■ SIGLO XIX: Barbarita Mac Louglin de Peart, el dulce encanto de mujer, una irlandesa que en 1872 llegó a Gualeguaychú para quedarse, residiendo en la histórica estancia "Campo Florido", al Norte del Arroyo Gualeyán. Tenía al llegar, sólo 16 años y hacía tres meses que se había casado en Dublin con Carlos Peart.
Su grácil figura se destacaba en el vértigo de las típicas carreras inglesas, a las que aportaba, además, sus hermosos corceles, nacidos y criados en la pampa húmeda.
Se destacaba Barbarita en medio de una aristocracia deportiva. En la villa que éramos, una bella irlandesita volcaba todo su placer deportivo a favor del justo localismo que la hizo suya. Luego, al atardecer, sabía abrir el ventanal de su sala y conjugaban ella, la brisa, el trebolar y una música de Schumann en la pianola forte, a pedales, una impactante determinación bucólica.
■ SIGLO XX: Casi a mediados del mismo, las respectivas "piletas playeras" de los clubes Náutico y Neptunia, se agitan de gusto y asombro con los formidables tiempos en la velocidad de dos jóvenes y buenas mozas mujeres, Romanita Beckwit Borro y Maruqueña Cinto. Estas dos lucidas nadadoras copoblanas marcaron época para los anales deportivos gualeguaychuenses.
Ellas, Romanita y Maruqueña, supieron de aplausos y mimos, tanto en los escenarios de las competencias náuticas como en el entonces movido centro paseandero exclusivo, en calle 25 de Mayo. Ambas eran objeto de encendidas notas en los diarios locales.
■ SIGLO XXI: Siempre el encanto de la mujer brindando (¿por qué no?) a las simpatías populares una especie de ascensión hacia la emoción inolvidable. Ahora, hoy, en este siglo recién iniciado, es el turno palpitante de una joven basquetbolista: Gisella Vega.
Dotada de un físico excepcional, se incorpora Gisella al historial femenino ganador en el deporte. Junto a su formidable aporte al triunfante equipo de Rácing en la Liga Nacional "A", felizmente ofrece esta niña un dechado de femineidad por sobre las rudezas inapelables en un reducido rectángulo de básquetbol. Su estilo y su fulgor convocan a las compañeras del elenco a una significativa condición plural: Unir en el combate, a la ineludible fuerza atlética y debido tesón de los que juegan para campeonar, en su particular condición de mujeres, el garbo del cisne y la coquetería de la gacela.
Al entender de un aficionado espectador, en ese precisado ideal, el tono y la natural actitud de Gisella Vega, le dan bandera de autenticidad femenina y particular simpatía a todo el buen conjunto albiverde.