Enseñanzas,

ESTUDIO Y PRÁCTICA


para profundizar la Hora 20

La Primera Hora de Agonía sobre la Cruz

De los escritos de la S. D. Luisa Piccarretavol. 12-95 Marzo 20, 1919

Las muertes y las penas que la Divinidad hacía sufrir a la Humanidad de Jesús por cada alma, no fueron sólo de intención, sino reales



(1) Sentía mi pobre mente sumergida en las penas de mi amable Jesús, y como me había sido dicho que parecía imposible que Jesús pudiese sufrir tantas muertes y tantas penas por cada uno como está dicho anteriormente, mi Jesús me ha dicho: 

(2) “Hija mía, mi Querer contiene el poder de todo, bastaba sólo con quererlo para que todo sucediera, y si esto no fuera así, entonces mi Querer, en el poder, debía tener un límite, mientras que en todas mis cosas soy sin límite e infinito, y por eso todo lo que quiero lo hago. ¡Ah! qué poco soy comprendido por las criaturas, por eso no soy amado. Ven tú en mi Humanidad y te haré ver y tocar con la mano lo que te he dicho”. 

(3) Entonces me he encontrado en Jesús, al cual le era inseparable la Divinidad y el Querer Eterno; y este Querer, sólo con quererlo, creaba las muertes repetidas, las penas sin número, los golpes sin flagelos, las pinchaduras agudísimas sin espinas, con una facilidad tal, como cuando con un solo Fiat creaba millones de estrellas, no se necesitaron tantos Fiat por cuantas estrellas creaba, sino que bastó uno solo, pero con éste no salió a la luz una sola estrella y las demás permanecieron en la mente divina, o bien en la intención, sino que todas en realidad salieron, y cada una tiene su luz propia para adornar nuestro firmamento; así era en el cielo de la Humanidad santísima de Nuestro Señor, que el Divino Querer con su Fiat creador creaba la vida y la muerte por cuantas veces quería. Entonces, encontrándome en Jesús, me he encontrado en aquel punto cuando Jesús sufría la flagelación por las manos divinas; sólo con que el Querer Eterno lo ha querido, sin golpes, sin látigos, las carnes de la Humanidad de Jesús caían a pedazos, se formaban los profundos desgarros, pero en modo desgarrador en las partes más íntimas. Era tanta la obediencia de Jesús a aquel Querer Divino, que por Sí mismo se sometía, pero en modo tan doloroso, que la flagelación que le dieron los judíos se puede decir que fue la imagen, o la sombra de la que sufría por parte del Querer Eterno, y además, sólo con que el Querer Divino lo quería, su Humanidad se recomponía; así sucedía cuando sufría las muertes por cada alma y todo lo demás. Yo he tomado parte en estas penas de Jesús, y ¡oh! cómo comprendía a lo vivo que el Querer Divino puede hacernos morir cuantas veces quiera y después darnos de nuevo la vida. ¡Oh, Dios, son cosas inenarrables, excesos de amor, misterios profundos, casi inconcebibles a mente creada! Yo me sentía incapaz de regresar a la vida, al uso de los sentidos, al movimiento después de aquellas penas sufridas, y mi bendito Jesús me ha dicho: 

(4) “Hija de mi Querer, mi Querer te ha dado las penas, y mi Querer te da de nuevo la vida, el movimiento y todo. Te llamaré frecuentemente en mi Divinidad a tomar parte en las tantas muertes y penas que en realidad sufrí por cada una de las almas, no como piensan algunos, que fue sólo en mi Voluntad, o que sólo tenía intención de dar vida a cada uno. ¡Falso, falso! No conocen el prodigio, el amor y el poder de mi Querer; tú que has conocido en algún modo la realidad de las tantas muertes sufridas por todos, no tengas dudas, sino ámame y seme agradecida por todos, y mantente lista para cuando mi Querer te llame”. 

Fiat Divina Voluntad