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Ayer escribí, largo, dejando escapar toda la ira que me había producido un hecho que no me afectaba directamente pero sí lo hacía en mi calidad de Hace 25, casi 26 años que vivo en España, hace 23 que soy ciudadana española, que tengo los mismos derechos y las mismas obligaciones que otros cuarenta y dos millones largos de personas, de seres humanos que merecen todos el mismo respeto y atención.
Ayer se repitió una historia que viví hace ya más de dos décadas. De Almería se dice que es la tierra donde el extranjero no se sentirá un extraño. Es una metáfora que se adapta a la realidad en un altísimo porcentaje pero siempre hay alguien que desentona, que dá la nota, llamémosle gente con “emigrantefobia”.
La anécdota de antes, yo hacía unos tres años que vivía en Almería, casada con un almeriense mi vida aquí era la de un emigrante atípica, porque yo venía de otro país pero no pasé por el desarraigo que deben sentir la mayoría de quienes dejan su tierra, yo me integré al llegar a una familia española que me abrió sus brazos, me uní a un hombre maravilloso que me esperaba a pie de escalerilla para que no sintiera en ningún momento el dolor que produce la nostalgia.
Pero no es ésto la trama de la historia sino el escenario donde se desarrolló. Un día tuve que realizar un trámite en una oficina pública, debo aclarar que si hoy día con todos los años en Almería aún cada vez que hablo me preguntan si soy argentina o uruguaya, imaginaos entonces casi recién llegada.
Al hablar he de haber despertado en la funcionaria que me atendió la ya mencionada emigrantefobia, e inmediatamente con una expresión, que pensándolo con el paso del tiempo era mezcla de asco y desprecio, comenzó su trabajo, debía pedirme el documento, sin más, pero claro, yo era extranjera y entonces con algo de soberbia me preguntó: -“Tiene NIF” , bajé la cabeza y respondí -“No”. Aclaro que a esta altura me había ya dado cuenta por donde venían los tiros y estaba dispuesta a jugar su juego y ganarlo.
Sonrió, segura de un hipotético triunfo no sé de qué y volvió al ataque, digo al ataque porque si estuviera en sus funciones simplemente pediría un documento y yo se lo hubiera dado de entrada pero ella siguió.... “-¿Permiso de residencia?”, y yo poniendo cada vez cara de más compungida: -“No”. - “¿Tiene el pasaporte?...-“No”; al llegar a este punto sus ojos se iluminaron, me tenía en su poder, podía mandarme al carajo directamente.... yo era una indocumentada.
Pero no dejé que disfrutara mucho tiempo, antes de que pudiera volver a hablar saqué el DNI y le pregunté, ahora sí mi voz había cambiado y era la de quién se burlaba de ella....-“¿Te sirve ésto?- Rápida, como debía haber actuado desde el principio, se puso a realizar la gestión sin más, algo desorientada en cuanto a haber juzgado tan mal la oportunidad de decir no a una emigrante, que además actuaba como si conociera, cosa que era cierto, toda la tramitación que exigía que ella complementara.
Bueno, aunque hubieron más casos parecidos, éste me dolió especialmente porque estaba tocada por el comentario de una vieja amiga de Enrique que, cuando éste me presentó como su mujer no se le ocurrió más que decir...-“Te has casado con una mujer exótica”, y yo pensé... ¿exótica yo?, exóticos los toros, las castañuelas, los trajes de flamenca, los quejíos.... bueno, ésto no viene al caso que ocurrió ayer.
Ayer Alexa, que es colombiana, vivió en carne propia la emigrantefobia. Y quién lo hizo es una funcionaria pública, trabaja en la oficina de correos de Ciudad Jardín.
Alexa necesitaba una tarjeta de crédito para poder manejarse, la de Correos, que le había sido especialmente recomendada era la ideal. Es una tarjeta de prepago que se entrega presentando el documento de identidad y en el caso de un extranjero puede obtenerla con el pasaporte y un documento que acredite la residencia como el certificado de empadronamiento.
