Breve reseña de la Hora 17


De las 9 a las 10 de la mañana

La Coronación de Espinas de Jesús 

« Ecce homo! »


La coronación de espinas de Jesús es el llamado divino a nuestras inteligencias, a nuestros pensamientos, y a todos los pecados que anidan en la mente, como la soberbia, para hacer el uso debido, por el cual fue creada nuestra inteligencia a imagen y semejanza de Dios. Dolor-Perdón, por nuestra inteligencia no usada para conocerte, entenderte, y quedar unida a tu inteligencia Divina.

Mi Jesús, con tus espinas clavadas en tu cabeza reparas: “… las ambiciones de quienes aspiran a los reinos, a las dignidades, a los honores, y por quienes ocupando estos puestos, no comportándose debidamente, forman la ruina de los pueblos y de las almas confiadas a ellos y que, por sus malos ejemplos, incitan al mal y a que las almas se pierdan.

Junto a Ti, coronado Jesús, reparamos y rehacemos en nosotros todas las cosas a la luz de tu Verdad: “ …Con estas espinas quiero hacer pedazos el espíritu de soberbia de sus señorías y, con los agujeros que hacen en mi cabeza, quiero abrirme camino en sus mentes, para reordenar en ellas todas las cosas a la luz de la verdad… ”

Y nos haces ver el momento de la coronación y las burlas que, tus enemigos sin saber confirmaban tu reinado: “… tus crueles enemigos hacen que te sientes, te echan encima un trapo viejo de púrpura, toman la corona de espinas, y con furia infernal te la ponen sobre tu adorable cabeza; y con un palo, a base de golpes, hacen que las espinas penetren sobre tu frente y parte de ellas se te clavan hasta en los ojos, en los oídos, en el cráneo y hasta por detrás de la nuca. 

… los verdugos, queriendo concluir la tragedia, te vendan los ojos, te ponen en la mano una caña como si fuera un cetro y dan inicio a sus burlas…”

Amor mío, llega el momento en que por tercera vez te condenan a muerte, siendo a esta hora tu condena final, y dices: « Hijo mío, estréchate a mi Corazón y toma parte en mis penas y en mis reparaciones. El momento es solemne: se debe decidir entre mi muerte y la muerte de todas las criaturas. En este momento dos corrientes desembocan en mi Corazón: en una están todas las almas que si me quieren muerto, es porque quieren hallar en mí la vida y aceptando yo la muerte por ellas, son absueltas de la condenación eterna y las puertas del cielo se abren para recibirlas; en la otra corriente están las almas que me quieren muerto por odio y para confirmar su condena, por lo que mi Corazón queda destrozado y siente la muerte de cada una de ellas y hasta las mismas penas del infierno ».

En esta tercera condena: “… oigo el grito de todos:

« ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! ¡Lo queremos muerto a cualquier costo! ».

Vida mía, Jesús, veo que estás temblando. El grito de muerte, penetra hasta lo más profundo de tu Corazón, y en estas voces percibes la voz de tu amado Padre que dice:

« ¡Hijo mío, te quiero muerto y muerto crucificado! ».  ...”

Unidos a Jesús Reparemos con su Divina Voluntad



Las Horas de la Pasión 

de Nuestro Señor Jesucristo


S. D.  Luisa Piccarreta, 

La Pequeña Hija de la Divina Voluntad

Oración de preparación para antes de cada hora


"Oh, Señor mío Jesucristo, postrado ante tu Divina Presencia, imploro a tu amoroso corazón que me admita a la dolorosa meditación de las 24 horas en que por amor a nosotros quisiste sufrir tanto en tu adorable cuerpo y en tu alma santa, hasta llegar a la muerte en la cruz. Oh, por favor, dame tu ayuda, gracia, amor, profunda compasión y comprensión de tus sufrimientos, mientras medito ahora la _______ Hora. 

Y por aquellas horas en las que no puedo meditar, te ofrezco mi voluntad de meditar en ellas, y voluntariamente tengo la intención de meditar en todas las horas en que tengo que dedicarme a mis deberes, o dormir. 

Acepta, oh Señor misericordioso, mi amorosa intención, y que sea beneficioso para mí y para todos, como si de manera efectiva y santa logré todo lo que deseo practicar. 

