Breve reseña de la Hora 3


De las 7 a las 8 de la noche

La Cena Legal



Ya en el Cenáculo, Jesús cena con Sus discípulos tomando por última vez el alimento material. 

En la Cena Legal, Jesús no sólo repara por los pecados de gula, sino que Santifica los alimentos, y obtiene para nosotros la santidad hasta para las cosas más bajas, y comunes y corrientes que hagamos.

"El alimento que toman es el cordero que te representa, y así como en este cordero, por la fuerza del fuego, no queda ningún humor vital, así Tú, cordero místico, que por las criaturas debes consumirte todo por fuerza de amor, ni siquiera una gota de tu sangre conservarás para Ti, derramándola toda por amor nuestro"

En esta hora Solemne, en sus dos discípulos Judas y Juan, están representados los dos pueblos:  El réprobo con Judas y el elegido con Juan. En esta hora, hemos de acompañar a Jesús en el dolor tan profundo, por la pérdida del alma de su discípulo Judas. "se escapan del Corazón de Jesús, dolorosos latidos, son las almas perdidas!"  

Jesús amado, en la cena legal sentado en la mesa reparas por: “…tus amados apóstoles débiles y vacilantes todavía, sobre todo al pérfido Judas que ya ha puesto un pie en el infierno”.

Así mismo en este acto de la cena vemos que: “…tu mirada dulce y penetrante parece indagar a todos tus apóstoles, y hasta en el acto de tomar alimento tu Corazón queda traspasado…Y Tú, en el fondo de tu Corazón, dices amargamente:

« ¿Cuál es la utilidad de mi sangre? ¡He aquí un alma tan bendecida por mí, perdida para siempre ». 

Y con tus ojos resplandecientes de luz lo miras como queriendo hacer que comprenda el gran mal cometido. Pero tu caridad suprema te pide que soportes este dolor y que no se lo manifiestes ni siquiera a tus amados discípulos”.

Reparemos por los pecados y separación con Dios, de las almas perdidas.  Y ayudémosle a Jesús a salvar almas, por la conversión, salvación y Santificación Divina.

Unidos a Jesús Reparemos con su Divina Voluntad




Iniciamos el Texto del LIBRO:



Las Horas de la Pasión 

de Nuestro Señor Jesucristo


S. D.  Luisa Piccarreta, 

La Pequeña Hija de la Divina Voluntad

Oración de preparación para antes de cada hora


"Oh, Señor mío Jesucristo, postrado ante tu Divina Presencia, imploro a tu amoroso corazón que me admita a la dolorosa meditación de las 24 horas en que por amor a nosotros quisiste sufrir tanto en tu adorable cuerpo y en tu alma santa, hasta llegar a la muerte en la cruz. Oh, por favor, dame tu ayuda, gracia, amor, profunda compasión y comprensión de tus sufrimientos, mientras medito ahora la _______ Hora. 

Y por aquellas horas en las que no puedo meditar, te ofrezco mi voluntad de meditar en ellas, y voluntariamente tengo la intención de meditar en todas las horas en que tengo que dedicarme a mis deberes, o dormir. 

Acepta, oh Señor misericordioso, mi amorosa intención, y que sea beneficioso para mí y para todos, como si de manera efectiva y santa logré todo lo que deseo practicar. 

Te doy gracias, oh Jesús mío, por llamarme a la unión contigo por medio de la oración; y para complacerte más, tomo tus pensamientos, tu lengua, tu corazón, y con ellos mi cabeza en Tu Corazón, y empiezo..." 

Hora 3 

De las 7 a las 8 de la noche

La Cena Legal 


¡Oh Jesús!, llegando al Cenáculo con tus amados discípulos te pones a cenar con ellos. ¡Qué dulzura, qué afabilidad muestras en toda tu divina persona abajándote a tomar por última vez el alimento material! ¡Todo en ti es amor! También aquí no solamente reparas los pecados de gula, sino que obtienes además la santificación del alimento, y así como éste se convierte en fuerza para el cuerpo, obtienes también para nosotros la santidad hasta para las cosas más bajas, y comunes y corrientes que hagamos. 