Con estos dos documentos fue a solicitarla. Sin éxito porque le fue negada. Cuando me lo dijo me puse a hurgar en internet en la página de Correos y vi que los requisitos exigidos eran los que he nombrado antes pero a ella le exigían además un certificado que según la funcionaria debía pedirlo en Hacienda.
Ella iba a quedarse con el no, pero yo pensaba diferente y me surgió la vena charrúa, levanté el arco y la flecha, la lanza de guerra y aunque lo pensé no me puse la pintura de rigor (es broma), salimos rumbo a la oficina de correos de la calle Gibraltar Español y allí luego de una larga espera nos atendió la susodicha funcionaria que pensó que iba a ganarnos la batalla.
Que sí, que no, que se exige, que no se exige.... ya cansada de su negativa le solicité el Libro de Reclamaciones. Creo que en ese momento se dió cuenta que debía cambiar de actitud, sin embargo su defensa inicial fue negar la existencia de ese libro en la oficina.
En la tarde en la Central de Correos me confirmaron lo contrario pero eso va a aparecer después con la denuncia que me explicó otra funcionaria muy atenta, como debía hacerla después de que en la oficina de la calle San Juan Bosco, a la que concurrimos en la tarde, nos confirmaran que todo el trámite no nos hubiera llevado más de diez minutos sin necesidad de más documentos que los mencionados en un principio.
Volvemos a la mañana, a la oficina del barrio de Ciudad Jardín, a la funcionaria mal educada y peor informada, o simplemente y sin atenuantes, con pocas ganas de ayudar a una extranjera. Después del asunto del libro de quejas se levantó de su puesto y entró a otra oficina donde estuvo unos diez minutos hablando por teléfono.
Creo que al salir iba a decirnos nuevamente no, pero en ese tiempo, seguro que se arrepiente aún de habérnoslo dado, Alexa había gestionado la tarjeta por Internet hasta el momento en el que debia “presentarse en la oficina más cercana para completar el trámite”.
Ya estaban presentada la documentación y aceptada, quedaba nada más que la firma de un documento y la entrega de la tarjeta. A la susodicha funcionaria no le gusjtó mucho, siguió poniendo reparos pero a todo le mostrábamos que en la web se aceptaba y se informaba diferente a lo que ella nos decía.
Menos le gustó cuando yo insistí: - “¿Estás segura que no hay libro de reclamaciones?. Entonces me trajo una hoja, una hoja suelta, sin numeración correlativa ni nada que me diera la seguridad de que en cuanto saliéramos por la puerta no iba a ser arrojada a la papelera. Se la devolví y dije -“No me sirve, sé lo que tengo que hacer”.
Pero no quedó aquí el tema. No tuvo otra opción que presentarle el documento de creación de la cuenta para que Alexa lo firmara y quedaba darle la tarjeta pero.... según ella el ordenador comenzó a fallar y le daba error cuando quería hacerlo. ¿qué tendrá que ver el ordenador con una tarjeta física?.... bueno, no hagamos preguntas que sabemos cuál es su respuesta. Nos fuimos, sin decirle adios sólo que volveríamos al otro día a buscaqr la tarjeta.... ah! esa oficina suele estar “a tope” de público y el ruido de voces es bastante alto. Sin embargo el silencio casi total que se hizo cuando yo pedí por primera vez el libro de reclamaciones aún continuaba cuando nos fuimos.
Hoy la “señora” en cuestión debe haber pensado que había ganado porque no nos presentamos a retirar la tarjeta.
No lo hicimos porque ayer mismo la tuvo Alexa en su poder entregada en la oficina central de Correos de Almería y con explicaciones de como utilizarla, con mucha buena atención y mejor voluntad y.... bueno señora, si le llega a sus oídos algo sobre esta nota, sepa que al firmarla voy a entrar en la web de correos para hacer la pertinente denuncia.
@Graciela A. Vera Cotto.