Te doy gracias, oh Jesús mío, por llamarme a la unión contigo por medio de la oración; y para complacerte más, tomo tus pensamientos, tu lengua, tu corazón, y con ellos mi cabeza en Tu Corazón, y empiezo..." 

Hora 17

De las 9 a las 10 de la mañana

La Coronación de Espinas de Jesús

« Ecce homo! »



Jesús en condenado a Muerte 

Jesús mío, Amor infinito, más te miro y más comprendo cuánto sufres! Te encuentras de tal forma lacerado que no queda parte sana en ti. Los verdugos, volviéndose todavía más feroces, al ver que tú, en medio de tantas penas, los miras con tanto amor que tu mirada llena de amor forma un dulce encanto, casi como si hablara rogando y suplicando más y más penas, aunque son inhumanos, de todos modos se sienten forzados por tu amor a ponerte de pie; pero tú, no pudiendo mantenerte parado, caes de nuevo en tu sangre, y ellos, irritados, a patadas y a empujones te hacen llegar al sitio en donde te coronarán de espinas. 

Amor mío, si tú no me sostienes con tu mirada de amor, yo no podré seguir viéndote sufrir; siento ya un escalofrío que me llega hasta los huesos, mi corazón salta, me siento morir... ¡Jesús, Jesús, ayúdame! 

Y mi amable Jesús me dice: 

« Ánimo, hijo mío, no vayas a perderte nada de lo que he sufrido; pon atención a mis enseñanzas. Yo debo rehacer al hombre en todo; la culpa le ha quitado su corona y lo ha coronado de oprobios y de confusión, de modo que no puede comparecer ante mi majestad. La culpa lo ha deshonrado, haciéndole perder cualquier derecho a los honores y a la gloria, es por eso que quiero ser coronado de espinas, para volver a ponerle al hombre sobre la frente su corona, y para devolverle todos los derechos a toda clase de honor y gloria. Y mis espinas serán ante mi Padre reparaciones y voces de disculpa por tantos pecados de pensamiento, especialmente de soberbia, y serán también voces de luz para cada mente creada con las que les suplicaré que no me ofendan. Por eso, únete a mí, ora y repara junto conmigo ». 

Coronado Jesús mío, tus crueles enemigos hacen que te sientes, te echan encima un trapo viejo de púrpura, toman la corona de espinas, y con furia infernal te la ponen sobre tu adorable cabeza; y con un palo, a base de golpes, hacen que las espinas penetren sobre tu frente y parte de ellas se te clavan hasta en los ojos, en los oídos, en el cráneo y hasta por detrás de la nuca. 

Amor mío, ¡qué penas tan desgarradoras e indescriptibles! ¡Cuántas muertes tan crueles sufres! Tu sangre corre sobre tu rostro, de manera que ya no se ve más que sangre; pero bajo esas espinas y esa sangre se puede ver todavía tu rostro santísimo, radiante de dulzura, de paz y de amor. Y los verdugos, queriendo concluir la tragedia, te vendan los ojos, te ponen en la mano una caña como si fuera un cetro y dan inicio a sus burlas. Te saludan cual Rey de los judíos, te golpean la corona, te dan bofetadas y dicen: 

« Adivina, ¿quién te ha golpeado? ». 

Y tú callas y respondes reparando las ambiciones de quienes aspiran a los reinos, a las dignidades, a los honores, y por quienes ocupando estos puestos, no comportándose debidamente, forman la ruina de los pueblos y de las almas confiadas a ellos y que, por sus malos ejemplos, incitan al mal y a que las almas se pierdan. 

Y con esa caña que tienes en la mano, tú reparas por tantas obras buenas, vacías de espíritu interior o incluso hechas con malas intenciones. Con los insultos y esa venda, reparas por quienes ponen en ridículo las cosas más santas, desacreditándolas y profanándolas; reparas también por quienes se vendan la vista de la inteligencia para no ver la luz de la verdad. 

Y con la venda ruegas por nosotros para que nos quitemos las vendas de las pasiones, de las riquezas y de los placeres. 

