Breve reseña de la Hora 12


De las 4 a las 5 de la mañana

Jesús entre los Soldados


Jesús, nos enseñas en esta Hora, el peso del oro del sufrimiento, como herramienta salvífica, como acto divino.

En esta Hora tan desgarradora, el alma de la criatura unida a Ti, puede pasar a imagen Tuya, la vivencia de los temores, miedos, tristezas más profundas que se viven cuando se es privado de la libertad, cuando se es amordazado, cuando se es encerrado en un cuarto oscuro, cuando se le vendan los ojos para que no vea lo que le harán... y qué decir... como tus Ojos Divinos derraman lágrimas de dolor intenso que purifiquen, sanen, liberen a todas estas almas y reparen por Ti.  Oh Jesús, te abren tu Dulcísima boca, para escupir dentro de ella y sobre tu Santísimo Rostro... Oh Jesús, dolor-perdón por nuestras culpas cometidas contra Ti. Bendito Seas por la reparación de tantos que han vivido tu Pasión y Tu la de ellos para acompañarles, reparar, salvarles; Oh Potencia Creadora Divina, que nos rescata para que vivamos la Vida Divina. Misericordia de todos porque hemos pecado contra Ti.  

Cómo no acompañarte para vivir Tu Pasión, nuestra pasión, para reparar y rehacer los actos junto a Ti, Dios Todo Poderoso. Ven Sabiduría Divina y haz tu morada en cada corazón y mente, para que lleguemos a la resurrección en Jesús.    


En esta Hora Tu reparas y nosotros junto a Ti, por: “… todos los pecados nocturnos de toda clase, especialmente los que cometen los sectarios sobre tu persona sacramental durante las horas de la noche y todas las ofensas de las almas que no se mantienen fieles en la noche de la prueba”. 

Y mientras Tú reparas convirtiendo todos estos actos en luz, los soldados: “… Se divierten contigo y te cubren el rostro de salivazos… te abren tu dulcísima boca y te la llenan de repugnantes salivazos, tanto que hasta ellos mismos sienten la nausea… te vendan los ojos con un trapo repugnante, para así poder desenfrenarse del todo sobre tu adorable persona… ”.

Oh dulce martirio, Purificador Divino. En esta tormenta donde reina tu paz, donde domina tu serenidad, nos enseñas: “… que no abres la boca, no dices una sola palabra para defenderte, estás en las manos de estos soldados como si fueras un trapo con el que pueden hacer todo lo que quieren…” 

Unidos a Jesús Reparemos con su Divina Voluntad




Las Horas de la Pasión 

de Nuestro Señor Jesucristo


S. D.  Luisa Piccarreta, 

La Pequeña Hija de la Divina Voluntad

Oración de preparación para antes de cada hora


"Oh, Señor mío Jesucristo, postrado ante tu Divina Presencia, imploro a tu amoroso corazón que me admita a la dolorosa meditación de las 24 horas en que por amor a nosotros quisiste sufrir tanto en tu adorable cuerpo y en tu alma santa, hasta llegar a la muerte en la cruz. Oh, por favor, dame tu ayuda, gracia, amor, profunda compasión y comprensión de tus sufrimientos, mientras medito ahora la _______ Hora. 

Y por aquellas horas en las que no puedo meditar, te ofrezco mi voluntad de meditar en ellas, y voluntariamente tengo la intención de meditar en todas las horas en que tengo que dedicarme a mis deberes, o dormir. 

Acepta, oh Señor misericordioso, mi amorosa intención, y que sea beneficioso para mí y para todos, como si de manera efectiva y santa logré todo lo que deseo practicar. 

Te doy gracias, oh Jesús mío, por llamarme a la unión contigo por medio de la oración; y para complacerte más, tomo tus pensamientos, tu lengua, tu corazón, y con ellos mi cabeza en Tu Corazón, y empiezo..." 

