¿QUE PASÓ AYER?

Miro a la cara de la joven que detrás del mostrador me pregunta si entiendo lo que debo hacer y me veo vieja, demasiado vieja para ella, pero en mi interior me río porque esa joven ignora que yo conozco del mundo mucho más que lo que su juventud puede darle hoy.


Ni siquiera cuando ella llegue a tener mis años tendrá mi experiencia porque la vida se a vez, se vive en una época como la que yo viví, en la que el planeta pareció acelerar su rotación para darnos en pocas décadas tanto que aún nos cuesta asimilar.

La joven me preguntó si yo entendía lo que debía hacer para bajar un correo del ordenador.

-Por supuesto le dije. Y por educación me callé pero quería decirle que cuando ella aún necesitaba pañales yo ya peleaba con estas endiabladas máquinas, ahora fáciles y obedientes pero entonces hacían lo que ellas querían.

Recuerdo que si por desgracia alguien te enviaba un correo electrónico podía demorar horas en llegar y si lo anexaba algo al mismo… bueno, si era un anexo pequeño hoy, pero enorme entonces, podías tener que entrar al servidor a desatrancar el correo que no lograba salvar las angostas carreteras de entonces en el recién inaugurado ciber mundo.

Pero salimos de eso, de las máquinas lentas, de las impresoras que se atragantaban con las hojas y en lugar de sacar fajos en orden terminábamos con manojos de hojas inservibles en las manos para deber comenzar a hacer todo de nuevo.

Recuerdo que como ahora hay grupos en internet para intercambiarse música, fotos, y tonterías, nosotros formábamos grupos de autoayuda para poder sobrevivir a los ordenadores de pantallas florecientes y cuerpo ancho que ocupaban medio escritorio.

Grupos donde no había día en el que varios de nosotros pidiéramos auxilio urgente para solucionar alguna cosa extraña que sucedía con estos aparatos de los que pocos conocían su funcionamiento “al dedillo” y para cuyo arreglo, aún eran escasos y extremadamente onerosos los técnicos.

Pero después que hacía tan poco tiempo un ordenador necesitaba de una habitación tan sólo para él y deshaciendo todos los presagios hechos por el mismo inventor del sistema de que era algo para uso de unos pocos y con muy poco futuro, me considero feliz de estar entre los primeros, y ni por lejos el primero, de los comunes mortales en usar uno en su propia casa.

Y no hace de eso tanto tiempo, aunque ya hacía tiempo que se trabajaba sobre una máquina inteligente por parte de alemanes, americanos y franceses, recién en la década de los años 60 del siglo pasado los chips comenzaron a hacer factible que los simples mortales llegáramos a sentarnos ante un teclado que iba dejando signos en una pantalla y podía almacenar lo que escribíamos, podíamos imprimirlo o podíamos, bueno, otro futuro logro, enviárselo a alguien en otra persona, incluso en otro país.

Y pasaría un tiempo pero llegó en el que pudimos ver con quién hablábamos con letras y luego hablar con palabras con esa persona, pero no quise ponerme a explicarle a aquella chica que lo que ella sabía de un ordenador o PC era la décima parte de lo que yo había tenido que aprender tan sólo para hacer una cuarta parte de lo que ella ahora hacía con un solo clic.

Recuerdo cuando una tarde, mirando en la redacción del diario La República a un compañero de trabajo le pregunté muy seria si el recordaba cómo hacíamos para “sacar en fecha y hora” el diario todos los días antes de que existiera Internet.

No digo las coputadoras que ya fueron una ayuda porque primero teníamos las viejas máquinas de escribir y junto a ellas líquido de borrar, tijeras y pegamento y lo que terminábamos haciendo era un colage porque ahora si algo no nos gusta, lo borramos y si lo que pusimos abajo lo queremos arriba, pues lo copiamos, cortamos y subimos al sitio donde queremos que vaya, pero entonces no podíamos más que borrar lo mal escrito si era poco o si queríamos cambiar de posición un párrafo, pues cortábamos la hoja y lo anexábamos. Sí, un diario no sólo nos enseñaba a buscar la noticia sino también nos permitía practicar el olvidado, desde el preescolar, colage.

Sin embargo esa pregunta no se refería a la dificultad al escribir…. Todo lo contrario, creo que ahora si nos quedáramos sin electricidad habría que bajar las cortinas (o no, porque la mayoría de los diarios modernos tienen equipos de …. ) pero yo recuerdo una noche, las viejas máquinas Olivetti de la redacción y la luz que se fué.

Las zona de las rotativas tenían su propio equipo para poder continuar pero en la redacción y demás oficinas nos debimos alumbrar con velas y bueno…. La portada del día siguiente, la recuerdo muy bien porque el fotógrafo subió a tomar una foto de la redacción y en ese momento yo me había puesto de pie y salí destacando entre dos escritorios donde junto a cada máquina de escribir había una vela y por supusto el periodista armando su artículo. No recuerdo las palabras exactas del títular que el Director dió al diario de ese día pero decía algo así como que “...a la República no la detiene ni la falta de luz…”.

Y no es a esta dificultad que si se quiere fue una anécdota de las muchas que se suceden en el devenir de un diario a lo que hacía mención mi pregunta…. ¿cómo lo lográbamos?

No existía Google para darnos ningún dato. No había Internet…. Si necesitábamos información sobre algo debíamos dejar la redacción y dirigirnos a la hemeroteca y buscar…. Si sabíamos la fecha de la noticia que queríamos releer… o el nombre…. O si era historia en algún libro o tal vez buscar en un mapa un sitio… pero debíamos hacerlo “con la mente” , y eso era la parte de trabajo dentro del Diario, estaba la otra, la búsqueda de la noticia, la conferencia de prensa, las tardes en el Parlamento, la Casa de Gobierno, el vecino que tenía un problema “grande” a su criterio, el gremio que quería dejar presente su queja… bueno, todo eso lo hacíamos como ahora digo “a la antigua” porque las nuevas generaciones no pueden imaginar como se trabajaba entonces.

Y no fue hace un siglo, sin embargo es historia, porque desde que terminó a Segunda Guerra Mundial (y yo no había nacido aún) a la actualidad el mundo parece haber pisado el acelerador de una manera incontrolable.

Me gusta el mundo que mira hacia el espacio exterior, me gusta pensar que la humanidad un dia llegará a colonizar otros planetas pero no quiero dejar de recordar todo lo que hoy se llama “viejo” pero para mi es vida.

Muchos hombres y mujeres han vivido meses, años enteros en la Estación Espacial Experimental que, hace tanto que existe que ya está llegando al límite de su vida útil y ésto llega cuando aún tengo en la memoria el día que se dijo que la Unión Soviética había lanzado al espacio al primer ser vivo, Laika…. Después vinieron otros, y llegó la carrera por quién ponía un hombre primero en la luna….

Sigo rememorando lo que para la joven que está del otro lado del mostrador es historia antigua y no puedo menos que reirme… yo lo viví, pero difícilmente ella entenderá que yo, aunque lleve algunos años encima, no me considero vieja y menos ignorante.



                                                                     ® Graciela A. Vera Cotto





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