Francisco de Goya, como buen aficionado a la cinegética, conocía la caza con reclamo, método mediante el cual las aves son atraídas por medio de un señuelo para así tenerlas a tiro el cazador.
Esa técnica es la que se representa en esta ilustración, pero con unos peculiares participantes, ya que varios presumidos y volátiles galanes rondan a una seductora pocholita atraídos por sus encantos, a los que uno tras otro van cayendo rendidos, siendo recogidos por una vieja celestina y sus cómplices.
Por lo que respecta a las aves, parece que éstas no están capacitadas para entender que si alguna ha caído en la trampa, ellas pueden ser las siguientes en picar el anzuelo.
Los inteligentes humanos, que saben colocar efectivas trampas para cazar pájaros confiados, son incapaces de detectar muchas de las que les colocan los de su propia especie.
Cuando a las ingeniosas armas de un avispado cazador se le añade la ceguera vanidad de la posible presa, el resultado está cantado.
¡Y que no escarmientan los que van a caer con el ejemplo de los que han caído! Pero no hay remedio todos caerán.