Capítulo XI

Capítulo XI

La época medieval

1. En las decretales

1. Conforme a lo que hemos visto hasta ahora, no podemos esperar que en las Decretales se haya dado espacio a la cuestión de la sanación de la sentencia inválida. Sin embargo hallamos pocas indicaciones tangenciales que muestran que esa idea estaba latente.

Ya en la sección anterior hemos tenido ocasión de señalar como la institución de la «confirmatio» (X. 2, 30), se había prestado como vía para canalizar la impugnación de la sentencia. Pero ya que esta institución estaba orientada principalmente a la confirmación, no nos extraña que por afinidad ella será utilizada como vía de sanación.

El texto de las decretales que más se acerca a esta idea es el siguiente:

X. 2, 30, 7. Innocentius III. Examinata causa, quae vertitur inter te et milites Campanicos super ecclesia sancti Angeli de Casaperota, [...] perpendimus evidenter, arbitrium, quod vicedominus Sabinensis dicebatur super eodem negotio promulgasse, contra formam iuris et compromissi fuisse dictatum. Unde non obstante confirmatione felicis memoriae Coelistini Papae praedecessoris nostri, qui confirmaverit illud, sicut provide latum fuerat, et ab utraque parte receptum, decernimus ipsum irritum et inane. [an. 1207].

Dejando de lado los demás aspectos, podemos detenernos en la mención de una anterior confirmación que había recibido la sentencia, por parte de Papa Celestino III: esto puede significar, que quizás en la primera confirmación se consideró que tales defectos podían ser sanados. Ciertamente es posible que la confirmación de Celestino tenía solo un error de hecho, es decir, no había advertido que se trataba de una invalidez. De todos modos el texto, tomado literalmente, dice que una sentencia inválida, que había sido confirmada por Papa Celestino III, o sea sanada, luego era declarada inválida por Innocentius III.

2. Otro modo de sanación, independiente del uso de la confirmatio, se reconoce en el poder que posee el Papa para juzgar una cuestión atendiendo solo al mérito y sanando los defectos formales. Ese poder sanatorio del juez superior se presenta claramente en esta decretal:

X. 5, 1, 22. Innocentius III. Ad petitionem Galterii [...] Quum enim secundum iuris civilis auctoritatem in illis etiam casibus, in quibus solennis ordo iudiciarius observatur [...] Quum igitur nobis de talibus fuerit sufficiens in tali negotio facta fides, propter quae praefatus G. erat merito amovendus, etsi restituendus foret propter iudiciarium ordinem non servatum, ob causas tamen praedictas ipsum providimus manere privatum regimine abbatiae, supra dictum priorem, quem pro eo, quod, praefato G. propter iuris ordinem non servatum quodammodo inordinate remoto, intelleximus ob eandem causam per consequentiam minus legitime substitutum, per sententiam amoventes. Quem quia non propter personae vitium vel scientiae defectum, sed propter iuris solemnitatem, sicut praemissum est, praetermissam amovimus, ipsum postmodum restituimus in abbatem [an.1210].

Aquí se trata de una controversia en la substitución de un abad en cuyo proceso han surgido defectos meramente formales contra el solennis ordo iudiciarius civilis. El Papa Innocentius III a pesar de esos defectos, es decir, “sanándolos”, restablece al abad en su cargo. El fundamento de tal decisión es que en el proceso ha constado con toda evidencia que sólo obstan defectos de las solemnitates iuris y por lo tanto el nombramiento es justo en el mérito.

Por lo tanto, aunque realmente existió tal defecto, y por lo tanto el nombramiento era inválido, sin embargo el Papa declara que tal defecto no se puede ya tomar en consideración: el vicio formal ha sido absorbido y sanado y el abad puede ocupar su cargo.

Finalmente notemos que el axioma de VI. reg. iur. 18 (Non firmatur tractu temporis quod de iure ab initio non subsistit), claramente inspirado en Paul. D. 50, 17, 29, causará graves dificultades para el buen desarrollo de una doctrina sobre los plazos de impugnación de la sentencia inválida, y la respectiva sanación que de allí derivaría.

