EL ROCÍO

"Rocío",  óleo pintado por  Antonio Albarrán Ortega

     

Hola amigos:

         Voy a contaros algo que a mi me impactó desde la primera vez que lo vi. Su colorido, su alegría, la fe, la fiesta, la cordura que casi se confunde con fanatismo.

         Muy diferente a las procesiones de Semana Santa donde la religiosidad se nutre de sacrificio, el Rocío es una fiesta en todo el sentido de la acepción. Fiesta de cantos y bailes. Fiesta de la gastronomía. Fiesta de vino y la manzanilla. Fiesta de las mujeres vestidas de faralaes (*1).  Fiesta de rezos y de Salves rocieras (*2). 

Ya os dije que la fiesta comienza una semana antes, cuando desde toda la provincia y muchos otros lugares de España comienzan su peregrinación las 98 Hermandades que arribarán a El Rocío. 

Los carruajes sirven de abrigo nocturno o descanso durante el día a los hombres, mujeres y niños, algunos tan pequeños que en ocasiones portan cunas en su interior. Parten siguiendo al “Sin Pecado”, transportado en un carruaje, generalmente tallado en plata. Es estandarte que identifica a la Hermandad. Bordado en oro sobre ricas telas invariablemente lleva estampada la figura de la Virgen del Rocío.  Los carruajes de Los Sin Pecado, son hermosísimas obras de arte cinceladas con exquisito gusto barroco. Y los carromatos que integran la caravana son un dechado de colores. 

Las Hermandades están integradas por número muy variable de individuos, treinta, cincuenta, quinientos o los doce mil que partieron de Huelva capital formando un río humano en permanente movimiento.

Hay algo en común más allá de la fe religiosa, casi ciega en la Virgen. Nadie habla de milagros, mas bien los rocieros se refieren a la paz interior que sienten al llegar al pie del altar. Y esto es lo primero que hacen cuando arriban al Rocío.

        No importa que en el mes de mayo en el sur de España haya hecho mucha calor. No importa que el camino sea sobre arenales y el polvo una constante.

        Tienen que cruzar el río Guadalquivir y pueden hacerlo, dependiendo de donde procedan, en balsas. Todo un espectáculo ver subir las carretas con los animales y observar como se desliza la embarcación hacia la orilla opuesta.

        También pueden cruzar por un vado. Este paso permite que tanto los peregrinos como los animales se refresquen y aquí se realiza una ceremonia que mezcla la fe en la religión católica con lo pagano. 

        Es el bautismo de aquellos que concurren por primera vez al Rocío. Y es una tradición imposible 

de omitir, generalmente celebrada con un buen vino fino Moriles o Montilla, desde la misma bota.


He omitido hasta ahora describir a los romeros. Hacerlo es recordar las imágenes que aún perduran en la retina, pero son tantas que se sobreponen y las palabras formarían un borbollón de adjetivos. 

Quizás lo oportuno sea unificarlos bajo el de espectacular. Los hombres con sombrero andaluz en el que llevan una estampa de la Virgen y al cuello la medalla de romero, ellas en un derroche de rojos, amarillos, verdes y toda la rama de colores, luciendo trajes andaluces, colgantes de coral  y flores en la cabeza, colocadas con especial arte y gracejo.

Este año, medio millón de mujeres vistieron de faralaes. Algunas, las menos, trajes típicos de montar pero en general primaron los vestidos tradicionales andaluces. 

Me refería a los romeros de Huelva pero éstos, al igual que todos los rocieros caminan durante varios días. pletóricos de bullicio y alegría que en la noche se traduce en bailes y cantos al amor de la lumbre, los que solo se interrumpen para dar lugar al rezo del rosario y, como ritual el canto de una Salve rociera inmediatamente después de la medianoche. 

El territorio que van atravesando es el parque natural protegido de Doñana. Los romeros encuentran todo lo necesario para su comodidad a lo largo del camino y, a su vez, están comprometidos con la limpieza y cuidado del medioambiente. De otra forma no sería posible sostener esta perfecta comunión entre naturaleza y Rocío.

La pequeña aldea de El Rocío junto a la ermita, muy cercana al pueblo de  Almonte recibe a este millón largo de visitantes. Las casas se abren para guarecer  una guitarra invitando a cantaores y bailaores. La noche se hace corta entre brindis y sevillanas pero, no son estos los momentos culminantes.

Ha llegado el domingo de Pentecostés y los alrededores de la ermita quedan cubiertos totalmente por una marea humana que se agita casi imperceptiblemente.

En la Aldea, los Sin Pecado desfilan portados por un peregrino y, al paso del último, comienza el rezo del rosario. En tanto, en la ermita los mozos y hombres que han llegado primero junto a la reja que protege la imagen aguardan la hora en que se realizará el tradicional “salto de la reja”, momento en que “La Blanca Paloma”, nombre con el que se conoce a la Virgen del Rocío será sacada en hombros de los rocieros. 

En el interior no es posible que entre nadie ni nada más. No hay espacio. Tampoco lo hay en el exterior. Nadie sabe a que hora exacta los rocieros saltarán la reja. Están prestos. Todos quieren ser los primeros en llegar a la Virgen. 

En el Rocío reina un desorden ordenado, porque no hay organizadores que planifiquen horarios ni recorridos. El Rocío es el pueblo de Almonte, el que se sabe dueño y protector de la fiesta. 

Los hombres del frente, los que están junto al altar parecen tener todos sus músculos en tensión, listos, prontos. Esperarán que el Sin Pecado de la Hermandad matriz llegue frente mismo a la Virgen. No es tarea fácil para quienes lo portan. Vienen desde la aldea tratando de avanzar entre una multitud que no deja, porque no quedan, espacios libres. 

         Los que están dentro de la ermita escuchan los aplausos provenientes del exterior. Se acerca el Sin Pecado que es recibido con “palmas por sevillanas” (*3), son cientos de brazos en alto, cuando cruza la puerta. Algunos lo empujan hacia delante, otros tratan de detenerlo para hacer más espectacular si se quiere el momento del salto. Y éste llega exactamente a las 3:30 de la mañana del domingo de Pentecostés. La Imagen es tomada casi por asalto. No es tarea fácil bajarla del altar. Dentro de la ermita la transportan a ras de suelo, tienen a la “Blanca Paloma” cara a cara y la emoción de muchos se transforma en lágrimas. 

La Virgen luce en todo su esplendor un manto con incrustaciones de marfil y preciosas, bordados de plata y ornamentos de oro. Quieren tocarla y lo hacen con una delicadeza increíble, apenas un roce con el revés de la mano.  Quizás ninguna novia haya recibido una caricia tan suave.

        De pronto comienzan a repicar las campanas. La Virgen ha llegado a la puerta y en un esfuerzo premiado con un cerrado aplauso, es alzada sobre los hombros de los rocieros. Parece casi imposible que puedan caminar. La Blanca Paloma avanza muy lentamente bajo lluvia de pétalos de rosas.

El gentío es tal que los sacerdotes que van entonando las Salves en las distintas paradas de la imagen, frente a los Sin Pecados de cada Hermandad, debe ser subidos en hombros. 

El fervor popular la convierte en una mujer piropeada. ¡Guapa!, ¡Hermosa! ¡Salerosa!  ¡Reina de las marismas!. Durante la noche, al amanecer, por la mañana la imagen sigue en brazos de sus seguidores. Nadie sabe el momento exacto en que volverá a la ermita. Este año fue a las 2.30 de la tarde. Diez horas después de iniciar su paseo. Parecería que  a medida que se acercaban de regreso a la ermita los rocieros iban acortando el paso para alargar el momento de la llegada.

Cuando se depositó la imagen en el altar se dio fin oficialmente al Rocío, fueron días en los que un millón de personas  hizo del canto y del baile un rezo de fervor y devoción.

Una romería puede ser una realidad desconcertante para el profano. La del Rocío es un sublime espectáculo de fe que atrapa en su bullicioso recogimiento aún al no creyente. 

A media tarde del lunes los rocieros se niegan aún a dejar la ermita. Las primeras Hermandades han iniciado ya el camino de regreso. Desandarán los  pasos que los trajeron por los arenales y los caminos de tierra, cruzaran el río, quizás alguna lágrima sea la añoranza de este Rocío que acaba de terminar pero todos saben que quizás el año próximo sean mucho más de un millón de personas los que se congreguen para rendir su homenaje a “La Blanca Paloma”.

El miércoles partirán desde Almonte los últimos romeros y el pueblo volverá a su tranquila vida de siempre y mientras las camareras de la Virgen se ocuparan del cuidado y embellecimiento de la imagen, las mas de quinientas mil mujeres que participaron de la peregrinación guardaran sus vestidos flamencos, sus chales y sus flores y volverán a sus labores de amas de casa, oficinistas o empleadas de tienda.

Quizás desde esta otra óptica, El Rocío sea también el sueño de la cenicienta. No importa cuales son las causales que movilizaron este enorme caudal humano. Si ha sido la fe, pues no debemos dudar que las montañas pueden moverse.

        En estos momentos los cantos y los bailes siguen escuchándose en el Parque Nacional de Doñana, mientras los carruajes forman rueda alrededor de los fogones. Andalucía ha parido sus hijos e hijas bailando sevillanas y no sabe mejor forma de homenajear a la Madre de Dios. 

        Es la despedida hasta El Rocío del 2003.

                                  ®Graciela A. Vera Cotto


(*1)  Vestido típico andaluz.

(*2) La Salve rociera es un canto de enorme emotividad que generalmente se acompaña con palmas.

(*3) Compás de sevillanas.