UN PAÍS

   Es un país pequeño del que dicen, su gente sonríe poco. Quizás sea porque el candombe y el tango, las músicas que identifican Montevideo son tristonas, lamentos ambas, de culturas y amores.; y más allá del Santa Lucía y del Carrasco, las guitarras reclaman a chinas huidas y a tierras que cada día se ven más solitarias. Extraña contradicción en un mundo superpoblado. 

   Su gente, la de este país,  se escapa de las fronteras. De las territoriales y de las de la vida. Cada censo de población indica que son menos quienes lo habitan, que son más los que emigran en busca del maná prometido y que son menos los que nacen, quizás porque hay pocos incentivos para regalarle hijos.  

   Los que quedan se amontonan en la capital. Dejan un interior donde no encuentran oportunidades y llegan a una ciudad donde tampoco las hay. Y muchos pasan a formar el cinturón de pobres, perdiendo también la oportunidad de volar. 

   Es un país de contradicciones, el país del se quiere… del no puedo… del tal vez… del mañana lo hago… de los pensamientos negativos y del ‘manijazo’. 

   Es un país viejo dentro de su maravillosa juventud. Quizás porque no tuvo que aprender lecciones drásticas como la de las dos guerras europeas o la de las eternas hambrunas africanas. Y quizás por eso tampoco aprendió a olvidar las caídas y se empeña en tropezar con las mismas piedras una y otra vez. Piedras que se niega tozudamente a retirar del camino. 

   Es un país enormemente rico en su pobreza. ¿O pobre en su riqueza?  Esconde bajo su suelo riquezas mineras importantes. Sin embargo hay tantos intereses que se conjugan y entremezclan con la cultura agrícola ganadera inculcada desde los libros de escuela, que su explotación se considera como una utopía. 

   En el campo las escuelas se cierran porque ya no hay niños que las utilicen. En la ciudad las escuelas se ven obligadas a abrir aún en vacaciones para ofrecer un poco de alimento a miles de escolares. Porque es un país solidario y que además cuenta con leyes sociales que lo destacan como ejemplo en el mundo.

   Es un país que se arruina con cada período de lluvias o después de cada sequía, leves sequías comparadas con las que dejan las tierras cuarteadas en países donde no llueve prácticamente nunca; un país donde no hay tornados ni huracanes, ni conoce de temblores de tierra ni lavas volcánicas, más que las que formaron hace miles de millones de años la corteza firme sobre la que se ubica. 

   A este país tan especial se le conoce como República Oriental del Uruguay, es pequeño, tanto que casi se pierde entre los dos gigantes de la América del Sur, pero tiene bases político-culturales muy sólidas. Además es un país hermoso; un país verde, de colinas y montes indígenas, con ríos extensos y atractivas playas. Es un  país de tierras fértiles… quizás sea un país para pensar en repoblar.

¿No será hora de que los gobernantes de este país en lugar de incentivar las necesidades de su gente, trabajen para revertir la tendencia emigratoria y Uruguay vuelva a ser tierra de acogida?

   Si tenemos campos, si en los campos hay escuelas, si en las escuelas debe haber niños… si tenemos ganas… si nos lo proponemos… si el mundo necesita tanto de eso que a nosotros nos sobra… si nosotros carecemos de incentivos para hacer  aquello que ese mundo aspira a entregar… quizás… tal vez… 

                                                       ®Graciela A. Vera Cotto

año 2004