2. En la literatura procesal

1. La «confirmatio». Al final del segundo libro de las decretales se había colocado esta institución (X. 2, 30), la cual originalmente no consideraba directamente la posibilidad de convertirse en instrumento para la impugnación o la sanación de la sentencia inválida. Sin embargo la necesidad de canalizar esos casos produjo el alargamiento de esta institución, (como sucedió también con la apelación, la restitución y las excepciones).

Un primer signo de esto ya se halla en la decretal de Innocentius III que hemos estudiado. Aunque en las decretales no se desarrolló más este asunto, la literatura procesal encontró aquí una vía para canalizar la impugnación y la sanación de la sentencia inválida. Así ya en el comentario de Innocentius IV a X. 2, 30, 1 se declara abiertamente que por esta vía el juez puede confirmar una sentencia inválida.1

Allí Innocentius IV recoge algunas objeciones contra el uso de la confirmación para una sentencia inválida: si la sentencia es válida, entonces ya es cosa juzgada y la confirmación es superflua; y si la sentencia es inválida, entonces es imposible que ella pueda ser confirmada. Sin duda estas objeciones representan la concepción de los interpretes medievales de las fuentes romanas, los cuales subrayaban la insanabilidad perpetua de una sentencia inválida.

Sin embargo nuestro autor considera que cuando se trata de una confirmación ex certa scientia, ésta es una vía utilísima para el actor, pues si la sentencia era inválida, cuando la nueva sentencia de confirmación pase a ser cosa juzgada, también la primera se convierte en válida, es decir, sus vicios son sanados. Y después ya nadie puede objetar la invalidez de esa primera sentencia.

Existen pues al menos algunos casos de invalidez de la sentencia que el juez superior puede subsanar con una nueva sentencia confirmatoria.2 De la breve indicación que hace el autor, podemos suponer que esta sanación era posible cuando la sentencia era justa en el mérito y la invalidez era solo formal. Un autor tardío señalará como imposible de sanar la invalidez que toca la defensio iuris naturalis,3 aunque la confirmación se haga ex certa scientia o con la cláusula «supplentes omnes defectus».

Todos los autores posteriores citaron casi al pie de la letra esta doctrina de Innocentius.4

2. La plenitud de la potestad. Seguramente de la praxis generada por la confirmatio, se dedujo la idea general que cuando se propone una sentencia al examen del juez supremo (en origen solo el Papa y el Príncipe), este tiene poder para decidir sobre el mérito y también para pasar por alto algunas solemnidades, que en los procesos regularmente se deben observar, y para sanar algunos defectos invalidantes, producidos en las instancias anteriores.

Así pues se acuña la locución ex plenitudine potestatis 5 para indicar la sanación de ciertas invalidades de una sentencia por la autoridad suprema del Papa o el príncipe. Los autores concuerdan que esta sanación extraordinaria solo puede realizarse cuando se trata de defectos de las solemnidades.6

3. El consenso de las partes. Los términos más usados para expresar este modo de sanación son «voluntate partium», «consensu partium», y el verbo «consentire». Menos usados «emologare», «validari» y «approbare».

Desde los autores más antiguos ya se aceptaba la idea que las partes podían renunciar a las solemnidades del proceso,7 pero no a las partes substanciales, como por ejemplo a la litis contestatio ni subvertir el ordo iudiciarius, ni cuando había un expreso error de derecho.8 También se aceptaba que un juez pudiese adquirir competencia por el consenso de las partes, aunque con algunas excepciones.9

Esta sanación por consenso de las partes se extendió también a la sentencia, pero los autores eran unánimes en señalar que entonces la decisión judicial se salvaba ex vi pacti, no propiamente como sentencia.10

Así, si las partes están de acuerdo con el mérito de la sentencia y no quieren impugnar la invalidez de la sentencia, entonces ellos pueden ratificar la decisión judicial y comprometerse a observarla. Pero este consenso de las partes propiamente no sana la sentencia inválida, sino que asume solo el contenido y lo convierte en objeto de un acuerdo privado entre las partes.

En dependencia a la idea que el consenso de las partes puede dar validez a la sentencia, floreció al inicio del Medioevo la opinión, que si la parte gravada apelaba contra una sentencia inválida, entonces se consideraba que él reconocía la validez de ella. Esto especialmente se alegaba cuando se planteaba la apelación, sin mencionar explícitamente la invalidez.

