MI LEGADO

No tengo muchas cosas materiales que pueda dejar el día que ya no esté. No soy de esas personas que se enamoran de joyas, vestidos o muebles. 

Mi ropa es cómoda, adecuada a la naturaleza que me rodea; las joyas las dejo para que las luzca quién no tenga a su disposición el brillo de oro del sol. 

Me parece tan absurdo gastar un dineral en algo que puede ser tan perfectamente imitado que  para que se identificara su autenticidad debería estar mostrando la factura de compra y aún así podría alguien pensar que fui timada. No, no va conmigo como tampoco sufrir 365 días al año pensando que me las pueden robar. 

Mi hogar no es material y va donde yo voy. No me gusta pensar que las anclas echadas en un sitio no pueden ser izadas,  prefiero llevar la casa a cuestas como el caracol. Nunca entenderé a quienes empeñan toda una vida en pagar unos ladrillos que, cuando puedan decir que son suyos ya no tendrán muchos años para disfrutarlos.


Por otra parte los automóviles sirven para ir a los lugares maravillosos que me rodean y si por hacerlo sufren deterioros, bienvenidos esos rayones que dejan las plantas espinosas o las piedras, significan que he llegado a donde quería.


No, en mi herencia no habrá muchos efectos materiales, no me aferro a ninguno de ellos; mi legado estará en fotos, en letras, en recuerdos, en vivencias trasmitidas. 


Hoy, por ser domingo se me ocurrió repartir uno de esos tesoros entre mi hija y mis nueras, pero es un tesoro del que no me deshago totalmente. 


Lo encontré un día hace tantísimo tiempo que ya no me acuerdo leyendo qué. Lo adopté inmediatamente, con el tiempo a él fui uniendo otras joyas que fui recibiendo como consejos, oídos de labios sabios o leídos de páginas idem. 


El primero fue: “La mujer que siempre tiene la casa inmaculada para recibir visitas, estará demasiado cansada para atender a esas visitas con alegría”. 


Una vez me olvidé por un tiempo de este mensaje hasta que me dí cuenta, no hacía falta que vinieran visitas, yo estaba demasiada cansada hasta para disfrutar de mi familia. 


Fue una amiga la que me lo hizo ver, me habló de esas mujeres a las que una educación equivocada convierten en esclavas de una casa que deja de ser su hogar para convertirse en su diaria prisión, de la que no se atreven de salir si cada rincón no brilla porque…. puede venir visita y ¿Qué dirán?


Pues que digan lo que quieran, mi casa es mi hogar y yo disfruto de poder salir, de poder sentarme delante del ordenador, de poder ver la televisión, de poder leer un libro  o de poder reclinarme mirando el cielo aunque la casa no esté impecable, aunque haya cosas sin recoger, que ya lo haré después. 

¿La prueba del algodón? Pues que quién pretenda hacerla en mi reino primero se pase el algodón por su cerebro, no lo tendrá seguramente muy limpio. 


Yo desconfío de esas casas donde cuando entro todo parece brillar. Es como cuando veo un libro, si tiene las páginas impecables es porque ese libro no ha sido leído, usado, querido. 

Una casa tiene que tener el polvo del cariño (que no es tierra por doquier), debes poder entrar a ella sin temor de ensuciarla. 


Fue entonces que entendí el segundo consejo “Quién venga a tu casa y pase el dedo sobre los muebles para comprobar si están limpios no es una persona en la que puedas tener confianza”. 

En tu casa puedes un día tener una pila de ropa para guardar y otro estar todo perfectamente ordenado. Puedes amontonar cacharros que no sabes para qué guardas y cuando te canses de verlos puedes tirarlos a la basura, lo que no puedes aceptar que nadie pretenda que en una casa no haya pilas de ropa ni cacharros amontonados. 


Bueno, puedes hacerlo pero tal vez en el estropajo queden tu tiempo personal y tus ganas de vivir.


Y después de ésto recibí el tercer consejo que ahora dejo en herencia a quienes quiero, bueno, a las mujeres de mi familia: “Como mujer, como madre, como esposa, como hermana, como hija tienes un sitio de preferencia en la familia, puedes elegir cuando y por cuanto tiempo hacer cada cosa y exigir que nadie te condicione.” 


Cuidar de quienes amas es prioritario a satisfacer las exigencias de la tabla de planchar. 


Disfrutar del descanso, del relax, de los amigos de Internet, de la familia, estará siempre por encima de cualquier escoba, fregona o colada por hacer. 


Recibir a quién llega a tu hogar con una sonrisa y un elocuente “bienvenido” es lo más importante que esa persona debe ver al entrar a tu casa. 


Y si no es así, es porque esa persona no es merecedora de ser recibida en una casa donde quizás hayan libros fuera de lugar, papeles a medio escribir, cacharros esperando para ser lavados o una pila de ropa que debe ser guardada. 


Creo que mis herederas saben muy bien de que va este regalo. 




                                                                             ®Graciela A. Vera Cotto




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