EL DÍA QUE EXPLOTÓ EL COLECTOR

Foto de Montevideo con vista de Punta Carretas e instalaciones del colector

   Quizás fue una de las últimas bromas periodísticas del Dia de los Inocentes. 

   Lo cierto es que hasta entonces era muy común leer en los diarios del 28 de diciembre noticias sobre la aprobación  de un fantástico Proyecto de Ley cuya puesta en vigencia tendría el efecto de un bálsamo divino para la economía del país, o sobre el descubrimiento de un yacimiento mineral de incalculable valor o referente a la caída de alguna de esas dictaduras que se habían eternizado en el mundo. Luego, al final, muy al final del artículo el consabido: Feliz Día de los Inocentes. 

   Hasta aquel 28 de diciembre de aquel año en que a Federico Fassano, que ya en estas lides tenía cierta exitosa experiencia, se le ocurrió sorprender  (y acongojar)  a los montevideanos con la que, de no haber sido producto de una inocentada, hubiera sido la primicia más comentada (y miren que las ha habido) de toda la historia del querido diario La República.

   Lo cierto es que ese 27 de diciembre quienes trabajábamos en la redacción del diario también nos hicimos cómplices guardando el respetuoso secreto que merecía la tapa del matutino del día siguiente.

   Yo confieso que esto de callar a ultranza no me va muy bien y esa noche lo comenté con mis hijos. Creo que Alejandro fue uno de los pocos transeúntes que a la mañana siguiente no se detuvo estupefacto delante de un kiosco, mirando asombrado las grandes letras de molde que anunciaban la catástrofe. 

   Es más, se dio el dique, aunque en el momento no todos le creyeron por eso de que lo escrito, escrito está, de desvelar la verdad del embrollo aquel que Fassano y compañía acababan de lanzar sin darse cuenta del alcance real que iba a tener.

   Para los montevideanos hablar del Colector refiere al trabajo de ingeniería civil, con cuya puesta en uso – recoger las aguas fecales de las ¾ partes de la ciudad desviándolas hacia la usina que después de determinados procesos de purificación las expulsa distantes de la costa – se logró que, desde Pocitos hacia el este hasta Miramar de una vez por todas las aguas de las playas de la ciudad aprobaran con nota alta los controles bacteriológicos del Ministerio de Salud Pública y la Dirección de Medio Ambiente, superando las mismas recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. 

   Otra cosa y otra historia eran por entonces las aguas al oeste de Puntas Carretas. Pasaría algún tiempo antes  que se finalizaran las conexiones que venían del lado de la Ciudad Vieja y Barrio Sur y  entonces sí,  también la cosmopolita Ramírez pasaría a ser catalogada como apta para baños sin ninguna restricción. 

   Lo cierto es que los años de proyectos, los de trabajos, los costos y endeudamiento del país para construir “el Colector” y la misma publicidad que se dio a la obra propiciaron las más diversas reacciones de los lectores. Bueno, después de todo, con aquella noticia don Fassano había logrado hacer inocentes a más de medio millón de uruguayos 

   ¿Noticia?... ¡Notición le llamaría yo, nada menos que la explosión del Colector!.

   El Colector había estallado por recalentamiento. ¿Cómo puede explotar un colector de aguas fecales?... bueno, de aguas y alguna materia algo más sólida pero, sobre todo, ¿como ese tipo de materias pueden llegar a recalentarse solo por ser entubadas? No intentemos responder,  lo cierto es que más de medio millón de cabezas pensaron muy poco y razonaron menos aún. 

   El qué si había pensado y razonado muy bien la falsa noticia había sido nuestro Dire. ¡Viva el Dire!, el puntito nos lo adjudicamos todos los que trabajábamos por entonces en La República, hubiéramos o no tenido algo que ver con la estructuración de la nota. Perdón, debí decir, algo que ver con la broma del Día de los Inocentes. 

   Pero la verdad que no había tenido en cuenta hasta este momento ¡Qué venta debe de haber tenido La República ese día!, si hasta en un programa radial en la primera hora de la mañana se hicieron eco de la “exclusiva” haciéndola noticia de dominio propio. ¡Qué chasco por no mencionar la fuente!. La fuente en periodismo es esencial y nos salva de transformarnos en autores o coautores de una falsa información. 

