Aquí vemos a dos peculiares personajes que entran volando por lo que puede ser una ventana, con manifiesta intención de avasallar a una joven que, aunque sorprendida y sobresaltada, no parece estar muy indignada, pues su cara no expresa excesivo temor.
Goya llama “martinicos” a estos personajes porque desde la Edad Media esa era una forma de llamar a los duendes, diablillos o espíritus fantásticos, a los que se representaba de diferentes formas, entre ellas los gnomos o personificados con hábitos de fraile, atribuyéndoles poderes extraordinarios como andar por los aires, tal como se ve en esta imagen.
Esta estampa denuncia por una parte la promiscuidad de algunos miembros del clero aprovechándose de su influencia “espiritual”, y por otra el fariseísmo de las damas de buena posición que aceptaban complacidas la ocasión; la postura insinuante y provocativa del “duende” así como la expresión y el llamativo vestido de la joven así lo manifiestan.
Sugerir o aceptar cualquier proposición que va contra la buena conciencia y la integridad personal es valorarse poco y poner precio a la dignidad y si esta conducta se pretende justificar, uno mismo se engaña.
¡Pobre Paquilla! que yendo a buscar al lacayo se encuentra con el duende; pero no hay que temer: se conoce que martinico está de buen humor y no le hará mal.