Enseñanzas,

ESTUDIO Y PRÁCTICA


para profundizar la Hora 7

La terceraHora de Agonía

en el Huerto de Getsemaní

AUDIO



Vol. 5-9  Mayo 8, 1903 

Cuando el hombre se dispone al bien, recibe el bien; 

y si se dispone al mal, el mal recibe

 

Continuando mi amarguísimo estado de privaciones, en que a lo más Jesús se dejaba ver taciturno y por breves instantes. Esta mañana, empeñándose el confesor en hacerlo venir, al perder los sentidos, por poco y casi por la fuerza se hacía ver y volteándose hacia el confesor le ha dicho con aspecto serio y afligido:

“¿Qué cosa quieres?”

El padre parecía que quedaba confundido y no sabía decir nada, entonces yo he dicho: “Señor, tal vez es el hecho de la misa lo que quiere”.

Y el Señor ha agregado: “Disponte y la tendrás, y además tú tienes la víctima, cuanto más próximo estés con el pensamiento y con la intención, tanto más te sentirás fuerte y libre para poder hacer lo que quieres”.

Después he dicho: “Señor, ¿por qué no vienes?” Y Él ha continuado:

“¿Quieres oír? Escucha”.

 Y en ese momento, se oían tantos gritos de voces de todas las partes del mundo que decían: “Muerte al Papa, destrucción de religión, iglesias echadas por tierra, destrucción de todo dominio, ninguno debe existir sobre nosotros”, y tantas otras voces satánicas que me parece inútil decirlas. Entonces nuestro Señor ha agregado:

“Hija mía, el hombre cuando se dispone al bien recibe el bien, y si se dispone al mal, el mal recibe. Todas estas voces que escuchas llegan a mi trono, y no una vez sino reiteradas veces, y mi justicia cuando ve que el hombre no sólo quiere el mal, sino con duplicada insistencia lo demanda, con justicia estoy obligado a concederlo para hacerle conocer el mal que quiere, porque sólo entonces se conoce verdaderamente el mal, cuando en el mismo mal se encuentra. He aquí la causa por la que mi justicia va buscando vacíos para castigar al hombre, pero no ha llegado todavía el tiempo de tu suspensión, a lo más algún día por ahora, para hacer que la justicia ponga su mano un poco sobre el hombre, no pudiendo más resistir al peso de tanta atrocidad, y al mismo tiempo hacer agachar la frente del hombre muy ensoberbecida”.

Fiat Divina Voluntad