Enseñanzas,

ESTUDIO Y PRÁCTICA


para profundizar la Hora 18


Jesús abraza la Cruz

« El Vía Crucis » 

Hasta el Calvario, donde Jesús es despojado de sus Vestiduras

AUDIO


De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 14-6 Febrero 24, 1922


Nuestra cruz sufrida en la Voluntad de Dios se hace tan grande como la de Jesús


(1) Encontrándome en mi habitual estado, mi siempre adorable Jesús se hacía ver en el momento de tomar la cruz para ponerla sobre su santísimo hombro, y me ha dicho: 

(2) “Hija mía, cuando recibí la cruz la miré de arriba a abajo para ver el lugar que tomaba en mi cruz cada alma, y entre tantas, miré con más amor y puse atención especial a aquéllas que habrían estado resignadas y habrían hecho vida en mi Voluntad, las miré y vi su cruz ancha y larga como la mía, porque mi Voluntad suplía a lo que a su cruz le faltaba, y la alargaba y ensanchaba como la mía. ¡Oh! cómo sobresalía tu cruz larga, larga por tantos años de cama, sufrida sólo para cumplir mi Voluntad. La mía era sólo para cumplir la Voluntad de mi Padre Celestial, la tuya para cumplir la mía; una hacía honor a la otra, y como una y otra contenían la misma medida se confundían juntas. 

(3) Ahora, mi Voluntad tiene la virtud de ablandar la dureza, de endulzar la amargura, de alargar y ensanchar las cosas pequeñas, por eso cuando sentí la cruz sobre mi hombro, sentí también la suavidad, la dulzura de la cruz de las almas que habrían sufrido en mi Querer, ¡ah! mi corazón tuvo un respiro de alivio, y la suavidad de las cruces de ellas hizo adaptar la cruz sobre mi hombro, y se hundió tanto que me hizo una llaga profunda, y si bien me dio un dolor acerbo, sentía al mismo tiempo la suavidad y la dulzura de las almas que habrían sufrido en mi Querer. Y como mi Voluntad es eterna, su sufrir, sus reparaciones, sus actos, corrían en cada gota de mi sangre, corrían en cada llaga, en cada ofensa; mi Querer las hacía encontrarse como presentes a las ofensas pasadas, desde que el primer hombre pecó; a las presentes y a las futuras; eran propiamente ellas las que me daban nuevamente los derechos de mi Querer, y Yo, por amor de ellas decretaba la Redención, y si los demás toman parte de Ella, es por causa de éstas que pueden hacerlo. No hay bien que Yo conceda, ni en el Cielo ni en la tierra, que no sea por causa de ellas.” 


Fiat Divina Voluntad