Enseñanzas,

ESTUDIO Y PRÁCTICA


para profundizar la Hora 15

Jesús ante Pilatos y Pilatos lo manda a Herodes

AUDIO


De los escritos de la S. D. Luisa Piccarreta Vol. 14-76 Noviembre 24, 1922

Efectos de la palabra y mirada de Jesús. 

Jesús reprende a Luisa por querer dejar ocultas estas verdades



(1) Estaba pensando en mi dulce Jesús cuando fue presentado a Herodes, y decía entre mí: “Cómo es posible que Jesús, tan bueno, no se haya dignado decirle una palabra, ni dirigirle una mirada. ¿Quién sabe y a lo mejor aquel pérfido corazón, ante la potencia de la mirada de Jesús se hubiera convertido?” Y Jesús haciéndose ver me ha dicho: 

(2) “Hija mía, era tanta su perversidad e indisposición de ánimo, que no mereció que lo mirara y le dijera una palabra, y si lo hubiera hecho él se habría hecho más culpable, porque cada palabra mía o mirada son vínculos de más que se forman entre Yo y la criatura. Cada palabra es una unión mayor, un mayor estrechamiento; y en cuanto el alma se siente mirada, la gracia comienza su trabajo. 

Si la mirada o la palabra ha sido dulce, benigna, el alma dice: ‘Cómo era bella, penetrante, suave, melodiosa, ¿cómo no amarlo?’ O bien si ha sido una mirada o palabra majestuosa, fulgurante de luz, dice: ‘Qué majestad, qué grandeza, qué luz tan penetrante, cómo me siento pequeña, cómo soy miserable, cuántas tinieblas en mí ante esa luz tan fulgurante’. Si te quisiera decir la potencia, la gracia, el bien que lleva mi palabra o mirada, cuántos libros te haría escribir. Ahora, mira entonces cuántos bienes te he hecho al mirarte tantas veces, en tenerte Conmigo en familiares conversaciones, no han sido sólo palabras, sino discursos completos, por esto puedes comprender que las uniones entre tú y Yo, las relaciones, los vínculos, las estrechuras, son innumerables. 

Yo he hecho contigo como un maestro, que con otros que quieren alguna indicación les dice sólo algunas palabras, pero con sus propios discípulos, queriendo hacer de ellos otros tantos maestros semejantes a él, se está con ellos todo el día, habla largamente, está siempre sobre ellos y ahora desarrolla un argumento, ahora una semejanza para hacerse comprender más, no los deja jamás solos por temor de que distrayéndose, hagan que el viento se lleve sus fatigas, y si es necesario quita horas a su reposo para educarlos; no ahorra nada, ni fatigas, ni cansancios, ni sudores para obtener su propósito, que sus discípulos se vuelvan maestros. 

Así he hecho Yo contigo, nada he ahorrado, con los demás he tenido sólo algunas palabras, contigo discursos, largas lecciones, semejanzas, de noche, de día, a todas horas. ¿Cuántas gracias no te he hecho? ¿Cuánto amor, hasta no saber estar sin ti? Es grande el designio que he hecho sobre ti, por eso mucho te he dado; ahora, tú en agradecimiento quisieras tener oculto en ti lo que te he dicho y dado, y por lo tanto no darme la gloria que con manifestarlo Yo habría tenido. 

¿Qué dirías tú de un discípulo que después de que el maestro ha llegado con tantas fatigas a hacerlo maestro, quisiera retener en sí la instrucción recibida, sin impartirla a los demás? ¿No sería un ingrato, y un dolor para el maestro? ¿Qué dirías del sol, que después de que le he dado tanta luz y calor no quisiera hacer descender esta luz y calor sobre la tierra? ¿No le dirías al sol: ‘Es cierto que eres bello, pero no haces bien en tenerla para ti, la tierra, las plantas, las generaciones humanas esperan tu luz, tu calor, los quieren para recibir la vida, la fecundidad; ¿por qué quieres privarnos de tanto bien? Mucho más que con dárnoslas nada pierdes, al contrario, adquieres mayor gloria y todos te bendecirán”. Tal eres tú, es más, más que sol, he puesto en ti tanta luz de verdad sobre mi Voluntad, que sería bastante más que sol para iluminar a todos y para hacer más bien que cuanto hace el sol a la tierra, y Yo y las generaciones esperamos que salga de ti esta luz, y tú piensas en cómo ocultarla y casi te afliges si personas autorizadas quieren ocuparse de hacerla salir. No, no, no está bien”. 

(3) Yo me sentía morir al oír a mi dulce Jesús, y mucho más me sentía culpable porque en estos días, habiéndose llevado un escrito mío, no han conseguido el intento que se proponían de hacerlo salir fuera, y yo he sentido una gran satisfacción por eso. ¡Oh! cómo me sentía mal al oírme reprender tan duramente, y de corazón le pedía perdón. Y Jesús para tranquilizarme me ha bendecido diciéndome: 

(4) “Te perdono y te bendigo, pero serás más atenta y no lo harás más”.