OFUSCADA, DEFRAUDADA, DESILUSIONADA


Me siento burlada y defraudada por la sanidad española.

No por los médicos que están en los hospitales en primera línea de defensa de la salud pública sino por aquellos profesionales que se escudan detrás de los aparatos telefónicos en los centros de salud, para mal atender o desatender a sus pacientes.

Hace unos días hice pública mi decepción porque en mes y medio no había conseguido que en mi centro de salud, concretamente el de Ciudad Jardín de Almería, se dignaran atender el teléfono que es el medio que nos han dejado para obtener cita con nuestro médico de atención primaria.

Llamada tras llamada, un día sí y otro también, en una oportunidad durante tres horas tres cuarto en forma continua, sin resultado ya que la respuesta fue siempre la de un teléfono comunicando o la de un teléfono que suena y suena hasta que alguien se acerca y sin disimulo lo descuelga.

Pero el jueves pasado tuve la sorpresa, y digo sorpresa porque cuando oí la voz que me preguntaba que deseaba quedé tan asombrada que casi corto la comunicación por la emoción que sentí, logré pedir hora con mi médico y feliz lancé las campanas al viento porque me dijeron que este martes iba a ser atendida telefónicamente.

Desde hace ya semanas tengo una lista para no olvidarme ni de un rasguño ya que soy consciente de que después de esta oportunidad posiblemente pasen meses sin que pueda volver a ser “auscultada vía teléfono” , pero como algo es algo, puse en esta entrevista toda mi expectativa y hoy no me separé del teléfono. En el bolsillo del pantalón o al borde de la bañera durante la ducha, el móvil siempre al alcance de la mano me daba la seguridad de que este martes, iba por fin a poder hablar con mi médico.

Pero pasaron las horas… la mañana en vano y, parafraseando una conocida canción, el reloj dió las cuatro y las cinco, y las seis y las siete y llegaron las ocho y bueno, ya sin esperanza alguna sólo se me ocurre pensar que los médicos de atención primaria se burlan de nosotros, bueno, quiero creer que no son ellos sino el sistema que los ha blindado detrás de un aparato telefónico y, haciéndonos creer que es por nuestra seguridad, mantiene los centros de salud vacíos y a los médicos aislados en una coraza de desatención que raya con la mala praxis.

Durante un tiempo hasta llegamos a considerar aceptable que se nos atendiera por teléfono, pensando en la seguridad de ellos y en la nuestra. Creímos entenderlo, pero en estos meses han habido errores de diagnósticos importantes, es muy difícil auscultar a alguien sin verlo y las recomendaciones y medicamentos que se receten quizás no sean los correctos, sin embargo hasta eso lo aceptamos sin pensar que así, como un cirujano no puede operar vía telefónica, un facultativo de atención primaria no puede saber por esa misma vía como es “la pupa” que su paciente trata de describirle porque si su paciente fuera un experto y supiera lo que tiene, no lo estaría llamando.

Hoy siento que algo que consideraba importante me ha defraudado. Mañana voy a volver a llevar mi teléfono encima durante todo el día con la esperanza de que mi médico me llame, y quizás lo haga y podamos hablar, o puede también darse el caso de que yo no pueda responder porque me esa posible llamada se haga cuando, por ejemplo, vaya conduciendo y me vea en la disyuntiva de arriesgarme a que me cobren una multa, tener un accidente por hablar por el móvil mientras voy al volante, o dejar pasar una oportunidad que puede no repetirse en semanas.

No puedo decir que simplemente estoy enojada, es más que ello. Me siento estafada pero no con toda la sanidad española, no con esos médicos que se dejan la piel luchando en primera línea de fuego en los hospitales y urgencias de todo el país en este momento en que la pandemia vuelve a arreciar, sino por estos otros médicos, los que se protegen del virus agazapados detrás de un teléfono que ni siquiera descuelgan para ayudar a sus pacientes, a los que no sufren el Covid pero siguen enfermando porque sencillamente son humanos.

Me siento ofuscada y me siento engañada en mi buena fe, porque yo siempre había dicho que la sanidad española era la mejor del mundo y ahora debo decir que una parte de ella ha pasado a funcionar de manera tercermundista, la que se ha convertido en médicos/teléfonos.

Quizás falle el sistema, quizás fallen las estructuras, pero lo cierto es que las personas que necesitamos de la medicina primaria no tenemos un terapeuta a quién podamos recurrir.

Nadie programa sus problemas de salud, generalmente llegan sin avisar y por eso esperamos ver al médico cuando le necesitamos y no semanas, o meses después, obligados a automedicarnos con los remedios caseros que heredamos de nuestras abuelas o sobrellevar con resignación los males que nos han tocado en una época en que una pandemia ha vencido al juramento hipocrático.


®Graciela A. Vera Cotto



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