LIBERTAD

"Vuelo a la libertad" pintura sobre seda de Marta Batalla


LIBERTAD


Un día desperté y mirando al frente encontré un espacio sin fin y un impulso

espontáneo disparó mi cuerpo hacia adelante. Comencé una veloz carrera,

por una verde pradera, mi cuerpo cortaba el aire. La inconfundible brisa del

campo, llenaba mi pecho de una sensación de libertad sin igual, esa

sensación, era la que me hacía correr, y correr. Parecía algo muy natural lo

que hacía. Noté que no me había impuesto una meta, como era mí

costumbre.

Al atardecer, regresé exhausto, me alimenté, me dispuse a descansar

el rey Sol se ocultaba lentamente y apareció la mágica Luna y esa infinidad

de estrellas, que iluminan todo el campo. Entre un agradable silencio que me

abrazaba, decidí dormir y esperar un nuevo día.

Un gallo, avisó a todos, la llegada de los primeros rayos de luz, entonces

salimos a nuestras actividades. Dirigí mis pasos en la misma dirección,

ansioso reinicié la vertiginosa marcha, a la que estaba acostumbrado.

Perfeccionaba movimientos, el ritmo, la respiración, así incrementaba la

velocidad, la adrenalina invadía mi ser.

No sé porque llegaba hasta el río, y miraba hacia la otra orilla donde había

una casa. Pasaron los días, y continúo mi rutina, lo mío sin dudas es la

carrera, mi cuerpo lleno de músculos lo demostraba. Esta vez cambié el

rumbo. Corro por un largo camino de tierra, bordeado de un verde pasto

corto. El sol está muy fuerte. Comienzo a subir un pequeño cerro cubierto

por una isla de árboles, refugio de cantidad de pájaros. Desde ese lugar

puedo sentir el olor a la madera, el pasto, y otro muy familiar que trae el

suave viento.Tengo que seguir. Con una marcha rápida, muy rápida, voy

cortando la brisa.

Llegué a un espacio donde saltan obstáculos, caballos de diferentes colores.

Veo un zaino de cola negra, y un bayo con su manto blanco. Ellos ágilmente

terminan el circuito, aunque no han podido saltar la última valla.

Dos elegantes malacara con una mancha blanca alargada en la cara, y un

tordillo muy alto, con su pelaje canoso, descansan bebiendo la fresca y

merecida agua, luego de un perfecto desempeño.

Un hermoso caballo moro, con su mezcla canosa salvo la cabeza y las patas

que son bien oscuras, es el favorito para llevarse el primer premio.

Del otro lado, vienen tres potros con sus respectivos jinetes, un pintado que

de manchitas atigradas, un rosillo con su mezcla de pelos blancos con rubios

y colorados, y un tobiano que es de colores con manchas negras.

Veo un pequeño ruano, que tiene un mismo color pero con crines y cola

blanca, de un mes de vida, hace pequeñas corridas, divirtiéndose libremente.

Es el centro de las miradas de todos los entrenadores, porque es hijo de

campeones, y ha llegado de Argentina, para quedarse en nuestro país, Uruguay.

El concurso de salto es un deporte muy vistoso, que nació de competencias

militares, se forman parejas de trabajo que mantienen un vínculo muy

estrecho con su jockey. Tanto así que parecen, un cuerpo con dos almas.

Cada movimiento está estudiado y ejercitado hasta conseguir el salto

perfecto. El jinete, da instrucciones en voz alta, movimientos de riendas,

presionan con sus piernas y pequeños toques de fusta. Los obstáculos van

creciendo, pero todo se ve natural. Luego de varias horas de ejercicio,

quedan las monturas ordenadas en los establos. Los entrenadores, con

esponjas mojadas en agua fría, miman a los caballos que parecen cansados.

Ellos, elegantes con mantas en los lomos, caminan hasta que quedan secos. Y

se recuperan tomando agua. Esta actividad requiere tanta concentración que

nadie percibe mi presencia. Es tiempo de regresar al punto de partida. El

atardecer me produce alegría, no todos sienten lo mismo. Pero la vuelta

nunca la hago lenta, tiene que ser como un pampero, nadie me puede parar.

En éste nuevo día de primavera, me dejo llevar por el viento. El, potencia

mí carrera a una velocidad que nunca había e experimentado. Mis fuertes e

incansables músculos, son mi orgullo, mi corazón, trabajador responsable,

bombea y bombea, tratando de corresponder a tanta exigencia, que no sabe

de límites.

Estoy acercándome a un alambrado, a unos metros hay una portera, ésta vez abierta.

Siento un olor muy familiar que me atrae, siguiéndolo, paso a

través de el ella y realizo una pequeña carrera. Para mi sorpresa, estoy

parado sobre una cancha de Polo.

El Polo, es uno de los deportes en equipo más rápidos, y más divertidos, en

el que el caballo también juega. Requiere fuerza, destreza y táctica. Hay

dos equipos de cuatro jugadores. Los jugadores, montados en sus caballos,

llevan en la mano un mazo que tiene la cabeza de madera, y un mango fino y

flexible. Hay dos porterías, a las que los polistas intentan llevar una pelota

muy inflada, recubierta de cuero. Cada jugador puede cambiar de caballo las

veces que quiera. Pero hoy cada jugador está con su caballo, el preferido.

El objetivo es marcar goles. El fino olfato me lleva a los establos, entro y

está todo listo para comenzar el partido. Cada caballo tiene su dueño, con el

que se traslada a tierras lejanas, y regresan vencedores o vencidos. Lo

importante es participar.

Prefiero, correr, esto es lo mío, la carrera.

Vuelvo a la orilla del río, veo que alguien sale de la casa. Se dirige hacia

mí, mientras va cruzando un angosto puente. Me llama con un silbido que

reconozco muy bien, es nuestra señal secreta. Mi corazón se llena de

alegría, y al llegar recibo un fuerte abrazo de mi compañero.

--¡Te eché de menos! Ya es tiempo de volver. Espero que hayas disfrutado

de tus pequeñas vacaciones. Está todo preparado. ¿Vamos? --dice el amigo emocionado.

Regresamos.

Cruzamos el puente de madera, sin mirar todo lo que dejaba atrás. No sé si

deseo ir, pero sí sé que es el único amigo que tengo. Él me quiere y me

conoce mejor que nadie.

Escucho atentamente, el murmullo del agua. Éste, invade mi cabeza, hasta

que abruptamente, se apaga con el encendido del motor de la camioneta que

nos traslada hacia la cuidad.

Luego de un largo viaje, que me hace sentir ahogado y nervioso. Por suerte,

termina esta tortura, y todos bajamos de la camioneta. Este lugar, es muy

lindo, pintoresco, está ordenado, prolijo y limpio. Se respira aire puro,

hemos llegamos al Hipódromo de Maroñas. Acá se realizan carreras de

caballos, para eso hay una pista, a la que conozco muy bien. Pero, todo

cambia cuando se llena de personas que no parecen trabajar en el campo,

van a ver las carreras, hacen apuestas con dinero, tratando de adivinar el

caballo que va a llegar primero. Esperan el vareo, para poder apreciar los

animales, los comparan tratando de adivinar cual es el mejor.

Los entrenadores, en los establos, preparan a los potros, los cepillan, les

colocan la montura, el veterinario se asegura que todo esté bien. Ahora la

montura, es todo un tema, porque cuando nadie la usa no sé que le agregan,

que pesa lo mismo, los 50 quilos del jinete, así el caballo se acostumbra a ese peso.

Pero, a pesar de todos estos detalles, la montura es muy desagradable.

Luego de un tan deseado descanso, me alimento, damos un paseo por el

lugar. En poco tiempo, estoy rodeado de desconocidos, no me gusta, no debí

haber venido.

--¡Tranquilo! Recuerda que estamos juntos, que nuestra amistad va por

encima de todo--dice mi amigo con un abrazo.

No entendí lo que dijo, pero su voz aplaca mis nervios.

Ya estoy en el cajón número tres, pronto para la largada. Mi nombre es

Napoleón y los colores de mi jockey son verde y blanco. Soy un caballo

Cuarto de milla, tuve mis orígenes en Norteamérica, soy blanco, bien blanco

sobre piel rosada, se puede decir que dócil, tengo una gran masa muscular,

que me hace muy, pero muy veloz.

Ahora, con mi compañero, somos un solo cuerpo, formamos un gran equipo.

Soy a los que llaman "los que vienen atrás". Nuestra estrategia, es que

galopo despacio al principio, y reservando mis fuerzas para el final.

Mi meta es bien clara, llegar primero.

Los recuerdos con el tiempo se van borrando de mi memoria. Lo que

permanece en mi alma, es esa sensación de éxtasis, que me transmite la

naturaleza, el campo.

Esa alegría incomparable, que da sentirme en "LIBERTAD".

Patricia del Barrio

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