EL CANDOMBE

Música típica del sur uruguayo

"El candombe" acrílico sobre tela de Ruben Galusso

Ubicado entre los dos grandes gigantes de la América del Sur - Argentina y Brasil -, la República Oriental del Uruguay se apresta a celebrar uno de los  carnavales más largos del mundo. Cuarenta días en el que murguistas, parodistas y orquestas comparten cartel con el candombe, ritmo que identifica al país casi tanto como La Cumparsita. 

       Uruguay no posee una música aborigen, quizás porque las razas nativas fueron exterminadas o, al menos minimizadas. Lo que en el Uruguay oímos es la unión de ritmos y sonidos aportados por los colonizadores y los esclavos negros provenientes del oeste de África. 

       Entre estos sonidos destaca un ritmo pegajoso, considerado pecaminoso durante muchos años por lo sensual y provocativo del baile que lo acompaña: el candombe.

        El candombe requiere de tres clases de tamboriles. Son instrumentos especiales porque solamente se fabrican en Montevideo, la capital del Uruguay, donde, especialmente en los barrios Sur, Reus, Palermo y Ciudad Vieja, las  congregaciones de morenos han conservado, aportado y creado a una cultura que se conoce como “afro-uruguaya”. 

         Los tambores son de madera con una lonja de cuero en su boca superior y de una forma tal que el repique resulta sumamente característico. Se suele decir que los tambores hablan. 

         Yo diría que no solo hablan, también ríen y lloran. El sonido el tambor puede llevar al frenesí de la danza y la alegría, o provocar un frío en la espalda. Una vez sentí los tambores de toda una ciudad “tocando a muerte”, es un sonido imposible de olvidar. Fue cuando murió Rosa Luna, y ese sonido estremecedor, grito de dolor hecho tam tam, quedará para siempre en mis oídos. Quizás lo hubiera vuelto a escuchar cuando la Gularte se fue a bailar a las nubes, pero para entonces yo estaba muy lejos, en tierras donde el tambor es y suena diferente y no habla el mismo idioma.

        Los tambores son de tres tamaños y por ende, tres sonidos marcadamente diferentes. El más pequeño se llama “Chico”, es el más agudo y el que “invita” a los demás tambores a participar. El mediano se llama “Repique”, es el que apura y sube la intensidad del toque, y el tambor más grande y de sonido más grave es el  "Piano".

 

LAS LLAMADAS

Del clamor de los esclavos

 al brillo del espectáculo artístico

"Las Llamadas" pintura de Carlos Paez Vilaró

        En Montevideo, durante la época colonial los amos permitían a sus esclavos negros algunas licencias como la de reunirse extramuros y bailar un ritmo peculiar de marcadas connotaciones africanas. 

        Los esclavos se dividían en grupos que se comunicaban entre sí a través del toque de los tambores que eran también los instrumentos encargados de “llamar” a esos encuentros, de aquí el nombre que acompañaría desde entonces y hasta la actualidad, a las reuniones de morenos donde invariablemente participa el tambor. 

        En el  Uruguay la presencia de gente de color es minoritaria, tanto que en épocas normales del año la colectividad pasa casi desapercibida, no obstante, cuando llega el mes de febrero con sus carnavales,  se hacen notar y “los conjuntos lubolos” son parte insustituible y característica del carnaval  montevideano. 

        Carnaval no es la única época del año en que el sonido de los tambores reúne a la mal llamada colectividad negra. Cabe acotar que prácticamente los negros puros no existen en el Uruguay y la cultura afro-uruguaya, unificada por una importante asociación socio-cultural, está integrada por mulatos, producto del mestizaje, durante más de doscientos años, de negros con criollos y españoles. 

        No es extraño que un fin de semana cualquiera un tambor comience su llamado y en pocos minutos sean muchos más los que se reúnan en plena calle en cualquier barrio o, que por la Avenida 18 de Julio tropecemos con un grupo de cinco o seis tamborileros que la recorren “pasando la gorra”.  

        Las Comparsas Lubolas son en este momento un espectáculo artístico y compiten -como cada una de las otras categorías del carnaval- por importantes premios en metálico. Muchas de ellas no se desintegran una vez terminadas las carnestolendas. Se reducen en número de integrantes y durante el año son contratadas como espectáculo artístico en Uruguay, distintos países de América y,  a muchos kilómetros  han obtenido  grandes éxitos en los Estados Unidos y en algunos países europeos desde donde periódicamente son requeridas. 

NEGROS Y LUBOLOS

Los blancos con cara pintada de negro

"Candombe" pintura de Pedro Figari 

Según la Academia Nacional de Letras de Uruguay “lubolo” proviene del nombre de una tribu de Angola. En la jerga nacional se refiere a un sujeto perteneciente o relativo a una agrupación de carnaval compuesta por negros y por blancos pintados de negro, que actúan al compás de los tamboriles. 

Las primeras referencias a la palabra surgen a finales del siglo IXX, cuando un desgraciado decreto gubernamental impidió que las personas de color participaran de los desfiles de carnaval.

El ritmo marcado por los tambores ya había calado muy profundo en la tradicional fiesta por lo que un grupo de señoritos de la sociedad de la época decidió suplantar a los morenos formando lo que se dio a llamar “conjuntos lubolos” que en buen romance significaba: conjunto de blancos con la cara pintada de negro. 

        Actualmente, los conjuntos compuestos íntegramente de negros no existen en el carnaval del Uruguay. Si bien la raza negra tiene su fiesta máxima durante esos días, concretamente con el Desfile de Llamadas, las agrupaciones están integradas también por blancos que vibran al unísono con la gente de color.

 

CARNAVAL

Desfile de Llamadas por los barrios Sur y Palermo


"Candombe 1021" pintura de Pedro Figari

En Montevideo, previo al inicio del Carnaval se eligen dos reinas y sus respectivos  séquitos: la reina del Carnaval y la reina de Las Llamadas. Cada reina presidirá los desfiles desde una artística carroza. Durante el primero, el de Carnaval, será su soberana quién lo presidirá seguida por la carroza de la reina de Las Llamadas y para el desfile de Las Llamadas –que tiene lugar una semana después-  se invierte el orden. 

 

Un mes antes de la fecha señalada en el almanaque para la celebración del carnaval, se inicia el concurso de agrupaciones que, a partir del desfile inaugural, competirán noche a noche en el escenario del Teatro de Verano. Las agrupaciones completan su actuación artística con presentaciones en distintos escenarios privados y municipales ubicados en los distintos barrios de la ciudad. 

Pero para ésta fecha, en Montevideo ya ha terminado otro carnaval: el de Las Promesas. Un carnaval infantil que tuvo su desfile y concurso en los primeros días del año.  Pequeños parodistas, murguistas, candomberos y bailarines compiten por un ansiado trofeo: ser los mejores en su categoría y conocer, niños aún, el  aplauso del público.

Volvemos a la fiesta máxima. Ya dijimos que el desfile inaugural de Carnaval tiene lugar con bastante anticipación a las fechas en rojo del calendario. Se realiza por la Avenida 18 de Julio, principal arteria de la ciudad que para la ocasión ha sido vestida de luces. Es un desfile general, o sea que participan todas las categorías y algunos (cada año más escasos) carros alegóricos. 

         Cada conjunto dispone de determinado tiempo para completar el recorrido del desfile y su pasaje será cronometrado y si sobrepasa el tiempo límite el conjunto será sancionado restándosele puntaje en el concurso.  Este es el primer encuentro con el público y con los jueces que puntuarán desde la sincronización de los pasos de baile, a la elegancia del vestuario, pasando por las letras de las canciones y la coreografía general del espectáculo. 

        Pero no todo es congratulaciones para los participantes. Deben soportar la tortura de las bombas de agua - costumbre, prohibida pero no desterrada - arrojadas por desaprensivos espectadores que disfrutan más del sobresalto de los sufridos artistas que de la fiesta en sí. Las reinas, seguidas por los cabezudos, son quienes más sufren las consecuencias.  

 

Exactamente una semana después del Desfile Inicial se realiza el Desfile de Llamadas. La celebración se traslada de escenario y del centro de la ciudad el jolgorio se traslada a las calles angostas del Barrio Sur. Ahora solamente participan los conjuntos lubolos y la fiesta adquiere un calor que aumenta con las horas y que no termina con la finalización del desfile. 

  Esta noche no importarán los jueces que califican con rigurosidad cada movimiento. En esta ocasión el público deja de ser mero espectador para identificarse con el “borocotón ton ton” y acompaña, desde sus ubicaciones a ambos lados de las angostas calles o desde los balcones con rejas de las casas de estilo colonial, llamando a los conjuntos con un característico golpeteo de manos. Y en esta ocasión también los artistas olvidarán la coreografía y la espontaneidad del baile se adueñará de las calles. 

Para los montevideanos la noche de las llamadas adquiere un cariz mágico. Cada conjunto tiene colores identificatorios que son seguidos por hinchadas como lo sería un equipo de fútbol.  Es un clima que hace vibrar a los asiduos y enamora inmediatamente a los turistas. Desde tempranas horas de la tarde los tambores han sonado casi ininterrumpidamente, se están probando las lonjas que se templan al calor de improvisadas hogueras alimentadas con papel de diario. 


EL DESFILE VISTO DESDE ESPAÑA

Con raíces uruguayas, Las Llamadas se ven así:

"Candombe" pintura de Carlos Paez Vilaró

Al igual que las ganaderías de toros bravos de España, las Comparsas Lubolas se distinguen por colores, pero también quién conoce del tema las distinguirá por el sonido de sus cuerdas de tambores. 

No es igual el sonido arrancado por las manos de los tamborileros de “Fantasía Negra”, que el que extraen de sus instrumentos los de “Morenada” o el proveniente de “Kanela y su Baracatunga” o el de  “Africanísima”, nombres éstos,  de algunas de las agrupaciones más tradicionales. 

 

        El repique de los tambores es muy especial.  La "cuerda de tambores" puede estar integrada por 20, 30 o hasta 200 morenos en una casi formación cerrada, los  tamborileros golpean "con las manos", al unísono,  las lonjas (parches, aquí en España). 

"Calentar los tambores" es una “ceremonia” que se realiza antes de iniciar el desfile o siempre que van a comenzar a tocar, puesto que si las lonjas no se estiran al máximo,  los tambores no tendrán el sonido adecuado. 

El entusiasmo de quienes integran las cuerdas de tambores  es tal que muchas veces durante el desfile, que dura aproximadamente 2 horas, las manos sangran, pero ellos siguen golpeando  y haciendo repicar sin pausa y como si no sintieran dolor dejan huellas encarnadas en los cueros curtidos. Exactamente igual a lo que ocurre en Calanda y en Hellín en la Semana Santa española. 

Los abanderados abren el paso. Las banderas son gigantescas, las baten haciéndolas girar en forma horizontal de tal manera que, estando quien las "porta", ubicado en el centro de la calzada pasan rozando con temeraria precisión a los espectadores ubicados en las aceras. Las banderas no podrían desfilar con estos movimientos por la mayoría de las calles de Salamanca o la parte vieja de Almería y concretamente en algunas calles del hermosísimo Toledo ni batiéndolas en rigurosa verticalidad. Este ondear de las banderas, en España podría tener una cierta similitud con las fiestas de Moros y Cristianos de Alcoy (Alicante). 

A los “porta estandartes” les sigue el cuerpo de baile, desde el coro a las vedettes, el movimiento de caderas es continuo y muy sensual. Cada comparsa tiene sus Mamas Viejas, su Escobillero, su Gramillero o Médico Brujo, personajes típicos del folclore que sostiene esta tradición.

Las Mamas Viejas, negras mayores, generalmente obesas, desfilan vestidas con faldas de muchos colores sobre enaguas muy almidonadas, bailan con una sombrilla quitasol abierta, representan a las viejas ayas de color que cuidaban a los hijos de las familias patricias. 

El Gramillero representa al “médico brujo” de las tribus africanas y se caracteriza como un personaje de edad, de barba blanca, vestido de frac o levita, con sombrero de copa y una maleta de cartón en la mano, baila con posturas grotescas que parodian a un viejo casi impedido apoyándose en un bastón.  

El Escobillero es otra figura genuina en todos los grupos. Sabe arrancar aplausos cuando mantiene el escobillón en inexplicable equilibrio sobre su frente o su mentón o hace malabarismos con él, todo ello mientras sigue el ritmo del candombe.

La primera vedette es una figura celebrada por el público, llegando algunas de ellas a alcanzar fama internacional. Lucen trajes espectaculares en los que destaca la mínima expresión de los mismos. En los últimos años se ha hecho costumbre que vayan acompañadas por un personaje gay de exagerado amaneramiento.

El paso de la vedette se confunde con el de la cuerda de tambores ya que, prácticamente va abriendo paso a ésta y mezclándose en su baile, con los tambores, cuyo sonido por momentos se hace frenético. 

La Cuerda de Tambores es la que cierra el paso de la comparsa. La integra un número muy variable de personas  y en los últimos años se han incorporado también algunas mujeres.   A esta altura el paso de la comparsa ha llegado a su máximo exponente, el repique es ensordecedor. El público acompaña con las palmas y la atmósfera trasmite un estado tan especial como indescriptible.

Es la fiesta de una raza que fue esclavizada y por siglos menospreciada, que por un día se erige en dueña soberana de la noche. 

        Como fiesta popular no existen ciertas limitaciones impuestas para otros espectáculos nocturnos y esta noche los niños están autorizados a disfrutar con permisividad de horarios.

 

        Las comparsas más antiguas, las que tienen mas tradición, son precedidas por niños. Ellos como tamborileros, aún los más pequeños haciendo repicar con ritmo su pequeño, pero no menos perfecto tambor y ellas emulando a las bailarinas y a las  vedettes, bailando con depurado estilo, haciendo del candombe parte de su genética tal cual suele ocurrir aquí en Andalucía, con los niños que llevan en su sangre el duende del baile y del cante flamenco. 

Por último cabe acotar que en “Las Llamadas” suelen participar gentes de todas las clases sociales. Personalidades del arte y la cultura como el consagrado pintor Carlos Páez Vilaró que durante varias décadas ha sido un activo  integrante. Desfilar en Las Llamadas no obliga a participar del resto de las actividades carnavalescas, por eso para esta fiesta las comparsas suelen estar integradas por un número muy superior al que realizará luego las actuaciones en los escenarios.

        No solo en Carnaval hay Llamadas. Las Llamadas de Navidad y Fin de Año, a pesar de que carecen del brillo y oropel que dan los vestuarios y luces, son dignas de verse. Durante las primeras los negros del Barrio Sur “salen” al compás del tambor para “visitar” a los morenos de la Ciudad Vieja, y en víspera de Año Nuevo, desde este barrio  se devuelve la visita. 

        No hay alharacas, el grupo es más compacto y son muchísimos menos,  pero el ritmo y la cadencia del baile tienen la misma intensidad: el tambor reclama y las caderas responden.



                                                                                                                             ®Graciela Adriana Vera Cotto 


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