La imagen que aquí podemos observar, junto con su título, es uno de los ejemplos más representativos del lenguaje que utiliza Goya en esta serie de grabados para transmitir ideas y conceptos a través de imágenes muy expresivas, pero cuyo significado sólo podemos captar gracias a su comentario adicional, al margen del epígrafe que figura al pie de la estampa.
En este caso ese comentario hace referencia al Diablo Cojuelo, popular personaje del siglo XVII que quedó tullido cuando cayó al Infierno al ser aplastado por el resto de demonios expulsados por Dios del Paraíso, aunque no por eso perdió agilidad y desenvoltura; era travieso, descarado, socarrón y también destapaba hipocresías, por lo que los demás demonios le tenían ojeriza y se burlaban de él.
Por otra parte no le importaba hacer favores, pues la gente le pedía protección, era invocado en conjuros amorosos, hacía de mensajero, o como vemos en esta escena en la que traslada en vuelo a una bruja, que a falta de escoba se agarra con firmeza a su muleta.
La representación del Diablo con figura humana y las alas del murciélago con el que vuelan nos indican que, algunas veces, necesitar apoyo de quien ha sido menospreciado no es cosa de diablos ni de brujería, y pedir ayuda a quien se ha desdeñado puede servir de reflexión para reconocer que burlarse y servir de burla son dos caras de la misma moneda.
Ahí va una bruja, a caballo en el diablo cojuelo. Este pobre diablo de quien todos hacen burla, no deja de ser útil algunas veces.