Enseñanzas,

ESTUDIO Y PRÁCTICA


para profundizar la Hora 11

Jesús en la casa de Caifás

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De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 13-35 Noviembre 22, 1921

Los actos hechos en la Divina Voluntad son luz.  La pena que más traspasó a Jesús en su Pasión fue el fingimiento

 

"Continuando mi habitual estado y pasando casi toda la noche en vela, mi pensamiento frecuentemente volaba a mi prisionero Jesús, y Él haciéndose ver entre densas tinieblas, tanto, que oía su respiro afanoso, sentía la proximidad de su persona, pero no lo veía; entonces he buscado fundirme en su Santísima Voluntad haciendo mis acostumbradas compasiones y reparaciones, y un rayo de luz más luminoso que el sol ha salido de dentro de mi interior e iluminaba el rostro de Jesús.  Con esta luz su santísimo rostro se ha iluminado, y haciéndose de día se han disipado las tinieblas y yo he podido abrazarme a sus rodillas, y Él me ha dicho:

“Hija mía, los actos hechos en mi Voluntad son días para Mí, y si el hombre con sus culpas me circunda de tinieblas, estos actos, más que rayos solares me defienden de las tinieblas y me circundan de luz, y me dan la mano para hacer conocer a las criaturas quién soy Yo.  Por eso amo tanto a quien vive en mi Querer, porque en mi Voluntad puede darme todo y me defiende de todos, y Yo me siento llevado a darle todo y a encerrar en ella todos los bienes que debería dar a todos los demás.  Supón que el sol tuviese razón, y que las plantas fueran racionales, y que voluntariamente rechazaran la luz y el calor del sol, que no desearan ni fecundar ni producir frutos; sólo una planta recibe con amor la luz del sol y quisiera dar al sol todos los frutos que las otras plantas no quieren producir, ¿no sería justo que el sol retirando de todas las demás plantas su luz, hiciera llover sobre esta planta toda su luz y su calor?  Creo que sí.  Ahora, lo que no sucede al sol porque está privado de razón, puede suceder entre el alma y Yo”.

Dicho esto ha desaparecido.  Después ha regresado y ha agregado:

“Hija mía, la pena que más me traspasó en mi Pasión fue el fingimiento de los fariseos, fingían justicia y eran los más injustos; fingían santidad, legalidad, orden, y eran los más perversos, fuera de toda regla y en pleno desorden, y mientras fingían honrar a Dios, se honraban a sí mismos, su propio interés, su propia conveniencia, por eso la luz no podía entrar en ellos, porque sus modos fingidos les cerraban las puertas, y el fingimiento era la llave que a doble giro de cerradura, cerrándola a muerte, obstinadamente impedía aun cualquier resplandor de luz, tanto que Pilatos, idólatra, encontró más luz que los mismos fariseos, porque todo lo que él hizo y dijo no partía del fingimiento, sino a lo más del temor, y Yo me siento más atraído hacia el pecador más perverso, no fingido, que hacia aquellos que son más buenos, pero fingidos.  ¡Oh!, cómo me da repugnancia quien aparentemente hace el bien, finge ser bueno, reza, pero por dentro anida el mal, el propio interés, y mientras los labios rezan su corazón está lejano de Mí, y en el mismo acto de hacer el bien piensa cómo satisfacer sus pasiones brutales.  Además, el hombre fingido en el bien que aparentemente hace y dice, no es capaz de dar luz a los demás, habiéndole cerrado las puertas a la luz, así que obran como demonios encarnados, que muchas veces bajo aspecto de bien atraen al hombre, y éstos viendo el bien se dejan atraer, pero cuando van en lo mejor del camino los precipitan en las culpas más graves.  ¡Oh! cómo son más seguras las tentaciones bajo aspecto de culpa, que aquellas bajo aspecto de bien, así es más seguro tratar con personas perversas, que con personas buenas pero fingidas, ¿cuánto veneno no esconden, cuantas almas no envenenan?  Si no fuera por los fingimientos y todos se hicieran conocer por lo que son, se quitarían la raíces del mal de la faz de la tierra, y todos quedarían desengañados”.

Fiat Divina Voluntad