EL TESTAMENTO DE TUVALÚ 

Hace más de década y media , por el 2006 escribí este artículo que traigo nuevamente desde la hemeroteca.  

Lo recupero porque hoy leí sobre el tema, cada vez más acuciante la desaparición de Tuvalú ya tiene fechas y otra nación, Australia, ha firmado un  acuerdo para recibir a la población de la nación que desaparecerá, de nuestro planeta y de las sillas de la ONU.   Lamentable, pero a pesar de todo ello, pocos son los que se interesan por el tema. 

El testamento de Tuvalu se leerá mucho antes de lo que los más agüeros pronósticos de hace poco más de un quinquenio, nos hacía suponer.


Porque cuando Tuvalu desaparezca de nuestro planeta nos habrá dejado una herencia que no todos sabrán aprovechar.


La herencia de Tuvalu es su propia desaparición y el grito desesperado con el que en este último momento trata de concienciarnos ¿estamos aún a tiempo de oírlo?


Tuvalu es la cuarta nación más pequeña, se ubica en la Polinesia a mitad de camino entre Hawai y Australia. Consta de 4 arrecifes de coral*1 y 5 atolones*2 que le dan un área total de 26 kilómetros cuadrados.


Es también el miembro número 189 de las Naciones Unidas; y es un sitio paradisíaco que ha sido condenado por el calentamiento global que afecta a la Tierra.


Está integrado por nueve islotes o atolones de los que sólo ocho están habitados, este hecho le da su nombre, ya que en tuvaluano, Tuvalu significa ‘ocho islas’.


Su historia como lugar habitado se remonta aproximadamente 2000 años cuando llegaron los primeros pobladores; en 1568 fue descubierta por el navegante español Álvaro de Medaña y Neyra y desde entonces visitada en reiteradas oportunidades por tratantes de esclavos y balleneros.


En 1764 fue redescubierta por el británico capitán Byron y en 1820 se afincaron en el

los primeros comerciantes europeos, lo que dio inicio a un cambio en la sociedad tradicional.


En 1860 la llegada de misioneros protestantes afianzó ese cambio, ya que casi toda la población abrazó la fe cristiana.


En 1892 las islas pasaron a integrar el protectorado británico de Gilbert e Islas Ellice convirtiéndose en 1915 en colonia, régimen bajo el cual existió hasta 1975 en el que, luego de un abrumador referéndum, la población decidió convertirse en monarquía constitucional independiente.


Pero la existencia de Tuvalu estaba marcada.


Ya en el año 2001 el gobierno de Tuvalu anunciaba que las islas, cuya máxima altura es de cinco metros, deberían ser evacuadas si continuaba el aumento en el nivel de los océanos*3.


Los tavaluneses se convertirán en los primeros refugiados ambientales.


Tienen ya firmado un acuerdo con Nueva Zelanda que acepta un contingente anual de 75 evacuados. ¿Dará tiempo el tiempo a esta transición ordenada o deberán saltarse los convenios estipulados?


Tienen donde ir cuando no exista su país. ¿Pero alguien más los recibirá cuando lleguen sin un pasado al que volver? Australia les negó esa posibilidad, quizás porque junto con EEUU, ésta rechaza el protocolo de Kioto*4 que pretende paliar los efectos de una de las causas principales de la desaparición de las islas: el calentamiento del planeta por emisiones incontroladas de gases.


Pocos gobiernos se ven en la necesidad de preparar el fin de su propia nación, es sin embargo la tarea de los funcionarios gubernamentales de Tuvalu que, no obstante ser conscientes de que un día terminarán por perder su cultura y su identidad, reconocen y priorizan la necesidad de abandonar su país y por ello, en ningún momento han tomado como una evacuación la partida de 75 personas (aceptadas) por año a Nueva Zelanda, sino como un plan de emigración controlada para los 11.300 habitantes de las islas.


El futuro se les presenta como una gran incógnita pero el presente les dice que los charcos que se forman en la pista de aterrizaje del aeropuerto ya no se evaporarán con el sol.

Por pequeños agujeros del suelo*5 comienza a manar agua de mar impulsada por la marea alta desde el centro mismo de las islas. 

Los muros de protección en torno a los atolones carecen de practicidad como tampoco es ya práctico seguir sembrando pulaka (un tubérculo comestible), porque cosechas enteras se han echado a perder debido a las filtraciones de agua salada.


Tuvalu comenzó a recorrer un camino en el que no estará sola. En cincuenta años desaparecerán muchas regiones costeras bajas.


¿Cincuenta?, ¿Cuándo se hizo el último estudio? 

Sabemos que es hora de tomar muchas fotografías. Después el paisaje será muy diferente. Serán los recuerdos que nos permitirán asistir a una lección que no aprendimos a tiempo.


Sólo si logramos entender y aplicar el mensaje que nos deja Tuvalu podremos presentarnos al examen con aspiraciones de salir exitosos.


Para combatir el cambio climático debemos reducir el consumo energético y sustituir los combustible fósiles (carbón, petróleo, gas) por energías renovables (viento, sol, plantas, agua) que no emiten gases de efecto invernadero.


Tuvalu tiene hoy su propia bandera, su escudo, su himno, sus leyes que mañana serán sólo curiosidades para algún coleccionista; tiene marcado un destino al que todos hemos contribuido ¿importará lo suficiente como para sacudir la conciencia de muchos en un mundo industrializado hasta la insensibilidad?


(Desde Almería, en el sur del norte, diciembre 12 de 2006)                  

                                                                                                               @Graciela Adriana Vera Cotto


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