Breve reseña de la Hora 10


De las 2 a las 3 de la mañana

Jesús es Presentado a Anás



Jesús, Verdad Divina!, en este Paso estaremos sumergidos en tu Humanidad para no perder nunca La Verdad que debe habitar en nuestro corazón, pensamiento, palabra y obra, es ahora cuando te interrogan sobre tu doctrina y Tú nos enseñas a defender siempre la verdad.


Jesús, Verdad Eterna!, te sigo, te acompaño, te sostengo en nombre de todos para ser fiel compañía Tuya, en esta hora.

Estando sólo sin los tuyos, eres interrogado, y reparas: “… por la timidez de tantas almas que se desaniman fácilmente; por quienes a causa del miedo no dicen la verdad; por las faltas hacia el respeto que se le debe a los sacerdotes; y por todas las faltas que se hacen con las murmuraciones”

Ahora nos enseñas la fidelidad y Honra al Padre con nuestro vivir, dándole así Gloria en cada acto nuestro, reparando con nuestro propio proceder:  “… ese momento en el que Anás te interroga acerca de tu doctrina y de tus discípulos… tú, ¡oh Jesús!, para defender la gloria del Padre, abres tu sacratísima boca y con voz sonora y llena de dignidad, respondes:

« Yo he hablado en público y todos los que están aquí me han escuchado ».

Después de tus palabras llenas de dignidad: “ … un siervo, queriendo honrar a Anás, se acerca a ti y con mano de hierro te da una bofetada tan fuerte, que hace que te tambalees, mientras que tu rostro santísimo se pone pálido. Tus enemigos se ríen a carcajadas satánicamente, silban y aplauden un acto tan injusto, mientras que tú, tambaleándote, no tienes a nadie en quien apoyarte...”

Unidos a Jesús Reparemos con su Divina Voluntad




Las Horas de la Pasión 

de Nuestro Señor Jesucristo


S. D.  Luisa Piccarreta, 

La Pequeña Hija de la Divina Voluntad

Oración de preparación para antes de cada hora


"Oh, Señor mío Jesucristo, postrado ante tu Divina Presencia, imploro a tu amoroso corazón que me admita a la dolorosa meditación de las 24 horas en que por amor a nosotros quisiste sufrir tanto en tu adorable cuerpo y en tu alma santa, hasta llegar a la muerte en la cruz. Oh, por favor, dame tu ayuda, gracia, amor, profunda compasión y comprensión de tus sufrimientos, mientras medito ahora la _______ Hora. 

Y por aquellas horas en las que no puedo meditar, te ofrezco mi voluntad de meditar en ellas, y voluntariamente tengo la intención de meditar en todas las horas en que tengo que dedicarme a mis deberes, o dormir. 

Acepta, oh Señor misericordioso, mi amorosa intención, y que sea beneficioso para mí y para todos, como si de manera efectiva y santa logré todo lo que deseo practicar. 

Te doy gracias, oh Jesús mío, por llamarme a la unión contigo por medio de la oración; y para complacerte más, tomo tus pensamientos, tu lengua, tu corazón, y con ellos mi cabeza en Tu Corazón, y empiezo..." 

Hora 10

De las 2 a las 3 de la mañana

Jesús es Presentado a Anás

 

¡Oh Jesús, quédate siempre conmigo! Madre dulcísima, sigamos juntos a Jesús. 

Jesús mío, centinela divino, tú que en mi corazón velas y que no quieres seguir estando solo sin mí, me despiertas y haces que me encuentre junto contigo en la casa de Anás. 

Es precisamente ese momento en el que Anás te interroga acerca de tu doctrina y de tus discípulos, y tú, ¡oh Jesús!, para defender la gloria del Padre, abres tu sacratísima boca y con voz sonora y llena de dignidad, respondes: 

« Yo he hablado en público y todos los que están aquí me han escuchado ». 

Al oír estas palabras tuyas llenas de dignidad, todos tiemblan; pero es tanta la perfidia, que un siervo, queriendo honrar a Anás, se acerca a ti y con mano de hierro te da una bofetada tan fuerte, que hace que te tambalees, mientras que tu rostro santísimo se pone pálido. 

Ahora comprendo por qué me has despertado, dulce Vida mía. Tenías razón: ¿Quién iba a sostenerte en este momento en que estás por caer? 

Tus enemigos se ríen a carcajadas satánicamente, silban y aplauden un acto tan injusto, mientras que tú, tambaleándote, no tienes a nadie en quien apoyarte. 

Jesús mío, te abrazo; más aún, quiero hacer un muro con mi ser, te ofrezco mi mejilla generosamente, dispuesta a soportar cualquier pena por amor a ti. Te compadezco por este ultraje y unido a ti te reparo por la timidez de tantas almas que se desaniman fácilmente; por quienes a causa del miedo no dicen la verdad; por las faltas hacia el respeto que se le debe a los sacerdotes; y por todas las faltas que se hacen con las murmuraciones. 

Pero veo afligido Jesús mío que Anás te envía a Caifás. Tus enemigos te empujan por las escaleras para que te caigas, y tú, Amor mío, en esta dolorosa caída reparas por todos aquellos que de noche caen en la culpa aprovechando la obscuridad, y también llamas a los herejes y a los infieles a la luz de la fe.  Yo también quiero seguirte en tus reparaciones y mientras llegas a donde está Caifás te mando mis suspiros para defenderte de tus enemigos. Y tú, sigue haciendome de centinela mientras duerma y despiértame cuando tengas necesidad de mí. Por eso, dame un beso y bendíceme. Adiós, beso tu Corazón y en él continúo mi sueño.

Acción de gracias para después de cada hora


"Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: “Gracia” y “Te bendigo”. 

Sí, oh Jesús, Gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos. Gracias y Te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un “Gracias” y un “Te bendigo”. 

Ah Jesús, haz que todo mi ser te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de tus gracias... Ah Jesús, estréchame a tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un “Te bendigo” tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en tu Corazón. Temo salir de El, pero Tú me mantendrás en El, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a tu Corazón, que tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que, sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión contigo. Oh Jesús mío, mantente en guardia para que no me aleje de TI. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer".