¿QUIÉN ME DIRÁ LO QUE DEBO DECIR? 

Hace ya muchos años que aprendí a decir las primeras sílabas… después las uní e hilvané palabras y luego una educación de la que me siento orgullosa me enseñó a leer, a pensar, todo lo cual me llevó a aprender, pero sobre todo a elegir y ello me sirve hoy día para decir lo que pienso y lo que digo.

Siempre he leído y para mi las palabras incrustadas en el blanco de las páginas de papel y también con el fondo virtual de la actualidad representan un tesoro del que especialmente los hispanoparlantes, herederos de un idioma riquísimo en acepciones, podemos estar muy orgullosos.

Pero resulta que ahora también la libertad de acceder a las palabras quiere sernos coartada por personas que absurdamente han llegado a un status que no se sostendría en ninguna otra cultura que no sea la de la erradicación de la educación y el aplanamiento de los conocimientos en un erróneo interés en dar protagonismo a toda la sociedad igualando a la baja algo tan importante como la cultura, porque sin cultura el pueblo no es más que una masa sin conocimientos y sin ética por lo que llegará a creer lo que se le diga y a hacer lo que se le sugiera.

El proyecto de igualar bajando los niveles de intelectualidad lleva a nuestra sociedad a la extinción como tal.

Grandes masas adoctrinadas en la ignorancia y llenando los cupos con mensajes inconexos, vacíos de todo interés social y cultural van dando paso a la generación de la negación de los valores.

La educación del pueblo se ve amenazada por leyes que, a la altura de insensibilización en que nos encontramos, ya no intentan ocultar su cometido: crear una sociedad de mentes obtusas.

En la actualidad la sociedad tiene a su disposición toda la erudicción almacenada a través de siglos. Las nuevas tecnologías nos permiten acceder a lo que queremos saber, a través de un proceso muy sencillo de búsqueda, sin esperas y sin cortapisas.

Historia, ciencia, matemáticas, geografía, todo está a nuestro alcance, pero lo tenemos que diferenciar a un mal uso de estas mismas tecnologías hechas por quienes desean precisamente lo que anteriormente estaba diciendo: el desmembramiento de la sociedad como tal a través de la ignorancia.

Y lamentablemente el ataque a la cultura llega desde los más altos estratos de nuestro gobierno. Porque aunque es un problema a nivel mundial, voy a referirme a este país: España, donde

hace unos días escuchaba a través de la caja tonta el testimonio de una minorista que había tenido que cambiar la publicidad del producto estrella de su comercio por culpa de una palabra: “madurita”.

No hace mucho oía, entre divertida y preocupada, que palabras tan comunes como negro, gordo, tonto, iban a ser consideradas ofensivas y quedar derogadas del léxico común bajo amenaza de sanciones económicas por el simple hecho de pronunciarlas.

Posiblemente a mi con este escrito y otros que se me están ocurriendo a partir de tanta insensatez, me tengan que llevar a la hoguera como se hacía antiguamente con los que por no comulgar con las mismas ideas que los gobernantes, eran considerados herejes.

Y pienso ¿hemos llegado al momento en que estamos todos un poco alienados? De otra manera no se puede entender, o sí, es posible entenderlo porque aunque pretendemos no habernos dado cuenta, desde hace ya tiempo nos vienen preparando el cerebro para aceptar lógicas expresiones como “horrenda incitación a la violación” que una publicidad diga que le agrada la “carne madurita” de una hamburguesa….

Vamos negro, apúrate!…. Y pueden ser varios euros de multa por decirlo así… aunque me refiera a un blancucho al que amigablemente le llamamos negro.

Estamos en manos de minorías que surgen como modernas corrientes cuando no son más que los brazos mas vetustos de una civilización que después de dar pasos seguros avanzando durante más de doscientos mil años, está siendo impulsada a un retroceso disfrazado precisamente de adelantos.

A mi madre, que tenía la piel muy clara, sin embargo le decían “Negrita” como sobrenombre; tengo un yerno que es “el Negro”, y no me ofendo si dicen que estoy “gordita” porque lo estoy….



                                                                                                                 ®Graciela A. Vera Cotto