LA ACOMPAÑANTE

LA ACOMPAÑANTE

de Liset Corbo

-¿Cómo te llamas?

-Guillian, Guillian Barre.

-Lindo nombre, original, le dije.

Guillian es mi compañera inseparable hace ya cuatro años.

En un principio me resistí, pero ella me ha persuadido, la soledad no es buena, y tiene razón.

No me deja ni a sol ni a sombra, me acompaña todo el tiempo, incluso duerme en nuestra habitación.

Cuando me duermo, sueño con que al despertar, Guillian se ha marchado.

Pero al despertar, siento sus garras apretar mi tórax:

-Aquí estás de nuevo, querida, le digo, tratando de apartarla.

-Déjame respirar un poco...

Luego lucho para salir de la cama, pero ella trata de impedirlo:

-Quédate en la cama.

-No puedo, Guillian, tengo que intentarlo.

-Algún día te darás por vencida, me asegura.

Con esfuerzo, logro levantarme, pero tardo bastante en encontrar mis sandalias, mientras ella intenta moverlas para que no pueda calzarlas. Rengueando dolorida, usando el bastón, me dirijo a la cocina para desayunar y tomar los medicamentos. La leche está en la heladera, pero en un cajón que, sin fuerzas, ya no puedo abrir y han guardado las tazas en la alacena a una altura a la que no puedo alcanzar sin provocarme calambres. Saco la manteca, se me cae, y no

puedo agacharme.

-No puedo más, digo y me pongo a llorar estúpidamente, sólo para alegrarle el día a Guillian.

Sale mi esposo del baño y me consuela:

-Deja, no te preocupes, ya te preparo el desayuno.

Entro al baño para ducharme, pero me resbalo, caigo en la bañera y mi grito atrae a mi esposo:

-¿Porqué sacaste la alfombra?, me incrimina, no ves que te resbalás?

Sé que Guillian ríe a carcajadas, escondida en algún rincón del

dormitorio.

-Llamo a los bomberos? bromea José, mientras me ayuda a levantarme.

Vuelta a la cama, le pido:

-Por favor, sácame estos pesados grilletes que me hinchan los pies, las rodillas y las muñecas y no me dejan moverme, pero ella se burla:

-No puedes calzarte ni tus decenas de zapatos ni tus joyas, de nada te sirven...

Desayuno en la cama y al poco rato, los medicamentos me provocan mareos, mi cerebro gira en torno a un eje, cierro los ojos, ella dice:

-Ves, tienen efectos secundarios, no los tomes.

Mientras duermo, Guillian me pinta en el cuerpo nuevos puntos rojos y lunares, me despierto sobresaltada, me he mordido otra vez la lengua, que se adormece como los ojos.

-Lucha, no decaigas, tú eres fuerte, me aseguran mis amigos.

-Mira cómo te ríes, estás bien, dicen ignorando mi esfuerzo

sobreactuado por no preocuparlos.

Desconocen el dolor de los huesos que parecen derretirse, los

calambres prolongados, los ahogos nocturnos.

Aún así, me resisto, en mi pelea cuerpo a cuerpo y segundo a segundo contra Guillian. El doctor asegura que debería internarme nuevamente, pero me miro los brazos

y mis venas se retuercen de tantas agujas. Prefiero quedarme en casa, dormirme despacio, y soñar con la vida.

Mañana, después de todo, es otro día y una nueva oportunidad para enfrentarme con ella y ganarle de una vez por todas.