Jesús, vida mía, tu mirada dulce y penetrante parece indagar a todos tus apóstoles, y hasta en el acto de tomar alimento tu Corazón queda traspasado al ver a tus amados apóstoles débiles y vacilantes todavía, sobre todo al pérfido Judas que ya ha puesto un pie en el infierno. Y tù, en el fondo de tu Corazón, dices amargamente: 

« ¿Cuál es la utilidad de mi sangre? ¡He aquí un alma tan beneficiada por mí, perdida para siempre! ». 

Y con tus ojos resplandecientes de luz lo miras como queriendo hacer que comprenda el gran mal cometido. Pero tu caridad suprema te pide que soportes este dolor y que no se lo manifiestes ni siquiera a tus amados discípulos. 

Y mientras sufres amargamente por Judas, tu Corazón se llena de alegría al ver a tu izquierda a tu amado discípulo Juan, y no pudiendo contener más tu amor por él, lo atraes dulcemente hacia ti y haces que apoye su cabeza sobre tu Corazón haciéndole sentir el paraíso por adelantado. 

Es en esta hora solemne en la que en estos dos discípulos están representados los dos pueblos: el réprobo y el elegido. El réprobo en Judas que ya siente el infierno en su corazón, y el elegido en Juan que en ti reposa y goza. ¡Oh dulce Bien mío, también yo me pongo a tu lado y junto con tu amado discípulo quiero apoyar mi cabeza cansada sobre tu Corazón adorable y pedirte que también a mí me hagas sentir sobre esta tierra las delicias del cielo, para que cautivado por las dulces armonías de tu Corazón, la tierra para mí ya no sea tierra, sino cielo! 

Pero en medio de esas armonías dulcísimas y divinas siento que se te escapan del Corazón dolorosos latidos: ¡Son las almas perdidas! ¡Oh Jesús, no permitas que se pierdan más almas! Haz que cada latido de tu Corazón fluya en los suyos y les haga sentir los latidos de la vida del cielo, así como lo siente tu amado discípulo Juan y que atraídas por la suavidad y la dulzura de tu amor puedan rendirse todas a ti. ¡Oh Jesús!, mientras me quedo en tu Corazón, dame también a mí, así como les diste a tus apóstoles, el alimento de tu Divina Voluntad, el alimento de tu amor, el alimento de tu divina palabra, y jamás, ¡oh Jesús mío!, me niegues este alimento que tú mismo tanto deseas darme, para que puedas formar en mí tu misma vida. 

Dulce Bien mío, mientras estoy a tu lado, me doy cuenta de que lo que estás comiendo junto con tus amados apóstoles es un cordero. Sí, es precisamente el cordero que te representa; y así como en este cordero no queda ningún humor vital por la fuerza del fuego, también tú, que eres el Cordero Místico y que por las criaturas debes consumirte totalmente por la fuerza de tu amor, no te quedarás ni siquiera con una gota de tu sangre, derramándola toda por amor nuestro. De manera que nada de lo que haces deja de representar a lo vivo tu dolorosísima pasión, teniéndola siempre presente en tu mente, en tu Corazón, en todo; y eso me enseña, que si yo también tuviera siempre presente en mi mente y en mi corazón el recuerdo de tu pasión, jamás me negarías el alimento de tu amor. 

¡Cuánto te doy gracias, oh Jesús mío! No pasas por alto ni un solo acto en el que no me tengas presente y en el que además no quieras hacerme algún bien especial. Por eso, te suplico que tu pasión esté siempre en mi mente, en mi corazón, en mis miradas, en mis pasos y en mis obras, para que a donde quiera que vaya, dentro y fuera de mí, te encuentre siempre presente para mí, y tú dame la gracia de que yo jamás olvide lo que haz hecho y sufrido por mí, y que ésta sea como un imán que, atrayendo todo mi ser hacía ti, me impida el poder volver a alejarme de ti. Así sea. 

Acción de gracias para después de cada hora


"Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: “Gracia” y “Te bendigo”. 

Sí, oh Jesús, Gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos. Gracias y Te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un “Gracias” y un “Te bendigo”. 

Ah Jesús, haz que todo mi ser te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de tus gracias... Ah Jesús, estréchame a tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un “Te bendigo” tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en tu Corazón. Temo salir de El, pero Tú me mantendrás en El, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a tu Corazón, que tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que, sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión contigo. Oh Jesús mío, mantente en guardia para que no me aleje de TI. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer".