SER OCTAGENARIO


especialmente escrito para un gran amigo: Luis Gorospe



LA GENERACIÓN DE ORO 

Yo me consideraba entre los que pertenecemos a esa generación que llamo de oro: la de los septuagenarios, pero hoy descubrí que hay otra generación que también lo es, la tuya querido Luis, la de los octogenarios.


No voy a salir con sensiblerías en un momento tan crucial como festejar tus ochenta años; voy a ir directo al grano. Si tu, Santos, Mercedes, yo y muchos amigos más están en esa generación de oro que tú acabas de dejar para subir un escalón, no es porque hayamos nacido hace mucho, es porque somos los privilegiados. somos los que hemos vivido en una sola vida, los grandes logros que el mundo entero ofrece hoy como forma de existencia.


De la radio de galena, AM, y aquellos hoy enormes aparatos que ocupaban lugares de privilegio sobre una mesa con mantel bordado alrededor de la cual nuestros padres y nosotros mismos tratamos en algún momento de escuchar “con más claridad” un mensaje radiofónico, pasando por las FM, tampoco muy pequeñas, hasta llegar a esas radios que llevábamos en el bolsillo,... bueno, si el bolsillo era grande, y sino en la mano 

 pero nos parecía todo un milagro que no tuvieran cables, hasta poder hoy día comunicarnos con el otro lado del mundo sin necesidad de complicados dispositivos(o quizás muy complicados pero para otros)que han hecho que nosotros no tengamos que molestarnos, bueno, tal vez dentro de poco apenas tengamos que pestañear para poder hablar tú con tus hijos, yo con los míos a través del Atlántico sin necesidad de pulsar un botón para oírlos y verlos. ¿Que te hubiera parecido que te dijeran que cuando tú ibas a la escuela te hubieran dicho que ésto iba a ser posible?


Ver imágenes, si aún recuerdo la primera vez que vi fuera del cine una pantalla cuadrada en la que aparecían escenas en movimiento con sonido y todo. No sé como fue aquí, en Carmelo, un pueblo uruguayo donde yo vivía, los primeros televisores estaban en los escaparates de los negocios y en los bares, a través de cuyas ventanales se amontonaban decenas de personas para asombrarse ante aquella exhibición de progreso tecnológico . Como anécdota personal agrego que uno de los primeros televisores en casas particulares de Carmelo lo tuvo mi padre y, yo con unos quince años entonces me consideraba casi una reina y más cuando, llegada la última hora de la tarde los vecinos comenzaban a llegar a casa, llevando cada uno su silla para todos, a veces grupos de más de veinte personas, sentarse alrededor del aparato que mi padre había, inteligentemente, instalado en la sala mas amplia de la casa, aunque aún cada tanto fallaba la señal y debía darle algún golpecito para que desaparecieran aquellas odiadas rayas que distorsionaban la emoción de lo que estábamos viendo o, incluso subir al techo para ver si la enorme antena seguía enfocada en la dirección “exactísima” que permitiera la recepción de la entonces débil señal de unos pocos canales para elegir programación. .


Creo que nada de lo que evoco te resulta a ti extraño, porque somos casi de la misma generación, lo fuimos hasta hace unos días pero tú has querido avanzar en el escalafón, nada nos resulta imposible, seguramente hace pocos días ambos hayamos visto, ya sin asombrarnos por ese suceso que hoy por hoy consideramos dentro de la total normalidad, que el helicóptero Ingenuity que la NASA, esa sigla que en nuestra niñez ni siquiera pensábamos posible, había volado en Marte y nos quedamos pensando que hace nada, apenas algo más de cincuenta años ¿y qué son para nosotros? compartíamos la emoción de ver como un ser humano ponía el pie por primera vez fuera de nuestro planeta.


Ya Laika había salido de la órbita terrestre pero, que tres hombres estuvieran descubriéndonos que aquel lejano ¿lejano? y brillante satélite que nos parecía inalcanzable podía ser hollado por un pie como el nuestro nos había hipnotizado frente a ese ya por entonces común televisor que, aún en blanco y negro, nos traía imágenes que seguramente tú viste en horas de la noche porque yo recuerdo haberlo hecho durante el día. ¿Importa la hora? Lo que importa es que aquello hoy ha sido superado en tal grado que ya pasa a ser historia, y esa historia la estamos vivido nosotros.


Nosotros y este dispositivo con el que seguramente hoy me estás leyendo y que comenzó siendo un enorme aparato colgado de la pared,  que sólo servía para hablar, después de algunas veces horas de solicitar una comunicación, hablar con alguien que del otro lado y a los gritos nos decía…. hola...hola… aló….., colgado de la pared generalmente al lado de una enorme biblioteca en la que se guardaban enciclopedias donde podíamos consultar lo que hasta cierta fecha alguien había llevado al papel, bueno, hablar del papel ya me haría extender demasiado así que voy a obviarlo.


Después de aquellos, vinieron otros aparatos más pequeños, se les llamaba de mesa, hasta que alguien hizo posible que tampoco los teléfonos necesitaran cables para comunicarnos, pero primero llegaron los “busca” que nos hacían cosquillas para que supiéramos que había quién quería que le llamáramos cuando llegáramos a dónde hubiera un teléfono anclado a un hilo telefónico, y hoy no sólo estás leyéndome en un teléfono sin “ataduras de ningún tipo”, sino que también tienes en tus manos no sólo esa enorme biblioteca de la que hablaba, sino el conocimiento mismo que existe en el mundo, y tienes en ese aparatito tan pequeño una discoteca, un cine, un equipo de grabación y hasta un aula universitaria,  y todo ello fueron logros que nosotros hemos vivido.


Por eso en esta lectura que estás haciendo, no sé si ya aburrido de tanta cháchara, quiero mostrarte porqué considero que somos la generación de oro.


Porque hemos vivido tantísimas cosas que casi no nos damos cuenta del enorme paso que dio la humanidad, no desde que Armstrong pisó la luna sino desde que nosotros, tú, Santos, Mercedes, yo, entre muchos otros comenzamos a tener uso de razón y entablamos un diálogo con la existencia misma que nos ha permitido pasar sin sobresaltos los gigantescos cambios que nos permiten hoy rememorar tantísimas cosas.


No te engañes, seguramente ni tus hijos entenderían que tú eres un privilegiado, lo eres ante quienes te precedieron porque hoy quizás ellos estén también forjando su generación de oro, pero por ahora, esa nos pertenece a nosotros.



                                                                                                                          ®Graciela Adriana Vera Cotto