Un pasaje de Durandus nos resume las diferentes actitudes ante esa opinión.11 Había algunos autores que consideraban rígidamente que apelar contra una sentencia inválida siempre significaba su ratificación, por lo tanto en la apelación no se podía ya alegar la invalidez de la sentencia. Frente a ellos se ubicaba la mayoría de autores y la praxis vigente, que consideraba que la apelación siempre era una impugnación y por lo tanto no debía deducirse que el apelante se resignaba a algún gravamen.12

Una posición intermedia era aquella que distinguía: si el apelante sabía que la sentencia era inválida, entonces su apelación implicaba una confirmación de la sentencia; pero si el apelante desconocía ese vicio, entonces no se puede considerar que quería renunciar a defenderse contra ese vicio. Finalmente Durandus cortaba de raíz el problema pues consideraba que nunca se podía hablar de sanación de una sentencia inválida, pues o la sentencia es válida o es inválida, y entonces es insanable perpetuamente.

Para salvar cualquier objeción los canonistas aconsejaban que la parte demandante debía especificar claramente que apelaba por precaución, y que, si la sentencia fuese inválida, no entendía convalidarla.13

El origen de este problema debe hallarse indudablemente en el debate entre aquellos que fieles a las colecciones romanas excluían la invalidez del ámbito de la apelación y aquellos que aceptaban esa vía para remover tales vicios. Cuando se fortaleció la idea de un remedio propio, y que por lo tanto no se trataba de dos vicios canalizados por la apelación, sino por dos remedios acumulados, decayó el interés en este problema. Incluso en el período siguiente se impondrá plenamente la idea que la apelación, aunque no se mencione la invalidez, siempre la incluye.

4. El plazo de interposición. A medida que se fue aclarando el modo de impugnación de la sentencia inválida, también se fue clarificando la idea de los plazos, los cuales se presentan como sanación ex decursu temporis.

Al inicio Innocentius todavía debía discutir contra aquellos que querían someterla al mismo plazo estrecho de la apelación: él dice que esto solo ocurre si la demora es por culpa del apelante, y en caso contrario debe considerarse perpetuo.14 Además señala que cuando se trata de pequeños defectos entonces el mismo juez lo puede remediar hasta en un año.15

El Hostiense que había propuesto diversas vías para remover la sentencia inválida, también nos ofrece varios plazos según los casos. Así varias veces hallamos que declara que la sentencia dictada con falsos testigos o falsas pruebas (que él consideraba causal de invalidez) podía ser removida en un plazo de 20 años en materia criminal y 30 años en materia civil.16 En cambio cuando se trataba de periculum animae o injusticia patente, entonces tal sentencia siempre podía ser removida.17 También las “excepciones” se inclinaban a un plazo perpetuo.18

Como en otros sectores, también aquí Durandus defiende la posición más rígida: él considera que por regla general toda sentencia inválida siempre puede ser removida. Solo como excepción introducida por la costumbre, reconoce que se puede limitar a un plazo de 30 o 40 años, pero incluso aquí defiende que «potest perpetuo excipi».19

Los autores posteriores establecerán un triple plazo según el tipo de invalidez: a) perpetuo, b) hasta que se declare, c) hasta 20 años.20 Por último esto se simplificará y dará lugar a solo dos grupos: será perpetua cuando se propone per modum exceptionis, y con un plazo de 30 años, si se plantea per modum actionis.21 Este esquema será bien acogido en el período siguiente.

También entre los legistas se impuso la distinción genérica entre agere, que corresponde solo al actor y con un plazo de 30 años y excepire, que corresponde al acusado y es perpetua.22

Muy diferente en cambio fue la situación en el derecho estatutario italiano, donde bien pronto se impuso un breve plazo fatal de 10 días para «dicere de nullitate».23

Conclusión. Es claro que desde el inicio los canonistas aceptaron sin dificultad la idea de la sanación. Y este hecho se debe atribuir a la peculiar concepción canónica del proceso.

