"en el huerto grité al Padre:  ‘Si es posible pase de Mí este cáliz”.  

¿Crees tú que fui Yo?  ¡Ah no!  Te engañas, Yo amaba el sufrir hasta la locura, amaba la muerte para dar vida a mis hijos, era el grito de toda la familia humana que resonaba en mi Humanidad, y Yo, gritando junto con ellos para darles fuerzas repetí tres veces:  ‘Si es posible pase de Mí este cáliz’.  Yo hablaba a nombre de todos, como si fueran cosa mía, pero me sentía aplastar"

Enseñanzas,

ESTUDIO Y PRÁCTICA


para profundizar la Hora 6

La segunda Hora de Agonía

en el Huerto de Getsemaní

AUDO


De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 14-46  Julio 28, 1922 

Semejanza del alma con Jesús, no sólo en las muertes de dolor, sino también en las del amor

 

Me sentía toda inmersa en su Santísimo Querer, y mi dulce Jesús al venir me ha dicho:

“Hija mía, funde tu inteligencia con la mía, a fin de que circule en todas las inteligencias de las criaturas, y reciba el vínculo de cada uno de los pensamientos de ellas para sustituirlos con tantos otros pensamientos hechos en mi Querer, y Yo reciba la gloria como si todos los pensamientos fuesen hechos en modo divino.  Ensancha tu querer en el mío, ninguna cosa debe escapar que no quede atrapada en la red de la tuya y mía Voluntad; mi Querer en Mí y mi Querer en ti deben confundirse juntos y tener los mismos confines interminables, pero tengo necesidad de que tu querer se preste a extenderse en el mío y no se le escape ninguna cosa creada por Mí, a fin de que en todas las cosas escuche el eco de la Voluntad Divina en la voluntad humana, a fin de que ahí genere mi semejanza.  Mira hija mía, Yo sufrí doble muerte por cada una de las criaturas, una de amor y la otra de pena, porque al crearla la creé un complejo todo de amor, por lo cual no debía salir de ella otra cosa que amor, tanto que mi amor y el suyo debían estar en continuas corrientes, pero el hombre no sólo no me amó, sino que ingrato me ofendió, y Yo debía rehacer a mi Divino Padre de esta falta de amor, y debí aceptar una muerte de amor por cada uno, y otra de dolor por las ofensas”.

Pero mientras esto decía, veía a mi dulce Jesús todo una llama, que lo consumía y le daba muerte por cada uno, es más, veía que cada pensamiento, palabra, movimiento, obra, paso, etc., eran tantas llamas que consumían a Jesús y lo vivificaban.

Entonces Jesús ha agregado:  “¿No quisieras tú mi semejanza?  ¿No quisieras tú aceptar las muertes de amor como aceptaste las muertes de dolor?”

Y yo:  “¡Ah! mi Jesús, yo no sé qué me haya sucedido, siento aún gran repugnancia por haber aceptado las de dolor, ¿cómo podría aceptar las de amor que me parecen más duras?  Yo tiemblo al sólo pensarlo, mi pobre naturaleza se aniquila más, se deshace.  Ayúdame, dame la fuerza porque siento que no puedo seguir adelante”.

Y Jesús todo bondad y decidido ha agregado:  “Pobre hija mía, ánimo, no temas ni quieras turbarte por la repugnancia que sientes; es más, para tranquilizarte te digo que también ésta es una semejanza mía.  Debes saber que también mi Humanidad, por cuan santa, deseosa a lo sumo de sufrir, sentía esta repugnancia, pero no era mía, eran todas las repugnancias de las criaturas que sentían en hacer el bien, en aceptar las penas que merecían, y Yo debía sufrir estas penas que me torturaban no poco, para dar a ellas la inclinación al bien y hacerles más dulces las penas, tanto, que en el huerto grité al Padre:  ‘Si es posible pase de Mí este cáliz”.  ¿Crees tú que fui Yo?  ¡Ah no!  Te engañas, Yo amaba el sufrir hasta la locura, amaba la muerte para dar vida a mis hijos, era el grito de toda la familia humana que resonaba en mi Humanidad, y Yo, gritando junto con ellos para darles fuerzas repetí tres veces:  ‘Si es posible pase de Mí este cáliz’.  Yo hablaba a nombre de todos, como si fueran cosa mía, pero me sentía aplastar; así que la repugnancia que sientes no es tuya, es el eco de la mía, si fuera tuya me habría retirado, por eso hija mía, queriendo generar de Mí otra imagen mía, quiero que aceptes, y Yo mismo quiero imprimir en tu voluntad ensanchada y consumida en la mía estas mis muertes de amor”.

Y mientras esto decía, con su santa mano me las imprimía, y ha desaparecido.  Sea todo para gloria de Dios.