OTRA VEZ MI CORAZÓN PARTIDO EN DOS

Así está, divido en dos mitades, como todos los corazones con sus ventrículos izquierdos y sus ventrículos derechos pero el mío además de esta generalidad tiene la particularidad de que cada uno de éstos y sus respectivas aurículas se han teñido de un color especial.

No es un problema médico, ni genético, ni mágico, es un asunto pura y exclusivamente de fervor. Es un sentimiento de orgullo del lugar donde nací y del lugar donde vivo. De la patria que me vió correr de niña, soñar de adolescente y sentir como adulta y la que, con los brazos abiertos me recibió para que, como adulta siguiera sintiendo y soñando.


Soñando con el futuro en su tierra hermosa aunque herida mil veces por guerras y desencuentros entre hermanos, divergencias que siguen dividiendo aveces en forma sangrante a los españoles desde hace la friolera de sesenta y seis años.

Soñando con lo que viví en una tierra hermosa, inolvidable donde cuando tuvimos que dejar el triste signo de una dictadura supimos salir todo el pueblo junto, de derechas, de izquierdas, de centro, todos bajo la consigna de una única bandera, la de la patria y por eso aunque siempre habrá desencuentros son desencuentros, yo digo, después de haber vivido un tercio de mi vida en esta otra tierra, que rivalidades políticas que no llegan al odio que muchas veces camufla acciones en la tierra de Cervantes.

Y mi corazón, con su mitad teñida del azul y blanco de la bandera uruguaya (celeste cuando es el equipamiento deportivo el que entra en su ámbito) y su mitad teñida de rojo y gualda.

 Cielo, alegría y pureza; sangre y riquezas representadas en los colores de las dos divisas que guardan mi espacio vital.

A una le juré lealtad incondicional hace muchos años y conservo como uruguaya ese juramento, a la otra le prometo la lealtad de quién se siente adoptada como una más de sus hijas.

Por eso hace muchos años que digo que tengo mi corazón dividido en dos mitades, y no creo que nunca deba elegir entre esas dos mitades en materia bélica pero ya he estado muy cerca de tener que hacerlo a nivel deportivo… y no, no tengo dudas, las raíces son muy fuertes, tanto que sirven para sostener las ramas del hoy.

Cada cuatro años seguramente estaré ante la misma disyuntiva. Cada vez que se acerca un Mundial de Fútbol los colores se hacen brillantes. Durante las fases clasificatorias no tengo problemas, una selección pelea su lugar en el máximo evento en América y la otra en Europa.

En los dos últimos mundiales no llegaron a enfrentarse España y Uruguay, sólo han tenido que verse dos veces frente a frente, en el mundial del 50 en el que empataron 2 a 2 y Uruguay fue el campeón y en el 90, cuando el empate entre los rojos y los celestes fue sin goles, en esa oportunidad resultó campeón Alemania.

No sé que le deparará el destino este año, al menos están en distinto grupo y no comienzan enfrentándose y mi corazón podrá palpitar con su mitad de un color mientras la otra le dá ánimos.

Tener el corazón deportivamente dividido es un problema o una suerte?

Si lo pienso tengo doble oportunidad de festejar victorias; doble orgullo cuando se escuchan los himnos; doble sentimiento cuando vea a las hinchadas agitar banderas. También serán duplicadas las desazones, los nervios, las broncas cuando las cosas no salgan.

¿Y qué pasará si la roja y la celeste se enfrentan en la cancha? Alguna persona, con un poco de sorna me lo ha preguntado; puedo desde ya responder y dejar fuera las incógnitas: mi corazón está divido en dos, pero la parta roja y gualda es muy consciente de que la azul y blanca se agranda porque en el fondo fue la que me dio la vida.

Pero no pensemos en encontronazos, pensemos en estrellas y en que yo estaré feliz si España cose la segunda a su camiseta o si Uruguay le coloca la quinta.

Porque el pequeño país cuya bandera imita los colores del cielo y hasta lleva su sol tiene ganados dos mundial desde que la FIFA los comenzó a organizar y anteriormente, cuando el máximo órgano del fútbol mundial era una organización incipiente, sin capacidad logística para organizar por sí sola un evento de esta naturaleza, por eso en el marco de los Juegos Olímpicos la FIFA comenzó a organizar los llamados “Torneos Olímpicos de Fútbol”. de allí surgen las otras dos estrellas en la camiseta uruguaya, los dos campeonatos organizados y ganados por la selección del Río de la Plata: París en el 24 y Amsterdam en el 28.

Y no pueden negarse porque el hecho de que Uruguay se vistiera con tal palmares hizo que el primer Mundial organizado ya directamente y en solitario por la FIFA, se disputara en Uruguay.

Por eso, sí, tengo el corazón divido en dos colores pero ¡cómo pesa el celeste de la camiseta de Uruguay!


                                        ®Graciela A. Vera Cotto 





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