Jesús, Rey mío, tus enemigos te siguen insultando; tu sangre chorrea tanto de tu santísima cabeza que llegándote hasta la boca te impide hacerme oír claramente tu dulcísima voz, por lo que no puedo hacer lo que tú estás haciendo; por eso me arrojo a tus brazos y quiero sostener tu cabeza traspasada y adolorida y poner la mía debajo de tus espinas, para sentir sus punzadas... 

Pero mientras estoy diciendo esto, Jesús me llama con su mirada de amor y yo corro, me abrazo a su Corazón y trato de sostener su cabeza. ¡Oh, qué gusto da estar con Jesús, aún en medio de mil tormentos! 

Y él me dice: 

« Hijo mío, estas espinas proclaman que quiero ser constituido Rey de cada corazón; a mí me corresponde todo dominio; y tú, toma estas espinas y atraviesa con ellas tu corazón y haz que salga de él todo lo que a mí no me pertenece; deja dentro de tu corazón una espina, como señal de que yo soy tu Rey y para impedir que ninguna otra cosa entre en ti; luego recorre todos los corazones de las criaturas y traspasándolos con mis espinas haz que salgan de ellos todos los humos de soberbia, la podredumbre que tienen, y constitúyeme Rey de todos ». 

Amor mío, el corazón se me oprime cuando te dejo. Por eso te suplico: que ensordezcas mis oídos con tus espinas, para que ya no pueda oír alguna otra voz que no sea la tuya; que cubras con tus espinas mis ojos, para tener ojos solamente para mirarte a ti; que me llenes con tus espinas la boca, para que mi lengua permanezca muda a todo lo que pueda ofenderte y se encuentre libre para alabarte y bendecirte en todo. ¡Oh Jesús, Rey mío!, rodéame de espinas y que estas espinas me cuiden, me defiendan y me tengan abismado totalmente en ti. 

Y ahora quiero limpiarte la sangre y besarte, pues veo que tus enemigos te conducen ante Pilato, quien te condenará a muerte. Amor mío, ayúdame a seguir tu doloroso camino y bendíceme. 



Jesús de nuevo ante Pilato 

Coronado Jesús mío, mi pobre corazón, herido por tu amor y traspasado por tus penas, no puede vivir sin ti y por eso te busco y te encuentro nuevamente ante Pilato. 

Pero, ¡qué espectáculo tan conmovedor! ¡Los cielos quedan horrorizados y el infierno tiembla de espanto y de rabia! Vida de mi corazón, yo no puedo seguir viéndote sin que me sienta morir. Mas la fuerza de tu amor me obliga a mirarte, para hacer que comprenda bien tus penas; así que, entre lágrimas y suspiros, te contemplo. 

Jesús mío, te encuentras desnudo y en vez de llevar ropa, estás vestido de sangre; todo tu cuerpo está destrozado, tus huesos han quedado al descubierto, tu rostro santísimo está irreconocible, las espinas clavadas en tu cabeza te llegan hasta los ojos; y por todo tu rostro, yo ya no veo más que sangre que corriendo por el suelo forma un arroyo bajo tus pies. 

¡Oh Jesús mío, ya no te reconozco! ¡A qué estado te han reducido! ¡Has llegado a los excesos más profundos de las humillaciones y de los dolores! ¡Ah, no puedo soportar seguir viéndote en ese estado tan doloroso! ¡Me siento morir! Quisiera arrebatarte de la presencia de Pilato, para encerrarte en mi corazón y darte descanso; quisiera sanar tus llagas con mi amor; quisiera inundar el mundo entero con tu sangre para encerrar en ella a todas las almas y conducirlas a ti como conquista de tus penas. 

