Mt 18, 14
"...Igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños”
Jn 6, 67
''¿También ustedes quieren dejarme?''
Reparemos en María a Jesús
“Que mi reparación sea a favor de aquellas almas que deberían perderse, para que no se pierdan”
Las Horas de la Pasión
De Nuestro Señor Jesucristo
Una parte de la Hora 21
"Penante Jesús mío, mientras estoy abrazado fuertemente a tu Corazón y abandonado del todo en él, contando tus penas, veo que tu santísima humanidad se ve invadida por una terrible convulsión; tus miembros tiemblan como si quisieran separarse unos de otros, y en medio de las contorsiones que sufres por los atroces espasmos de tu agonía, gritas fuertemente: « ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”. Y al oír este grito todos tiemblan, las tinieblas se hacen más densas y tu Madre Santísima, petrificada, se pone pálida y se desmaya.
¡Vida mía y Todo mío! ¡Oh Jesús!, pero, ¿qué es lo que veo? ¡Ah!, tu muerte está cerca y tus mismas penas, siempre fieles a ti, están por abandonarte. Y entre tanto, después de tanto sufrir, con sumo dolor te das cuenta de que no todas las almas están incorporadas a ti, sino por el contrario, ves que muchas se perderán y sientes su dolorosa separación como si ellas mismas se arrancaran de tus miembros. Y tú, debiendo darle satisfacción a la divina justicia también por ellas, sientes la muerte de cada una, sientes las mismas penas que ellas deberán sufrir en el infierno, y les gritas con fuerza a todos esos corazones:
« ¡No me abandonen! Si quieren que yo sufra más todavía, estoy dispuesto, pero no se separen de mi humanidad. ¡Este es el dolor de los dolores, ésta es la muerte de las muertes! ¡Todo lo demás sería nada para mí si no tuviera que sufrir esta separación! ¡Ah, piedad de mi sangre, de mis llagas, de mi muerte! Este grito será continuo en su corazón: ¡Ah, no me abandonen!”.
¡Amor mío, cuánto te compadezco! Te estás sofocando; tu santísima cabeza ha caído ya sobre tu pecho; la vida te está abandonando… Amor mío, me siento morir; también yo quiero gritar contigo: «¡Almas, almas!”. No me separaré de tu cruz y de tus llagas para pedirte almas; y si tú quieres, entraré en los corazones de las criaturas, los rodearé con tus penas para que no se me escapen y si me fuera posible quisiera ponerme a la puerta del infierno para hacer que retrocedan las almas que están destinadas a este puesto y conducirlas a tu Corazón. Pero tú agonizas y callas, y yo lloro porque veo que estás por morir.
¡Oh Jesús mío!, te compadezco, estrecho tu Corazón fuertemente al mío, lo beso y lo miro con toda la ternura de la que ahora soy capaz, y para procurarte un mayor alivio, hago mía la ternura divina y con ella quiero compadecerte, quiero convertir mi corazón en un río de dulzura y derramarlo en el tuyo, para endulzar la amargura que sientes por la perdición de tantas almas. Verdaderamente es muy doloroso este grito, ¡oh Jesús mío!; más que el abandono del Padre, es la perdición de las almas que se alejan de ti lo que hace que se te escape del Corazón este doloroso lamento.
¡Oh Jesús mío!, aumenta en todos tu gracia para que nadie se pierda; y que mi reparación sea a favor de aquellas almas que deberían perderse, para que no se pierdan.
Te ruego además, ¡oh Jesús mío!, por este extremo abandono, que ayudes a tantas almas que te aman y que tú, para hacer que te acompañen en tu abandono, parece que las privas de ti dejándolas en las tinieblas; que sus penas sean, ¡oh Jesús!, como plegarias que llamen a todas las almas a tu lado y que conforten tu dolor".
Fiat Divina Voluntad
Lc. 2, 9
María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón
Lc. 1, 42
"y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno"
Lc. 1, 42-43
“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”
Lc. 11, 27
“una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.»”
Reparemos en María a Jesús
Por “todas las ofensas que se le hacen a la Santísima Virgen, las blasfemias y las ingratitudes de tantos que no quieren reconocer los inmensos beneficios que nos has dado dándonosla por Madre”
Las Horas de la Pasión
De Nuestro Señor Jesucristo
Una parte de la Hora 21
la tercera palabra: a maría santísima: « mujer, he ahí a tu hijo ». a Juan: « he ahí a tu madre »"...Mientras tanto, viendo que ya no tienes nada que darle, habiéndole dado todo, vuelves tu débil mirada hacia tu Madre. También ella está más que moribunda a causa de tus penas y es tan grande el amor que la tortura, que la tiene crucificada junto contigo. Madre e Hijo se comprenden; y tú das un suspiro de satisfacción y te consuelas al ver que todavía puedes darles a las criaturas a tu Madre; y viendo en Juan a todo el género humano, con una voz tan tierna que enternece a todos los corazones, le dices a tu Madre:
« ¡Mujer, he ahí a tu hijo! ».
Y a Juan: « ¡He ahí a tu Madre! ».
Tu voz penetra en su Corazón materno y junto con la voz de tu sangre sigues diciendo:
« Madre mía, a ti te confío todos mis hijos. ¡Así como me amas a mí, ámalos también a ellos! Que todos tus cuidados y ternuras maternas sean para mis hijos. Tú me los salvarás a todos ».
Tu Madre Santísima acepta. Y mientras tanto, son tan intensas tus penas, que de nuevo te reducen al silencio.
¡Oh Jesús mío!, quiero reparar todas las ofensas que se le hacen a la Santísima Virgen, las blasfemias y las ingratitudes de tantos que no quieren reconocer los inmensos beneficios que nos has dado dándonosla por Madre. Cómo podremos agradecerte este beneficio tan grande?
Recurro a tu misma fuente, ¡oh Jesús!, y te ofrezco tu sangre, tus llagas y el amor infinito de tu Corazón. ¡Oh Virgen Santísima, qué conmoción tan grande sientes al oír la voz de tu amado Jesús que te deja como Madre de todos nosotros!
Te doy gracias, Virgen bendita, y para darte gracias como mereces te ofrezco la misma gratitud de tu Jesús. ¡Oh dulce Madre!, protégenos, cuídanos, no dejes que jamás te ofendamos en lo más mínimo, tennos siempre abrazados a Jesús y con tus manos átanos a él, de manera que nunca más podamos volver a huir de él. Quiero reparar con tus mismas intenciones todas las ofensas que le hacen a Jesús y las que te hacen a ti también, ¡oh dulce Madre mía!”
Fiat Divina Voluntad
Lc. 5, 8
"Apártate de mí, Señor, que soy un pecador"
Mt. 13, 17
Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron.
Mt. 11, 11.14-15
“Entonces se pusieron a protestar contra el amo: …Quiero darle a este último igual que a ti ¿Es que no tengo libertad para hacer lo quiera en mis asuntos?”
Lc. 11, 9-13
"Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide, recibe; quien busca, halla, y al que llama, se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuanto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?"
Lc. 4, 19. 21
Para anunciar el año de gracia del Señor.”
"Y Él se puso a decirles: “Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír.”
Reparemos en María a Jesús
por los actos que obstaculizan las gracias, bendiciones, abundancias Divinas
por los actos y el tiempo perdido en vida; y en la agonía: “tu amor se ve obstaculizado! ¡Cuántos rechazos, cuántas desconfianzas, cuántas desesperaciones!”
por “todos aquellos que se desesperan despreciando tu divina misericordia en el momento de su muerte”
Las Horas de la Pasión
De Nuestro Señor Jesucristo
Una parte de la Hora 21
la Segunda palabra « ¡hoy estarás conmigo en el paraíso! »Crucificado Amor mío, mientras contigo hago oración, la fuerza arrebatadora de tu amor y de tus penas mantiene mi mirada fija en ti; pero siento que se me rompe el corazón por el dolor al verte sufrir tanto. Tú estás delirando de amor y de dolor y las llamas que abrasan tu Corazón se elevan tanto que están a punto de hacerte cenizas; tu amor reprimido es más fuerte que la misma muerte y tú, queriendo darle desahogo a tu amor, mirando al ladrón que se encuentra a tu derecha, se lo robas al infierno; le tocas el corazón con tu gracia y cambia totalmente; te reconoce, confiesa que tú eres Dios, y lleno de contrición dice:
« ¡Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino! ».
Y tú no vacilas en responderle:
« ¡Hoy estarás conmigo en el paraíso! ».
Y se convierte así en el primer triunfo de tu amor. Pero me doy cuenta que tu amor no solamente le roba el corazón a este ladrón, sino también a tantos moribundos. ¡Ah!, tú pones a su disposición tu sangre, tu amor, tus méritos y haces uso de todos tus artificios y estratagemas divinos para tocarles el corazón y cautivarlos a todos para ti. ¡Pero también aquí tu amor se ve obstaculizado! ¡Cuántos rechazos, cuántas desconfianzas, cuántas desesperaciones! ¡Es tan grande tu dolor que de nuevo te reduce al silencio!
¡Oh Jesús mío!, quiero reparar por todos aquellos que se desesperan despreciando tu divina misericordia en el momento de su muerte. Dulce Amor mío, inspírales a todos fe y confianza ilimitada en ti, especialmente a quienes se hallan angustiados en su agonía, y en virtud de esta palabra tuya concédeles luz, fuerza y ayuda para poder morir santamente y volar de la tierra al cielo. En tu santísimo cuerpo, en tu sangre, en tus llagas, contienes a todas las almas, ¡oh Jesús!, así pues, por los méritos de tu preciosísima sangre, no permitas que ni siquiera una sola alma se pierda. Que también hoy tu sangre unida a tu voz les grite a todos:
« ¡Hoy estaréis conmigo en el paraíso! ».
Fiat Divina Voluntad
Mt. 10, 22
“Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará”
Reparemos en María a Jesús
Por ser “inconstante en el amor”
Las Horas de la Pasión
De Nuestro Señor Jesucristo
Una parte de la Hora 21
"No permitas, mi dulce Bien, que yo sea inconstante en el amor, antes bien, dame tu inmutabilidad.”
“¡Oh Jesús!, extiendo mis brazos para abrazarte y tú extiende los tuyos para abrazarme. ¡Oh mi Bien!, haz que sea tan fuerte este abrazo de amor que ninguna fuerza humana pueda separarnos, y así abrazados, apoyaré mi rostro sobre tu Corazón, y luego, lleno de confianza, te besaré y tú me darás el beso de tu amor. De este modo, harás que respire tu aliento dulcísimo, tu amor, tu Voluntad, tus penas y toda tu vida divina.
Hombros santísimos de mi Jesús, siempre fuertes y constantes en el sufrir por amor a mí, denme fuerza, constancia y heroísmo para sufrir por amor a ti, oh Jesús. No permitas, mi dulce Bien, que yo sea inconstante en el amor, antes bien, dame tu inmutabilidad.”
Fiat Divina Voluntad