Si bien algunos textos justinianeos insinuaban la sanación ex voluntate partium, pienso que más decisivo fue el Principio de la Verdad y la Justicia que impulsó a los canonistas a liberarse de una rígida concepción de la invalidez como siempre y necesariamente insanable, pues un tal extraordinario valor atribuido a las formas procesales hubiera causado dificultades a la consecusión del fin último del proceso. De hecho siempre advertimos que la sanación está en función a liberar el proceso de ciertas formalidades, cuando éstas se convertían en un peso inútil. No se trataba pues de ratificar los defectos “con los ojos cerrados”, sino solo cuando se tenía la seguridad que ellos no afectaban el mérito; es más: que ayudaban a conseguirlo más rápidamente.

Sobre los cuatro modos de sanación, arriba elencados, se observe que ellos son limitados según las tradicionales distinciones entre substancia y solemnidades, o simplemente por una mayor o menor gravedad del asunto. Solamente la confirmatio aparece limitada por la idea del derecho natural: ya que esta sanación era una especie de ejercicio de la plenitudo potestatis, o sea del Príncipe o el Papa, parece que contra tal autoridad solo se puede oponer precisamente la autoridad de la ley natural, que en el Medioevo todos aceptaban como norma suprema. Este recurso que en el plano práctico parece muy eficaz, no es correcta en el plano teórico, en cuanto que no se puede alegar elementos del derecho procesal estén fundados en la mismísima ley natural. Quizás ellos mismos entendían ese recurso como un modo genérico de indicar simplemente que el Príncipe no podía obrar arbitrariamente, poniendo y quitando normas procesales. Cualquiera sea la explicación lo cierto es que los autores medievales usaron poquísimo este raciocinio.

También se advierta que la distinción del remedium nullitatis en dos modos de proposición (agendo et excipiendo), con la respectiva consecuencia sobre los plazos de impugnación, solo comienza a tomar cuerpo en los autores más tardíos. Ella indudablemente contribuirá a reforzar en modo formalístico la idea de la insanabilidad por el paso del tiempo. Digo en modo formalístico, en el sentido que la insanabilidad ya no está en relación a la gravedad objetiva del asunto, sino que nace simplemente del modo procesal de proposición.

En modo equivocado la canonística interpretó el derecho romano (Paul. D. 50, 17, 29), reforzado luego por las Decretales (VI. reg. iur. 18), que expresamente excluía esta posibilidad. Ese axioma no era discutido en cuanto se consideraba evidente: de la nada no puede salir nada aunque pasen mil años. En realidad el derecho romano y el medieval, sea cuando hablaban de una invalidez por una ley irritante, o incluso en caso de insubstancialidad (inexistencia), casi siempre indican una categoría jurídica que solo en modo figurado se puede decir “nada”. Y aunque quizás en el derecho romano esta norma podía ser justificada en el clima de rigorismo formal y de exclusión de la idea de sanabilidad, en cambio en el derecho procesal canónico, que relativizaba todos los medios en función del fin, y que de hecho admitía otros varios modos de sanación, tal axioma, sostenido solo en virtud de la autoridad de las viejas colecciones, se convirtió en un escollo insuperable, que impedirá una pacífica elaboración de esta vía de sanabilidad.

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1 “Et si dicas, quod nulla erat sententia, forte quia non erat iudex qui eam dedit, vel non tenebat sententia: quia non fuerat litis contestatio, certe nec tunc sententia confirmationis faceret eam tenere. Item non videtur, quod possessori sit actio prodita, nisi forte alius diffamaret et detraheret iuri possessoris [...] Sed contra [...] dicimus talem petitionem admittendam, et potest prodesse actori: quia si pro eo lata fuit sententia, nullus potest dicere eam nullam ne quae eo praetextu, quod is, qui tulit eam, non erat iudex, nec pro alio: quia si ille, quod confirmat est iudex, sententia, quod fert super confirmatione priori sententiae, transit in rem iudicatam et dat robur primae sententiae ut de caetero contra eam nihil possit dici [...] prodest etiam actori, quod nullus inferior confirmatore de ea cognoscere potest.” Innocentius IV, Commentaria, ad X. 2, 30, 1, n. 2.

2 En cambio la confirmación ex forma communi no se le reconocía la misma fuerza sanadora: “Ubi in confirmatione Papae non inseritur tenor confirmatae rei, sed apponitur illa clausula «sicut provide factum est, et c.», haec confirmatio dicitur facta in forma communi, unde non validat actum in se nullum, quia illa clausula stat conditionaliter.” Tudeschi, Commentaria, ad X. 2, 30, 7, n. 3.

3 “Non obstat, dum dicitur, quod in confirmatione praedicta est clausula «ex certa scientia», quae tollit defectus iuris naturalis, [...] quia respondeo, quod ibi loquitur in defectu inducto a iure civili, [...] et dicit expresse Baldus [...] quod contra defectum iuris naturalis non cadit dispensatio [...]. Item respondeo, quod posito, quod Papa vel Imperator possent ex certa scientia dispensare circa ea quae sunt iuris naturalis, non auferendo tamen defensionem iuris naturalis alteri: tamen citationem et defensionem iuris naturalis tollere non possunt [...]n. 11. Et generalis confirmatio non trahitur ad iniusta [...] Non obstat etiam illa clausula «supplentes omnes defectus et c.», quia illa generalis clausula non trahitur ad defectus non specificatos, nec ad defectus iuris naturalis, ut est citatio et defensio.” A. Tartagnus, o.c., VII, 52, n. 10 - 11.

4 “Sed et si dicas nullam esse sententiam [...] nec tunc valet confirmatio, quia id quod nihil est, non potuit confirmari [...] Sed contra [...] talis sententia confirmatur, et prodest multum talis confirmatio, quia si a non suo iudice prima sententia lata fuit, vel alias dicatur nulla, et eis qui confirmat ex certa scientia iudex erat prima sententia roboratur [...] nec inferior eo de ipsa potest de caetero cognoscere.” Hostiensis, ad X 2, 30, 1 n. 3

Cf. Ioannes Andrea, Commentaria, ad X. 2, 30, 1, n. 6. “Sed, his non obstantibus, Innocentius hic tenet oppositum, dicens, quod confirmatio multum poterit operari. Nam si sententia erat nulla, et confirmatur postea iudicialiter cum causae cognitione, efficitur valida.” Tudeschi, o.c., ad X. 2, 30, 1, n. 12; P. de Anchorano, o.c., ad X. 2, 30, 1, n.3- 5.

5 Ella aparece en ese sentido por primera vez en Innocentius: “Ibi sententia, quae nulla est, non habetur rata, sed propter scandalum vitandum electio episcopi inordinate facta toleratur vel illud facit Papa ex plenitudine potestatis.” Innocentius IV, o.c., ad X. 1, 29, 21, n. 5.

6 “Quandocunque tamen sententiam latam spreto iudiciario ordine, dominus Papa ratam habet de plenitudine potestatis” Hostiensis, Summa, II, De sententia, 5, § is est ordo, vers. servandus est. Cf. Idem, Commentaria, ad X. 1, 6, 28, n. 21. Una formulación más clara: “Solus princeps potest ex plenitudine potestatis habere ratum processum nullum ex defectu ordinis non servati, licet constet causam recte instructam quod ad ipsius merita.” Tudeschi, Commentaria, ad X. 2, 27, 12, n. 27.

7 Cf. Innocentius IV, o. c., ad X. 1, 29, 21, n. 5; Tudeschi, Commentaria, ad X. 2, 27, 1, n. 23; Lanfranco, cap. 10, n. 17 [fol. 120]; P. de Franchis, loc. cit., qu. 52 [fol. 192].

8 Cf. Durandus, Speculum, II, 3, De sententia, § iuxta propositionis, n. 15; Tudeschi, Practica, cap. 2, n. 3; Felinus, o. c., ad X. 2, 27, 1, n. 8; A. Tartagnus, III, 82, n. 2.

9 Cf. Innocentius IV, o. c., ad X. 1, 29, 21, n. 4; ad X. 1, 30, 2, n. 6; ad X. 5, 1, 22, n. 1.

10 “Item notatur [...] quod partes non possunt emologare, seu approbare arbitrium nullum, et sic consensus partium non potest purgare vitium nullitatis. [...] Sed ergo intelligo, quando tollere vitium nullitatis non dependet a consensu partium, sicut hic potuit esse in iure patronato. Sed ubi vitium nullitatis concernit merum favorem partium, dico quod partes scienter approbando tenentur ad observationem saltem ex vi pacti, sed non ex vi sententiae, seu laudi.” Tudeschi, Commentaria, ad X. 2, 30, 7, n. 4. Cf. Idem, ad X. 2, 27, 1, n. 23; Felinus, o. c., ad X. 2, 27, 1, n. 8; P. de Anchorano, o. c., ad X. 2, 2, 18, n. 13; P. de Franchis, loc. cit., qu. 50 [fol. 191].