Y tú, paciente Jesús mío, a duras penas, parece que me miras a través de las espinas y me dices: 

« Hijo mío, ven a mis brazos atados, apoya tu cabeza sobre mi Corazón y sentirás dolores todavía más intensos y amargos, porque todo lo que ves por fuera de mi humanidad, no es sino lo que rebosa de todo lo que estoy sufriendo en mi interior. Pon atención a los latidos de mi Corazón y sentirás que reparo las injusticias de los que mandan, la opresión de los pobres, de los inocentes pospuestos a los malhechores, la soberbia de quienes para conservar sus dignidades, cargos o riquezas, no titubean en transgredir cualquier ley y hacerle mal al prójimo, cerrando los ojos a la luz de la verdad. Con estas espinas quiero hacer pedazos el espíritu de soberbia de sus señorías y, con los agujeros que hacen en mi cabeza, quiero abrirme camino en sus mentes, para reordenar en ellas todas las cosas a la luz de la verdad. Y estando así humillado ante este juez injusto, quiero hacerles comprender a todos que solamente la virtud es la que constituye al hombre rey de sí mismo, y les enseño a los que mandan que sólo la virtud, unida al recto saber, es la única digna y capaz de regir y gobernar a los demás, mientras que todas las demás dignidades, sin la virtud, son cosas peligrosas y deplorables ». 

« Hijo mío, haz eco a mis reparaciones y sigue poniendo atención a todas mis penas ». 

Amor mío, veo que Pilato, viéndote reducido a tal extremo se estremece, y sumamente impresionado exclama: 

« ¿Cómo puede ser posible tanta crueldad en el corazón del hombre? ¡Ah, no era esta mi intención al condenarlo a la flagelación! ». 

Y queriendo liberarte de las manos de tus enemigos, para poder hallar razones más convincentes, casi arrepentido y apartando la mirada de ti, no pudiendo seguir soportando el verte en ese estado tan doloroso, vuelve a preguntarte: 

« Pero dime, ¿qué has hecho? Tu gente te ha entregado en mis manos. Dime, ¿tú eres Rey? ¿Cuál es tu Reino? ». 

A la tempestad de preguntas que te hace Pilato, tú, ¡oh Jesús mío!, no respondes, y metido en ti mismo piensas en salvar mi pobre alma a costa de tantas penas. 

Y Pilato, viendo que no le respondes, añade: 

« ¿No te das cuenta de que está en mi poder ponerte en libertad o condenarte? ». 

Pero tú, Amor mío, queriendo hacer que resplandezca en Pilato la luz de la verdad, respondes: 

« No tendrías ningún poder sobre mí si no te hubiera sido dado de lo alto; pero quienes me han entregado en tus manos han cometido un pecado aún más grave que el tuyo ». 



« Ecce homo! ». Jesús es condenado a muerte

Entonces, Pilato, casi movido por la dulzura de tu voz, indeciso y con el corazón en tempestad, creyendo que el corazón de los judíos era más piadoso, se decide a mostrarte a ellos desde la terraza, esperando que se muevan a compasión al verte tan destrozado, para así poder ponerte en libertad. 

Adolorido Jesús mío, mi corazón desfallece al verte seguir a Pilato. Caminas fatigosamente, encorvado bajo esa horrible corona de espinas, la sangre señala tus pasos y apenas sales, escuchas a la multitud alborotada que aguarda con ansiedad tu condena. Y Pilato, imponiendo silencio para obtener la atención de todos y así poder ser escuchado, con visible repugnancia, toma los dos extremos de la púrpura que te cubre el pecho y los hombros, y la levanta para hacer que todos puedan ver en qué estado has quedado reducido, y dice en voz alta: 

« ¡Ecce Homo! ¡Mírenlo, ya no tiene aspecto de hombre! ¡Observen sus llagas: ya no se le reconoce! Si ha hecho mal, ya ha sufrido bastante, mejor dicho, demasiado; yo ya estoy arrepentido de haberlo hecho sufrir tanto; por eso, pongámoslo en libertad ».

Jesús, Amor mío, déjame que te sostenga, pues veo que vacilas al no poder mantenerte de pie bajo el peso de tantas penas. ¡Ah, en este momento solemne se va a decidir tu suerte! Inmediatamente después de las palabras dichas por Pilato, se hace un profundo silencio en el cielo, en la tierra y en el infierno; y luego, como a una sola voz, oigo el grito de todos: 

« ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! ¡Lo queremos muerto a cualquier costo! ». 

Vida mía, Jesús, veo que estás temblando. El grito de muerte, penetra hasta lo más profundo de tu Corazón, y en estas voces percibes la voz de tu amado Padre que dice: 

« ¡Hijo mío, te quiero muerto y muerto crucificado! ». 

