■ En sesión del 2 de agosto de 1802 el Cabildo de Gualeguaychú dispone contratar un médico, por un lapso de seis años. Se le pagarían 400 pesos anuales. Ciento tres vecinos acuerdan con tribuir con dinero. En una lista, se detallan sus nombres y sus aportes personales, que van desde los 2 a los 10 o 12 pesos. Ellos y su familia serán atendidos por el profesional todas las veces que sea necesario; accederán a los medicamentos sin costo alguno. Si el enfermo está alejado de la villa, el facultativo debe pedir autorización a la sala Capitular para ausentarse. Si el caso requiere varios días de atención, será trasladado al pueblo.
Quedan excluidos de estos servicios, los peones y agregados. Aquellos pobladores que no integran la lista, pagarán al Cabildo por sus consultas y por las medicinas. De esa manera se reunirán fondos para proveer la Botica: hilas, vendas, laxantes suaves, coca, quina, vainilla, zarzaparrilla, tabaco, ratania, guayavo, opio...
En ese tiempo, se nombra boticario a don Miguel González Vayo*. Anualmente debe dar cuenta de su administración. Sólo provee con receta médica, escrita en latín para evitar la injerencia de profanos. Los remedios se aplican en bebidas, tisanas, ventosas, purgas, sangrías, dietas, jarabes, baños de asientos, edemas, pomadas...
■ El doctor don Juan de La Palma y su esposa, María Silveira Dutra llegan a Gualeguaychú. Ambos han nacido en Lamego, Portugal Fijan su residencia en una casa-rancho ubicada en ángulo noroeste de las actuales calles San Martín y Mitre. Tienen ya tres hijos y aquí nacerán dos más. Este matrimonio migrante ha recorrido diversos espacios. Para ingresar al Río de la Plata, Don Juan ha presenta do las acreditaciones requeridas: fe de bautismo, limpieza de sangre, documentos de estudios. El Protomedicato** controla su tarea: médico, cirujano y sangrador. Contratan sus servicios profesionales en Santa Fe y en tiempos del Virrey Ceballos, el Cabildo de esa ciudad solicita su regreso. Después, se radica en Porto Alegre donde nacen sus dos hijos mayores; de allí pasa a Concepción del Uruguay donde nace en 1801, Juan Francisco Melchor**. Al año siguiente está en nuestro pueblo. Firma contrato con el Cabildo y los vecinos. Y aquí arraiga. Seguramente, como los médicos de la época, utiliza trépano para amputación, sierras grandes, sierras chicas, escalpelos, bisturies, torniquetes, catéteres, ventosas, jeringas de marfil, grandes y chicas, correas para sujetar locos... y como otros colegas de su tiempo, debe imponer hábitos de aseo personal- lavarse las manos, bañarse, lavar la ropa- y sugerir medidas de higiene pública.