Enseñanzas,

ESTUDIO Y PRÁCTICA


para profundizar la Hora 22

La Tercera Hora de Agonía sobre la Cruz

Quinta, sexta y séptima palabra sobre la cruz

La Muerte de Jesús

AUDIO


De los escritos de la S. D. Luisa Piccarreta Vol. 9-36 Julio 4, 1910

La agonía del huerto

 fue en modo especial para ayuda de los moribundos,



la agonía de la cruz

 fue para ayuda del último punto, propiamente para el último respiro

 

Continuando mi habitual estado lleno de privaciones y de amargura, estaba pensando en la agonía de Nuestro Señor, y entonces Él me dijo:

“Hija mía, quise sufrir en modo especial la agonía del huerto para dar ayuda a todos los moribundos para bien morir. 

Mira bien cómo se combina mi agonía con la agonía de los cristianos: Tedios, tristezas, angustias, sudor de sangre; sentía la muerte de todos y de cada uno como si realmente muriese por cada uno en particular, por lo tanto sentía en Mí los tedios, las tristezas, las angustias de cada uno, y con esto daba a todos ayuda, consuelo, esperanza, para hacer que como Yo sentía sus muertes en Mí, así ellos pudieran tener la gracia de morir todos en Mí, como dentro de un solo aliento, con mi aliento, y súbito beatificarlos con mi Divinidad.

Si la agonía del huerto fue en modo especial para los moribundos, la agonía de la cruz fue para ayuda del último momento, especialmente para el último respiro. 

Ambas son agonías, pero una distinta de la otra: La agonía del huerto llena de tristezas, de temores, de afanes, de espantos; la agonía de la cruz, llena de paz, de calma imperturbable, y si grité tengo sed, era sed insaciable de que todos pudieran expirar en mi último respiro; y viendo que muchos se salían de mi último respiro, por el dolor grité tengo sed, y este tengo sed lo continúo gritando a todos y a cada uno, como timbre a la puerta de cada corazón: “Tengo sed de ti, oh alma. Ah, no salgas de Mí, sino entra en Mí y expira Conmigo”. 

Así que son seis horas de mi Pasión que di a los hombres para bien morir, 

las tres del huerto fueron para ayuda de la agonía, las tres de la cruz para ayuda en el último suspiro de la muerte. Después de esto, ¿quién no debe mirar sonriente a la muerte? Mucho más para quien me ama, para quien busca sacrificarse sobre mi misma cruz. Mira cómo es bella la muerte y cómo hace cambiar las cosas, en vida fui despreciado, los mismos milagros no hicieron los efectos de mi muerte; aún sobre la cruz hubo insultos, pero en cuanto expiré, la muerte tuvo la fuerza de cambiar las cosas, todos se golpeaban el pecho confesándome por verdadero Hijo de Dios, mis mismos discípulos tomaron valor, y aun aquellos ocultos se hicieron atrevidos y pidieron mi cuerpo dándome honorable sepultura; Cielo y tierra a plena voz me confesaron Hijo de Dios. La muerte es una cosa grande, sublime; y esto sucede también para mis mismos hijos, en vida despreciados, pisoteados, aquellas mismas virtudes que como luz deberían brillar entre quienes los rodeaban, quedan medio veladas, sus heroísmos en el sufrir, sus abnegaciones, su celo por las almas, arrojan claridad y dudas en los presentes, y Yo mismo permito estos velos para conservar con más seguridad la virtud de mis amados hijos. 

Pero apenas mueren, estos velos, no siendo más necesarios, Yo los retiro y las dudas se hacen certezas, la luz se hace clara, y esta luz hace apreciar su heroísmo, se hace entonces aprecio de todo, aun de las cosas más pequeñas, así que lo que no se puede hacer en vida, lo suple la muerte, y esto es para lo que sucede acá abajo; y por lo que sucede allá arriba es propiamente sorprenderte y envidiable a todos los mortales”.

Fiat Divina Voluntad