¡Ah!, oyes también a tu querida Madre, que, aunque llena de dolor y desolada, hace eco, a tu amado Padre: 

« ¡Hijo, te quiero muerto! ». 

Los ángeles y los santos, como también el infierno, gritan todos a una voz: 

« ¡Crucifícalo, Crucifícalo! ». 

De manera que no hay quien te quiera vivo. Y, ¡ay de mí! Lleno de vergüenza, de dolor y de asombro, también yo me veo forzado por una fuerza suprema a gritar: 

« ¡Crucifícalo! ». 

Jesús mío, perdóname si yo también, miserable alma pecadora, te quiero muerto, pero te suplico que me hagas morir junto contigo. 

Y entre tanto tú, destrozado Jesús mío, movido por mi dolor, parece que me dices: 

« Hijo mío, estréchate a mi Corazón y toma parte en mis penas y en mis reparaciones. El momento es solemne: se debe decidir entre mi muerte y la muerte de todas las criaturas. En este momento dos corrientes desembocan en mi Corazón: en una están todas las almas que si me quieren muerto, es porque quieren hallar en mí la vida y aceptando yo la muerte por ellas, son absueltas de la condenación eterna y las puertas del cielo se abren para recibirlas; en la otra corriente están las almas que me quieren muerto por odio y para confirmar su condena, por lo que mi Corazón queda destrozado y siente la muerte de cada una de ellas y hasta las mismas penas del infierno ».

« Mi Corazón no soporta estos dolores tan amargos; siento la muerte en cada latido, en cada respiro, y me repito una y otra vez: ¿Por qué tanta sangre será derramada en vano? ¿Por qué mis penas serán inútiles para tantos? ». 

« ¡Ah, hijo mío, sostenme que ya no puedo más! Toma parte en mis penas y que tu vida sea una continua ofrenda para salvar almas y para mitigar mis penas tan desgarradoras ». 

Corazón mío, Jesús, tus penas son mías, por lo que quiero hacer eco a tus reparaciones. 

Pero Pilato queda atónito y se apresura a decir:

« ¡Cómo! ¿Debo crucificar a su Rey? Yo no encuentro culpa alguna en él para condenarlo! ». 

Y los judíos gritan, ensordeciendo el aire: 

« ¡No tenemos más rey que el César! ¡Quita, quita! ¡Crucifícalo, crucifícalo! ». 

Y Pilato, ya no sabiendo qué hacer, por temor a ser destituido, hace que le traigan un recipiente con agua y lavándose las manos, dice: 

« Soy inocente de la sangre de este justo ». 

Y te condena a muerte. Pero los judíos gritan: « ¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos! ». 

Y al verte condenado, se ponen de fiesta, aplauden, silban y gritan. Y mientras, tú, oh Jesús, reparas por quienes hallándose en el poder, por vano temor o por no perder su puesto, pisotean las leyes más sagradas, no teniendo cuidado alguno de la ruina de pueblos enteros, favoreciendo a los malvados y condenando a los inocentes. Reparas también, por quienes después de la culpa, incitan la cólera de Dios a castigarlos. 

Pero mientras reparas esto, el Corazón te sangra por el dolor de ver a tu pueblo escogido fulminado por la maldición del cielo, que ellos mismos, con plena voluntad, han pedido sellándola con tu sangre. ¡Ah, el Corazón se te deshace! Déjame que lo sostenga entre mis manos haciendo mías tus reparaciones y tus penas. Pero el amor te empuja hasta el más alto grado y ya con impaciencia buscas la cruz. 

Santuario Divino « ¡Ecce Homo! »

Ricaurte, Valle del Cauca

Colombia

Acción de gracias para después de cada hora


"Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: “Gracia” y “Te bendigo”. 

Sí, oh Jesús, Gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos. Gracias y Te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un “Gracias” y un “Te bendigo”. 

Ah Jesús, haz que todo mi ser te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de tus gracias... Ah Jesús, estréchame a tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un “Te bendigo” tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en tu Corazón. Temo salir de El, pero Tú me mantendrás en El, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a tu Corazón, que tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que, sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión contigo. Oh Jesús mío, mantente en guardia para que no me aleje de TI. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer".