PENSAMIENTOS EN UN 11S

En época de Coronavirus

Hace hoy 19 años vi en una trasmisión en directo algo que pensé sólo podría observar en películas o retramisiones en diferido.

En la televisión estaban hablando de un atentado contra una de las Torres Gemelas y en ese momento Enrique salía de la habitación y yo le estaba poniendo al tanto de lo que ocurría en la lejana Nueva York. Un avión se había estrellado contra una de los gigantescos edificios.

No seguimos hablando, quedamos mudos, ante nuestros ojos otro aparato se incrustaba en la segunda de las torres provocando una enorme explosión.


Aún no éramos conscientes de que estábamos viviendo el inicio de un cambio en la historia de la humanidad o quizás era el fin de una manera de vivir, algo que se había logrado sobre millones de tumbas pero que nos permitía gozar de lo que creíamos era una era de paz y tranquilidad.

Y hoy, casi dos décadas después el mundo, o sea nosotros, nos hemos acostumbrados a convivir con la amenaza del terrorismo fundamentalista, no nos hacemos demasiadas preguntas y caminamos aparentemente tranquilos, ahora como en una escena de ciencia ficción con los rostros cubiertos por mascarillas por culpa de otra reprimenda que nos dá la vida, quizás porque por algunos años disfrutamos de ella exprimiéndola a pleno.


Hoy el comúnmente llamado coronavirus ocupa los grandes titulares y nos hace olvidar que cada vez hay más países donde las dictaduras de izquierda, oficiales o disfrazadas de cierta honestidad, en lo ilógico que pueda ser honesto un acto de deslealtad contra los intereses de un país, van socavando las democracias plenas.

Preocupa que aparezca una vacuna que nos permita seguir abrazándonos y haciendo corrillos sin peligro de contagio de una enfermedad que aún no entendemos bien pero nos olvidamos que hasta hace pocos meses la inquietud era que la vida en el planeta siguiera siendo sostenible en pocas décadas más.

Y mientras el 11S pasa este año como un aniversario cada vez más relegado al olvido importan más las multas que nos pueda poner la autoridad por no utilizar debidamente la dichosa mascarilla que el que esas fuerzas de seguridad puedan darnos eso: seguridad en nuestra vida cotidiana.

Nos rasgamos las vestiduras porque los ancianos enferman solos en las residencias y cerramos los ojos a los niños que hacen largas caminatas para conseguir un poco de comida en países donde tampoco a nadie le importa si la mitad de sus habitantes mueren siempre que quienes están en la cresta tengan una buena residencia y una mesa repleta a la hora que lo deseen.

Pero no es triste lo que está pasando, no es diferente a lo que ha vivido la humanidad desde las guerras godas; la matanza de niños ordenada por Herodes, las guerras que siempre se dijo que serían la última, el horror de Hiroshima o el de los Balcanes, lo deplorable es que nos hemos acostumbrado y vemos como se nos viene encima una hecatombe sin siquiera pestañear y en un sálvese el que pueda estamos regresando, creyendo que lo que hacemos es modernizar nuestros hábitos de vida, en la barbarie de la que la humanidad tan dificultosamente estaba escapando.


                                                                                     ® Graciela Vera Cotto







RETORNAR A

EL PERIÓDICO DE GRACIELA 

VOLVER A

BIENVENIDO