"cuando no está seco todo en el alma, humor es la complacencia, humor es la satisfacción, humor el propio gusto, humor es la estima propia; 

en cambio cuando todo está seco y el alma obra, estos humores no tienen de donde nacer y el fuego divino encontrando sólo al alma desnuda, seca como fue creada por Él, sin otros humores extraños, siendo cosa suya le resulta facilísimo convertirla en su mismo fuego divino"


CUARESMA Luces Divinas  4-128 (3-6)

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 CUARESMA

Luces Divinas
De los escritos de la S. D. Luisa Piccarreta                                Vol. 4-128 (3-6)

 

Quien quiere todo Dios, se debe dar todo a Dios

 


(1) Esta mañana mi adorable Jesús ha venido por poco tiempo diciéndome: 

(2) “Hija mía, quien todo quiere de Dios, debe darse todo sí mismo a Dios”. 

(3) Y se ha detenido sin decirme nada más; entonces yo viéndolo cerca de mí le he dicho: “Señor, ten compasión de mí, ¿no ves cómo todo está árido y seco? Me parece que me he vuelto tan seca como si jamás hubiera tenido ni gota de lluvia”. 

(4) Y Él: “Mejor así. ¿No sabes tú que por cuanto más la leña está seca, tanto más fácil el fuego la devora y la convierte en fuego? Basta una sola chispa para encenderla, pero si está llena de humores y no bien seca, se necesita gran fuego para encenderla y mucho tiempo para convertirla en fuego. Así en el alma, cuando todo está seco basta una sola chispa para convertirla toda en fuego de amor divino”. 

(5) Y yo: “Señor, ¿te burlas de mí? ¿Cómo entonces todo es feo, y además, qué cosa debes quemar si todo está seco?” 

(6) Y Él: “No me burlo, y tú misma no comprendes que cuando no está seco todo en el alma, humor es la complacencia, humor es la satisfacción, humor el propio gusto, humor es la estima propia; 

en cambio cuando todo está seco y el alma obra, estos humores no tienen de donde nacer y el fuego divino encontrando sólo al alma desnuda, seca como fue creada por Él, sin otros humores extraños, siendo cosa suya le resulta facilísimo convertirla en su mismo fuego divino

Y después de esto Yo le infundo un hábito de paz, siendo conservada esta paz por la obediencia interior y custodiada por la obediencia exterior, esta paz pare a todo Dios en el alma, esto es todas las obras, las virtudes, los modos del Verbo humanado, de modo que se descubre en ella su simplicidad, la humildad, la dependencia de su vida infantil, la perfección de sus virtudes adultas, la mortificación y crucifixión de su morir; 

pero esto comienza siempre, en que quien quiere todo Cristo, debe dar todo a Cristo”.