11 “Utrum autem appellans a sententia, quae nulla est, videatur eam confirmare, vel aliquid facere? Videtur quod sic [...] Contra: quia appellatio sit ad rescindendum, non ad confirmandum [...] Uberius dicit quod si sciens sententiam nullam, scienter appellat: tunc eam confirmat, alias non [...] Vel verius, aut est nulla ipso iure: et tunc non confirmatur; aut quo quomodo tenet, sed potest per exceptionem annullari: et tunc confirmatur seu approbatur.” Durandus, Speculum, II, 3, De sententia, § iuxta propositionis, n. 25.

12 Casi todos seguirán la poderosa reflexión de Innocentius: “Sed quaero, si appellavit in iudicio ante sententiam, sive extra iudicium, et iterum appellet post sententiam, an per appellationem posteriorem videtur renunciare priori, vel ratificare sententiam ? Arg. quod sic, ff. rem ra. hab., cum minor, § falsus [D. 46, 8, 3, 1] [...] Sed nos dicimus contra: quia geminando vel multiplicando appellationes non videtur ratificasse factum iudicis, a quo appellavit vel appellationi renunciare, immo potius videtur suum desiderium augmentare.” Innocentius IV, o. c., ad X. 2, 28, 63, n. 4. Cf. Hostiensis, Commentaria, ad X. 2, 28, 63, n. 7, vers. sed quaerit; Felinus, o. c., ad X. 2, 27, 1, n. 17, vers. et adde; P. de Franchis, loc. cit., qu. 8 [fol. 178]; P. de Anchorano, o. c., ad X. 2, 28, 63, n. 8.

13 “Quotidie etiam exprimitur iniuria, quod appellantes appellationem suam prosequentes, et de nullitate et iniustitia sententiae audiuntur, dummodo caute formetur libellus, ut videlicet appellans proponat factum quomodo sententia lata est contra ipsum, a qua quamvis necessaria non fuisset appellatio, quia nulla erat, tamen ab ea ad cautelam non ut eam ratificare intenderet, sed ut sibi provideret, si forsan reperiretur aliqua, ad Sedem Apostolicam appellavit, et ideo primo petit ipsam nullam pronunciari, et si forsan, vel propter alia reperiretur aliqua, petit ipsam tanquam iniustam pronunciari irrita: sic enim formatus libellus recipitur.” Hostiensis, o. c., ad X. 2, 28, 63, n. 7. Cf. Tudeschi, Practica, cap. 145, n. 2.

14 “Ergo eadem ratione, si duae actiones ad idem competunt, sicut hic competunt, prosecutio appellationis et officium iudicis ad dicendum sententiam nullam, etiam ex alia causa quae, quia post appellationem lata est, puta quia iudex non erat, intra idem tempus constringuntur. Hic facilis est responsio: quia semper intra idem tempus et actio et exceptio tolluntur, si excipiens fuit in mora; si enim in mora non esset, perpetuae sunt exceptiones.” Innocentius IV, o. c., ad X. 2, 28, 44, n. 6, vers. arg. contra.

15 Cf. “Item ex quo iurisdictionem habet, videtur quod usque ad annum possit revocare sententiam suam.” Idem, o. c., ad X. 1, 30, 2, n. 6, vers. item ex quo. Cf. ad X. 1, 29, 9, pr.

16 “Sed intra quod tempus potest opponi post sententiam ? Dicas, si criminaliter queratur de falso in modum accussationis intra 20 annos [...] Potest tamen agi civiliter actione in factum, et tunc intra 30 annos de falso quaeri potest.” Hostiensis, Summa, II, De exceptionibus, 3, § haec de dilatoriis, vers. sed intra. Cf. Idem, Commentaria, ad X. 2, 27, 18, n. 18 - 19; Tudeschi, o. c., ad X. 2, 25, 6, n. 1.