Hora 12

De las 4 a las 5 de la mañana

Jesús entre los Soldados

 

Vida mía, dulcísimo Jesús, mientras duermo abrazado a tu Corazón, siento frecuentemente las punzadas de las espinas que hieren tu Sacratísimo Corazón; y queriéndome despertar, para que haya al menos uno que se dé cuenta de todas tus penas y que te compadezca, me estrecho aún más fuertemente a tu Corazón, y sintiendo más a lo vivo tus punzadas, me despierto; pero, ¿qué veo?, ¿qué siento? Quisiera esconderte dentro de mi corazón para ponerme yo en tu lugar y recibir sobre mí penas tan dolorosas, insultos y humillaciones tan increíbles. ¡Sólo tu amor podía soportar tantos ultrajes! Pacientísimo Jesús mío, ¿qué podías esperar de gente tan inhumana? 

Se divierten contigo y te cubren el rostro de salivazos. La luz de tus bellísimos ojos queda eclipsada por los salivazos, y llorando a cataratas por nuestra salvación, se te limpian los ojos de aquellos salivazos; pero aquellos malvados, no soportando su corazón el ver la luz de tus ojos, vuelven otra vez a cubrirlos de salivazos... Otros, volviéndose más atrevidos en el mal, te abren tu dulcísima boca y te la llenan de repugnantes salivazos, tanto que hasta ellos mismos sienten la nausea; y puesto que esos salivazos, escurriendo en parte, muestran un poco la majestad de tu rostro santísimo y de tu sobrehumana dulzura, se estremecen y se avergüenzan de sí mismos... Y para sentirse más libres te vendan los ojos con un trapo repugnante, para así poder desenfrenarse del todo sobre tu adorable persona; de manera que te golpean sin piedad, te arrastran, te pisotean, vuelven a descargar puñetazos y bofetadas sobre tu rostro y por toda la cabeza, arañándote y jalándote de los cabellos, empujándote de un lado para otro... 

Jesús, Amor mío, mi corazón no resiste al verte en medio de tantos tormentos. Tú quieres que ponga atención a todo, pero yo siento que quisiera cubrirme los ojos para no ver escenas tan dolorosas que hacen arrancar el corazón del pecho; pero me siento obligado por tu amor a seguir viendo lo que te sucede. 

Y veo que no abres la boca, no dices una sola palabra para defenderte, estás en las manos de estos soldados como si fueras un trapo con el que pueden hacer todo lo que quieren; y al verlos arrojarse sobre ti, temo que mueras bajo sus pies. 

Bien mío y todo mío, es tanto el dolor que siento por tus penas, que quisiera gritar tan fuerte que mis gritos llegaran hasta el cielo, para llamar al Padre y al Espíritu Santo y a todos los ángeles; y aquí, de un extremo a otro de la tierra, llamaré primero a nuestra dulce Madre y luego a todas las almas que te aman, para que haciendo un cerco a tu alrededor, impidamos que puedan pasar estos insolentes soldados para insultarte y atormentarte; y junto contigo reparemos todos los pecados nocturnos de toda clase, especialmente los que cometen los sectarios sobre tu persona sacramental durante las horas de la noche y todas las ofensas de las almas que no se mantienen fieles en la noche de la prueba.

Pero veo, ¡oh insultado Bien mío!, que los soldados, cansados y borrachos, quieren descansar, y mi pobre corazón, oprimido y lacerado por tantas penas tuyas, no quiere quedarse solo contigo, siente necesidad de otra compañía: « ¡Ah, dulce Madre mía!, sé tú mi inseparable compañía. Me estrecho fuertemente a tu mano materna y te la beso, y tú, fortaléceme con tu bendición, y abrazándonos a Jesús apoyemos nuestra cabeza sobre su Corazón tan adolorido para consolarlo ». 

¡Oh Jesús!, te beso y te bendigo junto con tu Madre Santísima y unido a ella dormiremos el sueño del amor sobre tu adorable Corazón. 

Acción de gracias para después de cada hora


"Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: “Gracia” y “Te bendigo”. 

Sí, oh Jesús, Gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos. Gracias y Te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un “Gracias” y un “Te bendigo”. 

Ah Jesús, haz que todo mi ser te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de tus gracias... Ah Jesús, estréchame a tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un “Te bendigo” tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en tu Corazón. Temo salir de El, pero Tú me mantendrás en El, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a tu Corazón, que tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que, sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión contigo. Oh Jesús mío, mantente en guardia para que no me aleje de TI. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer".