Lc 1, 42

"y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno"

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Reparemos "todas las ofensas que se le hacen a la Santísima Virgen, las blasfemias y las ingratitudes de tantos que no quieren reconocer los inmensos beneficios que nos has dado dándonosla por madre" 


Las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo 

Una parte de la Hora 21 

La Segunda Hora de Agonía sobre la Cruz 


"... Mientras tanto, viendo que ya no tienes nada que darle, habiéndole dado todo, vuelves tu débil mirada hacia tu Madre. También ella está más que moribunda a causa de tus penas y es tan grande el amor que la tortura, que la tiene crusificada junto contigo. Madre e hijo se comprenden; y tú das un suspiro de satisfacción y te consuelas al ver que todavía puedes darles a las criaturas a tu Madre; y viendo en Juan a todo el género humano, con una voz tan tierna que enternece a todos los corazones, le dices a tu Madre: 

«¡Mujer, he ahí a tu hijo!». 

Y a Juan: «¡He ahí a tu Madre!». 

Tu voz penetra en su Corazón materno y junto con la voz de tu sangre sigues diciendo:

«Madre mía, a ti te confío todos mis hijos. ¡Así como me amas a mí, ámalos también a ellos! Que todos tus cuidados y ternuras maternas sean para mis hijos. Tú me los salvarás a todos».

Tu Madre Santísima acepta. Y mientras tanto, son tan intensas tus penas, que de nuevo te reducen al silencio. ¡Oh Jesús mío!, quiero reparar todas las ofensas que se le hacen a la Santísima Virgen, las blasfemias y las ingratitudes de tantos que no quieren reconocer los inmensos beneficios que nos has dado dándonosla por madre ¿Cómo podemos agradecerte este beneficio tan grande?

Recurro a tu misma fuente, ¡oh Jesús!, y te ofrezco tu sangre, tus llagas y el amor infinito de tu corazón. 

¡Oh Virgen Santísima, qué conmoción tan grande sientes al oír la voz de tu amado Jesús que te deja como Madre de todos nosotros! Te doy gracias, Virgen bendita, y para darte gracias como mereces te ofrezco la misma gratitud de tu Jesús. ¡Oh dulce Madre!, protégenos, cuídanos, no dejes que jamás te ofendamos en lo más mínimo, tennos siempre abrazados a Jesús y con tus manos átanos a él, de manera que nunca más podamos volver a huir de él. Quiero reparar con tus mismas intenciones todas las ofensas que le hacen a Jesús y las que te hacen a ti también, ¡oh dulce Madre mía!" 

Fiat Divina Voluntad

Evangelio del 31 de Mayo, 2024