17 “Ubicumque vertitur periculum animae ut de errore notorio possit fieri fides, sicut dixi in causa matrimonialis [...] et sic potest intelligi, quod non debet stari sententiae latae, etiam ab illo cui causa commissa est appellatione remota, si iniquitatem contineat manifestam [...] quia nullus numerus defendit annorum, immo tanto graviora crimina.” Hostiensis, Summa, II, De sententia, 2, § diffinitiva, vers. undecimo videtur.

18 Cf. Hostiensis, Commentaria, ad X. 2, 27, 18, n. 19.

19 “In summa notatur quod, cum sententia dicitur ipso iure nulla, sine temporis praefinitione retractari potest, nisi loci vel fori consuetudo aliud inducat, C. ad leg. Cornel., de falsi [C. 9. 22, 5], sicut Extra, de procurat., in nostra, in fin. [X. 1, 38, 4], quod intellige, id est, usque ad 30 vel 40 annos [...]. Item de hoc potest contra eam perpetuo excipi, si ex ea agatur [...] Nam omnes exceptiones perpetuae sunt, praeterquam exceptio non numeratae pecuniae et non numeratae dotis.” Durandus, o. c., II, 3, De sent., § iuxta propositionis, n. 30. Cf. Idem, o. c., II, 1, De except., § exceptionum, n. 1, n. 3; loc. cit., § iuxta, n. 27.

20 Cf. Ioannes Andrea, o. c., ad X. 2, 27, 18, n. 12; Tudeschi, Practica, cap. 118, n. 8; Lanfranco, o. c., cap. 10, n. 45, Additio I - II.

21 “Usque ad quantum tempus possit dici de nullitate ? [...] principaliter agendo possit dici de nullitate usque ad 30 annos [...] nisi statutum, vel consuetudo fori, seu loci aliud inducat [...] Instantia tamen iudicii in causa nullitatis eodem tempore periret, sicut in aliis iudiciis [...] sed excipiendo potest excipi, et dici de nullitate perpetuo cum regulariter exceptiones sint perpetuae.” P. de Franchis, loc. cit., qu. 5 [f.177]; qu. 54, vers. amplius pro [f. 195].

22 “Reus potest dicere bannum nullum, excipiendo in perpetuo [...] sed de nullitate non potest agi nisi usque ad xxx annos. Nam officium iudicis quod imploratur super declaratione nullitatis non durat nisi xxx annis, ut nota, infra de falsis, l. querela [C. 9, 22, 12], et l. sicut, de praescrip. xxx ann. [C. 7, 39, 3], et xxxv, q. ix, c. unde quaeritur [C. 35 q. 9 c. 11], in glossa magna in fine. Sed verius est quod actor potest dicere sententiam nullam, donec durat actio vel accusatio, sed reus perpetuo: quin in reo agere de nullitate in effectu idem est quod excipere.” Baldus, ad C. 9, 1, 11, n. 59. Cf. Idem, ad C. 1, 18, 1, n. 4, n. 6; ad C. 7, 39, 3, n. 11 - 12; A. Tartagnus, o. c., III, 82, n. 12-13; IV, 59, 15.

23 Cf. Codex statutorum Alexandriae a. 1242, rubr. quod omnes, p. cx; Liber iuris civilis urbis Veronae a. 1228, ed. B. Campagnola, Veronae 1728, add. ad rub. 45 in anno 1283, vol. 1, 318; Fasoli - Sella, Statuti di Bologna dell’anno 1288, lib. 6, rubr. 23; B. Betto, Gli statuti del comune di Treviso sec. XIII - XIV, «Statuti a. 1313», lib. 1, rubr. 48, vol. 1, 50; «Statuti a. 1385», lib. 2, rubr. 43, vol. 2; Zdekauer - Sella, Statuti di Ascoli - Piceno a. 1377, lib. 3, rubr. 1 [348 - 349]; Constitutiones Spoletani ducatus (a. 1333), ed. T. Schmidt, rub. 49, n. 4.. Pero a veces se impone 30 días: cf. Statuta civitatis Mutine reformata a. 1327, ed. C. Campori, Parma 1864, lib. 3, rub. 8. O incluso un año en causas criminales: cf. Constituzioni Egidiane a.1357, lib. 4, rub. 14, [Sella, vol. 1, 154].