   Pero no es la ética periodística el tema de conversación, yo quiero referirme a aquel 28 de diciembre en el que supuestamente había explotado el Colector en la ciudad de Montevideo. 

   Recuerdo que ya en la tarde de aquel día estaba hablando con el entonces Ministro de Transporte y Obras Públicas, el campechano Wilson Elso. El mismo que dos días antes de un importante viaje a Estados Unidos tenía tan llena su agenda que no podía concederme una entrevista, pero siempre amigo de todos los que trabajábamos para la difusión de la información trató de complacer mi insistencia y me preguntó: -“¿Puedes venir mañana tempranito?” –Por supuesto. Fue mi respuesta entendiendo que temprano podrían ser las 9… quizás las 8, ¿quién imagina antes de esa hora a alguien trabajando en una oficina pública?.

   -“Entonces te espero a las cinco”, y así dejó establecida la cita y, por supuesto a las cinco de la mañana siguiente, en un mes de julio del hemisferio sur, cruzaba yo en vertical la poco iluminada plaza Constitución para realizar – entonces no lo sabía aún – una de las entrevistas que me han dejado mejor sabor.  Por supuesto que en cuanto pude le pregunté a aquel secretario alto que lo acompañó en la gestión ministerial, cuando fue Senador de la República y también en la Intendencia de Treinta y Tres: -¿Cómo aguantan este ritmo?, y él, sacudiendo la cabeza respondió: -“Nos tiene locos a todos, nosotros nos dividimos en tres turnos y el sigue como si tal, desde las cinco de la mañana a las nueve de la noche”, y lo hacía…”Un mate y una radio para escuchar a Gardel”, ese fue el subtítulo de una de las sesiones de aquel reportaje. 

   Bien, estaba contando que hablaba ese día con el ministro  Elso cuando se me ocurrió, a guisa de despedida y como quién no quiere la cosa, preguntarle si su Ministerio iba a contribuir de alguna forma para paliar el desastre del Colector. 

   Una respuesta rápida y una anécdota más para esta serie de despropósitos que estoy recreando: -“No me harás caer Vera, ya lo hizo a primera hora un colega tuyo que me llamó para informarme que un ómnibus había quedado “colgado” del puente de la Barra… y yo envié un técnico en forma urgente para calibrar la situación…”.

   Aún me río al recordarlo. El Ministro no me reveló el nombre del autor de esa tempranera broma pero nunca lo dudé, y con el tiempo lo confirmé: había sido el gordo, Juan, el de la radio que está en la Avenida del Libertador, el mismo que tiene apellido de político argentino y que un año antes para similar fecha, mientras realizábamos una nota con el Ministro de Turismo en el Parador del Chuy, no se le ocurrió nada mejor que preguntarle: -“Ministro, que puede decirnos del incendio que se declaró esta mañana en el cuarto piso del Ministerio?”.

   Como casi todos nosotros, el pobre José Villar había salido de Montevideo en la madrugada. Nada sospechaba de que el edificio del   ministerio pudiera estar ardiendo pero, ¿quién puede saber más que un periodista en contacto directo con su medio…?. Esta vez Juan tuvo que adelantar el consabido “que la inocencia le valga” porque la cara de Villar se había puesto del  color de una hoja tamaño A4 para carta comercial. 

   Aquel día, después del Ministro, el que se sometió a la curiosidad periodística fue el mismísimo Jefe de Policía del Departamento de Rocha, blasón que no intimidó a Juan que  terminadas las preguntas “serias” sale con: : -“¿Qué podemos saber de la fuga que se produjo esta mañana en la cárcel de Rocha?”.  Todos esperamos la reacción asombrada del Jefe de Policía, o un rostro pálido como el de Villar pero, muy por el contrario, tuvimos que volver a encender apresuradamente los grabadores que ya comenzábamos a guardar y  los cameramans de la televisión, reiniciar la grabación porque la noche anterior, realmente había ocurrido un intento de fuga en la cárcel de Rocha. Esta vez la broma no fue tal y gracias al humor de nuestro amigo tuvimos una noticia más para nuestros medios. 

   No todos tomaron con tanta calma el anuncio de la explosión. En el balcón de su casa de Pocitos el Presidente del BID, Enrique Iglesias, pensaba atribulado en la desgracia que había sufrido su país y ya había decidido otorgar en forma inmediata  al Uruguay el máximo crédito del  que, en forma directa y sin anuencia de los demás directivos podía hacer uso. 

   La noticia ocupaba más de media página de tapa y la doble página central donde se explicaba con lujo de detalles lo ocurrido ¿ocurrido? al colector. Un barrio completo anegado.  Un estallido que había arrojado hacia el cielo toneladas de… bueno, de eso mismo. ¿Imaginamos como supuestamente habían quedado las casas cercanas al punto de explosión?. La riada nauseabunda había llegado hasta el túnel de 8 de Octubre  que había tenido que ser cerrado al tránsito. Una verdadera catástrofe, sobre todo una mal oliente catástrofe.

   ¿Porqué será que todo el mundo comienza a opinar y a actuar antes de llegar en su lectura hasta el punto final de una información?. Como el señor que había visto “con sus propios ojos” el estropicio, o los vecinos de Tres Cruces asomándose a las ventanas para olfatear el aire y, en muchos casos cerrándolas apresuradamente  “para que ese olor” no penetrara en las casas. O los automovilistas que desviaron su ruta para no encontrarse con tanta mierda, quizás temerosos de ensuciar las ruedas de sus coches. 

   Pero que puedo hablar de los lectores si el primero en caer en la broma fue el jefe de taller del propio diario que tuvo su día de los inocentes adelantado cuando el 27 subió a redacción para corregir “un error en la información”: el colector había estallado a las 5 de la mañana y la noticia se estaba imprimiendo a las doce de la noche. 

   Y aquella compañera, también del taller, que no salía de su asombro porque el ómnibus en el que había ido a trabajar pasó por el túnel y ella no había podido ver nada fuera de lo común. Pero ¡cuántos,  sí habían visto todo!. Esa costumbre de asegurar: “yo estuve allí y lo vi.”, aunque no tengamos la menor idea de dónde es allí o de qué debíamos haber visto. 

   Lo cierto es que ya se había celebrado el Año Nuevo y todavía quedaban  montevideanos que no habían llegado al “Feliz día de los Inocentes”, con que se cerraba el artículo de La República y seguían convencidos de que el famoso Colector había pasado a ser historia y de que ciertos lugares de la ciudad debían seguir oliendo muy mal.

   Nunca supe explicarme por qué la gente se enojó tanto con la inocente broma. Quizás porque a muchos les debe haber resultado difícil explicar como habían sido testigos presenciales de algo que en realidad  no había ocurrido.

   Yo no sé cuando comenzó a sonar el teléfono de la redacción del diario. Cuando llegué a trabajar ya habían puesto a una de las secretarias a atender exclusivamente las llamadas y grabarlas. Mucho antes de terminar la jornada y varios casetes grabados, había abandonado su tarea y quedaba demostrado que los uruguayos no tenemos mucho sentido del humor. La mayoría de las llamadas fueron de gente muy ofuscada por la broma. 

   Pienso que Fassano debió haber escuchado aquellas cintas donde seguramente no le deseaban unas felices vacaciones porque… al año siguiente no se hizo ninguna broma y así el pueblo perdió la oportunidad de volver a  reír a mandíbula batiente. 

   ¿Porqué será que el 28 de diciembre aceptamos quedar como tontos cuando nos ponemos a buscar el ruedo descocido, la mancha en el pantalón, o tantas tonterías con que generalmente “caemos como chorlitos” todos los años y sin embargo el pobre colector, ya con tantos años de funcionamiento, fue drásticamente sancionado por simular un estallido? 

   Pero yo sigo pensando que ese día Fassano se apuntó diez puntos, y otros diez sin duda correspondieron ese día a Iglesias. 

®Graciela A. Vera Cotto


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SENSACIONES II

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