Dar y aceptar consejos es una forma tradicional y personal de ampliar conocimientos o intercambiar experiencias, que cuando éstos son honestos y bienintencionados beneficia a quien los recibe sin perjudicar a nadie.
Pero las buenas intenciones no siempre son lo que motiva un buen o bello consejo, como es el caso que Goya nos ilustra en esta imagen en la que una vieja celestina aconseja a una joven prostituta cómo embaucar a sus clientes.
Esta manera clásica de dar consejos parece que está siendo desplazada por el predominio y la gran influencia de los actuales medios de comunicación de masas, ya que ese modo de relacionarse quienes se aprecian se está sustituyendo por recomendaciones impersonales entre personas que no se conocen de nada.
A este nuevo sistema de comunicación también se ha adaptado la parte siniestra de la condición humana, pues con un criterio similar al de esta estampa se lanzan mensajes embellecidos con técnicas publicitarias dirigidos a clientes, consumidores o electores a los que seducir, con aparente provecho o utilidad para quien los recibe pero cuya exclusiva finalidad es el beneficio económico, ideológico o la satisfacción del ego personal de quien los propone.
Los consejos son dignos de quien los da. Lo peor es que la señorita va a seguirlos al pie de la letra. ¡Desdichado del que se acerque!