, otra de sus aficiones infantiles, junto al fútbol, el tenis
de mesa, las novelas de Agatha Christie y Sherlock Holmes, y los
juegos de estrategia en el ordenador.
Su madre, Tatiana, profesora especializada en deportes, no sabe si su hijo es un superdotado
porque nunca le han hecho una prueba de inteligencia. “Sí veo que mentalmente es muy maduro
para su edad, sobre todo por la seriedad ante el tablero. Fuera de él es alegre, aunque tímido, y
se parece más a un chico normal. Creo que el ajedrez ha desarrollado una inteligencia innata
que ya era alta”, explica. “Por cierto, noto que Serguéi se siente ya familiarizado con España,
como si fuera su segundo país. Y conserva un recuerdo muy grato de su anterior actuación en
Bilbao, en 2005”, añade.
El talento de Kariakin es inmenso, lo que casi le garantiza un futuro de esplendor, porque no sólo
domina la táctica sino que asombra desde los 12 años por su virtuosismo estratégico, algo muy
raro entre los niños. Las quinielas sobre futuros campeones del mundo siempre le incluyen.
Xiangzhi Bu, la perla china
El ajedrez estaba prohibido en China hace 40 años, durante la
Revolución Cultural, pero ahora es muy popular. El fruto más llamativo
de ese auge es Xiangzhi Bu (China, 1985) quien a los 13 años se
convirtió en el gran maestro más joven de todos los tiempos. Esa
marca estuvo antes en posesión de grandes campeones, como el
estadounidense Bobby Fischer, el ruso Gari Kaspárov o la húngara
Judit Polgar. Desde entonces, Bu ha progresado lentamente, pero de
manera regular y sus últimos resultados indican una progresión
importante.
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De padre ingeniero y madre obrera, aprendió a jugar a los seis años con su viejo entrenador, Ji
Yunqi, cursó sus estudios con normalidad, disfruta mucho de la lectura y de los juegos de
ordenador y también practica el fútbol. ¿Qué pasará si un país de 1.300 millones de habitantes
promueve masivamente el deporte mental? Bu es un símbolo de la explosión del ajedrez en
China y, como la mayoría de sus compatriotas, tiene un estilo de juego muy agresivo. La
explicación de esa peculiaridad está en que más del 10% de los ciudadanos practican el ajedrez
chino, en el que la táctica y el ataque directo son mucho más importantes que en la modalidad
internacional. Cuando se pasan a ésta tienden a jugar como antes.
En 1990 apenas había 15.000 ajedrecistas chinos en la modalidad internacional; ahora hay
varios millones, y el número no para de crecer. China ya es la primera potencia mundial en el
ajedrez femenino y empieza a producir perlas en el masculino. Bu es una de las más brillantes,
como demostrará en Bilbao.
Harikrishna, en la estela de Anand
El ajedrez se ha unido al críquet y el hockey sobre hierba como otra
pasión que une a los 1.100 millones de indios que hablan 1.600
idiomas o dialectos. Niños hindúes, musulmanes, cristianos o
budistas practican masivamente el deporte mental que, según
muchos historiadores, se inventó en su país hace más de quince
siglos. El principal causante de esa explosión es Viswanathan
Anand, pero otros siguen su camino, como Pentala Harikrishna, de
21 años.
Su salto a la fama fue muy precoz: tras aprender a jugar con su
padre cuando era muy pequeño, en 1996 dejó impresionados a los
espectadores de Cala Galdana (Menorca) cuando se proclamó
campeón del mundo sub 10 con un juego electrizante. Era el
segundo indio, tras Anand, que lograba ese título. Pero luego superó
a su ídolo en precocidad varias veces, cuando logró los títulos de maestro internacional y gran
maestro (a los 15 años) y cuando ganó el Campeonato de la Commonwealth.
Cuando explotó en Menorca, Harikrishna había dejado de ir al colegio, y estaba patrocinado por
una empresa de informática. Se entrenaba entre cinco y seis horas diarias, con la ayuda de
libros y computadoras, dirigido por un maestro internacional indio. Afortunadamente para su
educación integral, la nueva estrella india fue capaz de retomar los estudios, paralelamente a su
brillante carrera deportiva, y pronto entró en la selección nacional absoluta. Además, lo hizo a lo
grande: invicto, con dos victorias y nueve empates en la Olimpiada de Estambul 2000. Desde
entonces, su progresión ha sido lenta pero constante, como demostró el pasado julio, cuando
ganó el torneo de Montreal (Canadá). En Bilbao, Harikrishna representará al país donde
probablemente se inventó el ajedrez, pero también exhibirá su enorme talento.
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