La modernidad del pensamiento de Goya, muy adelantada a su tiempo, queda perfectamente reflejada en este grabado por la reflexión a que da lugar la escena.
Se trata de esa especie de rivalidad entre el hombre y la mujer sobre quién es mejor o peor, superior o inferior, que todavía no hemos sabido vencer, quizá porque la controversia se centra en las particulares diferencias biológicas con las que la naturaleza nos ha agraciado a cada género.
Para Goya y los ilustrados de su tiempo lo fundamental no se manifestaba en esas diferencias sino en el nivel de sensatez, cordura y buen juicio que son el resultado de la buena o la mala educación recibida como persona, independientemente de ser hombre o mujer.
Esta pareja de jóvenes acicalados con cierto aire petulante muestra un visible desafecto mutuo, y la del fondo ¿vieja y viejo? revela mojigatería e hipocresía al burlarse de ellos mientras rezan el rosario; ambas parejas dan sentido a la frase que sirve de título a la estampa.
Si la educación, el respeto y el cultivo personal se mantienen como constante compañía desde joven, la vida se hace más amable tanto para el hombre como para la mujer y es más fácil alcanzar una vejez digna y apacible.
Muchas veces se ha disputado si los hombres son peores que las mujeres o lo contrario. Los vicios de unas y otros vienen de la mala educación; donde quiera que los hombres sean perversos, las mujeres lo serán también. Tan buena cabeza tiene la señorita que se representa en esta estampa como el pisaverde que le está dando conversación, y en cuanto a las dos viejas tan infame es la una como la otra.